Hace unos días confesaba en este blog que no terminaba de decidirme sobre si revelar o no a unos amigos a quienes llevo ya varios años ayudando mi disgusto por haberle cobrado las clases de yoga a una amiga que yo les envié. Finalmente me decidí a transmitirles mis sentimientos y, como se trata de un tema embarazoso, que nos resultaría incómodo tratarlo cara a cara, opté por escribirles un correo electrónico en el que, de forma bastante directa, les contaba que me sentía dolido porque había esperado que, viniendo de mí, no cobraran nada a mi amiga, y que la decepción consiguiente hacía que se resintieran mis sentimientos hacia ellos y me vinieran a la cabeza consideraciones sobre la equidad en nuestra relación que hasta ese momento no me había planteado y que desde luego no me apetecía sentir. Algún amigo me aconsejó que dejara correr el asunto pero no lo hice porque sabía que ello implicaría necesariamente pudrir mis sentimientos hacia estas personas, que ya no estuviera a gusto con ellos, violentando mi espontaneidad mientras ellos, ignorantes de todo, seguirían pensando que nada había cambiado. En todo caso, lo cierto es que los efectos de la cartita han resultado bastante más intensos e instructivos de lo que esperaba.
De entrada sus respuestas (porque cada uno de ellos me contestó por separado) se demoraron más días de lo que esperaba. El domingo pasado me llegaron y al leerlas me quedé bastante impresionado con la exagerada (y estoy seguro que sincera) expresión de abatimiento que les había producido enterarse de mi disgusto. Ambos proclamaban que me consideraban poco menos que su más firme apoyo durante el vía crucis que estaban soportando y que me estaban profundísimamente agradecidos. Habían hablado entre ellos muchas veces sobre cómo mostrarme su agradecimiento (que no pagármelo pues era "impagable") y ahora que yo les brindaba una oportunidad de tener un "mínimo detalle" conmigo no habían sabido darse cuenta y eso les sumía en una terrible desolación. Habían creído, me decían, que la chica que les enviaba, que trabaja conmigo, era una "mera empleada" y no alguien "especial", ya que si lo hubiesen sabido no debía dudar de que la habrían "invitado" a practicar yoga con ellos cuanto tiempo quisiera, tratándola como si fuera yo mismo. Acababan pidiéndome perdón y rogando porque ese malestar desapareciera para "sanar" nuestra relación de amistad.
La verdad es que no terminé de entender (y así sigo) la lógica del argumento con el que justificaban el "malentendido" que les había llevado a no darse cuenta de la oportunidad de mostrarme su agradecimiento. ¿Qué tiene que ver que mi amiga sea alguien "especial" para que vean la posibilidad de hacerme un favor? Que no era una "mera" empleada (en el sentido de que su vida me sea indiferente) había quedado más que claro al habérsela yo recomendado y hasta dos veces haberles insinuado que tuvieran un detalle; si me hubiese dado igual, simplemente no se la habría presentado y me habría contentado con darle a esta chica el teléfono o la dirección del centro de yoga para que fuera por su cuenta. Aunque a mi juicio la cuestión de mi relación con ella no tiene nada que ver, lo que me pareció bastante claro es que, a partir de mi carta, ellos deducían que estaríamos enrollados o algo similar. Así que, en mi respuesta, les aclaré que no era así, pero que eso no impedía que fuese una persona a la que quería y que, cuando ya ni me acuerdo por qué surgió el tema de hacer yoga, le sugerí presentársela, con el convencimiento (ingenuo, como pudo comprobarse) de que ellos no le cobrarían.
De entrada sus respuestas (porque cada uno de ellos me contestó por separado) se demoraron más días de lo que esperaba. El domingo pasado me llegaron y al leerlas me quedé bastante impresionado con la exagerada (y estoy seguro que sincera) expresión de abatimiento que les había producido enterarse de mi disgusto. Ambos proclamaban que me consideraban poco menos que su más firme apoyo durante el vía crucis que estaban soportando y que me estaban profundísimamente agradecidos. Habían hablado entre ellos muchas veces sobre cómo mostrarme su agradecimiento (que no pagármelo pues era "impagable") y ahora que yo les brindaba una oportunidad de tener un "mínimo detalle" conmigo no habían sabido darse cuenta y eso les sumía en una terrible desolación. Habían creído, me decían, que la chica que les enviaba, que trabaja conmigo, era una "mera empleada" y no alguien "especial", ya que si lo hubiesen sabido no debía dudar de que la habrían "invitado" a practicar yoga con ellos cuanto tiempo quisiera, tratándola como si fuera yo mismo. Acababan pidiéndome perdón y rogando porque ese malestar desapareciera para "sanar" nuestra relación de amistad.
La verdad es que no terminé de entender (y así sigo) la lógica del argumento con el que justificaban el "malentendido" que les había llevado a no darse cuenta de la oportunidad de mostrarme su agradecimiento. ¿Qué tiene que ver que mi amiga sea alguien "especial" para que vean la posibilidad de hacerme un favor? Que no era una "mera" empleada (en el sentido de que su vida me sea indiferente) había quedado más que claro al habérsela yo recomendado y hasta dos veces haberles insinuado que tuvieran un detalle; si me hubiese dado igual, simplemente no se la habría presentado y me habría contentado con darle a esta chica el teléfono o la dirección del centro de yoga para que fuera por su cuenta. Aunque a mi juicio la cuestión de mi relación con ella no tiene nada que ver, lo que me pareció bastante claro es que, a partir de mi carta, ellos deducían que estaríamos enrollados o algo similar. Así que, en mi respuesta, les aclaré que no era así, pero que eso no impedía que fuese una persona a la que quería y que, cuando ya ni me acuerdo por qué surgió el tema de hacer yoga, le sugerí presentársela, con el convencimiento (ingenuo, como pudo comprobarse) de que ellos no le cobrarían.
En mi carta de respuesta les decía además que tampoco era para tanto, que mi malestar no era nada grave y sería sin duda pasajero, pero que había preferido contarles lo que sentía. Aunque hasta ese momento no había hablado con mi amiga de este intercambio de correos electrónicos, entendí que, para evitarle situaciones embarazosas, era mejor que se lo contara. Si ya me había sorprendido la reacción desmesurada de mis amigos los yoguis, ahora fue ella la que me dejó de una pieza escandalizándose por la suposición que éstos (presuntamente) habían hecho sobre nuestra relación. Pero qué vergüenza, dijo, cómo han podido pensar eso. Y la verdad es que tanta sorpresa no dejó de resultarme un poquillo molesta.
Aclaro con más datos: mi amiga tiene treinta añitos (veintiuno menos que yo) y es bastante guapa; además trabaja bajo mis órdenes. Con la espontánea expresión de su vergüenza por lo que imaginamos que habrían imaginado mis amigos, lo que me manifestaba era su desagrado de que pudieran pensar que ella, tan linda y tan joven, pudiera tener algo con un tipo tan feucho y viejete como yo; y a lo mejor le molestaría más porque tan imposible situación sólo se la podría explicar quien la supusiera por intereses ruines, lo cual la dejaría en bastante mal lugar. Claro que también me queda la infinitesimal esperanza de que se estuviera vengando de mí por las veces que me he metido con ella y en el fondo, muy en el fondo, no me considere taaaan viejo. De otra parte, no pensaba yo que diera tanta importancia a lo que puedan pensar los demás, aunque ésta es una actitud bastante frecuente.
Como sea, el incidente se puede ya dar por cerrado. Al día siguiente de mandarles mi correo de respuesta con ánimos tranquilizadores frente a su desproporcionada reacción de abatimiento, recibí uno muy breve en el que textualmente me decían: "No sabes la alegría que nos has dado. Estábamos deseosos de recibir tu carta y ha llegado para alegría nuestra. Gracias. Un abrazo con todo nuestro cariño". Casualmente hoy era el día en que tocaba pagar la cuota mensual del yoga y, cuando mi amiga iba a hacerlo, le han dicho que no, que estaba todo cubierto y que no lo discutiera. Hace un ratito me ha llamado para contármelo. Conclusión: bien está lo que bien acaba y, sobre todo, más vale decir lo que se siente que guardárselo dentro (al menos propicias que ocurran cosas que pueden sorprenderte y hacer que aprendas algo nuevo).
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
Espero que no me consideres un zafio por mi comentario, pero antes que lo haga un troll suelto por ahí lo haré yo; ya se sabe que donde hay confianza da asco...
ResponderEliminarLa cuestión es esta:
¿Tu te la quieres ligar o no?
Si la respuesta es negativa, francamente, no te entiendo
Si es positiva, honestamenet positiva, primero, por deontología profesional, despídela, buscándola otro curre, y luego proponla una relación.
Anda, valiente
(Todo esto es broma, o no)
No, no te considero un zafio sino un impertinente (en la acepción de que no viene al caso, no en la de que molestes). No creo que, como afirmas, la cuestión sea si me la quiero ligar o no, sino la descripción de la desagradable sensación de que ella considere dicha posibilidad como una quimera. Aclarada la, para mí, cuestión central (o la segunda, porque la primera es las reacciones derivadas de expresarles a mis amigos mi malestar), no tengo inconveniente en contestarte que no, no me la quiero ligar. Añadiría que, en general, desde hace ya tiempo, nunca quiero ligar (aunque quizá esto nos llevara a una larga discusión semántica sobre cómo entendemos cada uno esa expresión). Y, dado que la respuesta es negativa, ahora soy yo el que te digo que no entiendo lo que no entiendes.
ResponderEliminarYo sí te entiendo, aún razonablemente seguro como estoy de que nunca hayas pretendido ligarte a tu amiga. Pero en cambio no estoy seguro de que hubiera hecho lo mismo que tú. Me refiero a plantearle explícitamente tu malestar a tus amigos. Hay situaciones excesivamente difusas, sutiles e informes para ser traducidas a explicaciones inteligibles. El mero hecho de hablar de ellas les da una forma y una consistencia inevitablemente mayores, y distintas, que las que (no) tenían antes de ser explícitas. La expresión verbal tiene un trazo determinado, mínimo, y solo sirve para reflejar fenómenos de escala muy superior al grosor de ese trazo, A los que son más tenues que ese grueso mínimo, los deforma. Temo que hayas convertido un malestar tuyo pasajero y evanescente en un problema sólido y tangible, por muy resuelto y cerrado que ahora lo consideres. Y cuando ponemos en circulación un objeto sólido y tridimensional, dejamos de controlarlo y pasa a formar parte del mundo real, en el que también están los demás, con su propio derecho y sus propios criterios para manejarlo... Te deseo que la cuestión haya quedado efectivamente cerrada, pero me caben bastantes dudas de si será así.
ResponderEliminarLa pregunta subyacente es: ¿Es pertinente dar tanto sin recibir nada a cambio o estaré haciendo el tonto? No recuerdo si era que tus amigos no podían permitirse pagar algún dinero por tu labor, pero el caso es que la deuda se ha creado, y no creo que la gratuidad de unas clases —a tu subordinada, joven y atractiva recomendada— haya resuelto el asunto. Veo dos desenlaces posibles: Que con el tiempo encontréis la forma de saldar la deuda verdaderamente o que la relación se deteriore y se termine apagando, con sentimientos de culpabilidad por ambas partes. Moraleja: la amistad debe basarse en un equilibrio de intereses. Y aprovecho la ocasión para decir que lo mismo se podría decir en cuanto a lo de devolver los comentarios en los blogs.
ResponderEliminarLos comentarios, Atman, con permiso de Miroslav ya que estoy en su blog, se comentan de 'vuelta' o no, depende de su pertinencia precisamente; el bloguero, como bien sabes puesto que tu lo eres ya, bastante hace con colgar su post
ResponderEliminarComo seguramente has comprendido, Miros, estaba bromeando, aunque hay una ley de la Red, con nombre y todo que ahora no la recuerdo (la mencionó Ozanu una vez) que indica que las ironías no se perciben o se malinterpretan).Por otra parte, en esto de ligar todo depende de todo, del momento, la oportunidad (doble acepción, incluyo la de no ser 'inoportuno'), expectativas de éxito, etc. Paola, es bastante, muy bastante, más joven que yo, y bastante, muy bastante, más guapa que yo. Cuando la tuve de alumna me abstuve de cualquier aproximación mal/bieninterpretable, pero al año siguiente que ya no lo era...¡dejé que me ligara! porque, amigo mío, seguro que lo has descubierto hace tiempo: siempre son ellas las que ligan, esto es, las que deciden.
A mí me funciona bastante bien, en cualquier relación, -lo que incluye la amistad y los comentarios blogueros, entre otras muchísimas inclusiones- una máxima sencillísima: doy exactamente lo que me da la gana de dar, y respeto en consecuencia que los demás den lo que les dé la gana de dar a ellos. Se trata de excluir cualquier sentimiento de obligación propia o ajena y cualquier planteamiento apriorístico de "equidad". Dejamos bien sentado -para nosotros mismos- que pedir lo que no nos dan espontáneamente no solo es inútil, sino imprevisiblemente contraproducente; y que dar por obligación lo que no desearíamos dar es engañoso y comprometedor, y las cosas se simplifican bastante.
ResponderEliminarAtman: Respecto a la pregunta que llamas "subyacente", en mi opinión, sí es pertinente dar sin esperar recibir. No negaré que hay una relación de "feed-back" entre el dar y el recibir, pero se da porque se quiere dar y nunca (en una relación de amistad) se entiende que se ha creado una deuda. Es más, justamente cuando, por lo que sea, uno se siente acreedor es que algo empieza a ir mal. Como ves estoy bastante de acuerdo con Vanbrugh (suele ocurrirme): la amistad no debe basarse en un equilibrio de intereses sino en las ganas de hacer el bien al amigo, lo que no quita que la consecuencia natural sea que haya de hecho un equilibrio, no tanto de intereses, como de "amor" de ida y vuelta (pese a las connotaciones cursis y romanticonas, prefiero usar el término amor en su significado más abstracto y limpio de añadidos).
ResponderEliminarEn cuanto a lo de devolver los comentarios, bastaría repetir lo que dicen tanto Lansky como, de nuevo, Vanbrugh. Pero, además, me surge una duda: ¿te refieres a contestar a tus comentarios a mis posts o en comentar los tuyos? En relación a lo primero, la verdad es que no suelo contestar siempre y puede que con ello demuestre una falta de educación que habría de corregir; en todo caso, si lo que me comentan me genera ganas de contestar, pues contesto (supongo que las ganas me vienen porque el comentario es pertinente). En cuanto a lo segundo, suelo visitar los blogs de los que a mi visitan, pero lo cierto es que en los últimos días ando bastante escaso de tiempo y aunque procuro leérlos (el tuyo entre otro) apenas me queda tiempo para comentar.
Lansky: Por supuesto que son ellas las que ligan; no me cabe ninguna duda.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con Miroslav para relaciones entre amigos (y familiares y parejas) : "más vale decir lo que se siente que guardárselo dentro". Yo no sé vivir tranquilo con el gusano reconcomedor.
ResponderEliminarDecir y decir y contar y contar... hasta con los pelos y señales que cada cual considera.
La palabra es muy importante y esclarecedora.
Sólo en casos extremos, ni hablar ni nada: Silencio y rotura o un continuar la amistad equidistante y meramente cortés.
Pocos debemos ser los que nos conozcamos personalmente en estos blogs y sinembargo ya estáis viendo con cuánta fluidez comentamos los posts, ya sea de modo crítico negativo, mostrando el profundo desacuerdo o el acuerdo.
Y yo diría que nos va bien, pues apenas nadie se retira.
Me alegro pues del final feliz de tu 'escozor' por el asunto entre tus amigos y tu empleada yoguista.
Y SI: SIEMPRE son las mujeres quienes nos ligan. Lo que pasa - y añado de mi cosecha particular - es que lo notamos más pronto que tarde y podemos usar la sicología reversa... Es decir: cambiar el chip y actuar de modo 'femenino'; hacer que den ellas el primer paso para conquistarnos. Creo que eso les intriga y les gusta.
La amistad se basa en el contrapeso de los intereses que son propios de la amistad, y para el amor los que son propios del amor, y sólo conozco dos tipos de amor o amistad desinteresados: el santo y el materno— ¡santas madres! —Pero hasta a las madres hay que llorarles para que sepan que tenemos hambre (observad la cantidad de referencias a mi comentario que he obtenido). Y en cuanto a mi Blog, incipiente aún, no sé si llegará a algún lado, si tengo tanto que decir, si tiene la mínima calidad exigible, etc., por todo lo cual siempre agradezco las escasas visitas y comentarios, pero no me atrevería a reclamar que despertara vuestra atención (quedáis exonerados).
ResponderEliminarEs posible que eso que llamas, Atman, "contrapeso de intereses" sea el estado de equilibrio -la consecuencia, el punto de reposo- de la amistad y el amor cuando llegan a alcanzarlo, es decir, cuando se consolidan y perduran como tales, pero no creo, en absoluto, que pueda ser su premisa de partida. No sé si no hay más amor desinteresado que el "santo" (??) y el materno, pero yo solo considero amor (amistad) al que es desinteresado, voluntaria, expresa y vocacionalmente. Cualquier relación que no lo sea será comercial, contractual, estratégica o sindical, pero, en mi modesta opinión, no tendrá nada que ver con el amor, que o es fundamentalmente desinteresado, o no es. (Y me alegro de no conocer ninguna madre que necesite oir llorar a su hijo para caer en que quizás tenga hambre).
ResponderEliminarYo creo, Miroslav, que en un principio no supiste decirles concretamente a tus amigos que te harían un favor al no cobrarle nada a tu empleada.Ellos la consideraron como un cliente más. Luego, con tu mail, tomaste el riesgo de ofenderlos. La palabra escrita se queda, y es mucho más difícil de matizar que la palabra hablada.
ResponderEliminarEntiendo perfectamente que te ofendiera la reacción de la joven quien, seguramente, no pensó que te podría ofender con dicha reacción ( el descuido de la juventud ). ¡Dios mío que lío !
En fin : TOUT EST BIEN QUI FINIT BIEN.
Al hilo de los comentarios de Grillo y de CC, me percato que no respondí a uno anterior de Vanbrugh que me pareció muy interesante. Decía V. que " hay situaciones excesivamente difusas, sutiles e informes para ser traducidas a explicaciones inteligibles. El mero hecho de hablar de ellas les da una forma y una consistencia inevitablemente mayores, y distintas, que las que (no) tenían antes de ser explícitas. La expresión verbal tiene un trazo determinado, mínimo, y solo sirve para reflejar fenómenos de escala muy superior al grosor de ese trazo, A los que son más tenues que ese grueso mínimo, los deforma. Temo que hayas convertido un malestar tuyo pasajero y evanescente en un problema sólido y tangible, por muy resuelto y cerrado que ahora lo consideres". Creo que explica magistralmente el riesgo cierto que hay al explicitar los malestares íntimos, esos sentimientos difusos y normalmente pasajeros que, al darles consistencia, pueden generar consecuencias reales poco deseables. Creo que no caben las recetas generales; en el caso que he narrado, sopesé (quizá no en exceso) los pros y los contras y decidí "tirarme a la piscina". Pero, aun negando la generalización y mucho menos proponiendo una norma de conducta (para nada un imperativo ético kantiano), creo que, a diferencia de Van, en mis últimos años tiendo más a pensar que es mejor soltar lo que se siente que guardárselo dentro. La dimensión del malestar puede crecer y hasta exagerarse (como efectivamente ha ocurrido con mis amigos), pero al menos no es un fantasma insidioso difícil de combatir justamente por su carácter secreto; por eso, probablemente, "reconcome". En todo caso, igual que se corre el riesgo de que algo no demasiado importante conduzca a una situación violenta que habría podido evitarse, también se posibilita lo contrario, abrirse honestamente a otros y, si éstos merecen la pena, esa apertura emocional fortalecerá la amistad. En síntesis, que a pesar de todo, creo que hice bien. O sea que en esta situación me pongo más del lado de Grillo y no tanto de Vanbrugh o CC (por cierto, respecto a su comentario, diré que a mí casi me parece más difícil de matizar la palabra hablada que la escrita, por más que ésta se quede; al menos, suelo meter la pata mucho más hablando que escribiendo).
ResponderEliminarY en cuanto a los dos últimos comentarios de Atman y de Vanbrugh, me gustaría hacer algunas precisiones personales. La primera es que yo no creo que haya tipos distintos de amor. Amor para mí es sinónimo de benevolencia (querer el bien del amado) y, naturalmente, la amistad es amor, como lo es el de una madre por su hijo o el de un hombre por su mujer. Otra cosa es que las relaciones concretas entre personas a través de las cuales "fluye" el amor vayan acompañadas de otros ingredientes (emociones, sentimientos, comportamientos) y sean éstos las que habitualmente las califican. De hecho, en mi opinión, en las llamadas relaciones amorosas muchas veces el amor no es precisamente el ingrediente más importante (o, al menos, no el más abundante).
ResponderEliminarAclarado lo anterior, mi segunda precisión va en el sentido de que el amor, en tanto sentimiento, emoción o como queramos llamarlo, nace de uno mismo y fluye hacia el otro, sin esperar nada a cambio. Yo creo que se ama porque tenemos esa capacidad (y ejerciéndola nos sentimos mejor, más plenos y felices) y el destinatario es "relativamente" secundario (evidentemente, algo tiene que tener para "excitar", poner en marcha, nuestra actividad amatoria). También es verdad, claro, que lo habitual suele ser que recibamos amor de la persona a la que amamos, pero esto, como bien dice Vanbrugh, es un estado de equilibrio a posteriori, nunca una condición de partida. El amor encuentra su satisfacción en su mero ejercicio (la alegría de sentir que estás amando a alguien), lo cual no niega que puede retroalimentarse de recibir amor. A la inversa, no es tan improbable que sigas amando a alguien que no te ama, aunque ciertamente, si ese alguien, como suele ocurrir en las rupturas de pareja, se empeña en obstaculizar tus "acciones amatorias" lo más probable es que, poco a poco, dejes de amarlo.
Pero, y acabo con este comentario que casi parece un post, no porque no estés recibiendo nada a cambio, sino simplemente porque (y ésta sería mi tercera precisión) para mí el amor es algo real y concreto, algo que se ejerce, que se actúa. Se ama en presente continuo (uno está amando); es decir, cuando se piensa (amorosamente) en el amado (porque obviamente todo está en el cerebro). Por eso, si no te dejan que "hagas" el amor, si te rechazan tu ejercicio amoroso, simplemente, poco a poco, irás dejando de hacerlo, dejando de amar. Ya sé que suena muy materialista (lo es), pero es lo que creo, que el amor es algo "material". No comparto para nada las llamadas concepciones románticas.
Miroslav: Claro que es más difícil (más complicado, diría yo) matizar la palabra hablada que la escrita.
ResponderEliminarA escribir, y borar o corregir antes de enviar el escrito, se ve uno obligado a poner mucho más orden en el pensamiento y en las ideas a transmitir - (a menos que se escriba a cálamo currente y se tire uno a la piscina sin saber cuánta agua hay... Ya véis que yo lo hago a menudo por aquí por guasa y porque considero que somos 'amigos' y personas de buena voluntad en general)
Mientras que al hablar no hay cabida para la reflexión pausada, y tanto menos cuando el interlocutor te corta para apostillar y a menudo se pierde el hilo conductor o se van los dialogantes por lo cerros de Úbeda.
Y reviento si no añado que me repatea ese temor de quienes dicen: 'Ojo, que lo escrito escrito queda'. ¡ Coño ! pues para eso lo escribo !!! Y si creo que tengo que desdecirme porque he cambiado de opinión lo vuelvo a ESCRIBIR PARA QUE QUEDE otra vez.
También podría argumentar en contra esa otra cosa de que 'a las palabras se las lleva el viento'. Otro lugar común.
Miroslav, sigo creyendo que hablando con tus amigos hubieras podido añadir a tu formulación una serie de elementos como son el tono de voz, las mímicas , los gestos , el lugar del encuentro, quiza otros amigos comunes, etc., y darles a ellos la oportunidad de explicarte el porqué de su comportamiento en un ambiente que no sea la pantalla de un ordenador. Sé que escribes muy bien y con gran presición, pero
ResponderEliminara mí, no me gustaría que un verdadero amigo me pidiese explicaciones por correo electrónico.
No quiero ofenderte.
Acepta mi beso virtual, por favor.
Grillo, hay cosas que se dicen, y menos mal que no quedan escritas. Esto es como las fotos que captan una fracción de segundo y la convierten en una eternidad.
ResponderEliminarMatizar la palabra porque siempre tienes la oportunidad, según la reacción de tu interlocutor, de reformular.
Ya he visto que con tu post de hoy, me tachas de mentirosa.
¡¿ CÓMO !!??
ResponderEliminarCC.: ¿De dónde sacas que te dejo de mentirosa ? Quizás de lo que he dicho de que la palabra escrita QUEDA?
No te pillo la broma o la ironía. Pero da igual porque me gustas y sabes que te tengo un sano cariño.
Muac !
Miroslav le llevas 21 años, yo creo que ella puede sentir la misma sensación que sentirías tú por tener una relación con una persona que te llevase tal edad. A mi me gustan mucho los hombres mayores que yo, pero está claro que veinta años son muchos, hay más de una generación de diferencia, no se trata de que te vea como un vejete o feucho, es que es una diferencia de edad muy grande.
ResponderEliminarDe todas formas, yo con quien realmente me he sorprendido, gratamente también es verdad, es con tus amigos. No todo el mundo tiene esa reacción ante la verdad, y en sí eso los hace buenos amigos.
Estoy con CC, por muy excelso y preciso que sea uno escribiendo, la palabra dicha, apoyada por gestos, expresiones de voz y continuas correcciones informa mucho mejor que cualquier mensaje escrito que, de alguna forma, no puede corregirse una vez emitido; todo se escribe en piedra.
ResponderEliminarY estoy de acuerdo con Miros, en cambio, en que sólo hay una forma de amor con todos las variantes y diversos ingredientes o proporciones de los mismos que se quiera. Y no sólo es amor lo que siento por mi mujer (a la que llevo 25 años), por mis hijos (a los que llevo lo mismo, más o menos), por mis (pocos) amigos verdaderos o por mi perra (¡anatema!), sino por las distintas mujeres que he amado, amigos que he tenido, etc., todos disntintos por irrepetibles e iguales en esencia.
Grillo, no recuerdo muy bien dónde ( eso suena ya a geriatrico), creo que en el blog de Lansky pusé un comentario en el que decía que te habías vuelto vago, pues ya no escribías. El mismo día o siguiente, colgaste tu último post, la carta al cura. ¿ Me sigues ?
ResponderEliminarDe todas maneras quería provocar que volvieras a publicar algo.
Ah,mi querido Grillo,¿ en qué lío he vuelto a meternos ?