miércoles, 17 de octubre de 2007

Un vecino que putea

Hace varios años, cinco quizá, una pareja amiga mía, gente honesta y de paz, se animó a comprar una parcela en una urbanización residencial al sur de mi ciudad. En esa parcela, en una fuerte pendiente con unas maravillosas vistas al océano, mis amigos querían construirse su “casa definitiva”. Para ello, hicieron ajustados cálculos financieros y se entramparon de todas las maneras posibles. Contrataron al arquitecto que había diseñado la vivienda vecina, un volumen escalonado con mucho cristal y elementos metálicos; una solución estética y paisajísticamente muy adecuada cuya ligereza visual contrastaba con el mamotreto tipo bunker que era la edificación que lindaba al otro lado.

En este espantoso mamotreto arquitectónico dio la casualidad que vivía (y sigue viviendo) un aparejador que es funcionario de la Gerencia Municipal de Urbanismo. Se trata del aparejador municipal de la vieja escuela; para quien no conozca el espécimen lo describo brevemente: varón cercano a los sesenta que considera que por su cargo tiene derecho a ciertas prebendas y que para nada piensa que su obligación es servir al ciudadano. Este hombre, cuando conoció a los que iban a ser sus vecinos les pidió ver el proyecto que iban a hacer y parece ser que no le gustó y les propuso que hicieran algunos cambios. No se entiende muy bien qué ventajas sacaba él de los cambios (por ejemplo, como la parcela daba a dos calles, quería que la entrada a la vivienda fuese por la de arriba y no por la de abajo) y hemos llegado a pensar que lo hacía simplemente como exhibición de dominio, para dejar claro que él era el sheriff del barrio. Mis amigos de buenas maneras le dijeron que no, que a ellos les gustaba el proyecto que tenían el cual cumplía con las normas urbanísticas de aplicación. Me cuentan que a partir de entonces la que era una relación cordial (aunque el vecino se tomase unos excesos de confianza poco admisibles) se agrió, no sin que antes este individuo les advirtiese: os vais a arrepentir de no hacerme caso.

Y, efectivamente, empezó el vía crucis. La tramitación de la licencia de obras se eternizó, poniéndoseles a mis amigos pegas absurdas y requiriéndoseles documentos insospechados. Tras año y medio de papeleo (y mientras tanto aumentando los intereses financieros en su contra) y pasando por algunos aros injustificables, mis amigos obtuvieron la licencia, si bien condicionada a construir una escalera interior absolutamente innecesaria que se argumentaba en base a la lectura torticera de un Reglamento de Habitabilidad que hoy ya está derogado. Como años después me confesaron amigos que trabajan en esa Gerencia Municipal, las presiones que recibieron del aparejador fueron tremendas (quien, además, prevaleciéndose de su cargo, se enteraba de todo el expediente sin estar personado y se dedicaba a interferir en los informes técnicos y jurídicos). Aun así, no podían denegar la licencia ya que el proyecto cumplía y, para ver si el “atravesao” se daba por contento optaron por el condicionante de última hora. Pero el vecino no se dio por satisfecho e impugnó en los Tribunales la concesión de la licencia.

Los últimos tres años han sido un calvario en tres frentes: el judicial, el administrativo y en la propia obra, porque el vecinito no se ha limitado a los trámites en el Juzgado, sino que ha jodido todo lo que ha podido con denuncias en el Ayuntamiento (falseando sin rubor los hechos) y acosos velados a algunos profesionales que trabajaban para mis amigos. Hará algo menos de dos años me pidieron que les preparara un informe pericial sobre la adecuación del proyecto (y de la licencia municipal) a la normativa urbanística. No sólo hice el informe, sino que, viendo su indefensión y desesperación, me implique con ellos, acompañándolos y asesorándolos en varias ocasiones; incluso frente al abogado que les había “tocado”, un tipo bastante arrogante que no terminaba de entender los argumentos técnicos que se discutían en la impugnación y que les aconsejaba ceder a varias de las exigencias del vecino para conseguir que retirara el recurso porque él era muy pesimista. A mí en cambio me pareció que mis amigos tenían toda la razón y que lo que estaban sufriendo era una flagrante injusticia. Ni que decir tiene que ambos estaban muy afectados en su moral, especialmente ella que acababa de salir de un cáncer de mama.

En fin, han sido dos años durante los cuales me ha tocado hacer no solo de profesional técnico sino también de “tranquilizador terapéutico” de la pareja y de cada uno de ellos por separado, viviendo situaciones curiosas ya que cada uno se abría ante mí, mostrando sus miedos, sus rabias, sus insatisfacciones más de lo que lo hacía con su compañero (tanto por no mostrar debilidad y debilitar al otro como porque a veces me contaban quejas respecto a la actitud del otro). Ha habido veces en que al sonar el teléfono y ver en la pantallita el nombre de alguno de ellos tenía, antes de responder, que recitar algún mantra que reforzara mi nunca suficiente paciencia. Durante este tiempo se ha culminado la fase de instrucción del procedimiento judicial (incluyendo la redacción y presentación de varios dictámenes y la testificación en sala) y también se ha acabado la obra (la vivienda ha quedado preciosa). La última puñetería ha sido una denuncia por daños al muro de contención (falso) que ha supuesto la injustificada paralización en la concesión de la licencia de primera ocupación, documento necesario para conseguir el agua y la luz y mudarse a vivir. Y es que mis amigos tienen la urgente necesidad de mudarse a vivir y dejar de pagar un alquiler que se las ha prolongado dos años más de sus cálculos iniciales.

Hace dos semanas, tras estudiar el expediente detalladamente con un compañero jurídico y comprobar que se cumplen todos los requisitos legales, llamé al Gerente de Urbanismo, a quien conozco y quien creo que me tiene cierto respeto (digamos que nos movemos en el mismo mundo profesional y que yo, aunque sin ningún cargo, llevo más tiempo que él y más “autoridad moral”), aunque no podría asegurar que sea trigo limpio. Le dije que mis amigos estaban ya hartos y que me habían pedido iniciar una denuncia contra los funcionarios y contra él por negligencia dolosa, reclamando al Ayuntamiento que les indemnicen por el dinero que están perdiendo; le dije que yo estaba procurando calmarles pero que si no obtenían una respuesta rápida no podría evitar que actuaran. Noté que se quedaba preocupado y a los tres días me llamó para que este viernes nos reunamos y encontremos una solución. Espero que de esta reunión salga el compromiso de darles de una vez la licencia.

Y hace un rato, mientras estaba repasando los datos para la reunión de pasado mañana, me llama mi amiga, exultante de alegría, para decirme que ha salido la sentencia. El recurso del aparejador se ha desestimado y, además, se le condena en costas (a que pague los gastos judiciales a mis amigos) lo que quiere decir que el juez ha apreciado temeridad y mala fe en la actuación de este individuo. Evidentemente, la sentencia favorable viene muy bien para las conversaciones con el Ayuntamiento. Pero, sobre todo, es un bálsamo que nos trae a todos (sobre todo a ellos) alegría y sensación de que, por fin, empieza a aparecer la justicia. Uno se siente muy bien cuando ocurren cosas así. Son premios que no se pueden pagar con dinero; es más, si se hubieran pagado con dinero, no darían tanta alegría.

Me apetecía contar esta historieta personal (aunque sea indirecta); espero que no me haya quedado demasiado aburrida. Añado, enlazando con un post reciente, que involucrarse en este tipo de actuaciones, además de la alegría produce orgullo; y este orgullo sí que me parece legítimo, mucho más que el de haber nacido en determinado lugar.

PS: La canción siguiente, Justice, la he elegido por su título, aunque la letra es bastante cínica y deprimente y no se corresponde para nada con el esperanzador ejemplo que cuento en este post. En todo caso, me gusta la canción que pertenece a la banda sonora (toda ella de Alan Price) de O Lucky Man, una peli curiosa de principios de los setenta, con un jovencito Malcom McDowell (es muy poco posterior a la más famosa Naranja Mecánica).


CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas

11 comentarios:

  1. Mis felicitaciones para tí y tus amigos. ¡Me alegro muchísimo!

    Besos.

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  2. Al fin una que sale como debe salir, en todos los países los funcionarios mas que servidores se sienten tiranos, usan su poder de la manera mas prejuiciosa y artera, pero hasta ellos responden a alguien, felicidades.

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  3. Que Via Crucis!
    Empiezas algo con toda la ilusión del mundo y acaba siendo la peor de las pesadillas.

    En fin, parece que pinta bien el asunto. Me alegro.

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  4. Pues menos mal que las cosas, al final, se enderezan.

    ¿Quién podría interpretar en la gran pantalla al vecino en la próxima adaptación cinematográfica?

    ¿Fernando Fernán-Gómez?

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  5. Rolas: Canciones
    Cucho: Algo mal hecho
    Tronarse la espalda: Cuando estiras los breazos y truena super rico jaja

    A mi me gustó tu entrada, no me aburrió para nada y me encanta que te animes a compartir un poco de ti con nosotros

    Besos y excelente fin de semana

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  6. Es increible que todavía pasen estas cosas. Por eso lo mejor es que cuando veas acercarse a tu vecino pidiéndote los planos, mejor decir siempre que no los tienes a mano. Y si te recomienda cambios, decirle, !!!cómo no lo había pensado antes!!! y no hacerlos claro, por supuesto. En fin yo no contaría con tanta paciciencia como la de tus vecinos. Y no estaría mal una demanda por daños y perjuicios ahora que la sentencia estima dolo y negligencia para que por lo menos este señor cubra los gastos del alquiler durante estos dos años. Los intereses bancarios pues mira, de perdidos al rio, pero el alquiler se lo endilgaba yo vamos sin pensármelo, y más que al vecino a la administración que ha permitido todo esto. Ves yo no hubiera tenido esta santa paciencia.

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  7. Increíble lo que pueden llegar a hacer algunas personas. Afortunadamente todo ha acabado bien para tus amigos.

    Besos

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  8. Vecinos cabrones hay en todas partes, a los que hay que temer son a los que disfrutan de cierto poder, como este señor.

    Bien está lo que bien acaba pero... ¿realmente ha acabado? Perdona mi pesimismo en este aspecto, pero creo que no se quedará cruzado de brazos y vivir toda la vida al lado de este señor da un poquito de miedo.


    Besos de una maia.

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  9. No creo que haya alternativa a exigir lo que es justo. Y claro que cuesta. Me alegra saber que el asunto se va enrielando.

    (Recuerdo vagamente O Lucky Man, un curioso espectáculo, lleno de referencias cuyo sentido se me escapaba. Mejor así. No queda sitio para tanto recuerdo).

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  10. No me arriesgaba yo a todo lo que puede seguir a este embolado: imagina con que armas puede actuar ahora el vecino, cuando encima pierda en sus demandas. ¿Vivir así por una casa "soñada"? En absoluto recomendable. Yo me buscaba otra bien rápido, a tus amigos les espera lo peor.

    (y lo digo por experiencia muy cercana)

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  11. Joer, qué positiva amanda xD

    Escoria que desespera!!

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