Recién terminado de escribir el post anterior, me viene a la memoria algo que me contó una amiga (llamémosla Sandra).
Sandra “salía” (no vivían todavía juntos) con Jorge desde hace ya unos cuantos años. Eran chicos jóvenes, pongamos que en los veintitantos. Un día unos amigos comunes les invitaron a una fiesta fuera de su ciudad de residencia. Se trataba de pasar dos días, un fin de semana, en un pueblo costero de veraneo durmiendo un grupo grande en una casa alquilada al efecto. Sandra no podía ir; sin embargo, animó a Jorge a que fuera.
A la vuelta Jorge, con cara preocupada, le dijo que quería hablar con ella. Le confesó que, en el ambiente de diversión y alcohol de la fiesta, acabó enrollándose con una amiga de ambos. Luego, por lo visto, se sintió fatal y decidió decírselo. También es verdad, añadió, que prefería que lo supiera por él que por cualquiera otro (recuérdese que era un grupo de amigos comunes).
A Sandra la noticia no es que la hiciera feliz, pero tampoco se sintió dolida, engañada, indignada, ni de ninguna de las formas en que “se supone” que uno ha de sentirse. De hecho, le desconcertó un tantito no sentirse como se supone que una debe sentirse cuando su novio le dice que se ha acostado con otra. El caso es que ella le tranquilizó a él y la historia quedó como una simple anécdota (hoy siguen juntos, ya como pareja que convive).
Entre paréntesis, durante una temporada Sandra hubo de vivir el aguijoneo continuado de sus amigas y amigos quienes se sentían irritados por su reacción. Es decir, no entendían que ella no se hubiera cabreado y adoptado medidas punitivas (al menos simbólicas) como reacción a la traición de Jorge. No viene ahora al caso, pero parece ser que las posiciones de los amigos tenían diferentes matices según se tratase de un hombre o de una mujer.
Le pregunté a Sandrá que por qué creía que no había reaccionado cómo se supone que debería haberlo hecho. Me contestó que no sentía que Jorge, al enrollarse con otra, le estuviera quitando nada, que estuviera queriéndola menos.
Luego me contó que ella, algo antes de ese acontecimiento, había tenido algunos rollitos con un amigo al que veía ocasionalmente. Y pese a pasárselo bien, disfrutar, nunca había sentido que esas historias enfriaran o variaran sus sentimientos hacia Jorge.
Eso Sandra nunca se lo contó a Jorge, porque Jorge no querría oírlo.
Sandra “salía” (no vivían todavía juntos) con Jorge desde hace ya unos cuantos años. Eran chicos jóvenes, pongamos que en los veintitantos. Un día unos amigos comunes les invitaron a una fiesta fuera de su ciudad de residencia. Se trataba de pasar dos días, un fin de semana, en un pueblo costero de veraneo durmiendo un grupo grande en una casa alquilada al efecto. Sandra no podía ir; sin embargo, animó a Jorge a que fuera.
A la vuelta Jorge, con cara preocupada, le dijo que quería hablar con ella. Le confesó que, en el ambiente de diversión y alcohol de la fiesta, acabó enrollándose con una amiga de ambos. Luego, por lo visto, se sintió fatal y decidió decírselo. También es verdad, añadió, que prefería que lo supiera por él que por cualquiera otro (recuérdese que era un grupo de amigos comunes).
A Sandra la noticia no es que la hiciera feliz, pero tampoco se sintió dolida, engañada, indignada, ni de ninguna de las formas en que “se supone” que uno ha de sentirse. De hecho, le desconcertó un tantito no sentirse como se supone que una debe sentirse cuando su novio le dice que se ha acostado con otra. El caso es que ella le tranquilizó a él y la historia quedó como una simple anécdota (hoy siguen juntos, ya como pareja que convive).
Entre paréntesis, durante una temporada Sandra hubo de vivir el aguijoneo continuado de sus amigas y amigos quienes se sentían irritados por su reacción. Es decir, no entendían que ella no se hubiera cabreado y adoptado medidas punitivas (al menos simbólicas) como reacción a la traición de Jorge. No viene ahora al caso, pero parece ser que las posiciones de los amigos tenían diferentes matices según se tratase de un hombre o de una mujer.
Le pregunté a Sandrá que por qué creía que no había reaccionado cómo se supone que debería haberlo hecho. Me contestó que no sentía que Jorge, al enrollarse con otra, le estuviera quitando nada, que estuviera queriéndola menos.
Luego me contó que ella, algo antes de ese acontecimiento, había tenido algunos rollitos con un amigo al que veía ocasionalmente. Y pese a pasárselo bien, disfrutar, nunca había sentido que esas historias enfriaran o variaran sus sentimientos hacia Jorge.
Eso Sandra nunca se lo contó a Jorge, porque Jorge no querría oírlo.
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Hola Miro,
ResponderEliminarUn placer leerte.
Besos
Marguerite
Comentado el Miércoles, 2 Agosto 2006 09:32
Todos somos diferentes, y hay que saber respetar y convivir con las personas a las que quieres, sin imponer tus principios sobre los otros.
ResponderEliminarUn beso
Comentado el Viernes, 4 Agosto 2006 08:02 (Web)