jueves, 2 de marzo de 2017

Drag queen blasfema

Nuevo escándalo, nueva ofensa a los sentimientos religiosos de los católicos. Este pasado lunes veintisiete se celebró la vigésima Gala Drag Queen, el plato fuerte del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. El espectáculo, de unas tres horas de duración, congregó en el Parque de Santa Catalina de la capital canariona a unas seis mil personas. A lo largo de estas dos décadas, la Gala se ha convertido en una referencia importante en el entorno LGBT –sobre todo, obviamente, en el mundo del transgénero– con una descarada voluntad reivindicativa y transgresora. El espectáculo consiste en las actuaciones sucesivas, de tres minutos cada una, de los dieciséis aspirantes a reinona del carnaval, quienes bailan con unas coreografías muy trabajadas, embutidos en unos disfraces espectaculares y alzados sobre unas plataformas vertiginosas (que no les impiden saltar y abrirse de piernas, demostrando una flexibilidad y forma física envidiables). La Gala fue transmitida por RTVE por La 2 y también por su canal internacional; la audiencia fue de 700.000 personas (de La 2, sin contar los televidentes de fuera de España), la cual parece que es más que aceptable. Yo no fui de los que seguí la gala en directo (la verdad es que no soy mucho de este tipo de espectáculos) pero, vista la polémica subsiguiente y gracias a Youtube, me la he tragado en diferido para poderme formarme mi propia idea sobre el asunto.

El escándalo, como ya sabrán casi todos, fue debido a que uno de los concursantes presentó el número llamado “¡Mi cielo! Yo no hago milagros, que sea lo que Dios quiera”, en el cual salía a escena disfrazado primero de Virgen María (y con la música de la en su día también escandalosa canción de Madonna) y luego se convertía en un Jesucristo crucificado, con una corona de espinas y la lanzada en el costado, que aparecía mientras una voz recitaba el padrenuestro y luego pronunciaba unas frases insinuantemente obscenas (“¿quieres mi perdón? Agachate y disfruta, siéntelo en tu boca, arrodíllate”). Al margen de los dos disfraces y del breve y ambiguo comentario, la actuación no añadió ninguna ofensa explícita al cristianismo; fue una actuación de bastante alta calidad coreográfica, sin duda entre las mejores de las que se realizaron esa noche. El protagonista se llama Borja Casillas –nombre artístico Drag Sethlas–, natural de Las Palmas de veintiséis años, profesor de baile y maestro de educación infantil que, para más cachondeo está haciendo un curso llamado “Declaración Eclesiástica de Competencia Académica” para poder dar clases de Religión en colegios concertados y privados. Según dice en una entrevista, tenía la fantasía de hacer un show con la Virgen y Jesucristo desde hace tiempo; reconoce que quería provocar pero con intención estrictamente artística, sin voluntad de ofender ni tampoco de enviar ningún mensaje a la Iglesia (que acepte a los feligreses homosexuales, por ejemplo). Añade que para él ha sido una forma de expresarse, de hacer algo diferente; el arte es arte, punto.

No sólo los organizadores de la Gala admiten una actuación irrespetuosa hacia la religión católica (podían haberle descalificado durante la selección de candidatos) sino que para mayor inri (nunca mejor dicho) este Drag Sethlas resulta el ganador. Había tres mesas de jurados (de los medios de comunicación, invitados célebres y especialistas), y cada una de ellas calificaba a diez de los dieciséis concursantes con notas que iban de 1 a 12 (los dos últimos 10 y 12 puntos). Dos de las tres mesas dieron la máxima nota a Sethlas, mientras que la de los invitados tan solo le otorgó 5 puntos. Finalmente, la cuarta parte de la votación correspondía al voto telefónico del público (asistente y televidente), y también aquí salió Sethlas con más apoyo. De modo que entre el entusiasmo de los congregados en Santa Catalina, este muchacho se convirtió en la Reinona del carnaval de Las Palmas. Y que haya gustado tanto, que esa representación blasfema haya sido la ganadora ha contribuido especialmente a irritar a algunos católicos e incrementar el escándalo. Así se desprende con claridad del comunicado de Francisco Cases Andreu, obispo de Canarias (conste que esa diócesis es la de la provincia de Las Palmas), que textualmente reza: “Hasta ahora respondía (que el día más triste de mi estancia en Canarias era): el día del accidente en Barajas del avión que partía hacia Gran Canaria. A partir de hoy diré que estoy viviendo ahora el día más triste de mi estancia en Canarias. Ha triunfado la frivolidad blasfema en la gala Drag del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. Triunfado en los votos, y triunfado en los aplausos de una muchedumbre enardecida". Basta buscar un poco en Internet para encontrar multitud de manifestaciones de enrabietada indignación (por ejemplo, la del periodista radiofónico Carlos Herrera), amenazas de acciones judiciales contra todo quisque, y hasta un comentario ofendido en su facebook del Presidente del Cabildo de la isla en que resido. Incluso (y el asunto tiene bemoles) parece que alguien dio una orden para que se borraran de la web de RTVE los videos de la gala y de la actuación ganadora.



Entiendo perfectamente que disfrazarse de la Virgen o de Cristo crucificado en el contexto de un show de este tipo resulte ofensivo para los sentimientos de los católicos. Pero volvemos al debate eterno entre libertad de expresión y respeto a determinados símbolos. En este caso, está clarísimo que no puede haber causa penal, dado que no se cumplen los requisitos que para ello exige el código penal. De otra parte, es un hecho más que demostrado que la provocación es un componente habitual –si no imprescindible– de muchísimos espectáculos; hay que llamar la atención y, como cada vez estamos más acostumbrados a las barbaridades, el nivel de la provocación, para que ésta se produzca, ha de irse elevando continuamente. Quiero decir que no creo que en este tipo de situaciones la voluntad del “artista” sea ofender, sino simplemente para provocar. Y si para ello recurre a referencias religiosas es porque sabe que en ese campo juega sobre seguro, tiene el escándalo garantizado. Por eso, quizá habría que recomendar a los católicos que procuren entrar al trapo lo menos posible; de ese modo las polémicas no serían tan llamativas (yo, como muchos otros, habría pasado de ver la blasfema actuación) y, poco a poco, se iría desactivando ésa que algunos consideran agresividad tolerada contra los valores cristianos (también podrían, por cierto, reflexionar si esa agresividad que algunos detectan y denuncian no tiene sus raíces en comportamientos de la propia Iglesia, no tanto para justificarla pero sí para entenderla). En todo caso, lo que desde luego no es de recibo –y tampoco nada compatible con el mensaje evangélico– es considerar más triste el “triunfo de la frivolidad blasfema” que la muerte de 154 personas en un trágico accidente aéreo. Si es que prelados así parecen surtidores de gasolina para incendiar iglesias

PS: Con motivo de este post he buscado algo de información sobre este evento del carnaval canarión y así me he enterado de que su origen como acto oficial auspiciado por el Ayuntamiento de Las Palmas procede del gobierno municipal presidido por el ínclito José Manuel Soria, que después de alcalde tuvo fructífera carrera política hasta encallar en Panamá. Parece que fue un "invento" de la entonces concejala de Cultura, Josefa Luzardo, con la finalidad de "modernizar" el carnaval y promocionarlo hacia el exterior. 

5 comentarios:

  1. No puedo comprender qué clase de sentimientos religiosos son los que se sienten ofendidos por una gilipollez así. Hay que tener una fe verdaderamente frágil para sentirla amenazada o agredida en la más mínima medida porque un pobre tipo exhiba penosamente sus fantasías narcisistas sado maso sirviéndose de una escenografía pseudo religiosa. Lo único que me inspira a mí como católico es una genuina compasión, y creo que lo mejor que se puede hacer en su obsequio -como con todo el que trata desesperadamente de llamar la atención, con un pretexto u otro- es no prestarle ninguna, y darle así ocasión de que recapacite y se comporte como un adulto normal. Reacciones como la del insignemente estúpido obispo son las peores que se pueden tener, desde cualquier punto de vista, frente a estas estupideces. No restañan los sentimientos heridos de los pobres católicos tan tontos como para tenerlos, no restituyen a la Iglesia nada -puesto que nada se le ha quitado, tampoco- no favorecen ni mejoran su imagen, sino todo lo contrario y, por último, no ayudan al memo del narcisista, sino que le afianzan en su memez y le incitan a vivirla como algo digno y defendible. Son la respuesta perfectamente simétrica, en su gilipollez, a la gilipollez inicial.

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    1. Supongo que lo que ha ofendido a muchos católicos (te aseguro que han sido muchos quienes han protestado escandalizados y declarado sentirse ofendidos) es el que se hayan utilizado las imágenes de Jesucristo y la Virgen en un acto carnavalero y además de marcado cariz homosexual. Para esas personas, supongo, eso equivale a arrastrar por el fango los símbolos de su fe.

      Evidentemente, el tipo pretendía llamar la atención porque -no lo olvides- tal es el objeto del concurso (además hay que bailar bien). En este caso que quiera llamar la atención no es un objetivo "penoso" ni tiene por qué provocarte compasión.De eso se trataba.

      Eso sí, tu comentario me parece un ejemplo de sensatez y mucho más proviniendo de un creyente. También comparto plenamente (siempre me asombra cómo eres capaz de expresar mucho mejor que yo lo que habría querido decir) tu juicio sobre el insigne obispo. Lamentablemente, Vanbrugh, como ya te he comentado en más de una ocasión, sigo pensando que no eres la norma entre tus correligionarios. Y así nos va ...

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    2. El de llamar la atención me parece siempre un objetivo penoso, que despierta de primeras mi irritación y, cuando se imponen los buenos sentimientos, mi compasión. Participar en un concurso cuyo objetivo es llamar la atención es como querer llamar la atención "al cuadrado". Que sea en un concurso, pues, no me lo hace menos penoso ni aminora mi compasión, al contrario, duplica ambos efectos.

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  2. Naturalmente que son maricones, Joaquín; ellos mismos en la Gala no dejan de hacer chistes al respecto, aludiéndose a sí mismos con ese apelativo sin el menor complejo. Ahora bien, el que sean "una panda de maricones" no se deduce en principio ningún motivo para no ver esta clase de espectáculos.

    Como en efecto digo en el post, uno de los objetivos del epectáculo es transgredir, provocar. Y también yo pienso que no hay que darle más importancia que la que tiene, la de un acto festivo en el contexto del carnaval. La reaccion del obispo saca el asunto de contexto y lo lleva a un plano peligroso y nada recomendable.

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  3. Aparte de lo que ha dicho Vanbrugh sobre este tipo de creyentes, añado que tenía entendido que el cristianismo iba de perdonar. A lo mejor no lo recuerdo bien...

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