El urbanismo es una disciplina que no se corresponde con una titulación universitaria; no hay ninguna carrera de urbanismo, por más que, como asignatura y desde distintos enfoques, se imparta (desastrosamente) en unas cuantas. Así que los profesionales que nos dedicamos al urbanismo tenemos titulaciones universitarias diversas. La especie mayoritaria en esta fauna son los arquitectos (es mi caso), pero también hay ingenieros, geógrafos, sociólogos, licenciados en derecho ... Incluso he conocido a alguno, nada malo, de formación autodidacta. Lo cierto es que, cuanto más te metes en este mundo (como en cualquier otro), menos importa tu origen universitario y más el proceso de profundización en la disciplina. Ejercer de urbanista requiere una mínima base técnica, capacidad espacial, comprensión jurídica, cierta cultura humanista, sensibilidad social, percepción política y, sobre todo, sentido común. Los arquitectos, por ejemplo, suelen acercarse al urbanismo desde una ingenua visión del “diseño urbano”, como si algún Napoleón III fuera a encargarnos la remodelación de París; solemos despreciar el marco legal y, afortunada o desafortunadamente (afortunadamente), el urbanismo es también una disciplina jurídica, un marco de reglas de juego, de derechos y deberes, en cuyo seno deben operar los procesos de transformación de la ciudad y el territorio. Los abogados, al contrario, suelen quedarse en esta concepción del urbanismo, no queriendo ver que detrás de las leyes hay actos reales, que las decisiones urbanísticas no se adoptan simplemente para cumplir formalmente unas normas, que son éstas las que se promulgan para lograr objetivos urbanísticos.
En fin, no me voy a enrollar por esos lares porque no creo que a nadie le interese (y a mí al que menos). A lo que voy es que en el mundillo profesional en el que me desenvuelvo hay una especie de cuerpo doctrinal común que está hecho de muchas materias sectoriales. Uno se va haciendo tanto mejor urbanista cuanto más va cubriendo sus carencias. Por múltiples causas, hay una escasez notable de buenos urbanistas en estos parajes y, lo que es más grave, dicha escasez es mucho mayor entre las generaciones jóvenes (aprovecho, en el caso improbabilísimo de que me lea alguien atraído por el urbanismo, para animarle a que se venga aCanarias: hay demanda de profesionales). Esta carencia de buenos urbanistas se da entre todas las titulaciones vinculadas a la disciplina, pero muy especialmente entre los jurídicos. Hay aquí poquísimos licenciados en derecho que se especialicen en elurbanístico y que, sobre todo, superen la visión formalista tan común entre ellos.
Como ya he contado en ocasiones anteriores, trabajo en la Administración Pública (el urbanismo es una actividad pública, para quien no lo sepa), en donde abundan los licenciados en derecho. Lamentablemente, apenas hay de todos ellos quienes tienen las aptitudes y actitudes para ser considerados urbanistas. La mayoría de los que caen por mi área están aquí como podrían estar en Hacienda o en Servicios Sociales, y no pasan de ser meros tramitadores administrativos, muy preocupados (eso sí) por su carrera funcionarial y llegar lo antes posible a jefe de servicio (en esto, curiosamente, no noto diferencias entre los sexos; si acaso, ganan las mujeres). El resultado, como se podrá imaginar, es un grave déficit en la que debe ser una de las funciones del sector público: dirigir desde el interés general la ordenación del territorio y de las ciudades.
En este desolador panorama destacan, por contraste, algunas excepciones. En nuestra área hay, por ejemplo, un jurídico joven, Sergio, que ya lleva unos cuantos años trabajando con nosotros. Ahora, sin embargo, ha decidido buscarse que le trasladen y parece que ha conseguido un hueco en otro departamento de esta institución. No se va porque no le interese el urbanismo; al contrario, la disciplina le gusta mucho y en este tiempo ha demostrado las actitudes y aptitudes a que antes aludía. Hay, en su decisión, motivaciones debidas al desencanto (el principal virus de esta ocupación) pero la causa principal radica en el hostigamiento de una compañera de trabajo, la Alicia de quien hablé en otro post. Esta chica, debido seguramente a su combinación de mediocridad profesional y ambiciones trepadoras, lleva una temporadilla haciéndole puñetitas; en realidad, por lo que sé, se las hace a todo el servicio administrativo. Pero con quien más se ensaña es, casualmente, con Ana, la mujer de este compañero, que también trabaja en el mismo departamento y a las órdenes de Alicia. La situación, por lo visto, ha llegado a un punto en el cual Ana no aguanta más, en el que su equilibrio emocional queda afectado.
El mínimo sentido común lleva a concluir que es imprescindible que Ana se traslade de su actual puesto. Así lo entendió Sergio y, por lo que me contó el otro día, parece que ya se ha encontrado un nuevo destino a su mujer dentro de la misma Institución. Trasladada Ana, la mayor parte del problema real desaparece, porque Alicia, por más que quiera, no puede afectar demasiado a Sergio. Sin embargo, éste ha decidido que de todas maneras se va y no quiere atender a razones que le hagan reconsiderar su decisión. A mi modo de ver se equivoca, y así traté, infructuosamente, de hacérselo ver.
Ciertamente, el panorama que vivimos en estos momentos en nuestra Área no es muy alentador, pero también es verdad que en los próximos meses pueden aparecer factores nuevos. Lo lógico sería esperar, ver cómo evolucionan los próximos acontecimientos y, a la vista de ellos, tomar la decisión más conveniente para su futuro profesional. Sin embargo, si ahora se pasa al departamento en el que le han ofrecido un puesto, deja el urbanismo (que le gusta y en cuyo ámbito puede desarrollar un buen trabajo profesional) y, lo que es peor, pierde a medio plazo (por un par de años, al menos) la posibilidad de volver, ya que adquiere un compromiso con la persona que le ha ofrecido el traslado. Persona ésta, por otra parte, que es humanamente excelente, pero que dudo que sea lo que a Sergio le conviene para su desarrollo profesional. Como último dato “objetivo” en este repaso sintético, hay que decir que Sergio cuenta a su favor, frente a Alicia, con el apoyo de casi todos los que tenemos cierta “autoridad moral” en el área; es decir que no estaría nunca falto del arropamiento que pudiera necesitar.
Pero Sergio anda empeñado en mantener una decisión, que sin ser de vida y muerte tampoco es nada irrelevante, tomada desde su emotividad. Me da la impresión de que quiere, como Hernán Cortés, quemar los barcos para quedarse sin opciones, sin marcha atrás. No diré que nunca haya que hacer esos gestos, pero en mi opinión, no es ésta una de esas ocasiones. Me gustaría (y no soy el único) que la razón se impusiera a la emoción, máxime cuando es relativamente fácil paliar los conflictos más graves. Pero me temo que, por motivos en absoluto proporcionadamente justificados, Sergio va a tomar la decisión errónea, tanto para él como para la institución y la actividad profesional a la que llevo dedicado veinticinco años. ¡Qué pena! A lo mejor cae por este blog, lee este post y rectifica (que dicen que es de sabios). Que sea lo que Dios y el Diablo decidan en sus frívolas partidas de dados.
En fin, no me voy a enrollar por esos lares porque no creo que a nadie le interese (y a mí al que menos). A lo que voy es que en el mundillo profesional en el que me desenvuelvo hay una especie de cuerpo doctrinal común que está hecho de muchas materias sectoriales. Uno se va haciendo tanto mejor urbanista cuanto más va cubriendo sus carencias. Por múltiples causas, hay una escasez notable de buenos urbanistas en estos parajes y, lo que es más grave, dicha escasez es mucho mayor entre las generaciones jóvenes (aprovecho, en el caso improbabilísimo de que me lea alguien atraído por el urbanismo, para animarle a que se venga aCanarias: hay demanda de profesionales). Esta carencia de buenos urbanistas se da entre todas las titulaciones vinculadas a la disciplina, pero muy especialmente entre los jurídicos. Hay aquí poquísimos licenciados en derecho que se especialicen en elurbanístico y que, sobre todo, superen la visión formalista tan común entre ellos.
Como ya he contado en ocasiones anteriores, trabajo en la Administración Pública (el urbanismo es una actividad pública, para quien no lo sepa), en donde abundan los licenciados en derecho. Lamentablemente, apenas hay de todos ellos quienes tienen las aptitudes y actitudes para ser considerados urbanistas. La mayoría de los que caen por mi área están aquí como podrían estar en Hacienda o en Servicios Sociales, y no pasan de ser meros tramitadores administrativos, muy preocupados (eso sí) por su carrera funcionarial y llegar lo antes posible a jefe de servicio (en esto, curiosamente, no noto diferencias entre los sexos; si acaso, ganan las mujeres). El resultado, como se podrá imaginar, es un grave déficit en la que debe ser una de las funciones del sector público: dirigir desde el interés general la ordenación del territorio y de las ciudades.
En este desolador panorama destacan, por contraste, algunas excepciones. En nuestra área hay, por ejemplo, un jurídico joven, Sergio, que ya lleva unos cuantos años trabajando con nosotros. Ahora, sin embargo, ha decidido buscarse que le trasladen y parece que ha conseguido un hueco en otro departamento de esta institución. No se va porque no le interese el urbanismo; al contrario, la disciplina le gusta mucho y en este tiempo ha demostrado las actitudes y aptitudes a que antes aludía. Hay, en su decisión, motivaciones debidas al desencanto (el principal virus de esta ocupación) pero la causa principal radica en el hostigamiento de una compañera de trabajo, la Alicia de quien hablé en otro post. Esta chica, debido seguramente a su combinación de mediocridad profesional y ambiciones trepadoras, lleva una temporadilla haciéndole puñetitas; en realidad, por lo que sé, se las hace a todo el servicio administrativo. Pero con quien más se ensaña es, casualmente, con Ana, la mujer de este compañero, que también trabaja en el mismo departamento y a las órdenes de Alicia. La situación, por lo visto, ha llegado a un punto en el cual Ana no aguanta más, en el que su equilibrio emocional queda afectado.
El mínimo sentido común lleva a concluir que es imprescindible que Ana se traslade de su actual puesto. Así lo entendió Sergio y, por lo que me contó el otro día, parece que ya se ha encontrado un nuevo destino a su mujer dentro de la misma Institución. Trasladada Ana, la mayor parte del problema real desaparece, porque Alicia, por más que quiera, no puede afectar demasiado a Sergio. Sin embargo, éste ha decidido que de todas maneras se va y no quiere atender a razones que le hagan reconsiderar su decisión. A mi modo de ver se equivoca, y así traté, infructuosamente, de hacérselo ver.
Ciertamente, el panorama que vivimos en estos momentos en nuestra Área no es muy alentador, pero también es verdad que en los próximos meses pueden aparecer factores nuevos. Lo lógico sería esperar, ver cómo evolucionan los próximos acontecimientos y, a la vista de ellos, tomar la decisión más conveniente para su futuro profesional. Sin embargo, si ahora se pasa al departamento en el que le han ofrecido un puesto, deja el urbanismo (que le gusta y en cuyo ámbito puede desarrollar un buen trabajo profesional) y, lo que es peor, pierde a medio plazo (por un par de años, al menos) la posibilidad de volver, ya que adquiere un compromiso con la persona que le ha ofrecido el traslado. Persona ésta, por otra parte, que es humanamente excelente, pero que dudo que sea lo que a Sergio le conviene para su desarrollo profesional. Como último dato “objetivo” en este repaso sintético, hay que decir que Sergio cuenta a su favor, frente a Alicia, con el apoyo de casi todos los que tenemos cierta “autoridad moral” en el área; es decir que no estaría nunca falto del arropamiento que pudiera necesitar.
Pero Sergio anda empeñado en mantener una decisión, que sin ser de vida y muerte tampoco es nada irrelevante, tomada desde su emotividad. Me da la impresión de que quiere, como Hernán Cortés, quemar los barcos para quedarse sin opciones, sin marcha atrás. No diré que nunca haya que hacer esos gestos, pero en mi opinión, no es ésta una de esas ocasiones. Me gustaría (y no soy el único) que la razón se impusiera a la emoción, máxime cuando es relativamente fácil paliar los conflictos más graves. Pero me temo que, por motivos en absoluto proporcionadamente justificados, Sergio va a tomar la decisión errónea, tanto para él como para la institución y la actividad profesional a la que llevo dedicado veinticinco años. ¡Qué pena! A lo mejor cae por este blog, lee este post y rectifica (que dicen que es de sabios). Que sea lo que Dios y el Diablo decidan en sus frívolas partidas de dados.
CATEGORÍA: Todavía no la he decidido
Y yo que creía que en la administración no os hacíais la zancadilla. Que había una paz laboral relativa, debido a que los ascensos se debían más a la superación de exámenes que a los méritos demostrados en el trabajo. En fin hay gente que si no jode a alguien no está feliz.
ResponderEliminar¡Qué interesante...!
ResponderEliminar¡ No sabía que Dios y el Diablo jugaran a los dados...!
Besos
Entiendo tu punto de vista pero también entiendo el de él, porque cuando no estás a gusto con algo del trabajo durante un tiempo largo, llega un momento en el que está sensación invade el resto de tu vida y no compensa....
ResponderEliminarTanto poder tiene Alicia para "machacar" así a la gente???
A lo mejor la solución pasaba por "el traslado" de Alicia..
De tu post quisiera resaltar que es una suerte poder pedir traslado a otro departamento si hay problemas de relacion o incluso bullying. La nómina es la misma, las condiciones también... es lo que tiene de bueno la administración pública, pero ¿te imaginas esta misma situación en una empresa privada?
ResponderEliminarNo es tan facil dejar el trabajo y pensar que encontraras otro igual o mejor.
De todas formas hay momentos en los que apetece empezar en otro sitio, aunque pierdas ciertas ventajas. Hacer un barrido total, cambiar de decorado... Yo lo he necesitado alguna vez y no me he arrepentido.
ResponderEliminar"disce, puer, uirtutem ex me uerumque laborem, fortunam ex aliis"
ResponderEliminarLa cita es del canto duodécimo de La Eneida. Un soldado moribundo, en el momento final, le dice a su hijo que el exito lo tendrá que aprender de otros, que de él sólo le podrá quedar el ejemplo del trabajo duro....Si no te mueves por el exito, si el exito no te motiva, sólo te queda la pequeña satisfacción (contigo mismo como único juez)de realizar un buen trabajo...pero si las condiciones para ello también se deterioran.... (problema filosófico: cuánto se puede restar de algo, del amor, de la amistad,...de las condiciones laborales, hasta que
uno pueda resignarse a aceptar que ya es otra cosa)...
....te lo agradezco mucho, de verdad.