Atendiendo una recomendación de Ana C. descubrí el blog del Chukustako, un mexicano que escribe desgarrando el idioma. Conté hace un par de posts que me encanta el castellano de México y este blog es un buen ejemplo. Véase, por ejemplo, este relato: apenas 1800 palabras y qué abundancia de giros, vocablos, imágenes, sorpresas. Va un breve listado: polvosa, graffs, otrora, camellón, freón, crayón, sonar el claxon (transitivo), farolazo, enrebozada, me la deben, correrme (no, en ese sentido no), chingar, ponme atención, pesero, comezón, gañán, pinche, pedo, romper la madre, gabacho… Espectacular, ¿verdad?
Cuando leo textos como los del Chukustako siento latir las palabras, siento que el idioma vive; y eso, lo confieso, me emociona. Cada vez me siento menos enraizado a lealtades nacionales; incluso hay momentos en que, ante tantas abyectas rimbombancias demagógicas (sin ir más lejos, el discurso pepero sobre España), me tientan apostasías patricidas. Sin embargo, reconozco que con el lenguaje, con mi lengua, no puedo dejar de sentir relaciones de pertenencia. Y, ya desde hace tiempo, los paisajes más bellos de esta patria de voces y palabras los encuentro al otro lado del Atlántico (muy especialmente en México). Hay por supuesto excepciones, pero cuánto necesitamos inyecciones de vitalidad en el castellano de España.
Cambiando de tema, ¿quién sabía que claxon proviene de una marca comercial estadounidense, Klaxon? El claxon, dispositivo eléctrico, fue inventado a principios del XX por un socio de Edison, un tal Miller Reese Hutchison. En 1908, una compañía de New Jersey compró los derechos para fabricar y comercializar la bocina eléctrica y la bautizó con un nombre tomado de la palabra griega para chillar. Lo divertido es que Miller Reese Hutchison, antes del claxon, había inventado el audífono eléctrico; dicen las malas lenguas que el claxon vino para aumentar el número de demandantes de su audífono (resulta creíble).
Salgo a dar el paseo vespertino a la perra (sí, he vuelto a cambiar de tema) y me sorprende una farola altísima, tan alta que la esfera de luz blanca muy brillante parecía la luna llena en un cielo despejado … Y tanto que lo parecía. Así que estamos en luna llena, pues eso va a explicar varias cosas. Cuando esas ciertas cosas suceden, se me ocurre la estúpida idea de excusarme por ser hombre y, además, tener ya una edad. O sea, que las hormonas (y no sólo) no piden guerra, sino paz. No lo sé, a lo mejor no siento tanto cómo pide la luna llena. ¿Me defenderé elogiando la calidad frente a la cantidad?
Perdóneseme el paréntesis críptico. Vuelvo al relato del Chukustako que he enlazado. ¿No lo has leído todavía? Pues hazlo, es mucho mejor que seguir leyendo estos desbarres. ¿Ya lo has leído? Vale, suponiendo que seas español, ¿no te ha llamado la atención que Fede le diga a Verónica de irse al gabacho? El gabacho, para los mexicanos, son los USA; eso se deduce fácil. Lo había oído ya en una canción de Lila Downs (en un ratito la busco y a ver si la subo a este post), pero me da que no es ésta acepción muy añeja. Por ahí me suena haber leído que en México gabacho ha venido a sustituir a gringo a medida que este último término ha ido diluyendo su valor despectivo (un amigo mexicano se quejaba de esa pérdida expresiva: si ya hasta los gringos se autodenominan así). En todo caso, es casi seguro que el gabacho mexicano proviene del nuestro, de notable antigüedad y hoy casi en desuso. Me entero de que Covarrubias ya describe el término a principios del XVII. Los gavachos (con v) son los provenientes de unos pueblos que confinan con la provincia de Narbona (el DRAE dice de las faldas de los Pirineos; bueno, más o menos) que, debido a la miseria de su tierra, vienen a España a ocuparse de servicios bajos y viles. ¿Los franceses de inmigrantes cutres en la España del Siglo de Oro? ¡Qué vueltas da la historia! Es fácilmente explicable, con este origen y el cariño que siempre hemos tenido a nuestros vecinos del norte, que el vocablo se generalizara para referirse peyorativamente a los franchutes. Aventuro (a lo mejor desbarro) que el término fuera puesto en boga en el México de mediados del XIX durante el gobierno de Maximiliano I, impuesto por los franceses. Supongo que, durante esos pocos años, habría bastantes ciudadanos franceses en México y téngase en cuenta que el país era independiente desde hacía poco más de 40 años; no me extrañaría, pues, que viejos españoles rescataran la palabra gabacho para referirse a esos franceses y que, a lo mejor, el significado se ampliara para abarcar a cualesquiera extranjeros de lengua distinta. En todo caso, apostaría a que en el propio México era una palabra en desuso hasta hace poco. ¿Hay por ahí algún mexicano que confirme lo que digo?
Dejo un rato de escribir para leer un correo electrónico que me enternece. Me quedo un ratito pensando que ser feliz no debería ser tan complicado; debería bastar con dejar que nos lleguen tantas cosas buenas, con saber calmar el ánimo. Con el poco tiempo que tenemos, mira que malgastarlo encochinándonos. Pero, éstas son siempre tareas que a cada uno le competen.
De todas las palabras que he anotado del relato chukustakeño, dos me eran absolutamente desconocidas; no las había oído nunca y ni siquiera se me ocurría por dónde podían ir los tiros. Una es freón y otra camellón; ambas en el DRAE (qué fácil). La primera es “gas o líquido no inflamable que contiene flúor, empleado especialmente como refrigerante”. Según la maravillosa Wikipedia, Freon es el nombre comercial de unos clorofluorocarbonos de la compañía DuPont (la multinacional química más famosa del mundo) usados principalmente como refrigerantes; los clorofluorocarbonos (CFC) han sido prohibidos por el protocolo de Montreal porque agrandan el agujero de la capa de ozono y contribuyen al calentamiento global (uyyyyyy). Ahora bien, en el texto, Federico saca de la mochila el tubo de gas freón; deduje que era algún tipo de linterna para iluminarse mientras forzaba el candado del portón. Pero no encuentro ninguna referencia sobre aplicaciones lumínicas del freón. ¿Usarán en México freón por neón? Quizás deba seguir leyendo sobre el freón, pero la ingeniería química me resulta especialmente árida y, la verdad, no me pone demasiado.
La otra palabra, camellón, me ha gustado más. Es un mexicanismo, lo que me absuelve de ignorancia, que en este caso sería dolosa pues el término pertenece a mi ámbito profesional. El camellón es el trozo, a veces ajardinado, que divide las dos calzadas de una avenida (el camellón del Chukustako presenta un estado lamentable). Busco imágenes de camellones en el google mexicano y sí, viene a ser lo que me imaginaba a partir de la definición del DRAE: el paseo central de una avenida, el bulevar, la rambla, etc. Ya estoy en mejores condiciones para ofrecer mis servicios profesionales en México. La imagen adjunta es el camellón del Paseo de la Reforma en el DF. Por cierto, este Paseo, una de las avenidas principales de la capital mexicana, fue mandado trazar por Maximiliano I para unir la ciudad con el castillo de Chapultepec, que eligió como su residencia. Llevo un rato “paseando” con el Google Earth a lo largo del Paseo de la Reforma y viendo las fotos subidas a Panoramio (¿alguna vez he publicado mi entusiasmo por el Google Earth?). Coño, quiero ir a México. Y ya vale, pero antes, una chorrada final: Chapultepec, palabra de origen náhuatl, significa cerro del chapulín; y chapulín significa saltamontes. ¿Cómo es posible no enamorarse del castellano que se habla en México? Así que el Chapulín Colorado …
Hasta aquí. Muy estructurado no me ha quedado este post, me temo.
Cuando leo textos como los del Chukustako siento latir las palabras, siento que el idioma vive; y eso, lo confieso, me emociona. Cada vez me siento menos enraizado a lealtades nacionales; incluso hay momentos en que, ante tantas abyectas rimbombancias demagógicas (sin ir más lejos, el discurso pepero sobre España), me tientan apostasías patricidas. Sin embargo, reconozco que con el lenguaje, con mi lengua, no puedo dejar de sentir relaciones de pertenencia. Y, ya desde hace tiempo, los paisajes más bellos de esta patria de voces y palabras los encuentro al otro lado del Atlántico (muy especialmente en México). Hay por supuesto excepciones, pero cuánto necesitamos inyecciones de vitalidad en el castellano de España.
Cambiando de tema, ¿quién sabía que claxon proviene de una marca comercial estadounidense, Klaxon? El claxon, dispositivo eléctrico, fue inventado a principios del XX por un socio de Edison, un tal Miller Reese Hutchison. En 1908, una compañía de New Jersey compró los derechos para fabricar y comercializar la bocina eléctrica y la bautizó con un nombre tomado de la palabra griega para chillar. Lo divertido es que Miller Reese Hutchison, antes del claxon, había inventado el audífono eléctrico; dicen las malas lenguas que el claxon vino para aumentar el número de demandantes de su audífono (resulta creíble).
Salgo a dar el paseo vespertino a la perra (sí, he vuelto a cambiar de tema) y me sorprende una farola altísima, tan alta que la esfera de luz blanca muy brillante parecía la luna llena en un cielo despejado … Y tanto que lo parecía. Así que estamos en luna llena, pues eso va a explicar varias cosas. Cuando esas ciertas cosas suceden, se me ocurre la estúpida idea de excusarme por ser hombre y, además, tener ya una edad. O sea, que las hormonas (y no sólo) no piden guerra, sino paz. No lo sé, a lo mejor no siento tanto cómo pide la luna llena. ¿Me defenderé elogiando la calidad frente a la cantidad?
Perdóneseme el paréntesis críptico. Vuelvo al relato del Chukustako que he enlazado. ¿No lo has leído todavía? Pues hazlo, es mucho mejor que seguir leyendo estos desbarres. ¿Ya lo has leído? Vale, suponiendo que seas español, ¿no te ha llamado la atención que Fede le diga a Verónica de irse al gabacho? El gabacho, para los mexicanos, son los USA; eso se deduce fácil. Lo había oído ya en una canción de Lila Downs (en un ratito la busco y a ver si la subo a este post), pero me da que no es ésta acepción muy añeja. Por ahí me suena haber leído que en México gabacho ha venido a sustituir a gringo a medida que este último término ha ido diluyendo su valor despectivo (un amigo mexicano se quejaba de esa pérdida expresiva: si ya hasta los gringos se autodenominan así). En todo caso, es casi seguro que el gabacho mexicano proviene del nuestro, de notable antigüedad y hoy casi en desuso. Me entero de que Covarrubias ya describe el término a principios del XVII. Los gavachos (con v) son los provenientes de unos pueblos que confinan con la provincia de Narbona (el DRAE dice de las faldas de los Pirineos; bueno, más o menos) que, debido a la miseria de su tierra, vienen a España a ocuparse de servicios bajos y viles. ¿Los franceses de inmigrantes cutres en la España del Siglo de Oro? ¡Qué vueltas da la historia! Es fácilmente explicable, con este origen y el cariño que siempre hemos tenido a nuestros vecinos del norte, que el vocablo se generalizara para referirse peyorativamente a los franchutes. Aventuro (a lo mejor desbarro) que el término fuera puesto en boga en el México de mediados del XIX durante el gobierno de Maximiliano I, impuesto por los franceses. Supongo que, durante esos pocos años, habría bastantes ciudadanos franceses en México y téngase en cuenta que el país era independiente desde hacía poco más de 40 años; no me extrañaría, pues, que viejos españoles rescataran la palabra gabacho para referirse a esos franceses y que, a lo mejor, el significado se ampliara para abarcar a cualesquiera extranjeros de lengua distinta. En todo caso, apostaría a que en el propio México era una palabra en desuso hasta hace poco. ¿Hay por ahí algún mexicano que confirme lo que digo?
Dejo un rato de escribir para leer un correo electrónico que me enternece. Me quedo un ratito pensando que ser feliz no debería ser tan complicado; debería bastar con dejar que nos lleguen tantas cosas buenas, con saber calmar el ánimo. Con el poco tiempo que tenemos, mira que malgastarlo encochinándonos. Pero, éstas son siempre tareas que a cada uno le competen.
De todas las palabras que he anotado del relato chukustakeño, dos me eran absolutamente desconocidas; no las había oído nunca y ni siquiera se me ocurría por dónde podían ir los tiros. Una es freón y otra camellón; ambas en el DRAE (qué fácil). La primera es “gas o líquido no inflamable que contiene flúor, empleado especialmente como refrigerante”. Según la maravillosa Wikipedia, Freon es el nombre comercial de unos clorofluorocarbonos de la compañía DuPont (la multinacional química más famosa del mundo) usados principalmente como refrigerantes; los clorofluorocarbonos (CFC) han sido prohibidos por el protocolo de Montreal porque agrandan el agujero de la capa de ozono y contribuyen al calentamiento global (uyyyyyy). Ahora bien, en el texto, Federico saca de la mochila el tubo de gas freón; deduje que era algún tipo de linterna para iluminarse mientras forzaba el candado del portón. Pero no encuentro ninguna referencia sobre aplicaciones lumínicas del freón. ¿Usarán en México freón por neón? Quizás deba seguir leyendo sobre el freón, pero la ingeniería química me resulta especialmente árida y, la verdad, no me pone demasiado.
La otra palabra, camellón, me ha gustado más. Es un mexicanismo, lo que me absuelve de ignorancia, que en este caso sería dolosa pues el término pertenece a mi ámbito profesional. El camellón es el trozo, a veces ajardinado, que divide las dos calzadas de una avenida (el camellón del Chukustako presenta un estado lamentable). Busco imágenes de camellones en el google mexicano y sí, viene a ser lo que me imaginaba a partir de la definición del DRAE: el paseo central de una avenida, el bulevar, la rambla, etc. Ya estoy en mejores condiciones para ofrecer mis servicios profesionales en México. La imagen adjunta es el camellón del Paseo de la Reforma en el DF. Por cierto, este Paseo, una de las avenidas principales de la capital mexicana, fue mandado trazar por Maximiliano I para unir la ciudad con el castillo de Chapultepec, que eligió como su residencia. Llevo un rato “paseando” con el Google Earth a lo largo del Paseo de la Reforma y viendo las fotos subidas a Panoramio (¿alguna vez he publicado mi entusiasmo por el Google Earth?). Coño, quiero ir a México. Y ya vale, pero antes, una chorrada final: Chapultepec, palabra de origen náhuatl, significa cerro del chapulín; y chapulín significa saltamontes. ¿Cómo es posible no enamorarse del castellano que se habla en México? Así que el Chapulín Colorado …
Hasta aquí. Muy estructurado no me ha quedado este post, me temo.
CATEGORÍA: Entretenimientos gramaticales
Estructurado el post para nada, pero la verdad, he sentido como si fuera una conversación con un amigo, en el que van saliendo los temas, a veces sin relación alguna. Es decir, me he sentido en casa, aunque fuera en México.
ResponderEliminarBesos de una maia.
Querido Miro, buenos días.
ResponderEliminarY que me diga precisamente usted que no pueden convivir dignamente razón y pasión...
Wen: Pues que bien que te hayas sentido como en casa. La verdad es que escribí el post mientras me rondaban varias cosas en la cabeza; quizás por eso de la sensación de una conversación entre amigos.
ResponderEliminarMarguerite: Me parece que tendríamos que hablar muy largo para aclarar y matizar nuestras diferencias; a ver si van a ser sólo cuestión semántica. En otro orden de cosas, le recuerdo que debería escribir sobre sus aventuras mexicanas, a ser posible introduciendo en el relato suficientes elementos picantes (propios de la gastronomía local, ya sabe). Ándele, chavita, no se nos raje.
Besos a ambas.
No el post no está estructurado pero es ameno; a mí el mejicano me gusta más oirlo que leerlo. Me encanta como hablan pero es como con la película Amores Perros, había momentos que me perdía.
ResponderEliminarEste post te ha quedado de maravillas, entre los mejores que te han salido ... (que son muchos por otra parte),
ResponderEliminarun beso grande,
Pilar: Sí, Amores Perros, como otras mexicanas, se hace a veces difícil de seguir; pero más que por las palabras es por la velocidad de la dicción y el acento. Es cuestión de hacer el oído.
ResponderEliminarEva>: ¡Qué alegría verte por aquí! Te echo en falta, sabes? Espero que todo vaya bien. Un beso grande también para ti.
Comparto tu entusiasmo por el español de México, el habla del Chapulín colorado y de Cantinflas. Artistas de la palabra que se busca a sí misma.
ResponderEliminarEs lindo imaginarte entrando y saliendo de tu post mientras vas a pasear a la perra y releés los e-mails que te gustan.
ResponderEliminarTambién es lindo que te hayan gustado los cuentos del Chukustako, con su imaginación desopilante y ese vocabulario coloquial pero riquísimo que tiene.
Y si te gusta el mexicano, otra recomendación es Agustín Fest, sin duda.
Un beso