Hace unos días, cuando salía de casa, R (mi ex) abrió la puerta de la suya para decirme que ya le habían traído la librería y que, por tanto, cuando quisiera podríamos quedar para repartirnos los libros en común. Nuestra vivienda común estaba formada por dos pisos de plantas simétricas unidos; al separarnos tapiamos los vanos que en su día abrimos y cada uno de quedó a un lado. Aunque la distribución de ambos pisos fuera igual, no eran iguales sus condiciones ni uso. La parte en que se quedó R está mucho mejor orientada, tanto por soleamiento como por ruidos; por esa razón, además, era ahí donde estaban las habitaciones más propiamente de vivienda. En el lado que yo ocupo, los tres dormitorios estaban habilitados como despachos, la cocina como una especie de trastero y la sala era la librería.
Hará más o menos un año, se produjo el reparto de los muebles. Porque ella me lo pidió, hice una relación de los que teníamos y una propuesta de adjudicación, procurando un suficiente equilibrio de valores. Conviene aclarar que ninguno de los dos tenemos necesidades económicas y que ella, además, cuenta con un importante patrimonio inmobiliario y más que sobradas rentas. Pese a ello, mi propuesta de reparto fue objeto de una agria discusión por su parte, acusándome de que pretendía aprovecharme de ella. Para entonces yo pensaba que R había dejado ya de considerarme su enemigo, que había superado la etapa de justificarse la separación (fue ella quien la quiso) argumentando los muchos agravios que sufrió de mí; sin embargo, esa tarde, en unas escenas muy violentas, comprobé que seguía con mucha rabia. Pese a sus provocaciones, esa vez logré (creo que casi por primera vez) no entrar al trapo, no explotar, evitando así que todo hubiera acabado en un enfrentamiento por culpa de ser un energúmeno. Por el contrario, cuando comprobé que se había exaltado demasiado y que mis intentos de hablar pausada y razonadamente no surtían efecto me levanté, la sujeté cariñosa pero firmemente por los hombros y la fui llevando hacia la puerta de casa; ya hablaremos otro día, le dije, no quiero que acabemos añadiendo más rencor entre nosotros. Esa misma tarde le escribí una carta y le propuse que ella corrigiera el reparto como creyese más conveniente. Imagino que debió reflexionar porque no volvió a repetirse la escena (tampoco se excusó ni nada parecido). Unos quince días después acordamos el reparto que ella me dijo sin que yo pusiera ningún reparo. Salvo un par de correcciones de detalle era el mismo que yo le había sugerido: quedaba demostrado que la rabia no tenía base objetiva.
Desde entonces (finales de 2006) las relaciones fueron mejorando. R lo pasó muy mal cuando la desgracia de H, nuestro hijo; durante los tres largos meses de hospital en varias ocasiones hablamos y nos apoyamos. Con H de nuevo en casa, sé que ella está muy nerviosa e insegura y que esas presiones (que ella misma no puede evitar generarse) le están pasando factura física en forma de terribles dolores de espalda y un cansancio inmenso al mínimo esfuerzo que, según me cuenta, la obligan a meterse en la cama y no poder hacer nada. Si bien entre nosotros yo creía descubrir la recuperación de la ternura, del cariño, también es verdad que la notaba, a veces, exaltada, manteniendo ese gusto (que a mí tan incómodo me hace sentir) por la autoexcitación sentimental, la hipersensibilidad fomentada (consciente o inconscientemente). Sé (y siento) que entre nosotros hay ganas de volver a abrir cauces amorosos, pero yo quisiera (necesito) que sean de paz, no de emociones tempestuosas. Creo que, para superar las heridas aun abiertas, me ayudaría (y a ella) alcanzar una relación tierna y suave, de abrirnos sin violencias, sin pasiones. Sin embargo, me da la impresión de que seguimos ambos siendo incapaces; ninguno se atreve a dar los pasos adecuados en ese sentido.
Hay, de otra parte, ligeras diferencias en cuanto a la actitud de cada uno. Yo, al menos, aunque no tome la iniciativa procuro mantener las condiciones para que ella haga algún gesto en esa dirección. Además, tengo la excusa de que así se lo dije cuando ella quiso separarse y de que he sido siempre yo el que he procurado afrontar nuestros problemas de parejas (por eso estoy convencido de que no tiene sentido que fuera yo el que tome ninguna iniciativa). Ella, en cambio, no termina de entender que su actitud de autoestimulación emocional lo más que generan en mí es rechazo, que su victimismo sentimental (por más que sea verdad que siente mucho dolor, físico y psicológico), no hacen sino apartarme. Supongo que me ha creado una especie de miedo defensivo, me protejo, no quiero dejarme arrastrar a las arenas movedizas de la emoción destructiva. Procuro, a veces y tímidamente, insinuárselo, pero qué va. Ayer, pese a que entre nosotros hay últimamente muy "buen rollito" no pude dejar de percibir que siguen en ella sentimientos encontrados hacia mí, todavía le quedan rencores, todavía me proyecta culpas, todavía espera desagravios. Y, naturalmente, porque la quiero mucho, cuando acabó la sesión me quedé algo triste.
Bueno, el caso es que quedamos en reunirnos ayer por la tarde noche para empezar con el reparto de los libros, los que hemos ido comprando con el dinero común durante dieciséis años (unos meses antes ya habíamos separado los libros propios). Antes de empezar, R me propuso que hiciéramos un reparto compensando más o menos el valor de los libros que se quedaba cada uno. Yo en cambio opinaba que cada uno debería quedarse con los libros que había comprado (por más que todos fueran de ambos). Hay que tener en cuenta que yo compro bastantes libros, que soy algo fetichista con ellos; de hecho, la mayoría de los adquiridos durante nuestra convivencia lo fueron por mí. Supongo que por ese motivo R no quiso aceptar mi criterio e insistió algo ásperamente en el suyo. Entonces le dije que no pensaba discutir y que, simplemente, fuera eligiendo los que quería. Total, la casi totalidad de los que poseemos pueden conseguirse de nuevo. Fui a por papel y lápiz (para apuntar los que se llevara y poder, en su caso, recomprarlos) y nos pusimos a la tarea.
Nos dio tiempo a repasar todas las baldas de "novelas" (salvo las de novela histórica), ordenadas por nacionalidades. Prácticamente, a cada autor que reconocía, pedía todos los libros; en algunos casos (sobre todo mujeres) porque ciertamente le gustaban mucho, pero en otros me daba la impresión de que era para no dejar de llevarse los suficientes. Así, por ejemplo, me quedé sin todos los libros de Almudena Grandes (6), Carmen Martín Gaite (18), Juan José Millás (10), Rosa Montero (9), Isabel Allende (10), Gabo (8) y varios otros de las baldas de española e hispanoamericana. En otras literaturas, en cambio, se sentía más insegura y picoteó mucho menos. Por ejemplo, despreció casi la totalidad de las novelas en lengua alemana, salvo las de Stefan Zweig que se las llevó casi al completo; de los franceses me dejó sin Marguerite Yourcenar (12) y sin los tres de Anna Gavalda, escritora que descubrí yo justo al final de nuestra relación; de los italianos, me "quitó" cuatro de mi adorado Calvino, así como de los norteamericanos se "atrevió" a coger tres de Auster. Al final, sobre unos 1200 libros, "arrambló" con unos 300; apenas la cuarta parte, pese a su voluntad inicial de "compensar". Como no podía ser de otra manera, incluso queriendo coger lo máximo, la gran mayoría de los libros eran "más míos" que suyos y a ella le decían poca cosa. Queda todavía otro tanto de biblioteca, pero casi dedicada sólo a no ficción, donde el porcentaje de apetencias será mucho menor.
Estuvimos unas cuatro horas. Por supuesto hablamos; habló sobre todo ella, quejándose de lo mal que está físicamente, de cuánto le preocupa H ... Tenía yo la sensación de que esperaba algo de mí, pero no estaba dispuesta a decirlo. Hacia el final del repaso, se me ocurrió comentarle que, como podía comprobar, se estaba llevando todos los libros que quería. Entonces, sin venir a cuento, me contestó que no me quejase (no lo había hecho) y que no creyese que le estaba haciendo ningún favor. Me quedé pensando que para ella seguía siendo importante sentir que no me debía nada, que no recibía nada de mí. Tampoco es que lo hiciera para obtener su reconocimiento, pero entristece que actos amorosos no sean recibidos como tales. La última anécdota aconteció cuando, tras haberle llevado las cajas llenas a su casa, me puse a ver unos libros que tenía sobre la mesa del comedor; me reconvino por "andar revisando entre sus cosas", que ella cuando iba a mi casa pedía permiso. Como si hubiese estado abriendo cajones y hurgando entre cosas ocultas ... Me callé, le deseé buenas noches y me fui a mi casa.
No sé; creo que nos queda bastante camino (tiempo) para poder recuperar una relación de cariño y confianza. Pero, y lo digo honestamente, creo que a ella le queda más que a mí (entre otras cosas, porque es más orgullosa que yo).
Hará más o menos un año, se produjo el reparto de los muebles. Porque ella me lo pidió, hice una relación de los que teníamos y una propuesta de adjudicación, procurando un suficiente equilibrio de valores. Conviene aclarar que ninguno de los dos tenemos necesidades económicas y que ella, además, cuenta con un importante patrimonio inmobiliario y más que sobradas rentas. Pese a ello, mi propuesta de reparto fue objeto de una agria discusión por su parte, acusándome de que pretendía aprovecharme de ella. Para entonces yo pensaba que R había dejado ya de considerarme su enemigo, que había superado la etapa de justificarse la separación (fue ella quien la quiso) argumentando los muchos agravios que sufrió de mí; sin embargo, esa tarde, en unas escenas muy violentas, comprobé que seguía con mucha rabia. Pese a sus provocaciones, esa vez logré (creo que casi por primera vez) no entrar al trapo, no explotar, evitando así que todo hubiera acabado en un enfrentamiento por culpa de ser un energúmeno. Por el contrario, cuando comprobé que se había exaltado demasiado y que mis intentos de hablar pausada y razonadamente no surtían efecto me levanté, la sujeté cariñosa pero firmemente por los hombros y la fui llevando hacia la puerta de casa; ya hablaremos otro día, le dije, no quiero que acabemos añadiendo más rencor entre nosotros. Esa misma tarde le escribí una carta y le propuse que ella corrigiera el reparto como creyese más conveniente. Imagino que debió reflexionar porque no volvió a repetirse la escena (tampoco se excusó ni nada parecido). Unos quince días después acordamos el reparto que ella me dijo sin que yo pusiera ningún reparo. Salvo un par de correcciones de detalle era el mismo que yo le había sugerido: quedaba demostrado que la rabia no tenía base objetiva.
Desde entonces (finales de 2006) las relaciones fueron mejorando. R lo pasó muy mal cuando la desgracia de H, nuestro hijo; durante los tres largos meses de hospital en varias ocasiones hablamos y nos apoyamos. Con H de nuevo en casa, sé que ella está muy nerviosa e insegura y que esas presiones (que ella misma no puede evitar generarse) le están pasando factura física en forma de terribles dolores de espalda y un cansancio inmenso al mínimo esfuerzo que, según me cuenta, la obligan a meterse en la cama y no poder hacer nada. Si bien entre nosotros yo creía descubrir la recuperación de la ternura, del cariño, también es verdad que la notaba, a veces, exaltada, manteniendo ese gusto (que a mí tan incómodo me hace sentir) por la autoexcitación sentimental, la hipersensibilidad fomentada (consciente o inconscientemente). Sé (y siento) que entre nosotros hay ganas de volver a abrir cauces amorosos, pero yo quisiera (necesito) que sean de paz, no de emociones tempestuosas. Creo que, para superar las heridas aun abiertas, me ayudaría (y a ella) alcanzar una relación tierna y suave, de abrirnos sin violencias, sin pasiones. Sin embargo, me da la impresión de que seguimos ambos siendo incapaces; ninguno se atreve a dar los pasos adecuados en ese sentido.
Hay, de otra parte, ligeras diferencias en cuanto a la actitud de cada uno. Yo, al menos, aunque no tome la iniciativa procuro mantener las condiciones para que ella haga algún gesto en esa dirección. Además, tengo la excusa de que así se lo dije cuando ella quiso separarse y de que he sido siempre yo el que he procurado afrontar nuestros problemas de parejas (por eso estoy convencido de que no tiene sentido que fuera yo el que tome ninguna iniciativa). Ella, en cambio, no termina de entender que su actitud de autoestimulación emocional lo más que generan en mí es rechazo, que su victimismo sentimental (por más que sea verdad que siente mucho dolor, físico y psicológico), no hacen sino apartarme. Supongo que me ha creado una especie de miedo defensivo, me protejo, no quiero dejarme arrastrar a las arenas movedizas de la emoción destructiva. Procuro, a veces y tímidamente, insinuárselo, pero qué va. Ayer, pese a que entre nosotros hay últimamente muy "buen rollito" no pude dejar de percibir que siguen en ella sentimientos encontrados hacia mí, todavía le quedan rencores, todavía me proyecta culpas, todavía espera desagravios. Y, naturalmente, porque la quiero mucho, cuando acabó la sesión me quedé algo triste.
Bueno, el caso es que quedamos en reunirnos ayer por la tarde noche para empezar con el reparto de los libros, los que hemos ido comprando con el dinero común durante dieciséis años (unos meses antes ya habíamos separado los libros propios). Antes de empezar, R me propuso que hiciéramos un reparto compensando más o menos el valor de los libros que se quedaba cada uno. Yo en cambio opinaba que cada uno debería quedarse con los libros que había comprado (por más que todos fueran de ambos). Hay que tener en cuenta que yo compro bastantes libros, que soy algo fetichista con ellos; de hecho, la mayoría de los adquiridos durante nuestra convivencia lo fueron por mí. Supongo que por ese motivo R no quiso aceptar mi criterio e insistió algo ásperamente en el suyo. Entonces le dije que no pensaba discutir y que, simplemente, fuera eligiendo los que quería. Total, la casi totalidad de los que poseemos pueden conseguirse de nuevo. Fui a por papel y lápiz (para apuntar los que se llevara y poder, en su caso, recomprarlos) y nos pusimos a la tarea.
Nos dio tiempo a repasar todas las baldas de "novelas" (salvo las de novela histórica), ordenadas por nacionalidades. Prácticamente, a cada autor que reconocía, pedía todos los libros; en algunos casos (sobre todo mujeres) porque ciertamente le gustaban mucho, pero en otros me daba la impresión de que era para no dejar de llevarse los suficientes. Así, por ejemplo, me quedé sin todos los libros de Almudena Grandes (6), Carmen Martín Gaite (18), Juan José Millás (10), Rosa Montero (9), Isabel Allende (10), Gabo (8) y varios otros de las baldas de española e hispanoamericana. En otras literaturas, en cambio, se sentía más insegura y picoteó mucho menos. Por ejemplo, despreció casi la totalidad de las novelas en lengua alemana, salvo las de Stefan Zweig que se las llevó casi al completo; de los franceses me dejó sin Marguerite Yourcenar (12) y sin los tres de Anna Gavalda, escritora que descubrí yo justo al final de nuestra relación; de los italianos, me "quitó" cuatro de mi adorado Calvino, así como de los norteamericanos se "atrevió" a coger tres de Auster. Al final, sobre unos 1200 libros, "arrambló" con unos 300; apenas la cuarta parte, pese a su voluntad inicial de "compensar". Como no podía ser de otra manera, incluso queriendo coger lo máximo, la gran mayoría de los libros eran "más míos" que suyos y a ella le decían poca cosa. Queda todavía otro tanto de biblioteca, pero casi dedicada sólo a no ficción, donde el porcentaje de apetencias será mucho menor.
Estuvimos unas cuatro horas. Por supuesto hablamos; habló sobre todo ella, quejándose de lo mal que está físicamente, de cuánto le preocupa H ... Tenía yo la sensación de que esperaba algo de mí, pero no estaba dispuesta a decirlo. Hacia el final del repaso, se me ocurrió comentarle que, como podía comprobar, se estaba llevando todos los libros que quería. Entonces, sin venir a cuento, me contestó que no me quejase (no lo había hecho) y que no creyese que le estaba haciendo ningún favor. Me quedé pensando que para ella seguía siendo importante sentir que no me debía nada, que no recibía nada de mí. Tampoco es que lo hiciera para obtener su reconocimiento, pero entristece que actos amorosos no sean recibidos como tales. La última anécdota aconteció cuando, tras haberle llevado las cajas llenas a su casa, me puse a ver unos libros que tenía sobre la mesa del comedor; me reconvino por "andar revisando entre sus cosas", que ella cuando iba a mi casa pedía permiso. Como si hubiese estado abriendo cajones y hurgando entre cosas ocultas ... Me callé, le deseé buenas noches y me fui a mi casa.
No sé; creo que nos queda bastante camino (tiempo) para poder recuperar una relación de cariño y confianza. Pero, y lo digo honestamente, creo que a ella le queda más que a mí (entre otras cosas, porque es más orgullosa que yo).
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
Despué de leerte hoy entiendo bastante mejor tu rechazo hacia el contexto "pasión".
ResponderEliminarSi yo no fuera tan pudorosa para desnudarme contaría mi propia experiencia acerca del final de mi matrimonio vista desde el lado femenino y por supuesto en contextos diametralmente distintos.
Me alegra que H esté mejor.
Besos
1200 libros en tu haber?? Wow!! menuda biblioteca, y yo que me jacto de tener "muchos libros" ... ejem...
ResponderEliminarNo te preocupes por los libros que pierdas en el reparto, ellos volveran a vos de alguna manera, ya veras... aquellos libros que nos son entranables siempre nos son devueltos (hablo en sentido figurativo logico), yo tuve que deshacerme de muchos libros y cds cuando emigre por estas latitudes, y de alguna forma con el tiempo he ido recomponiendo la coleccion de mis favoritos ...
para mi ciertos libros y cierta musica constituye una extension de uno mismo, y por eso nunca se pierden ...
vaya, me extendi demasiado, creeme que entiendo perfectamente tu post de hoy ... vos ya sabes porque ...
muchas gracias por tus palabras, me sirven mucho (todas ...)
un beso grande y seguimos en contacto...
Diga lo que diga puedo equivocarme porque necesitaría conoceros más a los dos, sobre todo a ella que no la conozco más que a través de tus palabras, pero me arriesgaré.
ResponderEliminar¿No habrá sido contraproducente que sigáis viviendo pared con pared, coincidiendo constantemente? Me da la impresión de que lo mejor hubiera sido incluso poniendo tierra de por medio, en otra ciudad.
Las pocas separaciones de las que tuve noticia en mi infancia, en Chile, tenían todas un cariz dramático que hacía imposible imaginar la coexistencia de la pareja en un espacio relativamente común. Cuando llegamos a Bélgica, me sorprendió favorablemente conocer a varias parejas divorciadas que compartían espacios de una manera que, al menos vista desde el exterior, parecía relativamente armónica.
ResponderEliminarEn nuestros largos años de estudiantes pobres reunimos una buena cantidad no de libros sino de fotocopias. Broméabamos mi mujer y yo imaginando, en caso de separación, la ceremonia del reparto de las fotocopias. También a los niños les decíamos con falsa solemnidad que, en caso de quedar huérfanos, tomaran buen cuidado de su herencia de fotocopias.
Las heridas son difíciles de cerrar y depende mucho de cada cual según su temperamento, actitud ante la vida...
ResponderEliminarEn el caso de tu ex, si además tiene achaques físicos, esto hace que sea mucho más susceptible a cualquier cosa. Su estado de ánimo no es el más óptimo por lo que sus respuestas serán más bien negativas.
Por otro lado hay algo que no acabo de entender,usas vocablos como el de "me quitó", "se atrevió", "arrambló", si lo relativizas se ha llevado la cuarta parte de tus libros o de vuestros libros. Te ha dolido los que se ha quedado, pero te hubiera dolido igual si se hubiese llevado otros, ya que todos ellos te gustán y para ti tienen su valor sentimental.
Entiendo que quieras algo mucho más tranquilo y que rechaces el "terremoto pasional". No he tenido una pareja así pero tengo alguien de la familia tremendamente parecido (por lo que cuentas) y sé que puede llegar a resultar realmente agotador intentar bregar con tanta emoción desbordada y tanta sensibilidad a flor de piel
ResponderEliminarEspero que ella, en algún momento, llegue a estar preparada.
Besos
Marguerite y Nanny: No es que rechace la pasión; más bien es el deseo por la pasión, la necesidad de provocarla, de exagerar los sentimientos. Pienso que, además de agotador, embota la percepción y la capacidad de ser feliz.
ResponderEliminarEva: No, no son 1200 libros, son más del doble :) Me refería sólo a las novelas (y sin contar las históricas). Faltan los otros, aun sin repartir. Y de nada.
Kotinussa: Te contestó en un post enterito.
Josepepe: Naturalmente, si nuestra separación hubiese sido dramática (y conozco muchas de ese tipo) no podríamos haber seguido juntos. Pero me alegro mucho de que no haya sido así.
Júlia: Uso los vocablos que citas de forma ciertamente injusta. Los libros que me "arrebató" son ciertamente tan suyos como míos, desde un punto de vista "jurídico". Pero no puedo evitar sentirlos más míos que suyos.