martes, 21 de noviembre de 2017

Espanya ens mata

El 1 de octubre, como todos sabemos, tras un heroico referéndum, el pueblo catalán, en prodigiosa combinación de inteligencia y bravura, logró vencer la violenta represión del estado fascista español y ejerció el sagrado derecho a voto, expresando la voluntad abrumadoramente mayoritaria de constituirse en una república independiente que será mucho más justa, benéfica y democrática. Sin embargo, el Estado español, con un comportamiento inaudito e inaceptable en los tiempos que corren, se negó a asumir el mandato popular. Muy al contrario, sus principales dirigentes –empezando por el descendiente de ese primer Borbón que arrasó las libertades catalanas, siguiendo por un partido heredero de los más crueles franquistas y acabando con quienes han traicionado unas de las más venerables credenciales democráticas– estaban dispuestos a todo, incluso a aplastar con la violencia asesina más indiscriminada cualquier conato independentista. Gracias a la valiente Marta Rovira, joven abogada vigitana y secretaria de Esquerra Republicana desde 2011, los ciudadanos podemos conocer lo que efectivamente ocurrió a partir de aquel glorioso primero de octubre. Fuentes de toda solvencia hicieron llegar al Govern que, si seguían con lo de la independencia, habría sangre y muertos en las calles porque esta vez iban a ser contundentes, ya no se trataría de pelotas de goma sino de armas de fuego. Esas fuentes tan fiables (provenían del propio Ejecutivo de Rajoy) les aseguraron que estaban acumulando armas en el acuartelamiento del Ejército de Tierra General Álvarez de Castro en el municipio ampurdanés de San Clemente de Sescebes, que es de donde saldrían las tropas para ocupar toda Cataluña (esta vez no iba a ser la Guardia Civil o la Policía Nacional).

Pues bien, enterados de tan terribles amenazas, los miembros del Govern se enfrentaron a un dramático dilema: obedecer el mandato popular y arriesgarse a la hecatombe del pueblo al que aman, representan y dirigen o, por el contrario, defraudar las ansias de libertad de la ciudadanía para evitar las masacres que la sanguinaria fiera estatal no tenía ningún reparo en cometer. Recordemos que los dirigentes catalanes que han impulsado el procés han defendido desde sus orígenes que había de ser, ante todo, pacífico. Así que, aunque dolorosa, la decisión era obligada: el Govern no podía aceptar un escenario de violencia extrema con muertos en la calle. Por eso, el día 10 de octubre, el president Puigdemont declaró en el Parlament lo que solo ahora –gracias a Marta Rovira, repito– podemos entender cabalmente: “Llegados a este momento histórico … asumo … el mandato del pueblo de que Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república. Esto es lo que hoy corresponde hacer. Por responsabilidad y por respeto. Y con la misma solemnidad, el Gobierno y yo mismo proponemos que el Parlament suspenda los efectos de la declaración de independencia para que en las próximas semanas emprendamos un diálogo sin el cual no es posible llegar a una solución acordada. Creemos firmemente que el momento demanda no aumentar la escalada de tensión, sino sobre todo, voluntad clara y compromiso para avanzar en las demandas del pueblo de Cataluña a partir de los resultados del 1 de octubre. Resultados que debemos tener en cuenta, de manera imprescindible, en la etapa de diálogo que estamos dispuestos a abrir.”

Todos los que en Parque de la Ciudadela escuchábamos aquel discurso con ilusionadas expectativas sentimos el tremendo impacto de la decepción por esa solicitud suspensiva del President. En nuestra exaltación apasionada, algunos pensamos que el Govern, miedoso, nos traicionaba, porque a todos nos era obvio que carecía de sentido proponer más diálogo a un Estado que llevaba varios años caracterizado por negarse a cualquier acuerdo, por hablar sólo el lenguaje de la imposición y el desprecio hacia nuestro pueblo. No supimos entender que esa alusión a “no aumentar la escalada de tensión” era una referencia velada a las amenazas del Estado que ahora sabemos que se habían hecho llegar a los líderes legítimos de Cataluña. Puigdemont y sus consellers no nos traicionaban, sino que intentaban protegernos, evitar el baño de sangre que con toda seguridad habría provocado el Estado. Es normal que, en ejercicio de la responsabilidad de gobierno, no se dijera nada en aquellos momentos, porque sin duda habría significado empeorar la difícil relación con el Estado y, probablemente, justificar nuevas agresiones. Nuestros representantes han demostrado una encomiable entereza manteniendo su silencio mientras se usurpaban nuestras instituciones y se les encarcelaba. Finalmente, ante la continua manipulación mediática ordenada desde el Estado, Oriol Junqueras pidió a su fiel Marta Rovira, cuando ésta fue a visitarlo a la cárcel de Estremera el pasado jueves, que contara la verdad a los catalanes y, ya de paso, para que también la conocieran los engañados ciudadanos españoles.

Naturalmente, como no podía ser de otro modo, tras la entrevista radiofónica en que la Rovira reveló la sangrante verdad, el Estado y sus serviles socios (el club del 155) se han apresurado a tacharla de mentirosa, de asegurar que sus declaraciones son barbaridades absolutamente mendaces. Exigen estos campeones de la falsedad que una mujer cuya honestidad es incuestionable, cuyas convicciones morales han superado ya las más duras pruebas, aporte pruebas de lo que dice. Pero saben de sobra que los mensajes mediante los cuales el Gobierno de Rajoy comunicaba sus asesinas intenciones al de Puigdemont eran transmitidos con absoluta garantía de confidencialidad, sin que en modo alguno pudieran dejar rastro incriminatorio. Esto que te estoy diciendo no te lo estoy diciendo y si te atreves a decir que te lo he dicho, lo negaré y me ocuparé de que quedes como un mentiroso. Así funcionan las advertencias de los Estados opresores a sus súbditos, no seamos ingenuos. Lamentablemente, aunque en un principio la mayoría de las voces del independentismo arropó a Marta, en las últimas horas –presionados sin duda con advertencias de represalias penales (como es habitual en un Estado que persigue la libertad de pensamiento)– dirigentes de la propia ERC han tratado de matizar y “descafeinar” las declaraciones originales. Ya no se insiste en que las advertencias venían directamente del gobierno del PP, sino que se hace referencia a declaraciones de Pablo Casado (alusión a Companys) o de María Dolores de Cospedal ("es misión del Ejército garantizar la soberanía y la integridad territorial de España"). Comprendamos que nuestros dirigentes han de ser cuidadosos ante el riesgo cierto de ser encarcelados; pero que eso no nos engañe: lo que dijo Marta Rovira es completamente verdad. Es un deber patriótico de cualquier catalán creerlo a pies juntillas, sin admitir la mínima duda.



Así que ya sabemos lo que hay. Hasta ahora, con mucha razón, clamábamos que Espanya ens roba. Ya podemos decir que, además, Espanya ens empresona (¿o acaso encarcelando a nuestros representantes no está encarcelando, siquiera simbólicamente, al pueblo catalán?). Hoy sabemos que Espanya ens vol matar; confiemos que nuestra fortaleza y el apoyo de los demócratas españoles impida que algún día tengamos que gritar, con lágrimas de sangre, que Espanya ens mata. Por eso, como también ha dejado claro la Rovira en las mismas declaraciones que motivan este post, ya hemos declarado la independencia, ahora lo que toca es construir la república catalana.

7 comentarios:

  1. Ya hemos dicho más de una vez eso de que "la ironía no siempre se capta en Internet", y yo mismo he añadido mi opinión de que es la ironía por escrito la que no siempre queda clara como tal ironía para los lectores más desprevenidos, al margen de que se trate de Internet o de cualquier otro medio. Recuerdo algún post tuyo escrito en tono irónico, en el que defendías alguna postura indefendible, que más de uno nos tomamos en serio. Son cosas que pueden pasar.

    Pero lo de este post es más preocupante, porque aunque a mí no me cabe duda de su intención irónica, puedo imaginarme perfectamente a muchos millones de posibles lectores, y no todos ellos nacionalistas catalanes, que suscribirían convencidísimos todo lo que en él dices.

    Cuando el discurso de una gran minoría de gente es indiferenciable de la caricatura que de él hace un observador inteligente y hábil, es que algo muy grave está pasando. Cuando estupideces y vilezas flagrantes como las que encadenas aquí para denunciarlas son los argumentos que mucha gente usa en serio, tenemos un verdadero problema. La posible secesión de Cataluña no sería más que uno de sus síntomas, y no estoy seguro de que fuera el más grave...

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    1. Será "una gran mayoría", más que "una gran minoría", o te ha quedado una expresión un pelín rara.

      Ahora en serio, totalmente de acuerdo. Pero ya había señales por todas partes, como cuando oyes hablar a los de la Nova Historia que casi cualquier personaje importante de la historia española era, en realidad (en exclusiva, querrán decir), catalán, que el catalán (y el español también) no viene del latín, sino que es una lengua nativa, que Tartessos en realidad es Tortosa y toda una realidad alternativa que ni la Tierra Media iguala.

      Demasiadas señales que se han ignorado, porque se veían como exageradas... Bueno, lo son, pero cuando hay gente supuestamente educada les presta oídos sólo porque la dicen los "suyos" o, peor, porque creen que ser de izquierdas es mostrar simpatía por un nacionalista periférico, es que algo se ha hecho muy mal...

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    2. No me parece que la expresión “una gran minoría” tenga nada de raro. Lo más frecuente cuando dividimos un grupo cualquiera en subgrupos es que ninguno de ellos llegue al 50% del total, es decir, que todos los subgrupos resultantes de aplicar un criterio de clasificación cualquiera sean, cada uno de ellos, una minoría. Incluso cuando no es así y uno de ellos ronda el 50 % del total, los restantes son todos minorías. (Por pesimista que sea, tengo la esperanza de que la gente capaz de tomarse en serio el post de Miroslav, y de estar de acuerdo con él, no llegue al 50 % ni siquiera en Cataluña; es decir, de que sea una minoría).

      Y entre estas numerosas minorías las hay, claro, más grandes y más pequeñas. Los votantes del PSOE, o los del PP, no son ninguno de ellos mayoría, puesto que no llegan al 50% del total de votantes. Pero ambos son, desde luego, grandes minorías. Los de PACMA, en cambio, creo que son una pequeña minoría. Y, lamentablemente, temo que quienes argumentan en serio cosas parecidas a las del post son minoría, sí, pero una minoría considerablemente grande. Una gran minoría, vaya.

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    3. Soy consciente, Vanbrugh, de que muchos de los que lean este post pensarán que creo firmemente en la veracidad de lo que escribo, sin notar en absoluto la intención irónica. De hecho, como seguro que te imaginas, este post no es más que otro ejercicio mío de ponerme en el lugar de personas completamente ajenas a mi forma de pensar. Al leer el post una vez escrito, me ha dado la impresión de que, en efecto, es muy creíble.

      Coincido plenamente contigo en que la tan alta credibilidad de este post es preocupante. Es un discurso completamente demagógico, carente de argumentos mínimamente sólidos, que apela descaradamente (y explícitamente al final) a la emotividad militante del oyente. En todo caso, que el post sea creíble no es más que la muestra en su mínima escala de la situación a que hemos llegado en este país, tanto entre los independentistas como entre los contrarios. Un éxito de los primeros ha sido expulsar del tablero de juego las reglas racionales de la argumentación; como se habla a la emotividad, no son necesarias. Muy grave, sí.

      Y un agravante a la suma gravedad, al empozoñamiento intelectual en que vivimos como sociedad, es que a esta situación hemos llegado como resultado que una intención debidamente planificada. Siguiendo el esquema de mi admirado Cipolla, unos pocos malvados han logrado aumentar enormemente el número de estúpidos, y acallar si no eliminar a los inteligentes (los ingenuos han sido todos estupidizados sin siquiera notarlo).

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  2. Naturalmente que el Ejército está para proteger la unidad de España. Lo sabe todo el mundo, está en la Constitución, no hacía falta que Cospedal dijera nada para que fuera así, ni para que todos supiéramos que es así.

    Pero esta buena mujer, por llamarla de algún modo, no ha dicho "la Vicepresidente nos recordó que, llegado el caso, el Ejército preservará la unidad de España"; ha dicho "el Estado nos amenazó con muertos en las calles". Pretender que sean expresiones equivalentes e intercambiables, y que haber escuchado una permite afirmar, sin mentir, que alguien ha dicho la otra, encaja de lleno en el tono del post. Es, para entendernos, una caricatura de argumento. Lo que, ya digo, no impide que haya gente que lo tome por un verdadero argumento. Una gran minoría de gente, por desgracia. Así andamos.

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  3. Permíteme que te matice, Joaquín. La dedicatoria final de Stendhal en su magnífica Cartuja de Parma es "to the happy few" (en inglés en el original); o sea, a esos pocos felices que ... Y aquí vienen las interpretaciones. Pero, en todo caso, no parece que estuviera pensando que esa minoría fuera inmensa.

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  4. En cuanto a la frase de Cospedal, sí es cierto que la dijo (de hecho la han citado los de ERC para justificar las boutades de la Rovira). La Cospedal pudo usarla con todsa la (mala) intención que quisiera, aunque ciertamente lo que dijo es una obviedad. Pero estoy totalmente de acuerdo con Vanbrugh en que en absoluto puede decirse que equivale a que el gobierno estaba preparadísimo para que hubiera muertos en la scalles.

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