miércoles, 3 de marzo de 2010

Un tío con mala suerte

Toño siempre tuvo mala suerte; por lo menos desde que nos conocimos, quién sabe antes. Que me conociera ya fue mala suerte, para él, claro; y que se enamorara y que nos enrolláramos. Puede que yo fuera su mala suerte pero no fue mi culpa, él se lo buscó. Pensándolo bien, a lo mejor no es tanto que tuviera mala suerte sino que se la buscaba. Porque que no me digan ... Será que hay quienes se sienten atraídos hacia el desastre, lo persiguen. Quizá la mala suerte (y también la buena, supongo) no la llevamos dentro sino que está ahí para que cojamos de una u otra y hay algunos que se empeñan en la mala. Pero, aún así, que tu personalidad te precipite hacia las desgracia ya es en sí mala suerte, así que qué más da. No es que me haya cruzado con muchos pero con Toño ya tuve la mejor muestra.

En esos años yo andaba muy rayada, para qué disimularlo. Que sólo pensaba en pasarlo bien, vamos, y me pasaba varios pueblos. A la uni casi ni iba, apenas cuando necesitaba conseguirme apuntes o camelarme a alguno de los empollones para que me resolviera cualquiera de los estúpidos trabajos. Toño estaba en esa categoría, ya le tenía echado el ojo, y no sólo porque me parecía serio y cumplidor sino también porque no estaba nada mal el chico. Tampoco era mi tipo, no creáis, una guapura algo sosa y una expresión a medias entre pánfila y tristona y luego que pensaba que no me aguantaría ni un asalto, y no sólo en la cama (pero también). En fin, como quiero ser sincera, reconozco que fue por interés: un trabajo de psicometría que "costó" dos polvos. Sí, ya sé que hablo como una puta, pero la verdad es que era como más o menos lo pensaba. Y ni siquiera es que hubiera sido necesario porque el chaval ni en sus mejores sueños esperaría conseguirse un mujerón como yo. Pero me parecía justo y también me apetecía; no voy a buscar motivaciones que entonces ni me planteaba.

Era tierno Toño. No follaba bien, pero era tierno, no sé cómo explicarlo, se te quedaba mirando y exudaba amor, agradecimiento, sumisión, admiración, una sentía que estaba dispuesta a hacer todo por ti y, claro, no podías evitar que te revolvieras un poquito por dentro, que te encariñaras. Así que rompí mi regla que me prohibía follar más de un par de veces con quien no sabía. En realidad, rompí más reglas, sobre todo las relativas a las emociones, y que lo hiciera bastaría para demostrar que el tío tenía mala suerte. La cosa es que, ya lo he dicho, le fui cogiendo cariño y acabé yéndome a vivir a su piso, justo antes de los finales. Sin darme mucha cuenta resultó que éramos pareja.

Vero, la loca de Vero, me decía que me lo había ligado por las pelas, porque el Toño tenía, es cierto, y yo andaba siempre con las justas y por más que supiera cómo hacerme invitar a veces tocaba. Las cosas no son tan simples o, si se prefiere, no negaré que me parecía de puta madre que Toño casi me mantuviera, como que me resolviera un montón de incordios académicos, o tantas cosas que hacía el bueno de él porque me amaba y yo era su diosa, pero no era así o, al menos, no era sólo así. No voy a decir que estuviera enamorada porque para nada (ya había aprendido lo que era eso), pero lo quería, le tenía cariño –qué mal suena la expresión, como si hablaras de un perrito, pero es que no se me ocurre ninguna otra– y Toño era Toño y sus circunstancias, como todos ¿o no?, y sus circunstancias eran su ternura, sus regalos, su ayuda, su situación económica. Pues eso.

Además me lo ponía fácil, lo de quererlo digo, porque no me obligaba a renunciar a mi interés prevalente. Tenía pareja pero seguía con el mismo tipo de vida, o sea de marcha casi continuada. Casi diría que hasta en ese sentido era una ventaja, como si tuviera un seguro, una garantía para poder desmadrarme y recogida posterior sin reproches, con cariñitos. Más o menos se lo había dejado claro cuando me fui a su casa y él lo aceptó; o a lo mejor no, pero pensaría, acertadamente, que no le quedaba otra y que así, siendo complaciente, ganaría puntos, lograría que me enamorase. Algún día me querrás tanto como yo te quiero, me dijo una vez, y yo pensé que tal vez, pero quién puede saber lo que sentirá en el futuro, aunque de lo que estaba segura era de que si actuara de otra forma, ya me entendéis, no iba a tardar casi nada en dejar de quererlo. En fin, que nunca llegó a comprobarlo y es que también es mala suerte enamorarse de la persona equivocada.

Yo no cambié mis hábitos pero Toño sí y empezó a salir conmigo y el grupo de matados con los que me juntaba y a agarrarse unos pedos tremendos y a darle también él a la coca, lo cual, dicho sea de paso, era lo justo pues para eso la pagaba. Claro que no aguantaba nuestro ritmo (tampoco a mí me habría apetecido) pero se despendolaba lo suyo, lo que no dejó de sorprenderme al principio de ese verano de locos en el que pateamos los más salvajes tugurios madrileños. Y sin estar del todo a la altura del Coque y los otros, lo cierto es que no desentonaba demasiado y mantenía el tipo en las tontas galladas de tíos, hasta incluso cuando subyacían alusiones sexuales. Supongo, era inevitable, que notó que entre el Coque y yo había lo que había. Porque además lo siguió habiendo, que ese sí sabía follar y ambos queríamos lo que queríamos sin que ni él ni yo pensáramos ni por asomo que tuviera nada que ver con mi relación con Toño, eran como dos universos distintos. Así que él tuvo que saberlo e imagino que le dolería, tampoco es que yo le diera muchas vueltas, pero también, por algún oscuro mecanismo, le debía excitar o eso me dio en pensar porque sus polvos mejoraban cuando el Coque había estado más provocativo (durante unos días acaricié la fantasía de proponerle un trío, pero me faltó el tiempo; también eso habrá que achacárselo a su mala suerte).

Total, que Toño cada vez se hacía más amigo del Coque, le reía todas las gracias, le seguía todos los retos, como si quisiera hacer méritos, el pobre. Y el Coque encantado, buena gente el capullo de tu novio, me decía (a veces mientras estábamos en la faena), y se lo llevaba con él a sus fregados. En uno de esos fue que apareció el revólver, se lo había mangado a su padre un colega del Coque. No lo querían para nada esos universitarios ociosos, sólo para tenerlo, tocarlo entre todos, sentirse impresionados, decir jo tío, una pistola, pensando qué machos somos ... La cosa es que el puñetero cachivache aparecía a cada rato, se lo iban pasando de uno a otro, se lo encasquetaban en el bolsillo, se te apretaban bailando para que lo notaras mientras dibujaban una sonrisilla estúpida, lo sacaban disimuladamente y te apuntaban poniendo caras de malo, lo sobeteaban a cada rato. Nos tenían hartas pero no había manera de quitarles el gusto por el juguetito.

Y es que tampoco era para no darle importancia a la tontería, que el maldito chisme tenía dos balas y a veces las bromitas daban miedo, a ver si se les disparaba. Sobre todo al Coque que era el que más se pasaba, como la vez que saliendo de la disco nos cruzamos con tres tíos borrachos que se metieron con nosotros y va él y saca la pipa y les grita la habéis cagado, ahora os vais a enterar, y los otros que se les pasó de golpe el pedo y perdona tío, joder perdona, y se largaron corriendo acojonados. Luego todos entusiasmados, como si el colocón de la coca se les multiplicara de golpe, y cuando digo todos incluyo a Toño, no vayáis a pensar. Y es que, creo yo, la aparición del revólver le tuvo que hacer clik a Toño en alguna neurona; no es que llegara al nivel del Coque pero desde luego algo obsesionado sí andaba; con frecuencia, sin que viniera a cuento, se refería a la pistola, y era de los que más reclamaba su ratito de posesión. Fue idea suya lo de ir alternando la custodia (así decían), propuesta que caló aunque al dueño (si de tal cabe calificarlo) no le hizo mucha gracia. Luego a alguien se le ocurrió que las farras acabaran en la casa del que a ese día lo tuviera, y allí íbamos todos a jugar a cualquier gilipollez en la que estaba siempre implicado el chisme; por ejemplo, a girarlo en una mesa y que el apuntado por el cañón fuera el afortunado en meterse una rayita. Y ya digo, nosotras cada día más cabreadas.

Una noche que tocó en nuestra casa, cuando se fueron, Toño se empeñó en acostarse con la pistola; quería follar mientras la empuñaba. Ahí estallé, le grité, le insulté, le dije que qué coño le pasaba, que no quería que volviera a traerla a casa, qué se yo. Hasta yo misma me extrañé de que me hubiese dado tan fuerte, pero no me duró mucho y lo raro es que, al calmarme, me sentí como vacía, no sé, algo muy extraño. Follamos sí, y mientras Toño se peleaba esforzadamente con mi cuerpo y me recitaba cuánto me amaba, yo estaba como fuera, viéndolo como desde muy lejos. He pensado varias veces que en ese momento algo se me cambió por dentro. Luego, los dos boca arriba, tan juntos y tan lejos, Toño me dijo que no podía dejar de fantasear con la idea de, si yo lo abandonara, pegarme un tiro y luego meterse él otro. Oí esa barbaridad y pensé que lo era y que tenía que indignarme y mandarle a la mierda pero en cambio me quede callada, sintiendo que no me afectaba en lo más mínimo. Supongo que en ese momento supe que lo nuestro estaba acabado.

Lo siguiente era previsible; al fin y al cabo, los acontecimientos siguen su propia progresión. Una noche en que estábamos todos muy puestos de coca alguien propuso la ruleta rusa. Nosotras protestamos indignadas, claro, pero ellos ni caso; se les notaba el subidón de adrenalina. Qué, ¿hay o no hay cojones? reguntó el Coque y va Toño, con los ojos fuera de las órbitas, y coge el revólver, desde luego que sí, coño, y lo hace rodar y las tías gritando y levantándose con aspavientos, nos vamos, estáis locos, pero yo sentada, como si no fuera conmigo y pensando que Toño tenía siempre mala suerte y claro que le toca a él y se hace el silencio y se esnifa una raya y coge la pistola y se la apoya en la sien y ... Es que Toño siempre tuvo mala suerte.


Cocaine blues - Bob Dylan (Tell Tale Signs)

CATEGORÍA: Ficciones

11 comentarios:

  1. La coca siempre ha sido la droga de los gilipollas, así de fácil. Por eso tiene tanto éxito entre los ejecutivos.

    Me gusta el final, no es necesario subrrayarlo más.

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  2. Te odio, un relato perfecto y yo peleándome con los de mi taller de relatos para dejar un final así, concluso e inconcluso a la vez. Pues eso, que te odio.
    Besos

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  3. Me parece un relato excelente. Me gusta especialmente la narradora. No consigo que me caiga mal, a pesar de su evidente "maldad". Tiene una lucidez muy digna de aprecio.

    Claro que tampoco consigo compadecerme de su novio. Efectivamente, se curra a conciencia su mala suerte. Y tal como le iba la vida, el final tampoco es tan lamentable. Un gilipollas menos.

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  4. Si ya dicen que no hay que juntarse con según qué compañías...

    Gran relato, maravillosamente escrito.

    Besos

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  5. Hay que ver, siempre lo mismo a lo largo de la Historia. El último, y precioso, avatar literario de Adelfa, La Perdisión de los Hombres, también echándole la culpa a la suerte...

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  6. ¿Adelfa? No sé de qué hablas, Harazem; explícate, que me has dejado intrigado.

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  7. Adelfa llevas por nombre
    Y tu sino es ser fatal
    La perdición de los hombres
    A ti te van a llamar.

    Es una vieja copla aflamencada que sonó persistentemente en las radios de mi infancia y que ahora descubro que no es tan conocida. Simplemente la usaba como eslabón entre las grandes femmes fatales de la historia y ese su avatar universitario contemporáneo que tan magníficamente nos regalas.

    Eva, Dalila, Cleopatra, Salomé, Carmen...mi pequeña Adelfa y ahora tu chica sin nombre.

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  8. Era diferente, no encajaba en ese grupo, pero es el héroe de la historia, y lo es porque tiene algo que les falta a los demás, el tenía el amor, un amor que es cierto, lo arrastró a la sumisión, los celos y la competitividad. Su historia hubiera terminado igualmente mal, pero en el deseo de autodestruirse se le cruzó un arma que hizo imposible rehacer el malentendido, darse cuenta que el objeto de su amor no era el apropiado. Son cosas que ocurren a diario. Son cosas del amor.

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  9. Me pregunto si Toño no hubiera encontrado en su camino a la narradora ¿habría seguido una vida insulsa y gris o habría tropezado con otra "loba" similar?
    Un buen relato, Miroslav.
    Un beso

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  10. Un relato buenísimo, si señor. Lo que te decía antes, Literatura o Historia, aquí siempre se encuentra material de primera.
    Chapeau

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