lunes, 25 de diciembre de 2017

Ranita hervida

Lo leo en Facebook; una historieta montada en video a medio camino entre la fábula moralizante y la divulgación naturalística. Cuenta que se mete una rana en un caldero con agua y se pone al fuego. A medida que el agua se va calentando, la rana va cambiando su temperatura corporal para adaptarse. Pero llega un momento en que ya no es capaz de seguir haciéndolo por lo que intenta salir del caldero. Sin embargo, como el proceso de variación térmica le ha consumido casi toda su energía, no tiene fuerzas para saltar y muere achicharrada en el agua hirviendo. Moraleja: no hay que adaptarse permanentemente a las presiones exteriores, bastante antes de que sean excesivas hay que saltar, rebelarse, porque de no hacerlo acabaremos sojuzgados e infelices, si no "muertos".

Que yo recuerde de mi bachillerato, las ranas son animales de sangre fría y, por tanto, no son capaces de mantener su temperatura corporal más o menos constante. Pero, en todo caso, no importa demasiado la mayor o menor exactitud del dato de partida porque el 99% de quienes lean el cuentito quedarán inmediatamente convencidos de que es una verdad científica. A la vista de los comentarios que había a ese video, sorprende la unanimidad admirativa (muchos "me gusta") y la absoluta ausencia de dudas. Y eso que en un relato tan corto había multitud de aspectos para despertar el escepticismo. Por ejemplo, ¿qué significa que cambia su temperatura para adaptarse? ¿Que el metabolismo de la rana puede funcionar en márgenes térmicos internos muy amplios? Suena raro. De otra parte, la temperatura interna de un cuerpo tiende naturalmente a igualarse a la externa. Es justamente para evitarlo, para mantener la temperatura interna más o menos contante, que se gasta energía. Entonces, ¿a qué viene eso de que la ranita ha quedado agotada por ese inexistente esfuerzo? Además, no es para nada creíble que se haya hecho un experimento tan burdo e idiota. Y, de haberse hecho, la conclusión lógica es que la rana murió achicharrada no porque hubiera consumido sus energías, sino porque flotando en el agua no tenía apoyos para saltar fuera del caldero.

En resumen, que asombra el grado de aceptación acrítica de la inmensa mayoría de los usuarios de internet (o, al menos, de los de Facebook). Pero otra cosa que me admira –y ésta es anterior a las redes– es el gusto de nuestra especie por sacar conclusiones morales del comportamiento animal. Vamos a ver, el consejo de manual de autoayuda de no soportar presiones o maltrato indefinidamente es obviamente correcto; lo es en sí mismo, sin necesidad de deducirlo de lo que presumiblemente le ocurre a una pobre ranita a la que un sádico ha puesto a hervir con "fines científicos". Pero es que, la deducción es incorrecta desde la lógica más elemental. De lo que le ha ocurrido a la ranita no se deduce la moraleja. De la misma manera que tampoco es lógicamente válida la moraleja de ninguna fábula. Las fábulas, ciertamente, se vienen componiendo y contando desde la antigüedad (ay, Esopo), y no será yo quien desmerezca su utilidad didáctica para impartir enseñanzas morales a los niños. Cuestión distinta es que los ya no tan niños sigan usando como método de aprendizaje y convicción el de las metáforas animales.

No obstante, hay que reconocer que las fábulas siguen siendo el formato más eficaz para todas esas disciplinas que podemos agruparlas bajo el amplio manto de la comunicación, el convencimiento, etc. Después de haber escrito los párrafos anteriores, busco un poquito en internet y descubro que la historieta esta de la rana en el caldero se repite en múltiples contextos. Por lo visto, según aclara Pablo Tovar (un executive coaching), "se trata esta de una conocidísima fábula para mostrar nuestra dificultad de adaptación a los cambios incrementales; aquellos que no son súbitos. Incluso se dice muchas veces que está basada en probados experimentos" (naturalmente, no refiere cuáles son esos experimentos). En el video que adjunto a continuación se vuelve a la metáfora de la rana pero en esta ocasión para advertir del peligro de los cambios graduales que hacen que nos adaptemos casi sin darnos cuenta hasta un punto en que ya es demasiado tarde para revertir la situación. Será que me queda poco del niño que fui, pero yo lo entiendo mucho mejor y me convence mucho más eficazmente la historia cuando se refiere directamente a la sociedad humana; me sobra la fábula de la ranita.

7 comentarios:

  1. Y te añado que se ha usado como fábula moral casi todo: la ciencia (cuantas veces escuchamos "segun un estudio hecho en la universidad de Alabama...), la historia ("y la crueldad de los ritos de sacrificio humano hizo que la civilización xxxx desapareciera), la sociología de pueblos remotos (" es costumbre entre los inuits...").
    Para el moralista nada es más importante que una buena enseñanza, el resto es contingente

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, ya lo sé. Y lo entiendo. Lo que ya no tanto es por qué es necesario ilustrar el consejo moral con una fábula inverosímil.

      Eliminar
  2. Ya había oído esta falsedad (o más bien tosca simulación científica) con moraleja incluida. Abundan creo, aunque no visito jamás las mal llamadas Redes Sociales.

    ResponderEliminar
  3. La historia básica es conocida, aunque la versión que conozco compara la actitud de la ranita con la de otra que, habiendo estado a temperatura ambiente, alguien intenta introducir sin transición en el agua a gran temperatura. Entonces se salva de un salto. Esa explicación sobre gastos energéticos la habrá añadido algún "entrenador", porque eso significa "coach", a quienes les gustan más las explicaciones pseudocientíficas que a un tonto un lápiz, que decimos por el sur.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, la version que tú conoces es muy recurrida. De hecho, es la que recoge el video que he puesto al final del post.

      Eliminar
  4. Pues creo que ves demasiados fantasmas o algo raro has tomado estas navidades.

    ResponderEliminar