El día 16 de julio de 1936, a las siete y media de la mañana, un inglés apellidado Pollard se presentó en la clínica Costa, sita en la calle Viera y Clavijo 52 de Santa Cruz de Tenerife, pidiendo ser atendido por el doctor Gabarda porque estaba enfermo del estómago. La importancia de este suceso, si alguna tiene, es que ese inglés era uno de los pasajeros del famoso avión Dragon Rapide, fletado en Londrés con dinero de Juan March y aterrizado en Gran Canaria el día anterior para recoger a Franco y llevarlo a África y así poder empezar la sublevación militar. La historia del Dragon Rapide, con tantos componentes novelescos, está relatada en multitud de fuentes con abundancia de detalles. Quedan, sin embargo, algunos retazos que no me terminan de estar claros o al menos sobre los que no he encontrado todavía toda la información; mínimos detalles que más que a la Historia (ésa con mayúsculas) habrían de adscribirse a crónicas cotidianas que tangencialmente se rozan con los que se califican como acontecimientos relevantes; por ejemplo, las breves horas del doctor Luis Gabarda Sitjar durante esa mañana de jueves. Si me interesan especialmente, entre tantísimos otros sucesos de esos días, es sólo porque ocurrieron en la ciudad en la que vivo, en Santa Cruz de Tenerife. Digamos que intento imaginar, casi ver, lo que fueron esas horas en paisajes que conozco.
Luis Gabarda Sitjar era un médico militar que para esas fechas estaba conchabado con la conspiración golpista. Su papel en la trama, que fue el que cumplió, era recibir al viajero inglés para, a modo de filtro de seguridad, verificar que era efectivamente quién era y sólo entonces dar el siguiente paso. El propio Gabarda contó su "aventura" en un breve artículo en el ABC del 27 de agosto del 53, unos cuantos años más tarde. Ni en internet ni en ninguno de los libros de que dispongo sobre Tenerife en la primera mitad del siglo XX he encontrado ninguna referencia precisa a esa clínica Costa. En su biografía de Franco (página 177), Paul Preston dice: "Hugh Pollard y las dos muchachas tomaron un transbordador hasta Tenerife, donde Pollard daría a conocer su llegada presentándose en la clínica Costa ... A las 7:30 de esa misma mañana, Pollard fue a la clínica, donde contactó con el doctor Luís Gabarda, un comandante médico, que actuaba en nombre de Franco." Las fuentes que cita el historiador británico son el libro autobiográfico de Franco Salgado-Araujo (Pacón, el primo y asistente personal de Franco), la biografía de Arrarás y un libro del año 86 titulado Dragon Rapide de un tal González Betes; de todos ellos, tan sólo Pacón podría hablar de primera mano. Lo cierto es que la mención a esa clínica Costa aparece en muchos de los textos escritos en tiempos recientes (así lo he ido comprobando gracias a GoogleBooks), pero sin aportar datos complementarios. Así que la única fuente de que dispongo para situar el inmueble es la propia declaración del doctor Gabarda en el artículo citado del ABC (y la más fiable porque, ¿qué interés podría tener en inventarse una clínica?)
Por supuesto, la citada clínica Costa no existe en la actualidad y de momento no he podido determinar cuál fue su solar exacto. El 52 de la calle Viera y Clavijo corresponde hoy a la Iglesia de San Jorge, que se abre a la plaza de los Patos (25 de julio). En 1936 la calle Viera y Clavijo estaba ya totalmente edificada. La enigmática clínica habría de estar necesariamente entre Méndez Núñez y la Rambla y, si efectivamente su número era el 52, en la acera de la derecha subiendo. Ese tramo de la calle viene a ser el eje central de un pequeño cuadrilátero conocido como barrio de los Hoteles (declarado Bien de Interés Cultural) urbanizado y edificado mayoritariamente por la Sociedad de Edificaciones y Reformas Urbanas desde finales del XIX hasta los inicios de los veinte del pasado siglo. Aquí, durante esos años, se fue asentando la nueva burguesía chicharrera, en gran medida vinculada al comercio exterior y con abundancia de personajes de origen foráneo. Las pretensiones de realce social y en varios casos de modernidad estilística, permitieron a los mejores arquitectos de la época dejar buenas obras tanto tipológica como formalmente, predominando un marcado eclecticismo, a causa probablemente de la absorción de demasiadas influencias de las vanguardias europeas del momento. Entre ellas las que a mí se me antojan más interesantes y mejor logradas son las de aroma modernista, ya sean de aires art-noveau o, mejor todavía, de la secesión vienesa. En fin, que estas pocas manzanas, con la deliciosa plaza de los Patos en el centro, es uno de los pedazos más hermosos y agradables (y caros) de Santa Cruz. Que, además, mantiene todavía un altísimo porcentaje de las edificaciones originales.
Así que, empeñado en descubrir cuál era la clínica Costa, esta tarde sabatina he ido a patear ese tramo de la calle Viera y Clavijo. El primer edificio en la acera de los pares, haciendo esquina con Méndez Núñez, no presenta ninguna duda pues se trata del Ayuntamiento, plenamente en funcionamiento desde 1916. A lo mejor, esa mañana de julio, Hugh Pollard al subir por Viera y Clavijo se cruzaría con José Carlos Schwartz Hernández, el joven alcalde que sólo dos días después sería detenido y asesinado un par de meses más tarde en Las Cañadas. También es posible que mientras cruzaba la calle Méndez Núñez, el inglés mirara hacia la izquierda y le llamara la atención la fachada del edificio de la Capitanía General de Canarias, a apenas doscientos metros, donde Franco puede que estuviera pensando en él, aún sin conocerlo, en el mensajero que había de confirmarle que el avión había llegado al archipiélago.
Después del Ayuntamiento y en esa misma manzana vienen los edificios de la Iglesia y convento de las Siervas de Marías, obras, respectivamente, de Manuel de Cámara y Cruz y de Domingo Pisaca Burgada. El edificio del convento encaja en la imagen de un inmueble hospitalario pero tampoco es de extrañar dada la finalidad asistencial de esta orden religiosa, que se implantó en la Isla (primero en La Laguna) hacia los últimos años del XIX. Si, como creo, el edificio se construyó desde el origen para las monjas a principios del XX (la iglesia es alguna década posterior), no pudo ser la clínica Costa, aunque quizá hasta allí se bajara el doctor Gabarda para atender a algún enfermo.
Cruzo la calle General Antequera y en el actual número 50 se encuentra otro edificio ecléctico de buen tamaño. Su construcción data de 1890 y es también obra de Manuel de Cámara. Se trata de una pretenciosa vivienda de dos plantas rematada con una balaustrada y cuya fachada se organiza en tres paños verticales, con un balcón corrido y tres filas de vanos entre falsas pilastras en el cuerpo central. Según leo en periódicos locales, el edificio fue pensión, luego colegio (escuela Fides) y cerrado éste pasaría al gobierno de Canarias quien en 2000 se lo permutó al Ayuntamiento a cambio del cuartel de San Carlos. Ha sido recientemente rehabilitado y en la actualidad alberga dependencias municipales. Pese a que son pocos los datos que he obtenido de este inmueble, nunca se menciona que haya sido usado como clínica y, la verdad, no lo cuento entre mis candidatos.
La siguiente parcela es la de la ya mencionada Iglesia de San Jorge que fue construida como anglicana y financiada por la colonia inglesa de Santa Cruz y que no he logrado averiguar cuándo pasó a propiedad del Obispado y, consecuentemente, al culto verdadero al cual sigue adscrito (pese a que popularmente se la sigue conociendo como la iglesia protestante). Quiero pensar que en el 36 seguía siendo anglicana pero, en cualquier caso, es más que probable que a Pollard le llamara la atención encontrarse con este coqueto ejemplar de capilla de reminiscencias neotudorianas, rodeada de un cesped tan inglés. ¿Entraría a echar algún rezo? Probablemente no, que los negocios que llevaba en mente poco cuadraban con inquietudes religiosas. Así que seguiría hacia arriba, atravesando la plaza de los Patos, con sus bancos y fuente de factura sevillana que por entonces debía ser el espacio más concurrido del barrio aunque es probable que a tan tempranas horas hubiese mucha gente.
Llegamos al penúltimo tramo, entre la plaza y la calle Jesús y María (de emotivos recuerdos personales), donde quedan cuatro viviendas adosadas, tipológicamente homogéneas con leves cambios decorativos entre ellas. Se trata de volúmenes de dos plantas con fachadas de unos trece metros de longitud y entre 500 y 600 m2 edificados. Tengo el pálpito de que una de estas casas, probablemente diseñadas todas por el mismo arquitecto en la primera década del XX, debía ser en 1936 la enigmática clínica Cuesta. Si bien no prueba nada, señalo que la tercera casa, la que ahora es el número 60, tiene en la pilastra de la cancela un 52 más antiguo; pero, para aumentar la confusión, la siguiente hacia arriba, la actual 62, tiene un 48 antiguo. En una foto de este tramo de calle en 1918 (obtenida de la web de Francisco Luis Yanes Aulestia) puede observarse que estas cuatro casas ya estaban en esa fecha; pero también había dos edificaciones similares que completaban la cuadra y que hoy no existen: las de las dos esquinas, con la plaza de los Patos y con Jesús y María. Además, en la foto en blanco y negro se aprecia un palacete de grandes dimensiones en la última manzana de Viera y Clavijo, la de forma triangular que da a la Rambla y que hoy está ocupada por un espantoso edificio de los años setenta. Quizá ese palacete fuera la clínica Costa, en cuyo caso estaríamos ante un establecimiento de mayor prestancia que si estuviera en alguna de las casitas de la manzana inferior. Puede ser, pero de momento, mi apuesta es por una de esas edificaciones de menor tamaño, sin más motivos que la mera intuición y la sospecha de que, si su clínica hiciera esquina con la Rambla, Gabarda lo habría dicho expresamente en el artículo de ABC.
En fin, que no he sido capaz de precisar con seguridad el lugar donde Pollard se entrevistó con Gabarda (a ver si un amigo historiador que me ha prometido investigar me da la solución), pero lo hecho me basta como ejercicio de aproximación a esas escenas de hace casi tres cuartos de siglo.
Luis Gabarda Sitjar era un médico militar que para esas fechas estaba conchabado con la conspiración golpista. Su papel en la trama, que fue el que cumplió, era recibir al viajero inglés para, a modo de filtro de seguridad, verificar que era efectivamente quién era y sólo entonces dar el siguiente paso. El propio Gabarda contó su "aventura" en un breve artículo en el ABC del 27 de agosto del 53, unos cuantos años más tarde. Ni en internet ni en ninguno de los libros de que dispongo sobre Tenerife en la primera mitad del siglo XX he encontrado ninguna referencia precisa a esa clínica Costa. En su biografía de Franco (página 177), Paul Preston dice: "Hugh Pollard y las dos muchachas tomaron un transbordador hasta Tenerife, donde Pollard daría a conocer su llegada presentándose en la clínica Costa ... A las 7:30 de esa misma mañana, Pollard fue a la clínica, donde contactó con el doctor Luís Gabarda, un comandante médico, que actuaba en nombre de Franco." Las fuentes que cita el historiador británico son el libro autobiográfico de Franco Salgado-Araujo (Pacón, el primo y asistente personal de Franco), la biografía de Arrarás y un libro del año 86 titulado Dragon Rapide de un tal González Betes; de todos ellos, tan sólo Pacón podría hablar de primera mano. Lo cierto es que la mención a esa clínica Costa aparece en muchos de los textos escritos en tiempos recientes (así lo he ido comprobando gracias a GoogleBooks), pero sin aportar datos complementarios. Así que la única fuente de que dispongo para situar el inmueble es la propia declaración del doctor Gabarda en el artículo citado del ABC (y la más fiable porque, ¿qué interés podría tener en inventarse una clínica?)
Por supuesto, la citada clínica Costa no existe en la actualidad y de momento no he podido determinar cuál fue su solar exacto. El 52 de la calle Viera y Clavijo corresponde hoy a la Iglesia de San Jorge, que se abre a la plaza de los Patos (25 de julio). En 1936 la calle Viera y Clavijo estaba ya totalmente edificada. La enigmática clínica habría de estar necesariamente entre Méndez Núñez y la Rambla y, si efectivamente su número era el 52, en la acera de la derecha subiendo. Ese tramo de la calle viene a ser el eje central de un pequeño cuadrilátero conocido como barrio de los Hoteles (declarado Bien de Interés Cultural) urbanizado y edificado mayoritariamente por la Sociedad de Edificaciones y Reformas Urbanas desde finales del XIX hasta los inicios de los veinte del pasado siglo. Aquí, durante esos años, se fue asentando la nueva burguesía chicharrera, en gran medida vinculada al comercio exterior y con abundancia de personajes de origen foráneo. Las pretensiones de realce social y en varios casos de modernidad estilística, permitieron a los mejores arquitectos de la época dejar buenas obras tanto tipológica como formalmente, predominando un marcado eclecticismo, a causa probablemente de la absorción de demasiadas influencias de las vanguardias europeas del momento. Entre ellas las que a mí se me antojan más interesantes y mejor logradas son las de aroma modernista, ya sean de aires art-noveau o, mejor todavía, de la secesión vienesa. En fin, que estas pocas manzanas, con la deliciosa plaza de los Patos en el centro, es uno de los pedazos más hermosos y agradables (y caros) de Santa Cruz. Que, además, mantiene todavía un altísimo porcentaje de las edificaciones originales.
Así que, empeñado en descubrir cuál era la clínica Costa, esta tarde sabatina he ido a patear ese tramo de la calle Viera y Clavijo. El primer edificio en la acera de los pares, haciendo esquina con Méndez Núñez, no presenta ninguna duda pues se trata del Ayuntamiento, plenamente en funcionamiento desde 1916. A lo mejor, esa mañana de julio, Hugh Pollard al subir por Viera y Clavijo se cruzaría con José Carlos Schwartz Hernández, el joven alcalde que sólo dos días después sería detenido y asesinado un par de meses más tarde en Las Cañadas. También es posible que mientras cruzaba la calle Méndez Núñez, el inglés mirara hacia la izquierda y le llamara la atención la fachada del edificio de la Capitanía General de Canarias, a apenas doscientos metros, donde Franco puede que estuviera pensando en él, aún sin conocerlo, en el mensajero que había de confirmarle que el avión había llegado al archipiélago.
Después del Ayuntamiento y en esa misma manzana vienen los edificios de la Iglesia y convento de las Siervas de Marías, obras, respectivamente, de Manuel de Cámara y Cruz y de Domingo Pisaca Burgada. El edificio del convento encaja en la imagen de un inmueble hospitalario pero tampoco es de extrañar dada la finalidad asistencial de esta orden religiosa, que se implantó en la Isla (primero en La Laguna) hacia los últimos años del XIX. Si, como creo, el edificio se construyó desde el origen para las monjas a principios del XX (la iglesia es alguna década posterior), no pudo ser la clínica Costa, aunque quizá hasta allí se bajara el doctor Gabarda para atender a algún enfermo.
Cruzo la calle General Antequera y en el actual número 50 se encuentra otro edificio ecléctico de buen tamaño. Su construcción data de 1890 y es también obra de Manuel de Cámara. Se trata de una pretenciosa vivienda de dos plantas rematada con una balaustrada y cuya fachada se organiza en tres paños verticales, con un balcón corrido y tres filas de vanos entre falsas pilastras en el cuerpo central. Según leo en periódicos locales, el edificio fue pensión, luego colegio (escuela Fides) y cerrado éste pasaría al gobierno de Canarias quien en 2000 se lo permutó al Ayuntamiento a cambio del cuartel de San Carlos. Ha sido recientemente rehabilitado y en la actualidad alberga dependencias municipales. Pese a que son pocos los datos que he obtenido de este inmueble, nunca se menciona que haya sido usado como clínica y, la verdad, no lo cuento entre mis candidatos.
La siguiente parcela es la de la ya mencionada Iglesia de San Jorge que fue construida como anglicana y financiada por la colonia inglesa de Santa Cruz y que no he logrado averiguar cuándo pasó a propiedad del Obispado y, consecuentemente, al culto verdadero al cual sigue adscrito (pese a que popularmente se la sigue conociendo como la iglesia protestante). Quiero pensar que en el 36 seguía siendo anglicana pero, en cualquier caso, es más que probable que a Pollard le llamara la atención encontrarse con este coqueto ejemplar de capilla de reminiscencias neotudorianas, rodeada de un cesped tan inglés. ¿Entraría a echar algún rezo? Probablemente no, que los negocios que llevaba en mente poco cuadraban con inquietudes religiosas. Así que seguiría hacia arriba, atravesando la plaza de los Patos, con sus bancos y fuente de factura sevillana que por entonces debía ser el espacio más concurrido del barrio aunque es probable que a tan tempranas horas hubiese mucha gente.
Llegamos al penúltimo tramo, entre la plaza y la calle Jesús y María (de emotivos recuerdos personales), donde quedan cuatro viviendas adosadas, tipológicamente homogéneas con leves cambios decorativos entre ellas. Se trata de volúmenes de dos plantas con fachadas de unos trece metros de longitud y entre 500 y 600 m2 edificados. Tengo el pálpito de que una de estas casas, probablemente diseñadas todas por el mismo arquitecto en la primera década del XX, debía ser en 1936 la enigmática clínica Cuesta. Si bien no prueba nada, señalo que la tercera casa, la que ahora es el número 60, tiene en la pilastra de la cancela un 52 más antiguo; pero, para aumentar la confusión, la siguiente hacia arriba, la actual 62, tiene un 48 antiguo. En una foto de este tramo de calle en 1918 (obtenida de la web de Francisco Luis Yanes Aulestia) puede observarse que estas cuatro casas ya estaban en esa fecha; pero también había dos edificaciones similares que completaban la cuadra y que hoy no existen: las de las dos esquinas, con la plaza de los Patos y con Jesús y María. Además, en la foto en blanco y negro se aprecia un palacete de grandes dimensiones en la última manzana de Viera y Clavijo, la de forma triangular que da a la Rambla y que hoy está ocupada por un espantoso edificio de los años setenta. Quizá ese palacete fuera la clínica Costa, en cuyo caso estaríamos ante un establecimiento de mayor prestancia que si estuviera en alguna de las casitas de la manzana inferior. Puede ser, pero de momento, mi apuesta es por una de esas edificaciones de menor tamaño, sin más motivos que la mera intuición y la sospecha de que, si su clínica hiciera esquina con la Rambla, Gabarda lo habría dicho expresamente en el artículo de ABC.
En fin, que no he sido capaz de precisar con seguridad el lugar donde Pollard se entrevistó con Gabarda (a ver si un amigo historiador que me ha prometido investigar me da la solución), pero lo hecho me basta como ejercicio de aproximación a esas escenas de hace casi tres cuartos de siglo.
Estimado Miroslav:
ResponderEliminarIgual te sirve este dato: Un compañero de colegio se apellidaba Gabarda y cuando yo lo conocí ya era huerfano de padre. Vivía con su madre y una hermana en una casa que hacía esquina entre la Rambla y la calle de Jesús y María. Actualmente, está cerrada y tiene un cartel que pone Fundación Artectonica.
Seguramente, era hijo de ese personaje que nombras. Hoy vive en Madrid.
Tampoco sé mucho más sobre su padre fallecido. Podría ponerte en contacto con él, aunque no sé si le apetecerá remover ese pasado.
Qué bien te lo pasas con la arqueología urbana. Me parece una ocupación envidiable, y el post es realmente interesante.
ResponderEliminar¿Has probado a consultar el Padrón Municipal de habitantes del año 36, que debería conservarse en el archivo municipal?
Biyomin Ahronson: Me temo que tu compañero era un poco joven para ser hijo del misterioso médico Gabarda, quien debió nacer hacia 1885. Además, he consultado vuestro blog de antiguos alumnos y compruebo que el compañero que jugaba contigo a los monaguillos se llamaba Miguel Castro Gabarda. Así que, más que hijo, por edad (nacería en el 53, imagino) y apellidos, podría ser el nieto (hijo de alguna hija). En todo caso, sí sería interesante averiguar más cosas sobre el doctor Gabarda pero, como bien dices, quién sabe si a tu compañero (en el supuesto de que sea familiar) le apetezca remover ese pasado.
ResponderEliminarVanbrugh: Vaya, pensaba que habías desaparecido. En cuanto a tu pregunta, todavía no soy más que un investigadorcillo aficionado, de los de tiempo libre. De todas maneras, el padrón del 36 sólo me daría la constancia de su residencia y, como mucho, su estado civil y miembro de su familia. Menos es nada, pero tampoco es mucho. De todas formas, en el próximo post publicaré los datos de que dispongo sobre don Luís Gabarda Sitjar.
Trata de echarle una ojeada a 'Historis de España. Anécdotas y momentos de nuestro padado'.
ResponderEliminarAhí cuentan del caso, y en archivos de ABC, de cualquier Luca de Tena, Bolín o don Cierva, sabrás nastante.
Miros ¡Qué cosas más curiosas sabes o buscas !
Por lo visto Franco llamaba al inglés ese 'el rubito'.
Chapeau, Miroslav ! Una vez más has sabido relatar con suspense una investigación que, en principio, no me interesa en absoluto. Y como siempre, me dejas
ResponderEliminarun tanto frustrada, obligándome a buscar respuestas en la Web.
A proposito : ¿ que le paso a tu padre en Cuba ? ¿ Me lo he perdido o pasado ?
Esta propensión tuya a rebuscar en los vertederos de la intrahistoria es genial ( ya la vez ratifica mi paranoica tendencia a quemar mis viejos papeles).
ResponderEliminarDeberías leer 'Orígenes', de Amin Maalouf. Te encantaría: es la historia de su familia, los Maalouf de la montaña del Líbano, dispersos por el mundo, incuida Cuba.
Me ha encantado este post. Me fascina la dedicación y perseverancia con que sigues un rastro como ese. Sera microhistoria, pero es lo que da profundidad y relieve a la Historia con mayúsculas, y lo que apetece saber, verdaderamente.
ResponderEliminarGrillo: Sigo el blog al que aludes, aunque no con tanta asiduidad como me gustaría. De todas maneras, no recuerdo que se haya referido al doctor Gabarda, pero lo revisaré. En cuanto al rubito de Franco, no era el inglés que viajó en el Dragon Rapide, sino el general Saenz de Buruaga, uno de los colegas de conspiración.
ResponderEliminarC.C. Gracias. En cuanto a la historiade mi padre en Cuba, como tantas otras que inicio en este blog, sigue aun pendiente. Es que soy un desastre ...
Lansky: Intrahistoria es, creo recordar, el término que usaba Unamuno; me gusta más el de microhistoria, en cuanto me parece más preciso: intentar ampliar la lupa, fijarse en los detalles, en lo que da consistencia y realidad a la narración "solemne" de los histórico. Seguiré tu recomendación de Amin Maalouf; a cambio, te recomiendo alguna de las obras de Carlo Ginzburg.
Cigarra: Como ya he comentado en el párrafo anterior, coincido plenamente con lo que dices. Y, por supuesto, me alegra de que te interesen mis pérdidas de tiempo.
Por casualidad he ido a parara este artículo tuyo, y creo que puedo ayudarte. La clínica Costa estaba situada en esa ubicación que mencionas, en la que actualmente existe ese edificio setentero, y el domicilio particular del doctor era la casa que aún existe en la confluencia de Jesús y María con la Rambla. Dispongo de algún libro antiguo que menciona estas direcciones, y también tengo constancia por familiares míos que lo vivieron de cerca.
ResponderEliminarApasionada de la historia de nuestra Santa Cruz, no sé bien cómo he llegado a este artículo. Pero por si alguien sigue con la duda de dónde estaba la clínica Costa, es precisamente en donde se encuentra actualmente el edificio setentero en la confluencia de la calle Jesús y María y la Rambla. En este artículo publicado en El Día se menciona que el edificio que fuera el Hotel Battenberg posteriormente se convirtió en la Clínica Costa y Gabarda: http://eldia.es/santacruz/2002-09-15/2-hotel-Britanico-situado-Rambla.htm
ResponderEliminarPrecioso edificio proyectado por el arquitecto Estanga y fue derribado sin piedad, se me remueven las entrañas. Aqui fotografía: http://www.museosdetenerife.org/carabus/cibercarabus.php?ID=3131&al_id_mus=10
Serví e la fiscalía Militar, el Fiscal Jefe Tte Coronel Hilario Gabarda Díaz de unos 50 años o mas en 1971, cteo que era soltero,hijo de luis Gabarda, vivía en la Rambla, esquina a Jesús y Maria. Casa vacía abandonada
ResponderEliminarNo he encontrado nada en internet sobre el.