Individuo que, buscando aparcamiento, tiene la fortuna de encontrar un amplio hueco en una fila abarrotada. En vez de pegarse al de delante o al de detrás, dejando espacio suficiente para que estacione otro coche, se plantifica en el medio. Menos maniobraré para salir luego, imagino que piensa. He de reconocer que este comportamiento me resulta beneficioso desde que conduzco un Smart.
Parejita de la mano (qué bonito es el amor) parada en una escalera mecánica. Sustitúyase parejita por grupo de amigos o cualquier otro número de personas que, yendo juntas, impiden el paso a quienes suben andando. Es que la gente no tiene paciencia, qué ganas de correr, ¿por qué no se quedarán quietitos en su peldaño y dejarán tranquilamente que la escalera les lleve a la siguiente planta?
Cruce entre calles con semáforo; el carril de la derecha tiene el semáforo verde para girar en ese sentido. En ese carril, sin embargo, se detiene un coche que va a seguir recto, obligando a los que quieren girar a que esperen hasta que se ponga en verde el semáforo. A veces este comportamiento no es intencionado; muchas otras sí. Hay métodos para verificarlo.
Conductor amante de la música (los géneros predominantes son el reggaeton y el hip-hop, aunque admito que puedo equivocarme dados mis escasos conocimientos al respecto) que generosamente quiere compartirla con sus conciudadanos. Para ello circula con las ventanillas abiertas y el sonido al máximo volumen, preferentemente a partir de medianoche.
Persona que presiona simultáneamente los dos botones de llamada de un ascensor público, de forma que detiene tanto al que va bajando como al que va subiendo. Cuando el primero en abrir sus puertas es el que va en el sentido contrario al que le interesa, suele preguntar a sus ocupantes “¿sube?” (o “¿baja?”) y obtener como respuesta: “no, baja” (o “no, sube”). Todavía no he oído que nadie le diga al simpático algo como “si no hubieras tocado el botón de bajada (o de subida), no nos habrías parado inútilmente, gilipollas”.
Conductores que están convencidos (la mayoría) de que en la ciudad los coches tienen prioridad sobre el peatón. Hay muchos comportamientos con los que manifiestan esta creencia. Por ejemplo, el emocionante reto de miradas entre el peatón que pretende cruzar un paso de cebra y el automovilista que está llegando ahí. Otro: aparcar sobre la acera estrechando el ya de por sí generalmente estrecho espacio para la circulación peatonal (cómo me aclaman las mamás con sus carritos).
Chaval con ansias de expresar el arte que lleva dentro con pintadas murales. Las muestras suelen ser pictogramas caligráficos o textos de cruda poesía vanguardista (por supuesto, en el neolenguaje msm). Las superficies preferidas, fachadas bien pintadas o puertas de garaje tales como la del edificio donde habito. Excluyo de esta entrada de mi catálogo a los grafiteros dotados de habilidad artística cuyas obras mejoran notablemente paredes ciegas y medianeras vistas.
Transeúnte que bota al pavimento desechos de cualquier naturaleza, ignorante de la función de las papeleras o demasiado impaciente para esperar hasta encontrar una. La culpa, obviamente, es del Ayuntamiento que apenas pone papeleras ... ¡Con lo divertido que es quemarlas!
Sólo he citado ocho elementos de mi catálogo; hay más, no quepa duda, pero no se trata de aburrir. Todos estos comportamientos tienen en común el acendrado espíritu solidario de sus protagonistas, ese admirable pensar en los demás, asumiendo como propio el imperativo moral kantiano: actúa de forma que tu actuar pueda ser una norma universal. Se comprenderá, pues, que observándolos me embargue la emoción, la alegría profunda de que estos seres humanos sean mis conciudadanos. Gracias a estos modelos de conducta somos quienes somos ("basta de historia y de cuentos"), culmen ejemplar de la civilidad.
Parejita de la mano (qué bonito es el amor) parada en una escalera mecánica. Sustitúyase parejita por grupo de amigos o cualquier otro número de personas que, yendo juntas, impiden el paso a quienes suben andando. Es que la gente no tiene paciencia, qué ganas de correr, ¿por qué no se quedarán quietitos en su peldaño y dejarán tranquilamente que la escalera les lleve a la siguiente planta?
Cruce entre calles con semáforo; el carril de la derecha tiene el semáforo verde para girar en ese sentido. En ese carril, sin embargo, se detiene un coche que va a seguir recto, obligando a los que quieren girar a que esperen hasta que se ponga en verde el semáforo. A veces este comportamiento no es intencionado; muchas otras sí. Hay métodos para verificarlo.
Conductor amante de la música (los géneros predominantes son el reggaeton y el hip-hop, aunque admito que puedo equivocarme dados mis escasos conocimientos al respecto) que generosamente quiere compartirla con sus conciudadanos. Para ello circula con las ventanillas abiertas y el sonido al máximo volumen, preferentemente a partir de medianoche.
Persona que presiona simultáneamente los dos botones de llamada de un ascensor público, de forma que detiene tanto al que va bajando como al que va subiendo. Cuando el primero en abrir sus puertas es el que va en el sentido contrario al que le interesa, suele preguntar a sus ocupantes “¿sube?” (o “¿baja?”) y obtener como respuesta: “no, baja” (o “no, sube”). Todavía no he oído que nadie le diga al simpático algo como “si no hubieras tocado el botón de bajada (o de subida), no nos habrías parado inútilmente, gilipollas”.
Conductores que están convencidos (la mayoría) de que en la ciudad los coches tienen prioridad sobre el peatón. Hay muchos comportamientos con los que manifiestan esta creencia. Por ejemplo, el emocionante reto de miradas entre el peatón que pretende cruzar un paso de cebra y el automovilista que está llegando ahí. Otro: aparcar sobre la acera estrechando el ya de por sí generalmente estrecho espacio para la circulación peatonal (cómo me aclaman las mamás con sus carritos).
Chaval con ansias de expresar el arte que lleva dentro con pintadas murales. Las muestras suelen ser pictogramas caligráficos o textos de cruda poesía vanguardista (por supuesto, en el neolenguaje msm). Las superficies preferidas, fachadas bien pintadas o puertas de garaje tales como la del edificio donde habito. Excluyo de esta entrada de mi catálogo a los grafiteros dotados de habilidad artística cuyas obras mejoran notablemente paredes ciegas y medianeras vistas.
Transeúnte que bota al pavimento desechos de cualquier naturaleza, ignorante de la función de las papeleras o demasiado impaciente para esperar hasta encontrar una. La culpa, obviamente, es del Ayuntamiento que apenas pone papeleras ... ¡Con lo divertido que es quemarlas!
Sólo he citado ocho elementos de mi catálogo; hay más, no quepa duda, pero no se trata de aburrir. Todos estos comportamientos tienen en común el acendrado espíritu solidario de sus protagonistas, ese admirable pensar en los demás, asumiendo como propio el imperativo moral kantiano: actúa de forma que tu actuar pueda ser una norma universal. Se comprenderá, pues, que observándolos me embargue la emoción, la alegría profunda de que estos seres humanos sean mis conciudadanos. Gracias a estos modelos de conducta somos quienes somos ("basta de historia y de cuentos"), culmen ejemplar de la civilidad.
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
Yo he desarrollado una capacidad increible para que los comportamientos sociales no incidan en mi carácter. Y es que lo que no está en tu mano, por lo menos que no te amargue el día.
ResponderEliminarCreo que te has dejado muchos en el tintero, pero como muestra me apunto a todos ellos.
ResponderEliminar¿En serio te molesta? :-)))
ResponderEliminarJajajajaja... con lo del ascensor casi me parto y es que tendrías que ver los cabreos que pilla mi pobre husband con esa manía de apretar ambos botones :D
ResponderEliminarYo no sé si será que me hago mayor pero cada día soporto menos a la gente mal educada e incívica.
Besos
:P Ternura ehh...jajaja muy bueno!
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