Acabo de volver de La Gomera. Nada, apenas cuarenta y ocho horas de escapadita; dos días de desconexión y descanso. Aunque, no sé por qué, estas minivacaciones hacen que me dé cuenta de lo que cansado que estoy. He pasado los dos días agotado, notando todo el cuerpo baldado. Claro que, cuando se está así, nada mejor que pasarlo en un hotel estupendo, con la habitación al borde de una costa acantilada, mirando al mar e intuyendo, a lo lejos, la isla de El Hierro. Levantarse a las diez menos cuarto, sólo porque a las diez cerraban el buffet. Desayuno pantagruélico: huevos revueltos, bacon, tomate asado y zumo de naranja, de primero; café con leche y bollería variada, de segundo; tablita de quesos, un par de yogures y macedonia de frutas con un plátano de ahí mismito, para acabar). Volver a la cama hasta las doce. Hamaca en la piscina: lectura, sudokus, chapuzones. Así pasaron las dos mañanas; tras los almuerzos, pequeñas salidas con el coche: parte de la cara sur de la Isla y Garajonay, el sábado; San Sebastián, Hermigua y Agulo, el domingo.
Hubo ocasión hasta para perderse por el centro de Garajonay. Nos metimos con un Ibiza desde Laguna Grande por una pista asfaltada, en bastante buen estado que discurría hacia el norte. Atravesamos así el Parque Nacional disfrutando de la exuberancia de la laurisilva, la maravilla de esa vegetación frondosa tan poco habitual, tan "prehistórica". Poco después del mirador sobre Vallehermoso, llegamos a la carretera general en la cara norte de la Isla. Había que dar la vuelta y, para no repetir camino, se nos ocurrió probar por otra vía que aparecía casi a trazos discontinuos en el mapa turístico. Los dos o tres primeros kilómetros todo iba bien, pero de pronto empezó a desaparecer el asfalto y angostarse a un camino fangoso y lleno de badenes. Conducía una amiga que poco a poco empezó a ponerse nerviosa. En eso llegamos a un caserío, pero en ninguna casa parecía haber nadie. La trocha se bifurcó; elegimos fiándonos de una orientación que empezaba a estar mareada. Se empezaba a hacer de noche y más en medio de esa jungla cerrada. Vueltas y más vueltas y al final encontramos una pista asfaltada. Ya no teníamos idea ni de dónde estábamos ni en que sentido nos movíamos. Sin saber explicárnoslo, al cabo de una media hora, aparecimos en la carretera general, pero en el lado norte: no habíamos hecho sino un circuito retorcido que nos había devuelto a la casilla de salida. Eran las nueve de la noche y teníamos reserva para la cena a las nueve y media; llegamos un cuarto de hora tarde, pero no pasó nada.
Hubo ocasión hasta para perderse por el centro de Garajonay. Nos metimos con un Ibiza desde Laguna Grande por una pista asfaltada, en bastante buen estado que discurría hacia el norte. Atravesamos así el Parque Nacional disfrutando de la exuberancia de la laurisilva, la maravilla de esa vegetación frondosa tan poco habitual, tan "prehistórica". Poco después del mirador sobre Vallehermoso, llegamos a la carretera general en la cara norte de la Isla. Había que dar la vuelta y, para no repetir camino, se nos ocurrió probar por otra vía que aparecía casi a trazos discontinuos en el mapa turístico. Los dos o tres primeros kilómetros todo iba bien, pero de pronto empezó a desaparecer el asfalto y angostarse a un camino fangoso y lleno de badenes. Conducía una amiga que poco a poco empezó a ponerse nerviosa. En eso llegamos a un caserío, pero en ninguna casa parecía haber nadie. La trocha se bifurcó; elegimos fiándonos de una orientación que empezaba a estar mareada. Se empezaba a hacer de noche y más en medio de esa jungla cerrada. Vueltas y más vueltas y al final encontramos una pista asfaltada. Ya no teníamos idea ni de dónde estábamos ni en que sentido nos movíamos. Sin saber explicárnoslo, al cabo de una media hora, aparecimos en la carretera general, pero en el lado norte: no habíamos hecho sino un circuito retorcido que nos había devuelto a la casilla de salida. Eran las nueve de la noche y teníamos reserva para la cena a las nueve y media; llegamos un cuarto de hora tarde, pero no pasó nada.
En fin, que muy cortita la escapada. Pero, por breve que sea la visita, siempre es maravilloso, mágico, volver a disfrutar de la Gomera, de las siete, mi favorita. En pocos sitios puede uno encontrar paisajes tan alucinantes como los de esta isla tan pequeña pero, a la vez, con una orografía tremenda, llena de fuerza, de embrujo, de misterio ... A quien no la conozca no puedo sino recomendarla muy encarecidamente. Y si quien esto lee es aficionado a caminar, sepa que no hay otro destino igual. Por cierto, que conste que no trabajo para la oficina de turismo insular (es que me encanta).
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
Pues no, no la conozco, pero me han entrado ganas.
ResponderEliminarHay que ver lo que dan de sí 48 horas bien aprovechadas.
Un beso.
Vaya, chico, viajando a diferentes sitios, parece que hayamos hecho el mismo viaje... una ventana al mundo interior ;)
ResponderEliminarIncluyo tu destino en mi lista de sitios para recorrer.
Besotes.
Dicen que Canarias gusta mucho o no gusta nada...yo soy de las segundas. Vive 9 meses y 9 días en Las Palmas y no me gustó nada. Conozco Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura, pero, no sé si es que no me adapté a la forma de vida o que...
ResponderEliminarDonde si tengo ganas de ir es a La Palma y si dices que la Gomera es así, habrá que probar también..para por lo menos poder opinar...
Espero que ningún canario se tome a mal esto; yo soy vasca y a mucha gente tampoco le gusta...
Pilar, me has dejado un poquillo sorprendido con tu comentario, porque no sé si viene a cuento o es una declaración que te apetecía hacer. Dices que Canarias no te gustó nada y me parece muy lícito. Sin embargo, me da la impresión de que, más que a los paisajes, te refieres al modo de vida, a la gente, etc (hablas de que no te adaptaste). Me cuesta creer que no te gusten Las Cañadas y el Teide, la Montaña del Fuego de Lanzarote, los surrealistas paisajes de la zona de Betancuria en Fuerteventura, el interior de Gran Canaria ... Pero, todo puede ser. En todo caso, las Islas son muy distintas unas de otras, cada una tiene paisajes únicos; así que es difícil generalizar una opinión (me gusta o no me gusta) sobre el conjunto de Canarias. Como cuento en mi post, La Gomera a mí me encanta, me parece mágica.
ResponderEliminarEn cuanto a eso de que ningún canario se tome mal lo que dices, pues imagino que, a poco que tenga dos dedos de frente, no lo hará, así que no te preocupes. Lo que me llama la atención es esa presunción que se desprende de tu comentario de que por ser canario o vasco ha de gustarte “tu” tierra. Daría para mucho, como también eso de “ser” canario o vasco. Pero no es este el lugar. Por cierto, dices que tú eres vasca y que a mucho gente tampoco le gusta ... ¿El qué? ¿Que seas vasca, los paisajes vascos, los vascos, los nacionalistas vascos ...? En todos los sitios hay personas estupendas (y también gilipollas) y casi todos los paisajes son maravillosos (sobre todo, cuanto menos tocados están por el hombre). Un beso.
Pues a mi no me gusto ni el paisaje ni el tipo de vida; no me gustaron las playas de Fuerteventura, ni el Teide, ni la ciudad de la Las Palmas ni el sur de Tenerife (está claro que alguno de los sitios que tú nombras, si...pero una provincia no es sólo las 2 cosas bonitas que haya)
ResponderEliminarEn cuanto a que hay gente que no les gustan los vascos, si pasa y mucho. Lo asocian al terrorismo, al nacionalismo extremo y con eso ya opinan sin haber estado. Yo por lo menos, para opinar de una provincia tengo que haber estado y tiempo, sino no opino. Y los canarios me caen bien los que merecen la pena y mal, los gillipollas que como bien dices hay en todos lados me caen fatal.
Y lo siento, no coincido contigo en que todos los paisajes son maravillosos. Los hay que si y los hay que para nada. Y a eso sumale que para gustos....