– No sé, Paco, creo que Weacock se está pasando. La revista, más que de una Asociación científica, empieza a parecer de un círculo esotérico.
– Vamos, no es para tanto. Te diré que este asunto del sueño de los muertos me recuerda mucho a la teorías de Jung. En mi opinión, Weacock no está sino ensayando un nuevo acercamiento hacia las personalidades esquizoides.
– Suponiendo que así fuera, no me convence su estilo. Dos conferencias en el Colegio, muy cargadas de referencias eruditas y, al mismo tiempo, tremendamente ambiguas. Entre medias el rechazo, que sigue manteniendo, a que conozcamos a su paciente; se ha atrevido a darle largas al mismísimo Amedeo Pazzoli. Y ahora esta serie de cuentitos fantásticos ...
– Raro si es, para qué negártelo. Pero démosle todavía un plazo de gracia; tengo el pálpito de que algo bueno sacaremos todos de este asunto. A Pazzoli ya lo calmaré la semana que viene, cuando nos veamos en Lugano; desde luego, no hay que perder los fondos de los suizos.
– Por el bien de todos, espero que aciertes; nos estamos jugando demasiado. Lamento no ser tan optimista como tú. Yo, fíjate lo que te digo, cada vez me convenzo más de que no hay tal paciente, que Weacock se está carcajeando de nosotros, probablemente para ocultar alguna movida que no acierto a imaginar pero que, de fijo, no es nada buena.
– Santos, te tienes que hacer mirar esos brotes paranoicos. Venga, que es una broma. En todo caso, deja que yo me ocupe y tú relájate un poco. O mejor: trata de localizar al graciosillo de las cartas al director. Sí, ese que firma como Aquilino Fuencarral. Weacock cree que tras esas cartas pueden estar los de la Agrupación Gestáltica y ahí sí habría motivos para preocuparnos.
– ¿Tú crees? Si son una panda de inocentes; no me trago que puedan estar al tanto de lo que se está cociendo.
– No tan inocentes, al menos alguno no lo es tanto. Me consta que Marc Caspers se ha reunido con Pazzoli la semana pasada.
– Ese viejo cabrón ... ¿Qué mierda pretende?
– No lo sé, pero en estos momentos es cuando menos nos conviene que los de la Gestáltica decidan practicar su alemán oxidado con viajecitos a Suiza. Y hay algo de lo que deberías haberte percatado si hubieses prestado más atención a los que llamas cuentecitos fantásticos de la revista. ¿Te acuerdas de aquel escándalo en el que se vió envuelto Caspers hace ya varios años?
– Vagamente, algo relacionado con su hijo, un chico retrasado o monstruoso, no estoy seguro.
– Ni retrasado ni monstruoso; tienes una memoria muy barroca. Era, es, un enano y se llama Waldo. Ahora dime: ¿No te parece importante evitar cualquier cabo suelto? Localízame quién está detrás de ese Aquilino Fuencarral.
– Mi amor, este jueves cruzo.
– Pero Gaby, es peligroso. Tú apenas tienes práctica. Esperemos un poco, ya casi tengo convencido a Weacock. La próxima semana, con el gancho del pastel, pienso pedirle que me deje ir a casa, a prepararlo en el laboratorio; esa será la ocasión: cruzaremos juntos.
– ¿Y aumentar tanto el riesgo? No, cariño. Hemos ya apostado demasiado para cagarla llegando tarde. Voy a cruzar el jueves. Te lo estoy diciendo, no pidiéndote permiso. Por una vez vas a tener que conformarte con mi decisión, no tienes alternativa.
– E imagino, princesita obcecada, que le confiarás tu cuerpo al enano ese ...
– ¿Celoso de Waldo? Cielo, no te rebajes tanto.
– Ojalá fueran sólo celos. No me fío de él; recuerda quién es su padre.
– No le conviene traicionarme. Desea con todas sus fuerzas traspasar el umbral y se lo he prometido. Por eso estoy segura de que se esforzará en que todo vaya bien.
– Vale, no voy a discutírtelo más pero, a cambio, acepta lo que voy a proponerte; quiero que tengamos otra opción, un plan B si lo prefieres.
– ¿Qué quieres?
– Dile a Waldo que, en vez de permanecer en casa protegiendo tu viaje, lleve tu cuerpo al almacén de la calle Ornitorrinco. Las llaves las guardo en la quinta gaveta del secreter; son las del llavero que me regalaste hace unos meses, ese de broma que te gustó tanto. En el local hay dos espejos azogados con necrosomnia; que uno lo desplace a su casa y luego se encierre con tu cuerpo en el almacén. Hay un dormitorio perfectamente amueblado para ese sátiro repugnante.
– No te pases. Pero, ¿para qué todo eso?
– El jueves conseguiré que Weacock me deje ir a mi casa, con la excusa de preparar el pastel. Me temo que me pondrá dos vigilantes; es demasiado pronto para que confíe en mí, necesitaba una semana más para ganármelo. En cualquier caso, comprobaré que has cruzado y se lo contaré a Weacock, haciéndole ver que estás en peligro tú y, sobre todo, el manuscrito. Apuntaré las culpas hacia Waldo Caspers; estoy seguro de que con sólo oír el apellido conseguiré poner nervioso al ilustre doctor, lo bastante para que no recele demasiado y me dé la necesaria libertad de acción.
– ¿Libertad de acción?
– Sí, la suficiente para que me permita ir a la casa del enano; la suficiente para que pueda escabullirme al baño, que es donde Waldo habrá colocado el espejo.
– Y entonces cruzarás ... ¡Qué lindo eres!
– Sí, nos encontraremos al otro lado más o menos a las seis horas de que tú hayas pasado. Ese es el tiempo de que dispondrá Waldo para organizarlo todo.
– Por ahí no habrá problemas. Pero, mi amor, tu cuerpo ... ¿qué pasará con tu cuerpo?
– Tenemos que seguir apostando, preciosa. Pero es un riesgo pequeño; diez a uno a que Weacock lo trae de vuelta al Centro. Por otra parte, creo que sabré volver aun ignorando el paradero preciso de mi yo material. Y, en última instancia, si logramos el pleno tampoco sería grave renunciar a mi cuerpo. Ya sabes a lo que me refiero ...
– Sí, pero es que me cuesta tanto imaginarlo; es tan maravilloso que me da miedo creérmelo.
PS: La canción está en polaco (es del disco Upojenie, con Pat Metheny). Aunque no entiendo absolutamente nada de lo que dice, intuyo que la chica nos está desvelando alguno de los mágicos secretos que se aprenden al otro lado del espejo.
PS2: Enlazo este video que acabo de descubrir en el interesante blog de José Luis Palacios Alonso. Es un repaso mágico a la pintura del siglo XX. Mientras lo veía, la transformación de unos cuadros en otros, las fusiones mutuas de sus colores y formas, me recordaba experiencias oníricas parecidas a las que se viven al otro lado de los espejos azigados con necrosomnia.
– Vamos, no es para tanto. Te diré que este asunto del sueño de los muertos me recuerda mucho a la teorías de Jung. En mi opinión, Weacock no está sino ensayando un nuevo acercamiento hacia las personalidades esquizoides.
– Suponiendo que así fuera, no me convence su estilo. Dos conferencias en el Colegio, muy cargadas de referencias eruditas y, al mismo tiempo, tremendamente ambiguas. Entre medias el rechazo, que sigue manteniendo, a que conozcamos a su paciente; se ha atrevido a darle largas al mismísimo Amedeo Pazzoli. Y ahora esta serie de cuentitos fantásticos ...
– Raro si es, para qué negártelo. Pero démosle todavía un plazo de gracia; tengo el pálpito de que algo bueno sacaremos todos de este asunto. A Pazzoli ya lo calmaré la semana que viene, cuando nos veamos en Lugano; desde luego, no hay que perder los fondos de los suizos.
– Por el bien de todos, espero que aciertes; nos estamos jugando demasiado. Lamento no ser tan optimista como tú. Yo, fíjate lo que te digo, cada vez me convenzo más de que no hay tal paciente, que Weacock se está carcajeando de nosotros, probablemente para ocultar alguna movida que no acierto a imaginar pero que, de fijo, no es nada buena.
– Santos, te tienes que hacer mirar esos brotes paranoicos. Venga, que es una broma. En todo caso, deja que yo me ocupe y tú relájate un poco. O mejor: trata de localizar al graciosillo de las cartas al director. Sí, ese que firma como Aquilino Fuencarral. Weacock cree que tras esas cartas pueden estar los de la Agrupación Gestáltica y ahí sí habría motivos para preocuparnos.
– ¿Tú crees? Si son una panda de inocentes; no me trago que puedan estar al tanto de lo que se está cociendo.
– No tan inocentes, al menos alguno no lo es tanto. Me consta que Marc Caspers se ha reunido con Pazzoli la semana pasada.
– Ese viejo cabrón ... ¿Qué mierda pretende?
– No lo sé, pero en estos momentos es cuando menos nos conviene que los de la Gestáltica decidan practicar su alemán oxidado con viajecitos a Suiza. Y hay algo de lo que deberías haberte percatado si hubieses prestado más atención a los que llamas cuentecitos fantásticos de la revista. ¿Te acuerdas de aquel escándalo en el que se vió envuelto Caspers hace ya varios años?
– Vagamente, algo relacionado con su hijo, un chico retrasado o monstruoso, no estoy seguro.
– Ni retrasado ni monstruoso; tienes una memoria muy barroca. Era, es, un enano y se llama Waldo. Ahora dime: ¿No te parece importante evitar cualquier cabo suelto? Localízame quién está detrás de ese Aquilino Fuencarral.
– Mi amor, este jueves cruzo.
– Pero Gaby, es peligroso. Tú apenas tienes práctica. Esperemos un poco, ya casi tengo convencido a Weacock. La próxima semana, con el gancho del pastel, pienso pedirle que me deje ir a casa, a prepararlo en el laboratorio; esa será la ocasión: cruzaremos juntos.
– ¿Y aumentar tanto el riesgo? No, cariño. Hemos ya apostado demasiado para cagarla llegando tarde. Voy a cruzar el jueves. Te lo estoy diciendo, no pidiéndote permiso. Por una vez vas a tener que conformarte con mi decisión, no tienes alternativa.
– E imagino, princesita obcecada, que le confiarás tu cuerpo al enano ese ...
– ¿Celoso de Waldo? Cielo, no te rebajes tanto.
– Ojalá fueran sólo celos. No me fío de él; recuerda quién es su padre.
– No le conviene traicionarme. Desea con todas sus fuerzas traspasar el umbral y se lo he prometido. Por eso estoy segura de que se esforzará en que todo vaya bien.
– Vale, no voy a discutírtelo más pero, a cambio, acepta lo que voy a proponerte; quiero que tengamos otra opción, un plan B si lo prefieres.
– ¿Qué quieres?
– Dile a Waldo que, en vez de permanecer en casa protegiendo tu viaje, lleve tu cuerpo al almacén de la calle Ornitorrinco. Las llaves las guardo en la quinta gaveta del secreter; son las del llavero que me regalaste hace unos meses, ese de broma que te gustó tanto. En el local hay dos espejos azogados con necrosomnia; que uno lo desplace a su casa y luego se encierre con tu cuerpo en el almacén. Hay un dormitorio perfectamente amueblado para ese sátiro repugnante.
– No te pases. Pero, ¿para qué todo eso?
– El jueves conseguiré que Weacock me deje ir a mi casa, con la excusa de preparar el pastel. Me temo que me pondrá dos vigilantes; es demasiado pronto para que confíe en mí, necesitaba una semana más para ganármelo. En cualquier caso, comprobaré que has cruzado y se lo contaré a Weacock, haciéndole ver que estás en peligro tú y, sobre todo, el manuscrito. Apuntaré las culpas hacia Waldo Caspers; estoy seguro de que con sólo oír el apellido conseguiré poner nervioso al ilustre doctor, lo bastante para que no recele demasiado y me dé la necesaria libertad de acción.
– ¿Libertad de acción?
– Sí, la suficiente para que me permita ir a la casa del enano; la suficiente para que pueda escabullirme al baño, que es donde Waldo habrá colocado el espejo.
– Y entonces cruzarás ... ¡Qué lindo eres!
– Sí, nos encontraremos al otro lado más o menos a las seis horas de que tú hayas pasado. Ese es el tiempo de que dispondrá Waldo para organizarlo todo.
– Por ahí no habrá problemas. Pero, mi amor, tu cuerpo ... ¿qué pasará con tu cuerpo?
– Tenemos que seguir apostando, preciosa. Pero es un riesgo pequeño; diez a uno a que Weacock lo trae de vuelta al Centro. Por otra parte, creo que sabré volver aun ignorando el paradero preciso de mi yo material. Y, en última instancia, si logramos el pleno tampoco sería grave renunciar a mi cuerpo. Ya sabes a lo que me refiero ...
– Sí, pero es que me cuesta tanto imaginarlo; es tan maravilloso que me da miedo creérmelo.
PS: La canción está en polaco (es del disco Upojenie, con Pat Metheny). Aunque no entiendo absolutamente nada de lo que dice, intuyo que la chica nos está desvelando alguno de los mágicos secretos que se aprenden al otro lado del espejo.
PS2: Enlazo este video que acabo de descubrir en el interesante blog de José Luis Palacios Alonso. Es un repaso mágico a la pintura del siglo XX. Mientras lo veía, la transformación de unos cuadros en otros, las fusiones mutuas de sus colores y formas, me recordaba experiencias oníricas parecidas a las que se viven al otro lado de los espejos azigados con necrosomnia.
CATEGORÍA: Ficciones
Tengo que confesar que me he perdido.
ResponderEliminar¡Pero qué giros está teniendo esta historia! Por cierto, que el pobre Sr. Fuencarral dice no saber qué hacer para certificar su identidad.
ResponderEliminarEl vídeo es realmente fascinante.
Besos
Umpf! O sea, no sólo no das la receta del dichoso pastel, que ya me está mosqueando, sino que además dejas la historia a medias...
ResponderEliminarLe voy a escribir otra carta anónima a ese director de tu revista!
Que se me van a estropear los ingredientes, que ya los tengo hace más de un mes!
No será la receta secreta de tu abuela no?
Besos
Al final me está interesando más el tema del espejo y sus consecuencias que el pastel del que seguramente no nos darás la receta.
ResponderEliminarPos yo tengo que decir que no hay nada que me aburra más que la lectura de una receta. De hecho, no sé cocinar apenas, y soy incapaz de abrir el libro de las recetas. Al primer ingrediente raro o al primer procedimiento misterioso de cocción... me entra un sueño!!! Ostis, a ver si las recetas también van a estar relacionadas con la somnecronia ésta.
ResponderEliminarEsto es mejor que la receta, dónde va a parar.
Besazos.
illyakin