El ser es uno; así que el ser es todo, continuidad indiferenciada.
¿Somos, cada uno, seres individuales? Tengamos existencia real o sea nuestra individualidad un espejismo, en ella creemos. Nosotros, los humanos, nos concebimos separados (¿desgajados?) del magma ontológico único. Basta con que lo creamos para erigir toda la filosofía (y la religión).
Si alcanzamos categoría de ser individual, lo es por discontinuidad del ser único. La discontinuidad entre los seres es su condición sine qua non; pero también la otra cara de la moneda: unicidad continua y/o diversidad diferenciada.
Nos hacemos unos despegándonos del todo amorfo, deslindándonos mediante un nombre que nos identifica, que nos diferencia del resto. El yo sólo es cuando es solo. La formación del ser individual es, en sí misma, un acto de violencia.
Violencia estéril, al cabo, porque apenas somos espejismos transitorios de esencia individual, irremisiblemente condenados a ser el ser eterno. Hay quien lo llama Dios; de ser así, un Dios indiferenciado y estático. La reproducción del ser individual es el vano intento discontinuo de perpetuar la discontinuidad.
Sin embargo, tenemos en nuestra naturaleza la nostalgia de la continuidad perdida, la tentación del regreso al magma indiferenciado. Es una ansiedad confusa hacia la desindividualización, el abandono del esfuerzo violento para mantener la continuidad. Por supuesto, estas pulsiones se resuelven definitivamente con la muerte. ¿Qué otra cosa es si no?
Pero hay otra vía: el erotismo (Bataille dixit). Toda experiencia erótica tiene en su fin alcanzar al ser en lo más íntimo, disolver nuestra individualidad en la continuidad de lo absoluto. Claro que es una disolución relativa, porque seguimos vivos tras ella y, sobre todo, seremos conscientes de haberla vivido.
De ahí la relación desde siempre entre erotismo y muerte (Eros y Tánatos), pero también la identidad radical entre erotismo y religión. Hablo, claro está, de la mística religiosa. La religión sería la tercera forma, el tercer nivel, del erotismo: el erotismo sagrado, después del erotismo de los cuerpos, después del erotismo de los corazones.
No todo acto sexual es erotismo y cada vez pareciera que menos lo son. Y no obstante es el sexo una de las más fiables vías hacia la fusión con el ser único. La pasión amorosa, por ejemplo, busca en el acto sexual un imposible: la fusión eterna con el amado, mera ilusión (etapa) de la nostalgia metafísica. Es imposible porque llevar la pasión a sus irremediables consecuencias exige la muerte.
Por eso, si el erotismo no deviene en muerte (bástenos con la petite mort) habrá de ser un pacto entre la permanencia (por más que efímera) de nuestra individualidad discontinua y la tentación de eternidad. Momentos de éxtasis puntuales en los que asimos fugazmente los misterios que alimentan las angustias cotidianas, aniquilaciones transitorias de nuestros yoes (tu yo y el mío disolviéndose juntos).
Pero es difícil sostener el equilibrio de este pacto. Intuyo los riesgos de progresar en demasía por el erotismo; uno no regresa indemne de inmersiones en el ser. Quizá por eso, por miedo, huyamos de la verdadera experiencia erótica. Y, sin embargo ...
PS: Este post proviene de la reciente relectura del clásico de Georges Bataille, El Erotismo. Lo leí hacia los veinte años pero, ciertamente, no me acordaba de nada. Me pregunto ahora cómo pude haber entendido algo a esa edad y con mis experiencias de entonces. Dice el propio Bataille que, “sin experiencia, no podríamos hablar ni de erotismo ni de religión”. Para mí, entender lo que significa (lo que puede llegar a significar) la disolución de la individualidad en el ser como centro de la experiencia erótica (en concreto de la sexual) es algo de esta última etapa de mi vida. En gran parte, este blog y muchas de las conversaciones “íntimas” que propicio buscan abrir cauces de comunicación real sobre estas experiencias, si es que las mismas pueden ser comunicables. Añado, como nota curiosa, que lo escrito en este post guarda estrecha relación con otro de hace cuatro meses; entonces no tenía en mente a Bataille (en el subconsciente acaso).
¿Somos, cada uno, seres individuales? Tengamos existencia real o sea nuestra individualidad un espejismo, en ella creemos. Nosotros, los humanos, nos concebimos separados (¿desgajados?) del magma ontológico único. Basta con que lo creamos para erigir toda la filosofía (y la religión).
Si alcanzamos categoría de ser individual, lo es por discontinuidad del ser único. La discontinuidad entre los seres es su condición sine qua non; pero también la otra cara de la moneda: unicidad continua y/o diversidad diferenciada.
Nos hacemos unos despegándonos del todo amorfo, deslindándonos mediante un nombre que nos identifica, que nos diferencia del resto. El yo sólo es cuando es solo. La formación del ser individual es, en sí misma, un acto de violencia.
Violencia estéril, al cabo, porque apenas somos espejismos transitorios de esencia individual, irremisiblemente condenados a ser el ser eterno. Hay quien lo llama Dios; de ser así, un Dios indiferenciado y estático. La reproducción del ser individual es el vano intento discontinuo de perpetuar la discontinuidad.
Sin embargo, tenemos en nuestra naturaleza la nostalgia de la continuidad perdida, la tentación del regreso al magma indiferenciado. Es una ansiedad confusa hacia la desindividualización, el abandono del esfuerzo violento para mantener la continuidad. Por supuesto, estas pulsiones se resuelven definitivamente con la muerte. ¿Qué otra cosa es si no?
Pero hay otra vía: el erotismo (Bataille dixit). Toda experiencia erótica tiene en su fin alcanzar al ser en lo más íntimo, disolver nuestra individualidad en la continuidad de lo absoluto. Claro que es una disolución relativa, porque seguimos vivos tras ella y, sobre todo, seremos conscientes de haberla vivido.
De ahí la relación desde siempre entre erotismo y muerte (Eros y Tánatos), pero también la identidad radical entre erotismo y religión. Hablo, claro está, de la mística religiosa. La religión sería la tercera forma, el tercer nivel, del erotismo: el erotismo sagrado, después del erotismo de los cuerpos, después del erotismo de los corazones.
No todo acto sexual es erotismo y cada vez pareciera que menos lo son. Y no obstante es el sexo una de las más fiables vías hacia la fusión con el ser único. La pasión amorosa, por ejemplo, busca en el acto sexual un imposible: la fusión eterna con el amado, mera ilusión (etapa) de la nostalgia metafísica. Es imposible porque llevar la pasión a sus irremediables consecuencias exige la muerte.
Por eso, si el erotismo no deviene en muerte (bástenos con la petite mort) habrá de ser un pacto entre la permanencia (por más que efímera) de nuestra individualidad discontinua y la tentación de eternidad. Momentos de éxtasis puntuales en los que asimos fugazmente los misterios que alimentan las angustias cotidianas, aniquilaciones transitorias de nuestros yoes (tu yo y el mío disolviéndose juntos).
Pero es difícil sostener el equilibrio de este pacto. Intuyo los riesgos de progresar en demasía por el erotismo; uno no regresa indemne de inmersiones en el ser. Quizá por eso, por miedo, huyamos de la verdadera experiencia erótica. Y, sin embargo ...
PS: Este post proviene de la reciente relectura del clásico de Georges Bataille, El Erotismo. Lo leí hacia los veinte años pero, ciertamente, no me acordaba de nada. Me pregunto ahora cómo pude haber entendido algo a esa edad y con mis experiencias de entonces. Dice el propio Bataille que, “sin experiencia, no podríamos hablar ni de erotismo ni de religión”. Para mí, entender lo que significa (lo que puede llegar a significar) la disolución de la individualidad en el ser como centro de la experiencia erótica (en concreto de la sexual) es algo de esta última etapa de mi vida. En gran parte, este blog y muchas de las conversaciones “íntimas” que propicio buscan abrir cauces de comunicación real sobre estas experiencias, si es que las mismas pueden ser comunicables. Añado, como nota curiosa, que lo escrito en este post guarda estrecha relación con otro de hace cuatro meses; entonces no tenía en mente a Bataille (en el subconsciente acaso).
Nota: Pensé ilustrar este post con el video la petite mort de Xnographics Studio (que recomiendo a quien no lo conozca), pero buscándolo en Youtube encontré esta preciosa danza del coreógrafo holandés Jirí Kylián y, aunque larga e incompleta, no me he resistido a ponerla (también se llama la petite mort).
CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras
el tantra ensena que mediante el acto sexual se llega a la verdadera comunion con la otra persona, disolviendose las personalidades y los egos, para fundirse en un instante mistico. En lo personal lo he experimentado (no demasiadas veces) pero ha marcado una verdadera diferencia en la manera en la que quiero vivir el sexo y el erotismo de ahora en mas ... es posible lograr una comunion completa con el otro y vislumbrar lo que seria "el cielo" ... (de existir alguno, claro esta ...)
ResponderEliminarbesos ...
Lo he leído despacito despacito y me ha gustado. Pero no entiendo, ¿de qué riesgos hablas? ¿Por qué usas indemne? Uno no regresa igual, simplemente, sin sentido peyorativo... Indudablemente es una experiencia enriquecedora...
ResponderEliminarLas mías sí.
Un beso!
A mí se me está olvidando lo que es eso del erotismo. Leeré a Bataille a ver si así al menos mi mente no lo olvida.
ResponderEliminarBesitos
tomo nota del libro.
ResponderEliminarel erotismo es para mi, un gran desconocido.
un saludo
Poca gente es capaz de identificar sexo con espiritualidad más que nada porque los tabús sociales nos lo presentan como todo lo opuesto a la espiritualidad y, sin embargo, si en algún momento he podido llegar a creer en la "unión espiritual" es en esos momentos de comunicación erótica... pero no es fácil llegar a ello, nada fácil.
ResponderEliminarBesos
El sexo es liberador y terrible a la vez. A condición de no banalizarlo -el único riesgo de la pornografía, aparte del aburrimiento-. y de no cosificar al "partenaire".
ResponderEliminarPero Bataille, como todo intelectual francés que se precie, más apto para promocionarse que para suministrar veraderas nuevas ideas, creo que no dijo nada nuevo que no hubieran escrito ya los "´clásicos"
Touchée....
ResponderEliminarMe pasa cada vez con mayor frecuencia que releeo libros que leí en mi juventud y me doy cuenta de que no entendí nada o apenas la mitad. No se si es cierto o un consuelo que nos quiere brindar la vida haciendonos creer que con la edad entendemos mejor algo. Seamos optimistas y hagamos caso a Rita Levi-Montalcini: las neuronas pueden ir a mejor incluso en la ancianidad:
ResponderEliminarhttp://cigarrales-cigarra.blogspot.com/search/label/Rita%20Levi%20Montalcini