Me vinieron a la cabeza mis viejos pensamientos sobre la interpretación del devenir histórico (véase el post anterior) mientras buscaba información sobre Basil Zaharoff, porque este personaje es un buen contraejemplo de la teoría marxista; es decir, es una excelente muestra de cuánto pueden llegar a pesar los actos individuales en el curso de los acontecimientos. ¿Y por qué estoy con Zaharoff? Simplemente porque el jueves, fisgoneando libros en la tienda de Barajas mientras esperábamos el avión a Tenerife, me llamó la atención la última novela del británico Iain Pears, del cual había leído hace unos años La Cuarta Verdad, y me animé a comprarla para el viaje. Pears, para quien no lo conozca, es un historiador del arte que, tras años trabajando como periodista, se puso a escribir novelas históricas de intriga. Pero eso fue a partir del año 2000, porque su inicio literario, según descubro ahora, fue durante los noventa que los dedicó a escribir una serie de siete historias cortas ambientadas en nuestros días protagonizadas por Jonathan Argyll, un historiador del arte inglés (¿trasunto del autor?), y dos miembros de un equipo policial italiano especialista en obras de arte. Los títulos (El asunto Rafael, El Comité Tiziano, El busto de Bernini, El juicio final, La mano de Giotto, Muerte y Restauración y La inmaculada decepción) así como las tramas (crímenes varios relacionados con el mundo del arte, en especial italiano) me los hacen apetecibles; suenan a esos libritos que te despachas agradablemente en un rato y te dejan con una sensación reconfortante al acabarlos (como, por ejemplo, los del policía siciliano Salvio Montalbano). Se publicaron a lo largo de todos los noventa prácticamente al ritmo de uno al año (salvo el último, del 2000, que salió cuatro años después del sexto ya que en esos años Pears estaba dedicado a escribir su primera novela "seria", la que ya he citado) y con bastante éxito de ventas sobre todo en los países anglosajones. Me extrañaba por tanto que hasta hace un rato no tuviera ninguna noticia de su existencia, lo que me llevó a suponer que no se habían publicado en español. No es así, pues consultada la base del ISBN compruebo que, salvo el último, Plaza Janés los editó en su momento. Sin embargo, ninguna de las cuatro librerías virtuales a las que suelo recurrir disponen de cualquiera de estos libros; para mayor misterio, el buscador de la página de Random House Mondadori (la multinacional dueña de Plaza Janés) me da 0 resultados cuando pregunto por Pears. En fin, seguiré insistiendo porque ya me ha picado el gusanillo por leer esas novelas y confío que no tenga que ser en inglés.
Pero me he desviado del hilo de lo que quería contar y era que lo que leí en la contraportada del libraco de Pears me resultó sugerente: "John Stone fue un poderoso banquero y traficante de armas, un hombre inmensamente rico que en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial manipuló mercados, países enteros e incluso continentes, controlando los destinos de los hombres y mujeres de su tiempo. La caída de John Stone relata la intriga por descubrir cómo y por qué murió Stone en el convulso Londres de 1909. Desde la Venecia del siglo XIX hasta la City londinense de principios del XX y el París de la Belle Époque, estas páginas nos sumergen en las maquinaciones de los altos círculos financieros y nos descubren la infame crisis económico que provocó el pánico en 1890. Iain Pears, maestro de la novela histórica de intriga, traducido a más de veinte lenguas, firma aquí una de sus mejores obras, que es a la vez un drama financiero, una bella historia de amor y un misterio policiaco". De acuerdo a estas loas, el libro tenía todos los ingredientes del best seller; enseguida me vino a la mente Una Fortuna Peligrosa, de Ken Follet, pero también recordé que el estilo de Pears era bastante más pulido que el del galés y también que sus argumentos bastante más sólidos en erudición y complejidad (aunque sólo conocía uno, pero cumplía de sobra lo dicho). Además, no voy a negar que tanto el tema (el mundo financiero) como los tiempos y lugares (tres ciudades más que tentadoras en las sugerentes décadas del anterior cambio de siglo) se me hacían muy atractivos. O sea que lo compré.
Y lo empecé a leer en el mismo aeropuerto, y seguí en el avión, y luego por la noche ya en casa, y a ratos sueltos durante el viernes (que lo pasé en un lujurioso dolce far niente) y el sábado y el domingo; y el lunes empecé a trabajar (aunque todavía al ralentí) pero saqué tiempo para seguir leyendo y lo mismo hoy, de modo que ya voy por la mitad de la tercera y última parte de la novela y confieso que la estoy leyendo con gusto, atrapado por la trama e intrigado por las referencias históricas (que me llevan a cada rato a buscar confirmaciones o extender lo que son sólo breves alusiones). En suma, que es recomendable, tanto para entretenimiento como incentivo a la curiosidad por esa época bisagra de los dos últimos siglos. Aunque no la he acabado, intuyo ya que no será capaz de redondear perfectamente la trama y dejará, si no cabos sueltos, si aspectos o personajes que habrían merecido mejores pinceladas. Ahora bien, no pretendo hacer ninguna crítica literaria (sin duda no pasará esta novela a ningún cuadro de honor de la literatura inglesa, pero sí tiene más calidad que los bests-sellers al uso) pues lo único que me motiva este post fue la relación del libro con Zaharoff. Cuando compré el libro y tras las primera horas de lectura aérea sospechaba que el protagonista, el John Stone del título, era un personaje real. Una rápida consulta en internet me hizo ver que no era así pero, según había escrito el propio Pears en El País "... existió la figura mefistofélica de Basil Zaharoff, un personaje real en el que, junto con retales de algunos otros de la época, se basa John Stone, el protagonista de mi novela".
Pues no mucho, la verdad. Por lo que he estado leyendo sobre Zaharoff en estos últimos días, su vida daba para una novela mucho más densa y compleja que la que ha escrito Pears. Un personaje realmente misterioso, de los que hacen historia pero se escaquean de quedar ellos mismos atrapados por la historia. Poco se sabe de él (abundan las conjeturas) pero con lo que se sabe daría para hacer una espectacular novela de intriga que cubriera toda Europa desde finales del XIX hasta los años treinta. E incluso con una historia de amor española, aunque la protagonista me parezca, a priori, bastante menos interesante que el personaje femenino de la novela (justo lo contrario que en el caso Stone-Zaharoff). Ya contaré alguna historieta sobre Zaharoff y sus andanzas hispanas en otro momento.
Pero me he desviado del hilo de lo que quería contar y era que lo que leí en la contraportada del libraco de Pears me resultó sugerente: "John Stone fue un poderoso banquero y traficante de armas, un hombre inmensamente rico que en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial manipuló mercados, países enteros e incluso continentes, controlando los destinos de los hombres y mujeres de su tiempo. La caída de John Stone relata la intriga por descubrir cómo y por qué murió Stone en el convulso Londres de 1909. Desde la Venecia del siglo XIX hasta la City londinense de principios del XX y el París de la Belle Époque, estas páginas nos sumergen en las maquinaciones de los altos círculos financieros y nos descubren la infame crisis económico que provocó el pánico en 1890. Iain Pears, maestro de la novela histórica de intriga, traducido a más de veinte lenguas, firma aquí una de sus mejores obras, que es a la vez un drama financiero, una bella historia de amor y un misterio policiaco". De acuerdo a estas loas, el libro tenía todos los ingredientes del best seller; enseguida me vino a la mente Una Fortuna Peligrosa, de Ken Follet, pero también recordé que el estilo de Pears era bastante más pulido que el del galés y también que sus argumentos bastante más sólidos en erudición y complejidad (aunque sólo conocía uno, pero cumplía de sobra lo dicho). Además, no voy a negar que tanto el tema (el mundo financiero) como los tiempos y lugares (tres ciudades más que tentadoras en las sugerentes décadas del anterior cambio de siglo) se me hacían muy atractivos. O sea que lo compré.
Y lo empecé a leer en el mismo aeropuerto, y seguí en el avión, y luego por la noche ya en casa, y a ratos sueltos durante el viernes (que lo pasé en un lujurioso dolce far niente) y el sábado y el domingo; y el lunes empecé a trabajar (aunque todavía al ralentí) pero saqué tiempo para seguir leyendo y lo mismo hoy, de modo que ya voy por la mitad de la tercera y última parte de la novela y confieso que la estoy leyendo con gusto, atrapado por la trama e intrigado por las referencias históricas (que me llevan a cada rato a buscar confirmaciones o extender lo que son sólo breves alusiones). En suma, que es recomendable, tanto para entretenimiento como incentivo a la curiosidad por esa época bisagra de los dos últimos siglos. Aunque no la he acabado, intuyo ya que no será capaz de redondear perfectamente la trama y dejará, si no cabos sueltos, si aspectos o personajes que habrían merecido mejores pinceladas. Ahora bien, no pretendo hacer ninguna crítica literaria (sin duda no pasará esta novela a ningún cuadro de honor de la literatura inglesa, pero sí tiene más calidad que los bests-sellers al uso) pues lo único que me motiva este post fue la relación del libro con Zaharoff. Cuando compré el libro y tras las primera horas de lectura aérea sospechaba que el protagonista, el John Stone del título, era un personaje real. Una rápida consulta en internet me hizo ver que no era así pero, según había escrito el propio Pears en El País "... existió la figura mefistofélica de Basil Zaharoff, un personaje real en el que, junto con retales de algunos otros de la época, se basa John Stone, el protagonista de mi novela".
Pues no mucho, la verdad. Por lo que he estado leyendo sobre Zaharoff en estos últimos días, su vida daba para una novela mucho más densa y compleja que la que ha escrito Pears. Un personaje realmente misterioso, de los que hacen historia pero se escaquean de quedar ellos mismos atrapados por la historia. Poco se sabe de él (abundan las conjeturas) pero con lo que se sabe daría para hacer una espectacular novela de intriga que cubriera toda Europa desde finales del XIX hasta los años treinta. E incluso con una historia de amor española, aunque la protagonista me parezca, a priori, bastante menos interesante que el personaje femenino de la novela (justo lo contrario que en el caso Stone-Zaharoff). Ya contaré alguna historieta sobre Zaharoff y sus andanzas hispanas en otro momento.
CATEGORÍA: Literaturas