Me hablabas y, al principio, intentabas contener el llanto. Al poco, brotaron tus lágrimas, apenas hilos tenues, y los ojos te brillaban enrojecidos. Procurabas que la voz no se te quebrara, poder seguir tu argumentación sin enseñar tus emociones, tu vulnerabilidad.
Te oía, te veía y, cada vez más, te sentía. Se me iba desvaneciendo el resquemor de los últimos tiempos, como una manta que va apartándose despacio para dejar que salga un cariño viejo que ahí seguía. Me enternecía también tu torpeza para hacer los actos que removieran esas barreras entre nosotros.
Pero también, claro está, la misma torpeza por mi parte y quizá con menos excusas (la edad, el cómo se suponen que son las cosas y más). Tras una hora de charla, las palabras perdían su capacidad expresiva, sólo eran ya meras excusas, inútiles asideros para una eventual y cobarde retractación.
Sabía que tenía que haber otras palabras que decir y, sobre todo, otros gestos que hacer. Me habría gustado ser capaz (que hubiésemos sido capaces) de habernos abrazado de otra forma, de habernos permitido cada uno dejar que fluyera lo que sentíamos, disolviendo así en la irrelevancia absoluta los mosqueos ridículos.
No obstante, dos besos en la mejilla, un amago de caricia cariñosa y una broma tuya "al viejo estilo" no dejan de ser un pacto implícito de voluntad compartida de reconciliación. Al menos, que un motivo de pena desaparezca.
Te oía, te veía y, cada vez más, te sentía. Se me iba desvaneciendo el resquemor de los últimos tiempos, como una manta que va apartándose despacio para dejar que salga un cariño viejo que ahí seguía. Me enternecía también tu torpeza para hacer los actos que removieran esas barreras entre nosotros.
Pero también, claro está, la misma torpeza por mi parte y quizá con menos excusas (la edad, el cómo se suponen que son las cosas y más). Tras una hora de charla, las palabras perdían su capacidad expresiva, sólo eran ya meras excusas, inútiles asideros para una eventual y cobarde retractación.
Sabía que tenía que haber otras palabras que decir y, sobre todo, otros gestos que hacer. Me habría gustado ser capaz (que hubiésemos sido capaces) de habernos abrazado de otra forma, de habernos permitido cada uno dejar que fluyera lo que sentíamos, disolviendo así en la irrelevancia absoluta los mosqueos ridículos.
No obstante, dos besos en la mejilla, un amago de caricia cariñosa y una broma tuya "al viejo estilo" no dejan de ser un pacto implícito de voluntad compartida de reconciliación. Al menos, que un motivo de pena desaparezca.
Sad Lisa. Marianne Faithfull
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
Cuántas veces los sentimientos son ahogados.
ResponderEliminarPOr mantener una palabra dada, o una absurda promesa a nosotros mismos.
Cuántas veces, por alejarnos del sufrimiento, nos distanciamos de la vida y de su sentido.
Y habla el orgullo.
Y calla el alma.
Me encantan tus escritos.
Una reconciliación hecha con mucho sentimiento y delicadeza.
ResponderEliminar¿Qué mas se puede decir? Lo has contado de maravilla.
Si no fuera tan tarde escribiría un poquillo mas sobre el tema, pero me caigo de sueño. (Te has librado por los pelos, jajaja)
Un beso
Me alegro mucho. Un beso.
ResponderEliminarReconciliarse sin rencor-ciliarse, dificil, cada cual se lame sus propias heridas y pcos las del otro.
ResponderEliminarNo siempre consigo saber, en tus escritos, qué parte hay de ficción y qué parte de reealidad. En cualquier caso, mis dejores deseos para los dos protagonistas de tu historia. No es fácil y quizás no salga, pero merece la pena intentarlo.
ResponderEliminarYo también me alegro, porque las reconciliaciones, si son sinceras y completas, me conmueven muchísimo.
ResponderEliminarUn beso.
Amy y Raquel : ¡Cuánto tiempo que no pasabais por aquí. Os echaba de menos. Besos.
ResponderEliminarponer barreras.....
ResponderEliminara mi me gusta mirar a la gente como si fuera la primera vez que las veo siempre, sin tener en cuenta hechos pasados. No siempre fue así, pero descubrí que lo prefiero.
No me refiero a la gente que veo todos los días, claro. sino a aquellos con los que haya tenido experiencias y después de un largo periódo aparecen de nuevo en mi vida. porque después de un tiempo, ya no somos los mísmos asi que es como redescubrir a una persona, comprender, asimilar...no sé porque estoy poniendo esto, tampoco tiene mucho sentido....
un abrazo.
Las reconciliaciones, o los intentos con buenas intenciones de las mismas son positivas. Son el proceso para cerrar las heridas que las circunstancias con esas personas nos marcaron en el alma. Ojalá llegue ésta a buen fin y estés en paz con ella y también contigo mismo.
ResponderEliminarUn beso,
Sea por orgullo, por cobardía o por cualquier otro motivo, tenemos esa tendencia a escondernos, a no mostrarnos tal como somos o deseamos, por miedo a que nos rechacen o a que hieran. Que duras se hacen las reconciliaciones, siempre con el temor de que sea una autohumillante "bajada de pantalones".
ResponderEliminarComo dijo Séneca: "No nos atrevemos a muchas cosas porque sean difíciles, sino que son difíciles porque no nos atrevemos".
Cómo somos. Y qué bien lo explicas.
ResponderEliminarY la versión de "Sad Lisa", formidable. Hacía mil años que no la oía.
Tendemos a reprimir las verdaderas emociones por miedo a exponernos demasiado, por miedo a descubrir nuestra fragilidad... Es un error. Aunque un error difícil de enmendar.
ResponderEliminarEl abrazo, siempre estás a tiempo de darlo.