Hombre fiel a mis compromisos, como soy, estaba dispuesto a que esta tercera entrega explicase, ya de una vez, lo más didácticamente posible, el procedimiento exacto para la confección del pastel de sueño de muertos; vamos, que iba a dar la dichosa receta. Pero, aunque me acusan de misántropo, siempre estoy atento a complacer a mis lectores y no podía desoír las voces que requieren que detalle los efectos de la ingestión de la necrosomnia. El propio director de esta revista, abrumado (imagino) ante la ingente avalancha de cartas recibidas, ha insistido en lo mismo. Como quizá algunos sepan y algunos otros sospechen, no estoy en situación de negarle ningún deseo a tan ilustre personaje (qDg). Por estos motivos, abramos un paréntesis previo a la receta para describir los efectos de la ingesta del pastel.
Pero antes me gustaría dejar sentada mi sorpresa ante tan grande y generalizada ignorancia pública. Ya sabía, naturalmente, que no somos demasiados quienes conocemos los vastos arcanos relacionados con la necrosomnia y, por tanto, pocos estamos capacitados para trajinar con el sueño de muertos y, por ejemplo, preparar el pastel al que estoy dedicando estos artículos. Pero eso es una cosa y otra muy distinta ignorar los efectos, al menos en términos generales, de la sustancia; y no digamos, como he descubierto a través de las mentadas "cartas al director", que haya gente (y no uno o dos, sino multitud) que desconozcan incluso la propia existencia de la necrosomnia. A mi modo de ver, ésta no es una ignorancia inocente sino culposa, que me obliga a denunciar la irresponsable y pacata actitud de la sociedad en su conjunto hacia nuestros muertos. No querer saber nada de ellos, invisibilizar la actividad post-mortem de forma que no haga ni siquiera falta negarla. Y, mientras se oculta la realidad de los cadáveres soñantes, se acepta un culto fantasioso e hipócrita a los muertos convertidos en recuerdos dulcificados de los que suelen apropiarse las correspondientes dogmáticas religiosas. Resulta (en estos días me he enterado) que quienes atendemos los sueños de los muertos adolecemos de patologías morbosas, somos bichos raros de gustos macabros. Pues vale, para qué molestarse en combatir contra la estulticia que cuenta entre sus filas a los más poderosos. Básteme esta apartada tribuna para certificar mi decepción sazonada de rabia. Dicho lo cual, pensando en esos ignorantes de buena voluntad, vayamos al grano.
Pues bien, la necrosomnia es una sustancia psicotrópica (habrá que empezar a ser un poquillo preciso en el lenguaje); es decir, introducida en nuestro organismo actúa sobre el sistema nervioso central provocando cambios significativos en la percepción y, sobre todo, en el estado de conciencia. ¿Es pues la necrosomnia una droga? Aquí caben dos respuestas y que cada uno elija la que más le guste. Si nos atenemos a una definición amplia de droga, es evidente que sí lo es, ya que altera el funcionamiento habitual de nuestras mentes. Claro que también el café y el chocolate, por ejemplo, serían drogas. En la acepción más restringida del término, la que sirve para agrupar un amplio y heterogéneo conjunto de sustancias con una misma etiqueta ominosa, el sueño de muertos no sería una droga por la sencilla razón de que no aparece en ninguna de las listas que confeccionan las distintas agencias gubernamentales (empezando por la DEA). Por tanto, que respiren esos de mis lectores que recelan de transgresiones: no hay norma ninguna, ni en el nuestro ni en otro país, que penalice la producción, tráfico o consumo de necrosomnia; es más, podéis apostar cualquier cosa a que ni uno solo de los grandes jerarcas de la cruzada antidroga tiene la más remota idea sobre la existencia del sueño de muertos.
Hemos dicho que la necrosomnia altera nuestro estado de conciencia. Supongo que los más sabréis que los dos estados de conciencia normales son la vigilia y el sueño (del que, a su vez, cabe distinguir el sueño lento y el sueño REM, pero no nos perdamos en los detalles). Estos dos estados de conciencia funcionan como compartimentos estancos entre sí (por más que haya multitud de efímeros puentes) hasta el punto que no es demasiado exagerado afirmar que durante nuestra vida vivimos dos vidas alternas, con vínculos misteriosos entre ellas. La vida que llamamos consciente, la de la vigilia, pese a sus interrupciones oníricas, la creemos dotada de continuidad e incluso (qué ingenuidad la nuestra) de sentido. Nuestra conciencia, a modo del angelote que se le apareció a San Agustín, se esfuerza cada despertar en volver a contarse (a contarnos) un yo coherente y encajarlos en una sucesión histórica de circunstancias. Ese anhelo de coherencia obliga a negar los fantasmas de nuestros caos, a erigir diques que contengan las tempetuosas fuerzas de lo irracional de los lados oscuros de nuestras almas. Algunos (menos de los que se piensa) logran la eficacia que creemos éxito en esta tarea de "control mental". Somos mayoría, sin embargo, quienes, en uno o varios momentos de nuestras vidas, asistimos desolados a maremotos que desde el ámbito inefable del yo inundan de ansiedades nuestras conciencias. Es entonces lícito recurrir a la farmacología "admitida", al catálogo de "drogas buenas" a disposición de los terapeutas de la salud mental. En el mejor de los casos esa "little help from my friends" permitirá ocluir esos ductos que vienen desde las peligrosas antípodas del alma. Cuando no, estaremos ante lo que se denomina una alteración patológica de conciencia que en no pocas ocasiones conduce a la destrucción.
La necrosomnia altera nuestro estado de conciencia porque, simplemente, rompe la separación entre lo consciente y lo onírico, integrando los dos ámbitos en una única y armónica unidad. Es casi imposible explicarlo sin recurrir a metáforas pero, por otro lado, las metáforas son intrínsecamente falsas. El que he llamado lado oscuro de nuestra alma deja de estar al otro lado; mejor dicho, dejan de haber dos lados. Esos componentes oníricos de nuestros yoes se funden con los conscientes, sin agredirlos (como ocurre en las crisis psicológicas que nos son tan habituales) sino fundiéndose para completarse, para hacerse uno. Cuando la necrosomnia que hemos consumido nos hace efecto, de pronto, "vemos" nuestras almas; de pronto, nos descubrimos a nosotros mismos. Así es como a mí me gusta sintetizar el efecto del sueño de muertos. Pero, cuidado: no vaya a pensarse que eso es todo. Cuando digo que vemos nuestras almas no se piense en algo que se hace desde fuera; ese "ver" es en realidad "ser" y un ser que sí merece el término en toda su intensidad ontológica. Realmente, si me apuran, sólo cuando alcanzamos esa fusión de los estados de conciencia somos, porque en otra situación apenas somos a medias y alternadamente. Y diré algo más, aunque no me siento demasiado cómodo explicándoos estas cosas: cuando llegamos a este ser completo hemos roto las barreras con los restantes entes, porque el ser es uno. De esta guisa, no os sorprenderéis si os digo que no sólo vemos nuestras almas sino las de todos los seres que nos acompañan en la experiencia. Si esos seres con los que estamos (con los que nos fundimos pero no confundimos, pese a la congruencia etimológica) son, como nosotros, personas que han ingerido la necrosomnia, la experiencia compartida de sabernos veedores de sus almas a la vez que ellos lo son de la nuestra, de sabernos parte de sus almas a la vez que ellos lo son de la nuestra, crea un vínculo de paz y amor que subsiste a la desaparición de los efectos. Como, por otra parte, subsisten muchas otras cosas de la experiencia.
En fin, espero que el párrafo anterior baste para que os hagáis una idea de los efectos de la necrosomnia. De más está decir que nada de lo que yo os cuente puede ni por asomo haceros concebir qué se siente en una experiencia necrosómnica; a quien de verdad quiera saberlo no le queda otra que ingerir el sueño de muertos. Ingestión que, conviene aclararlo, no necesariamente tiene que ser mediante un pastel. Hay muchas otras formas para introducir la "droga" en nuestro organismo y conseguir que "altere nuestras conciencias"; simplemente, metabolizarla a través de la digestión es seguramente el modo más compensado de hacerlo. Efectos mucho más suaves, aunque no por ello menos interesantes y satisfactorios, se producen cuando olemos perfume de necrosomnia o cuando nos damos un baño en agua caliente de sueño de muertos. Si, por el contrario, se quieren intensificar los efectos, tanto temporal como psicológicamente, la opción más eficaz es inyectar la necrosomnia directamente en la vena. En este caso, hemos de diluirla en suero fisiológico (o cualquier otro líquido inocuo) ya que la naturaleza etérea del sueño de muertos imposibilita su trasvase directo en el fluido sanguíneo. Ahora bien, la inyección necrosómnica no es un juego de niños y desde luego no debe llevarse a cabo si no es por personas con previas experiencias en la ingestión del sueño de muertos y, además, con la supervisión de alguien experto, los que llamamos chamanes o guías.
Viene ahora a colación mencionar siquiera brevemente a los acompañantes. Ingerir necrosomnia debe ser, por lo general, una experiencia compartida. El motivo es obvio: la fusión de los yoes conlleva con tremenda potencia expansiva el tropismo hacia el ser único. Por más que suene cursi (lo reconozco) esas fuerzas expansivas de la conciencia alterada son las que en nuestro lenguaje habitual solemos llamar amor. Si ingieres necrosomnia con alguien a quien amas los tropismos se retroalimentan (feedback) mutuamente, produciéndose unos efectos sinérgicos que dejan posos terapéuticos indelebles en nuestras almas, mucho después de acabada la experiencia. La comprensión del yo deriva en la comprensión del otro y, así, salimos renovados y reafirmados en sabiduría y amor. Consumir el sueño de muertos con quien amas es descubrir cómo se besan las almas.
Unos últimos apuntes prácticos sobre los efectos, referidos a los que se producen tras la ingestión del pastel de sueño de muertos; lo que a continuación digo no es válido para el consumo de necrosomnia a través de otros métodos. Añado: supongo que se ingiere la dosis normal, aproximadamente un trozo de pastel del tamaño de una magdalena.
¿Cuánto se tarda en notar los efectos? Normalmente una media hora, dependiendo de la densidad de la necrosomnia utilizada y del peso corporal del sujeto.
¿Qué síntomas físicos se sienten? Al principio se empieza notando un pequeño mareo, algo parecido (no exactamente igual) al de una ligera borrachera. Es recomendable, por eso, mantenerse sentado, cómodo y relajado. Algunos (no es mi caso) sienten en los momentos iniciales un cosquilleo epidérmico que les corre por todo el cuerpo; en mi opinión es más fruto de los nervios por la experiencia que van a vivir que efecto atribuible directamente al sueño de muertos. En todo caso, cuando realmente alcanzamos la alteración de conciencia, desaparecen todos los síntomas físicos porque dejamos de sentir el cuerpo. Podríamos decir que hemos dejado de ser nuestros cuerpos porque somos todo. Para no liarnos, convengamos en que es una experiencia enteramente mental, carente de sensaciones físicas (al menos tal como solemos entenderlas).
¿Cuánto dura la experiencia? Por término medio, un par de horas. Claro que esa es la medida temporal que dará un reloj situado fuera del entorno afectado por la fusión ontológica. El tiempo vivencial de los protagonistas es, a la vez, un instante y una eternidad. Pero tampoco esto podría explicarlo con palabras y aun así daré un dato cierto: si lleváis un reloj en la muñeca al vivir un experiencia necrosómnica, cuando pasada la misma lo consultéis, marcará las doce en punto y estará parado.
¿Cómo se "sale" de la experiencia? Pues de forma muy parecida a como se sale de una anestesia, pero sin ninguna de sus sensaciones desagradables. Poco a poco vas notando que "recuperas" la sensibilidad corporal en la misma medida en que "pierdes" la unidad de tu alma. Poco a poco vas dejando de ser todo para pasar a ser (si cabe usar el verbo ser) una parte. Eso sí, la experiencia no te deja ninguna secuela física; mentales y anímicas, muchas.
¿Con cuánta frecuencia se puede consumir necrosomnia? La respuesta no es sencilla ni uniforme; contestarla exige explicar la vinculación entre la necrosomnia y el propio proceso de crecimiento personal que cada uno de nosotros asuma. Consumir necrosomnia no es un acto gratuito; abrir una puerta al lado oscuro que nos hace otear por un instante eterno la misteriosa armonía del caos tiene consecuencias irreversibles sobre nuestro actuar futuro. El sueño de muertos, a partir de entonces, será un recurso más, junto a otros, en el camino personal que cada uno debe transitar. Como comprenderéis, poco más puedo decir al respecto en un breve artículo.
Pues nada, espero que lo contado satisfaga la curiosidad de los lectores de esta revista. A lo mejor os interesa saber por qué los sueños de los muertos tienen esta maravillosa propiedad de alterar nuestras conciencias. Tiene que ver, justamente, con el desequilibrio que en vida el difunto fue creando entre los dos estados de conciencia. Pero no puedo enrollarme ahora con esto. Pasemos de una vez a dar la receta del pastel. Eso será, claro está, en el siguiente artículo.
Pero antes me gustaría dejar sentada mi sorpresa ante tan grande y generalizada ignorancia pública. Ya sabía, naturalmente, que no somos demasiados quienes conocemos los vastos arcanos relacionados con la necrosomnia y, por tanto, pocos estamos capacitados para trajinar con el sueño de muertos y, por ejemplo, preparar el pastel al que estoy dedicando estos artículos. Pero eso es una cosa y otra muy distinta ignorar los efectos, al menos en términos generales, de la sustancia; y no digamos, como he descubierto a través de las mentadas "cartas al director", que haya gente (y no uno o dos, sino multitud) que desconozcan incluso la propia existencia de la necrosomnia. A mi modo de ver, ésta no es una ignorancia inocente sino culposa, que me obliga a denunciar la irresponsable y pacata actitud de la sociedad en su conjunto hacia nuestros muertos. No querer saber nada de ellos, invisibilizar la actividad post-mortem de forma que no haga ni siquiera falta negarla. Y, mientras se oculta la realidad de los cadáveres soñantes, se acepta un culto fantasioso e hipócrita a los muertos convertidos en recuerdos dulcificados de los que suelen apropiarse las correspondientes dogmáticas religiosas. Resulta (en estos días me he enterado) que quienes atendemos los sueños de los muertos adolecemos de patologías morbosas, somos bichos raros de gustos macabros. Pues vale, para qué molestarse en combatir contra la estulticia que cuenta entre sus filas a los más poderosos. Básteme esta apartada tribuna para certificar mi decepción sazonada de rabia. Dicho lo cual, pensando en esos ignorantes de buena voluntad, vayamos al grano.
Pues bien, la necrosomnia es una sustancia psicotrópica (habrá que empezar a ser un poquillo preciso en el lenguaje); es decir, introducida en nuestro organismo actúa sobre el sistema nervioso central provocando cambios significativos en la percepción y, sobre todo, en el estado de conciencia. ¿Es pues la necrosomnia una droga? Aquí caben dos respuestas y que cada uno elija la que más le guste. Si nos atenemos a una definición amplia de droga, es evidente que sí lo es, ya que altera el funcionamiento habitual de nuestras mentes. Claro que también el café y el chocolate, por ejemplo, serían drogas. En la acepción más restringida del término, la que sirve para agrupar un amplio y heterogéneo conjunto de sustancias con una misma etiqueta ominosa, el sueño de muertos no sería una droga por la sencilla razón de que no aparece en ninguna de las listas que confeccionan las distintas agencias gubernamentales (empezando por la DEA). Por tanto, que respiren esos de mis lectores que recelan de transgresiones: no hay norma ninguna, ni en el nuestro ni en otro país, que penalice la producción, tráfico o consumo de necrosomnia; es más, podéis apostar cualquier cosa a que ni uno solo de los grandes jerarcas de la cruzada antidroga tiene la más remota idea sobre la existencia del sueño de muertos.
Hemos dicho que la necrosomnia altera nuestro estado de conciencia. Supongo que los más sabréis que los dos estados de conciencia normales son la vigilia y el sueño (del que, a su vez, cabe distinguir el sueño lento y el sueño REM, pero no nos perdamos en los detalles). Estos dos estados de conciencia funcionan como compartimentos estancos entre sí (por más que haya multitud de efímeros puentes) hasta el punto que no es demasiado exagerado afirmar que durante nuestra vida vivimos dos vidas alternas, con vínculos misteriosos entre ellas. La vida que llamamos consciente, la de la vigilia, pese a sus interrupciones oníricas, la creemos dotada de continuidad e incluso (qué ingenuidad la nuestra) de sentido. Nuestra conciencia, a modo del angelote que se le apareció a San Agustín, se esfuerza cada despertar en volver a contarse (a contarnos) un yo coherente y encajarlos en una sucesión histórica de circunstancias. Ese anhelo de coherencia obliga a negar los fantasmas de nuestros caos, a erigir diques que contengan las tempetuosas fuerzas de lo irracional de los lados oscuros de nuestras almas. Algunos (menos de los que se piensa) logran la eficacia que creemos éxito en esta tarea de "control mental". Somos mayoría, sin embargo, quienes, en uno o varios momentos de nuestras vidas, asistimos desolados a maremotos que desde el ámbito inefable del yo inundan de ansiedades nuestras conciencias. Es entonces lícito recurrir a la farmacología "admitida", al catálogo de "drogas buenas" a disposición de los terapeutas de la salud mental. En el mejor de los casos esa "little help from my friends" permitirá ocluir esos ductos que vienen desde las peligrosas antípodas del alma. Cuando no, estaremos ante lo que se denomina una alteración patológica de conciencia que en no pocas ocasiones conduce a la destrucción.
La necrosomnia altera nuestro estado de conciencia porque, simplemente, rompe la separación entre lo consciente y lo onírico, integrando los dos ámbitos en una única y armónica unidad. Es casi imposible explicarlo sin recurrir a metáforas pero, por otro lado, las metáforas son intrínsecamente falsas. El que he llamado lado oscuro de nuestra alma deja de estar al otro lado; mejor dicho, dejan de haber dos lados. Esos componentes oníricos de nuestros yoes se funden con los conscientes, sin agredirlos (como ocurre en las crisis psicológicas que nos son tan habituales) sino fundiéndose para completarse, para hacerse uno. Cuando la necrosomnia que hemos consumido nos hace efecto, de pronto, "vemos" nuestras almas; de pronto, nos descubrimos a nosotros mismos. Así es como a mí me gusta sintetizar el efecto del sueño de muertos. Pero, cuidado: no vaya a pensarse que eso es todo. Cuando digo que vemos nuestras almas no se piense en algo que se hace desde fuera; ese "ver" es en realidad "ser" y un ser que sí merece el término en toda su intensidad ontológica. Realmente, si me apuran, sólo cuando alcanzamos esa fusión de los estados de conciencia somos, porque en otra situación apenas somos a medias y alternadamente. Y diré algo más, aunque no me siento demasiado cómodo explicándoos estas cosas: cuando llegamos a este ser completo hemos roto las barreras con los restantes entes, porque el ser es uno. De esta guisa, no os sorprenderéis si os digo que no sólo vemos nuestras almas sino las de todos los seres que nos acompañan en la experiencia. Si esos seres con los que estamos (con los que nos fundimos pero no confundimos, pese a la congruencia etimológica) son, como nosotros, personas que han ingerido la necrosomnia, la experiencia compartida de sabernos veedores de sus almas a la vez que ellos lo son de la nuestra, de sabernos parte de sus almas a la vez que ellos lo son de la nuestra, crea un vínculo de paz y amor que subsiste a la desaparición de los efectos. Como, por otra parte, subsisten muchas otras cosas de la experiencia.
En fin, espero que el párrafo anterior baste para que os hagáis una idea de los efectos de la necrosomnia. De más está decir que nada de lo que yo os cuente puede ni por asomo haceros concebir qué se siente en una experiencia necrosómnica; a quien de verdad quiera saberlo no le queda otra que ingerir el sueño de muertos. Ingestión que, conviene aclararlo, no necesariamente tiene que ser mediante un pastel. Hay muchas otras formas para introducir la "droga" en nuestro organismo y conseguir que "altere nuestras conciencias"; simplemente, metabolizarla a través de la digestión es seguramente el modo más compensado de hacerlo. Efectos mucho más suaves, aunque no por ello menos interesantes y satisfactorios, se producen cuando olemos perfume de necrosomnia o cuando nos damos un baño en agua caliente de sueño de muertos. Si, por el contrario, se quieren intensificar los efectos, tanto temporal como psicológicamente, la opción más eficaz es inyectar la necrosomnia directamente en la vena. En este caso, hemos de diluirla en suero fisiológico (o cualquier otro líquido inocuo) ya que la naturaleza etérea del sueño de muertos imposibilita su trasvase directo en el fluido sanguíneo. Ahora bien, la inyección necrosómnica no es un juego de niños y desde luego no debe llevarse a cabo si no es por personas con previas experiencias en la ingestión del sueño de muertos y, además, con la supervisión de alguien experto, los que llamamos chamanes o guías.
Viene ahora a colación mencionar siquiera brevemente a los acompañantes. Ingerir necrosomnia debe ser, por lo general, una experiencia compartida. El motivo es obvio: la fusión de los yoes conlleva con tremenda potencia expansiva el tropismo hacia el ser único. Por más que suene cursi (lo reconozco) esas fuerzas expansivas de la conciencia alterada son las que en nuestro lenguaje habitual solemos llamar amor. Si ingieres necrosomnia con alguien a quien amas los tropismos se retroalimentan (feedback) mutuamente, produciéndose unos efectos sinérgicos que dejan posos terapéuticos indelebles en nuestras almas, mucho después de acabada la experiencia. La comprensión del yo deriva en la comprensión del otro y, así, salimos renovados y reafirmados en sabiduría y amor. Consumir el sueño de muertos con quien amas es descubrir cómo se besan las almas.
Unos últimos apuntes prácticos sobre los efectos, referidos a los que se producen tras la ingestión del pastel de sueño de muertos; lo que a continuación digo no es válido para el consumo de necrosomnia a través de otros métodos. Añado: supongo que se ingiere la dosis normal, aproximadamente un trozo de pastel del tamaño de una magdalena.
¿Cuánto se tarda en notar los efectos? Normalmente una media hora, dependiendo de la densidad de la necrosomnia utilizada y del peso corporal del sujeto.
¿Qué síntomas físicos se sienten? Al principio se empieza notando un pequeño mareo, algo parecido (no exactamente igual) al de una ligera borrachera. Es recomendable, por eso, mantenerse sentado, cómodo y relajado. Algunos (no es mi caso) sienten en los momentos iniciales un cosquilleo epidérmico que les corre por todo el cuerpo; en mi opinión es más fruto de los nervios por la experiencia que van a vivir que efecto atribuible directamente al sueño de muertos. En todo caso, cuando realmente alcanzamos la alteración de conciencia, desaparecen todos los síntomas físicos porque dejamos de sentir el cuerpo. Podríamos decir que hemos dejado de ser nuestros cuerpos porque somos todo. Para no liarnos, convengamos en que es una experiencia enteramente mental, carente de sensaciones físicas (al menos tal como solemos entenderlas).
¿Cuánto dura la experiencia? Por término medio, un par de horas. Claro que esa es la medida temporal que dará un reloj situado fuera del entorno afectado por la fusión ontológica. El tiempo vivencial de los protagonistas es, a la vez, un instante y una eternidad. Pero tampoco esto podría explicarlo con palabras y aun así daré un dato cierto: si lleváis un reloj en la muñeca al vivir un experiencia necrosómnica, cuando pasada la misma lo consultéis, marcará las doce en punto y estará parado.
¿Cómo se "sale" de la experiencia? Pues de forma muy parecida a como se sale de una anestesia, pero sin ninguna de sus sensaciones desagradables. Poco a poco vas notando que "recuperas" la sensibilidad corporal en la misma medida en que "pierdes" la unidad de tu alma. Poco a poco vas dejando de ser todo para pasar a ser (si cabe usar el verbo ser) una parte. Eso sí, la experiencia no te deja ninguna secuela física; mentales y anímicas, muchas.
¿Con cuánta frecuencia se puede consumir necrosomnia? La respuesta no es sencilla ni uniforme; contestarla exige explicar la vinculación entre la necrosomnia y el propio proceso de crecimiento personal que cada uno de nosotros asuma. Consumir necrosomnia no es un acto gratuito; abrir una puerta al lado oscuro que nos hace otear por un instante eterno la misteriosa armonía del caos tiene consecuencias irreversibles sobre nuestro actuar futuro. El sueño de muertos, a partir de entonces, será un recurso más, junto a otros, en el camino personal que cada uno debe transitar. Como comprenderéis, poco más puedo decir al respecto en un breve artículo.
Pues nada, espero que lo contado satisfaga la curiosidad de los lectores de esta revista. A lo mejor os interesa saber por qué los sueños de los muertos tienen esta maravillosa propiedad de alterar nuestras conciencias. Tiene que ver, justamente, con el desequilibrio que en vida el difunto fue creando entre los dos estados de conciencia. Pero no puedo enrollarme ahora con esto. Pasemos de una vez a dar la receta del pastel. Eso será, claro está, en el siguiente artículo.
CATEGORÍA: Ficciones
Yo creo que con tu artículos y muy a pesar de que el director de la revista los encuadre en el apartado de ficciones, a partir de ahora las visitas a los cementerios se van a incrementar...jajajaja.
ResponderEliminarPreguntas:
ResponderEliminar- ¿cual es la mejor forma de iniciarse en el consumo de necrosomnia?
- ¿y si no amas a nadie?¿ cuales son los efectos si se ingiere solo? ¿es contraproducente? ¿te amas a tí mismo?
-¿Y si lo ingieres junto a alguien a quien no amas? ¿aprendes a amarle?
- ¿el consumo de necrosomnia genera adicción?
- ¿me pasas algo de pastel?
por cierto... no sabes lo que me encanta que prolongues este artículo...
ResponderEliminarQué interesante revista y qué artículo tan fantástico. Después de leérlo he empezado a sospechar que en algún momento indefinido de mi vida, es posible que haya ingerido alguna necrosomnia disfrazada de magdalena en el desayuno. Lo sé porque desde hace tiempo noto cómo no hay diferencia alguna entre mi estado consciente y mi estado onírico. No sé cómo arreglarlo. ¿Hay antídoto para la necrosomnia? ¿Las magdalenas de chocolate son peligrosas? Gracias de antemano y espero el próximo articulo en duermevela.
ResponderEliminarBueno, reconozco que estaba un poco despistada. Ya dije que padezco hipersomnia, lo que quiere decir que por las noches casi no puedo dormir y durante el día estoy todo el tiempo como si estuviera a punto de dormirme. Es una situación bien desagradable y hasta peligrosa, según las circunstancias.
ResponderEliminarHabía cifrado mis esperanzas en el pastel para dormir de nuevo de forma satisfactoria. Pero ya veo que no me serviría como somnífero. ¿Quizás preparado de otra manera?
Estoy con Marguerite. Las mismas dudas, los mismos temores, los mismos deseos de saber más de necrosomnia.
ResponderEliminarMmm Koti yo creo que lo mismo no estás en lo cierto y el dichoso pastel te beneficia más de lo que crees. Está claro y es evidente que este pastel no sólo aúna almas cándidas sino que aquí lo que hay en un plano terrenal y físico (aunque no se den cuenta los drogados) es sexo, puro y descontrolado sexo. Y de todos es sabido que el sexo activa unas hormonitas que nos hacen dormir y posiblemente después de algo tan trascendente y salvaje a la vez, es posible que te dejara tan relajada que te dormirías seguro, segurito.
ResponderEliminarAmy....¿sexo? ¿has dicho sexo?...¿me he perdido algo?...¿dónde? ...¿cuándo?...¿cómo?....¿descontrolado?...
ResponderEliminarEstoy encanta con esta serie de artículos que a tantas (digo tantas porque leo a mucha fémina interesada en el tema y ningún varón) nos está descubriendo un tema del que nada sabíamos. Gracias por mostranos este mundo y extraño mundo.
ResponderEliminarUna pregunta... Que digo yo si no hay otra manera de obtener el "sueño de los muertos", a mí es que eso de colarme de noche en un cementerio como que me da algo de aprensión.
(Las fotos que pongo en mi blog las obtengo buscando en Google y, últimamente, también en Flickr donde hay algunas fotos muy interesantes).
Besos
Marguerite a ver si la que se ha perdido algo soy yo¿¿??? jajajaj o es que mi mente sólo piensa en lo único...jajajja porque hacerlo va a ser que poco. Me voy a comer un trozo enorme de ese pastel a ver si algo cambia.
ResponderEliminarAmy: Pues me alegraría contribuir a las visitas a los cementerios, que hay algunos que bien lo merecen. Eso sí, recuerdo a quienes pretendan colectar necrosomnia que han de tomar las mayores precauciones.
ResponderEliminarMarguerite: Muchas preguntas me haces; trataré de aclararte un poquillo. La mejor forma de iniciarse es siempre acompañada de un chamán o guía, alguien (como yo) que tenga probada experiencia en el consumo y manejo de la necrosomnia. Lo de qué pasa si no amas a nadie o lo tomas con alguien a quien odias o sola me llevaría mucho espacio resolvértelo y, además, nos llevaría a disquisiciones filosóficas sobre el concepto de amor. Te diré, para que intuyas por donde van los tiros, que el amor lo tienes tú, haya o no haya alguien a quien dirigirlo. En cuanto a si genera adicción, rotundamente no; esto tiene que ver con lo que comento respecto a la frecuencia de consumo. Y no, no te paso pastel porque no tengo (te recuerdo que no puede conservarse más que unos pocos días); ahora, cuando quieras quedamos y nos ponemos a cocinarlo (previa excursión para recolectar necrosomnia). Ahhh ... y me encanta que te encante que siga con la historieta.
Zafferano: Me da que las confusiones que aprecias entre tus dos estados de conciencia no son exactamente los efectos de la ingestión de necrosomnia. Quizás, el consumo de necrosomnia sea en sí mismo un buen antídoto para tu confusión (ya dje que se funden los dos estados, no que se confunden). En cuanto a las magdalenas de chocolate, en su justa medida, no son peligrosas.
Kotinussa: No Koti, no; la necrosomnia no sólo no te adormece sino que te da una lucidez mayor que despierta. Y da igual cómo la prepares. Eso sí, también te relaja mucho y, pasados sus efectos, suele uno dormir como un endito.
Bella cobarde: Pues te remito a lo que ya le he dicho a Marguerite y, como a ella, que me alegro de que te interese el tema y procuraré ir saciando tu curiosidad.
Amy y Marguerite: Que yo sepa no he hablado de sexo (todavía). Ay, ay, ay ... que se os ve el plumero.
Nanny-Ogg: Me alegra que te interese el tema. En cuanto a lugares alternativos para obtener necrosomnia me temo que, para tu aprensión, serán peores. En principio vale cualquier sitio en el que haya cadáveres, pero me da que el mejor son los cementerios. Ya contaré en algún momento cómo funciona la actividad onírica de los muertos. De todas maneras, Nanny, los muertos, salvo soñar, no hacen nada.
Un beso a todas (sí, parece que la necrosomnia sólo interesa a mujeres).
Ves Miros tampoco iba yo tan desencaminada, después de duermes como un bendito. Y como luego salgas con las repercusiones sexuales (que de alguna historia me suena a mi todo esto que estás contando) ya seré yo la que te regañe.
ResponderEliminarTe tomo la palabra ;) y aunque parezca morbosa a mí me gusta ir a algunos cementerios, asi que si necesitas colaboradora para recolectar necrosomnia cuenta conmigo. Fíjate que hasta alguien me dijo una vez que yo tenía poderes de medium o algo así, que imagino que aún no se han manifestado porque me cuesta hablar con algunas personas ...como para ponerme a hablar con muertos, a ver quien cuernos los entiende!
ResponderEliminarejem...ejem...¿plumero? a moi?
Bien, yo me uno a las excursionistas de los cementerios y colaborar en la cocina.
ResponderEliminarY desde ya, busco al amor de mi vida para que esté conmigo en el momento de la degustación.
Por cierto, si le das de comer el pastel a alguien sin decirle lo que lleva... ¿qué ocurre?
Un beso,
Vaya!!! Me uno a los interesados en el pastel!!! Ahora mismo me traigo a mi pareja de las orejas para que comparta esto conmigo
ResponderEliminarbesos!
Bueno, ustedes se van de excursión al cementerio y se meten en la cocina a preparar el pastel, que yo me lo comeré con gusto. Si tienen un poco de crema que ponerle, mejor. Si no, no importa. Estoy pensando decírselo a mi no pareja a ver qué piensa. Preparen doble ración y ya veremos...
ResponderEliminarHasta pronto
Uyuyuiiiiiiiiii.......... a mí que me da por pensar, ya sabes que yo pongo siempre todo en entredicho.... a ver.
ResponderEliminarNo sé cómo se puede afirmar, o probar, ni siquiera a uno mismo como experimentador del experimento, que realmente es una fusión de mundos y no una fusión de neuronas (vamos, peaso alucinógeno el pastelito). Y segundo y no menos importante... (haciendo trampas, porque me he leído el post posterior antes que éste).... ¿no estarás pensando en una orgía de amor de almas entre tu club de fans y usté mismo? ¿Mal pensada? Hummmm........ siempre!
Besotes.