Una de las más famosas leyendas de la Historia de España es la "traición del conde don Julián", mediante la cual los moros entraron en la península y la conquistaron en un plis-plas. De entrada, calificar de traicionero el comportamiento del tal conde no deja de ser un poco abusivo, pues para nada está claro que el personaje debiera lealtad al reino visigótico. Ni siquiera está muy claro quién era este Julián (probablemente tal no fuera su nombre), aunque lo que parece seguro es que mandaba en la plaza de Ceuta, en delegación entonces del imperio bizantino. Ceuta había sido conquistada por Belisario, el grandísimo general de Justiniano hacia mediados del siglo VI, en los tiempos que los romanos orientales alcanzaron su máxima expansión, incluyendo buena parte de la península ibérica amén de todo el norte africano. Pero para la época que nos ocupa, ya poco quedaba del antiguo esplendor occidental de los bizantinos. Los Omeyas, en tiempos recientes, habían conquistado el Magreb y, con la caída de Cartago, Ceuta pasó a ser el único residuo del lejano imperio de Constantinopla. Hay que suponer, y así lo creen muchos historiadores, que Julián, incluso desde antes de que el norte africano cayera bajo el dominio sarraceno, sería tributario de la monarquía hispánica, el modo más natural de tener alguna seguridad en su creciente aislamiento. De hecho, parece que intervino en la política goda, decantándose, a la muerte de Witiza, a favor de Akhila, su hijo, y en contra de la entronización de Don Rodrigo.
En este punto me surgen las primeras confusiones en lo que se refiere a la leyenda de la bella hija del conde ceutí. Porque si Rodrigo accedió al trono toledano en el verano de 710 (hasta que lo eligieron los nobles visigóticos era gobernador de la Bética e imagino que residiría en Sevilla) y Tariq cruzó el estrecho hacia abril-mayo del 711, apenas tenemos nueve meses para que suceda el episodio de seducción, el aviso al ofendido padre y el viaje de éste a la capital visigótica para llevar de vuelta a Ceuta a la hija deshonrada por el reciente rey; ciertamente, parece todo demasiado apretado. Hay que tener en cuenta, además, que los deudos de Akhila que escaparon de Toledo al coronarse Rodrigo lo hicieron, según suele aceptarse, al norte de África; con mucha probabilidad para ser alojados en la Ceuta del conde. Y eso tuvo que ocurrir lo más tarde en el otoño del 710, así que no encaja que don Julián mandase a su hija a la corte de aquél a cuyos enemigos cobijaba, ni tampoco que fuera a buscarla cuando ya se había significado como enemigo del nuevo rey visigodo. Por último, al menos desde la toma de Cartago (698), tengo para mí que Julián preferiría disponer de la benevolencia de los ejércitos islámicos antes que de la conflictiva monarquía española, con demasiadas disensiones internas como para poder garantizarle nada.
Pero, entonces, ¿fue o no seducida la hija del conde don Julián, como cuenta la leyenda? Pues no lo sé (claro está), aunque sin más argumentos que la intuición yo diría que sí, que ocurrió, pero no en Toledo, sino en Sevilla, cuando Rodrigo todavía no era rey. Resulta que la leyenda, como es normal en estos casos, tiene diversas variantes, cambiándose el violador (Witiza o Rodrigo) y la víctima (la hija o la esposa de Julián). Una de las primeras versiones del suceso, la llamada Chronica Pseudo-Isidoriana, escrita por un mozárabe de Sevilla o de Toledo hacia mediados del siglo XI (¡más de trescientos años después!) reza lo siguiente: "Mientras tanto, en el palacio real de Sevilla comenzaron a hablar, entre otras cosas, sobre la hermosura de las mujeres. Uno de ellos rompió a hablar diciendo que en toda la tierra no había ninguna más hermosa que la hija de Julián. Al oír esto Witiza hizo un aparte con uno de los otros tratando de cómo podría hacer llegar hasta ella un mensajero en secreto para que la trajera cuanto antes. El otro le dijo: "Envía por Julián. para que venga. Y quédate con él unos cuantos días de francachela, comiendo y bebiendo". Mientras Julián andaba de banquete, Witiza escribió con el nombre de Julián una carta que envió lacradas con el sello de éste a su esposa la condesa para que le trajera enseguida a su hija Oliba a Sevilla. Mientras Julián estuvo entretenido en aquel festín de bebida y comida, Witiza la tuvo y la violó durante varios días".
Desde luego, Wizita no podía ser el malo de la historia; primero, porque no residía en Sevilla sino en Tuy y, además, porque de haber sido el ofensor el conde Julián nunca se habría puesta del lado de sus familiares en la posterior bronca sucesoria. Pero si cambiamos Wizita por Rodrigo, la historia cuadra en los factores básicos de espacio y tiempo. Hasta me resulta más creíble Sevilla que Toledo; la capital de la Bética estaba bastante más accesible para los ceutíes y era suficientemente importante, tanto para pasar unos días de juerga (versión pseudo-isodoriana) como para que la hija se educase en el refinamiento cortesano. No había ninguna necesidad de que Julián fuese o enviase a nadie de su familia a Toledo, que por aquellos años del inicio de la octava centuria, tenía que ser un avispero de intrigas en el que se corrían demasiados riesgos (baste recordar la encerrona que le hicieron a Wamba y el poco gusto de sus sucesores por residir en la capital del Tajo). Naturalmente, cuestión distinta es el motivo por el cual la bella norteafricana estaba en la península. A este respecto, más plausible se me antoja la versión más popular; o sea, que don Julián la habría mandado para completar su educación y preparar un buen matrimonio con algún príncipe visigodo (pero a Sevilla y no a Toledo). Lo de que la fama de la belleza de la niña le llegase al godo en una conversación con los amigotes, siendo posible, resulta demasiado parecido a la narración de Tito Livio sobre la violación de Lucrecia por Sexto Tarquinio. Que el autor mozárabe se ajustase tanto al referente clásico a fin de exagerar el paralelismo entre el fin de las monarquías romana y visigoda hace que esta explicación sea demasiado sospechosa.
Menos forzado es pensar que la joven Oliva (me gusta más este apelativo que el de Florinda) llamara la atención del duque Rodrigo paseando por la ribera del Guadalquivir y que éste, al requebrarla, se topase con su rechazo virtuoso. Por admitir el tono picante, quiero imaginar que la chica se bañaba desnuda como cuenta la leyenda y que las formas de su cuerpo despertaban las más feroces lujurias en los varones que las contemplaban, como hizo a escondidas el rijoso Rodrigo. O a lo mejor la muchacha no era tan virtuosa y su streap-tease obedecía a una provocación calculada de la concupiscencia del godo, confiando en excitarlo tanto como para conseguir que la desposase. Hasta es posible que ese fuera el plan urdido por su padre Julián que, ante el oscuro futuro que preveía para su aislado enclave, habría apostado, en un primer momento, por emparentar con el gobernador de la Bética y apoyarle en sus aspiraciones al trono hispano. No sería mal plan, sobre todo si una parte del mismo incluyera un sillón ducal para el suegro. Claro está que se trata de especulaciones sin prueba alguna, pero ha de admitírseme que suenan verosímiles. Lo cierto (tanto como puede ser una leyenda) es que Rodrigo cayó en las redes de la joven y, ya sea por fuerza o con promesas matrimoniales, sació el hambre que de ese cuerpo le devoraba. Pero luego no llegó ninguna de las satisfacciones esperadas y don Julián, avisado de la deshonra, cruzó el estrecho para recoger personalmente a su hija. Voy a suponer (también sin ningún dato en que apoyarme) que el conde llega a Sevilla justo cuando Witiza acaba de morir. Son días de rumores, que Rodrigo puede ser elegido rey, que habrá bronca con los partidarios de Akhila ... Rodrigo y Julián apenas se ven en una breve entrevista y ambos fingen, como buenos cortesanos, inquebrantable amistad, sin que el nombre de Oliva se mencione en ningún momento. Rodrigo tiene que partir para Toledo e invita al ceutí a que no tarde mucho en ir a visitarlo; incluso le pide la merced de que la traiga unos halcones para sus partidas de caza en los montes de la meseta (eso dice la leyenda; será que las rapaces del norte de África tenían fama). Y Julián se lo promete, asegurándole que los ejemplares que llevará a la península serán de una ferocidad nunca antes vista.
Luego ocurrirían unos cuantos sucesos más y habrían de celebrarse varias reuniones en África, antes de que los moros cruzaran el estrecho y acabaran estrepitosa y sorprendentemente con la monarquía visigoda. Parece probado históricamente que don Julián algo, bastante si se quiere, tuvo que ver con la invasión árabe, aunque sería exagerado afirmar que no la hubiera habido sin él. En todo caso, el conde poco o nada tuvo de traidor, no al menos en términos políticos (sí desde el punto de visto religioso, si se quiere). En cuanto a la leyenda de la hija seducida y abandonada (o violada en la versión más hardcore), como ya he dicho, a mí me cuadra que sea cierta, con los matices expuestos, en tanto contribuye a reforzar el alineamiento de Julián con el partido de Witiza y con los sarracenos. Pero seguramente, dada la situación histórica, aunque el conde no hubiera recibido ninguna ofensa de Rodrigo es más que probable que las cosas hubiesen sucedido igual. Es muy romántico pensar que España se perdió (¿se perdió?) por la concupiscencia de un rey o por el pecaminoso cuerpo de una mujer, pero la realidad suele ser bastante más prosaica. A todo esto, ignoro qué fue del ambicioso (que acabó como tonto útil) conde don Julián y de su bellísima hija.
En este punto me surgen las primeras confusiones en lo que se refiere a la leyenda de la bella hija del conde ceutí. Porque si Rodrigo accedió al trono toledano en el verano de 710 (hasta que lo eligieron los nobles visigóticos era gobernador de la Bética e imagino que residiría en Sevilla) y Tariq cruzó el estrecho hacia abril-mayo del 711, apenas tenemos nueve meses para que suceda el episodio de seducción, el aviso al ofendido padre y el viaje de éste a la capital visigótica para llevar de vuelta a Ceuta a la hija deshonrada por el reciente rey; ciertamente, parece todo demasiado apretado. Hay que tener en cuenta, además, que los deudos de Akhila que escaparon de Toledo al coronarse Rodrigo lo hicieron, según suele aceptarse, al norte de África; con mucha probabilidad para ser alojados en la Ceuta del conde. Y eso tuvo que ocurrir lo más tarde en el otoño del 710, así que no encaja que don Julián mandase a su hija a la corte de aquél a cuyos enemigos cobijaba, ni tampoco que fuera a buscarla cuando ya se había significado como enemigo del nuevo rey visigodo. Por último, al menos desde la toma de Cartago (698), tengo para mí que Julián preferiría disponer de la benevolencia de los ejércitos islámicos antes que de la conflictiva monarquía española, con demasiadas disensiones internas como para poder garantizarle nada.
Pero, entonces, ¿fue o no seducida la hija del conde don Julián, como cuenta la leyenda? Pues no lo sé (claro está), aunque sin más argumentos que la intuición yo diría que sí, que ocurrió, pero no en Toledo, sino en Sevilla, cuando Rodrigo todavía no era rey. Resulta que la leyenda, como es normal en estos casos, tiene diversas variantes, cambiándose el violador (Witiza o Rodrigo) y la víctima (la hija o la esposa de Julián). Una de las primeras versiones del suceso, la llamada Chronica Pseudo-Isidoriana, escrita por un mozárabe de Sevilla o de Toledo hacia mediados del siglo XI (¡más de trescientos años después!) reza lo siguiente: "Mientras tanto, en el palacio real de Sevilla comenzaron a hablar, entre otras cosas, sobre la hermosura de las mujeres. Uno de ellos rompió a hablar diciendo que en toda la tierra no había ninguna más hermosa que la hija de Julián. Al oír esto Witiza hizo un aparte con uno de los otros tratando de cómo podría hacer llegar hasta ella un mensajero en secreto para que la trajera cuanto antes. El otro le dijo: "Envía por Julián. para que venga. Y quédate con él unos cuantos días de francachela, comiendo y bebiendo". Mientras Julián andaba de banquete, Witiza escribió con el nombre de Julián una carta que envió lacradas con el sello de éste a su esposa la condesa para que le trajera enseguida a su hija Oliba a Sevilla. Mientras Julián estuvo entretenido en aquel festín de bebida y comida, Witiza la tuvo y la violó durante varios días".
Desde luego, Wizita no podía ser el malo de la historia; primero, porque no residía en Sevilla sino en Tuy y, además, porque de haber sido el ofensor el conde Julián nunca se habría puesta del lado de sus familiares en la posterior bronca sucesoria. Pero si cambiamos Wizita por Rodrigo, la historia cuadra en los factores básicos de espacio y tiempo. Hasta me resulta más creíble Sevilla que Toledo; la capital de la Bética estaba bastante más accesible para los ceutíes y era suficientemente importante, tanto para pasar unos días de juerga (versión pseudo-isodoriana) como para que la hija se educase en el refinamiento cortesano. No había ninguna necesidad de que Julián fuese o enviase a nadie de su familia a Toledo, que por aquellos años del inicio de la octava centuria, tenía que ser un avispero de intrigas en el que se corrían demasiados riesgos (baste recordar la encerrona que le hicieron a Wamba y el poco gusto de sus sucesores por residir en la capital del Tajo). Naturalmente, cuestión distinta es el motivo por el cual la bella norteafricana estaba en la península. A este respecto, más plausible se me antoja la versión más popular; o sea, que don Julián la habría mandado para completar su educación y preparar un buen matrimonio con algún príncipe visigodo (pero a Sevilla y no a Toledo). Lo de que la fama de la belleza de la niña le llegase al godo en una conversación con los amigotes, siendo posible, resulta demasiado parecido a la narración de Tito Livio sobre la violación de Lucrecia por Sexto Tarquinio. Que el autor mozárabe se ajustase tanto al referente clásico a fin de exagerar el paralelismo entre el fin de las monarquías romana y visigoda hace que esta explicación sea demasiado sospechosa.
Menos forzado es pensar que la joven Oliva (me gusta más este apelativo que el de Florinda) llamara la atención del duque Rodrigo paseando por la ribera del Guadalquivir y que éste, al requebrarla, se topase con su rechazo virtuoso. Por admitir el tono picante, quiero imaginar que la chica se bañaba desnuda como cuenta la leyenda y que las formas de su cuerpo despertaban las más feroces lujurias en los varones que las contemplaban, como hizo a escondidas el rijoso Rodrigo. O a lo mejor la muchacha no era tan virtuosa y su streap-tease obedecía a una provocación calculada de la concupiscencia del godo, confiando en excitarlo tanto como para conseguir que la desposase. Hasta es posible que ese fuera el plan urdido por su padre Julián que, ante el oscuro futuro que preveía para su aislado enclave, habría apostado, en un primer momento, por emparentar con el gobernador de la Bética y apoyarle en sus aspiraciones al trono hispano. No sería mal plan, sobre todo si una parte del mismo incluyera un sillón ducal para el suegro. Claro está que se trata de especulaciones sin prueba alguna, pero ha de admitírseme que suenan verosímiles. Lo cierto (tanto como puede ser una leyenda) es que Rodrigo cayó en las redes de la joven y, ya sea por fuerza o con promesas matrimoniales, sació el hambre que de ese cuerpo le devoraba. Pero luego no llegó ninguna de las satisfacciones esperadas y don Julián, avisado de la deshonra, cruzó el estrecho para recoger personalmente a su hija. Voy a suponer (también sin ningún dato en que apoyarme) que el conde llega a Sevilla justo cuando Witiza acaba de morir. Son días de rumores, que Rodrigo puede ser elegido rey, que habrá bronca con los partidarios de Akhila ... Rodrigo y Julián apenas se ven en una breve entrevista y ambos fingen, como buenos cortesanos, inquebrantable amistad, sin que el nombre de Oliva se mencione en ningún momento. Rodrigo tiene que partir para Toledo e invita al ceutí a que no tarde mucho en ir a visitarlo; incluso le pide la merced de que la traiga unos halcones para sus partidas de caza en los montes de la meseta (eso dice la leyenda; será que las rapaces del norte de África tenían fama). Y Julián se lo promete, asegurándole que los ejemplares que llevará a la península serán de una ferocidad nunca antes vista.
Luego ocurrirían unos cuantos sucesos más y habrían de celebrarse varias reuniones en África, antes de que los moros cruzaran el estrecho y acabaran estrepitosa y sorprendentemente con la monarquía visigoda. Parece probado históricamente que don Julián algo, bastante si se quiere, tuvo que ver con la invasión árabe, aunque sería exagerado afirmar que no la hubiera habido sin él. En todo caso, el conde poco o nada tuvo de traidor, no al menos en términos políticos (sí desde el punto de visto religioso, si se quiere). En cuanto a la leyenda de la hija seducida y abandonada (o violada en la versión más hardcore), como ya he dicho, a mí me cuadra que sea cierta, con los matices expuestos, en tanto contribuye a reforzar el alineamiento de Julián con el partido de Witiza y con los sarracenos. Pero seguramente, dada la situación histórica, aunque el conde no hubiera recibido ninguna ofensa de Rodrigo es más que probable que las cosas hubiesen sucedido igual. Es muy romántico pensar que España se perdió (¿se perdió?) por la concupiscencia de un rey o por el pecaminoso cuerpo de una mujer, pero la realidad suele ser bastante más prosaica. A todo esto, ignoro qué fue del ambicioso (que acabó como tonto útil) conde don Julián y de su bellísima hija.
CATEGORÍA: Personas y personajes
Tariq y sus guerreros musulmanes del 711 era un bereber, tu los llamas ‘moros’ (occidentales: “mauri”, como la actual Mauritania), vale. En cuanto al tal Don Julián, en fin…Las verdaderas fuentes históricas y no la leyenda sobre la Invasión son tardías y no muy fiables, pero a Rodrigo le atizaron estopa en Guadalete, eso está claro, y el reino visigodo en el siglo VIII atravesaba una época como se suele decir convulsa. ¿En resumen? Prefiero releer la novela de Goytisolo Reivindicación del conde don Julián, que reelaboro hace unos pocos años retitulándola simplemente Don Julián. Y en general comparto sus tesis: bienvenidos invasores que dejaron tanto de bueno por estas tierras.
ResponderEliminarBueno para ellos, siglos costó recuperarlas. Goitisolo es una mente enfermiza.
EliminarLa leyenda de la seducción de la hija del Conde y la pérdida de España continuó más allá. Continúa con la retirada de don Rodrigo a una ermita donde se encerró en el mismo nicho donde habría de quedar enterrado una vez muerto, en compañía de una enorme culebra que lo iba devorando lentamente. El propio exrey se lamentaba de esta guisa en un romance:
ResponderEliminarYa me come, ya me come,
por do más pecado había,
en derecho al corazón,
fuente de mi gran desdicha.
A mí siempre me intrigó la víscera exacta que le comía primero el terrible ofidio. ¿El corazón? ¿el miembro fuente de los viriles pecados?
En cuanto al tema de la conquista árabe en sí, González Ferrín ha apuntado recientemente la posibilidad de que en un primer momento se tratara de una época muy convulsa fruto de las luchas de distintos "señores de la guerra" de uno y otro lado del estrecho tras la destitución de un rey. La islamización comenzaría un siglo más tarde. Las primeras crónicas son más de un siglo posteriores, lo que permitió la elaboración del discurso, tendente a hacerse con raíces orientales justificadoras de legitimidad.
ResponderEliminarYo no acabo de digerirlo del todo, pero muchas de las cosas que dice y sobre todo las pruebas que aporta son muy, muy sensatas.
Vacilo en comentar en este tema en la que mi ignorancia es enciclopédica, y el autor y comentaristas versados.
ResponderEliminarPero siempre me llamó la atención la "reconquista" de España 8 siglos después. Algo así como si de acá a 300 años un movimiento eche de de América a todos los habitantes, salvo los que se parezcan a Evo Morales.
¿No será esta historia una leyenda sin ningún fundamento histórico para dar verosimilitud a una supuesta conquista? Mas parece que aquello fue una ocupación, similar a la de los godos o la de los romanos un rato antes.
Nunca hubo reconquista contra Roma ni contra los godos. Lo innegable es que la hubo contra el islam, pues era una cultura inmisclble con la del reino conquistado, y en la recuperacion del reino perdido y la expulsión del islam se basó la politica general seguida esos siglos, con altibajos, fricciones internas, rupturas y taifas en ambos bandos, pero la inercia de la recuperación de España contra alaldalus es un hecho innegable y sin parangón en la historia. Otra cosa muy distinta es que moleste y quiera hoy confundirse, inmersos en la actual decadencia.
EliminarLansky: No he leído la novela de Goytisolo que citas, aunque había oído hablar de ella. Creo que es una crítica ferozmente iconoclasta contra la idea monolítica de la España tópica y, si es así, seguro que me gustará.
ResponderEliminarHarazem:Seguiré escribiendo sobre don Rodrigo y sus sucesores y más que seguro que volveré a la leyendas de los últimos godos. En cuanto a González Ferrín y las tesis que citas, las desconozco. Me pongo a investigar ya mismito.
Chofer fantasma: Desde luego reconquista no es el término más adecuado para un periodo tan largo. La península se "islamizó" como, ya lo dices tú, se había previamente "germanizado" y antes aún "romanizado". En todas esas épocas aparecían contingentes de población foránea, pero nunca serían mayores que los que ya estaban.
El comentario de Chofer Fantasma es de una sensatez tan sencilla como apabullante. Yo opino exactamente igual.
ResponderEliminarMuy buen escrito. De haberlo leído antes no me habría molestado en tocar yo el tema, pues todo estaba ya aquí.
ResponderEliminarAkhila no se acogió a Ceuta, sino al nordeste de la Hispania visigoda (del Ebro hacia "arriba") y allí tuvo poder durante unos tres años (como lo evidencia la acuñación de monedas). Es el único error evidente que encuentro en su interesante artículo.
ResponderEliminarحفظ الله دون جوليان
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