Presentamos a continuación las últimas páginas del cuaderno amarillo, correspondientes a una entrada que Weacock debió escribir hacia mediados de diciembre de 2007. Son cuatro hojas manuscritas a ambas caras que, si bien presentan daños por el incendio, han podido ser transcritas en su mayor parte, con la excepción de la cara posterior de la tercera hoja y la parte superior de la cuarta; estas interrupciones se indican adecuadamente en el texto siguiente. (Nota del Editor).
Nuestra dimensión no es sino una de las infinitas danzas brownianas posibles y, por ende, reales. Llamémoslas universos paralelos o como se quiera; al fin y al cabo, carecemos de nombres. Y, sin embargo, he de recurrir a las palabras; no tanto para que otros me entiendan como para atisbar yo mismo mis intuiciones que intentan desvelar los misterios. Habré de usar metáforas, a pesar de sus engañosas trampas. Seamos pues cuidadosos y no les demos más crédito del que merecen.
Las partículas que somos este universo, la masa y la energía de un único todo repartido en casi infinitas (pero no) partículas movientes. Con ese movimiento creamos el espaciotiempo. Imagino nuestro universo espaciotemporal como un tubo que se va generando en geometría hiperbólica, dibujando una trayectoria caótica, retorcidamente aleatoria. Pero hay otros universos moviéndose e interaccionando con el nuestro. Supongamos un cruce de las trayectorias de dos de estos sistemas de danzas cósmicas y supongamos que una partícula de uno pasa a otro ...
En cierto modo, puede ayudar el famoso experimento del gato de Schrödinger. Por supuesto que el gato está vivo y muerto a la vez, sólo que en dos universos distintos. Entonces, la partícula alfa radiactiva es la que abre la puerta a la dimensión paralela de la probabilidad cuántica. No, por supuesto que no ... Pero en el experimento del genial austriaco funciona como muleta mnemotécnica: bástenos retener que existen vasos comunicantes. ¡Qué pobres me resultan todas las metáforas que se me ocurren!
No, no hacen falta reacciones nucleares ni nada por el estilo. Es cuestión sólo (¿sólo?) de saber ver, seguir, el código informático de cada universo. Algo así como cambiar nuestro sistema operativo a otro lenguaje. En la más microscópica escala somos sólo información, secuencias binarias de partículas y antipartículas; esas secuencias son nuestras danzas cosmogónicas. Saber ver ...
Ha habido muchos que han salido de nuestro universo, que han interactuado en otro en diversos grados. Desde mis primeros años de clínica, en California, comprendí que no pocas esquizofrenias parecían responder a (aparentes) errores en el "sistema operativo" del paciente; como si su software se desconectase, más o menos radicalmente, de nuestro universo. Esos errores, en contrapartida, parecían dotar a los enfermos de vías de acceso a otras realidades.
Pero hay algunos esquizofrénicos singulares. No están aquejados de ninguna patología; por eso es un cometerlos a las terapias habituales, intentar privarles de sus dotes. Son personas con cerebros capaces de funcionar en más de un sistema operativo y, lo que es fundamental, capaces de alternar voluntariamente entre tales sistemas operativos. Es como si supieran encontrar los puntos de intersección entre las trayectorias caóticas de los universos en los que se mueven, para pasar de uno a otro, como si cruzaran umbrales mágicos.
Maravilla que alguien pueda encontrar esas puertas. Uno piensa que la infinitud combinatoria de las posibilidades ha de generar universos siempre divergentes. Y quizás sea así pero, al mismo tiempo (¿tiene sentido hablar de tiempo?) no dejen de estar siempre lo suficientemente cercanos (¿qué quiere decir cercanía o alejamiento en este contexto?) o, al menos, abundantemente intercomunicados. Recuerdo ahora aquel curso sobre geometría fractal y las muchas ideas que me sugirió; aunque siempre se me escapaba su comprensión íntima.
La curva de Koch, por ejemplo. Imaginemos cada iteración como la trayectoria de un universo que va desde A a B y supongamos que el segmento recto inicial es un fragmento de la de nuestro universo y cada iteración simboliza otro distinto. Se me ocurrió entonces que cada segmento es un evento, un algo, constitutivo de la realidad, de cualquier realidad. Sería más bien un algo percibido. Entonces (es otra hipótesis) las distintas fases iterativas corresponderían a sucesivamente superiores estados de conciencia.
En la iteración 0 (nuestro universo) percibimos un evento, pero basta una iteración para que la curva de Koch genere cuatro, siempre entre A y B. Y pasaríamos a otro estado de conciencia y somos capaces de percibir 16; y luego 64 y 256 y 1.024 y 4.096 ... ¿Hay límite? Matemáticamente no lo hay, es perderse en el infinito. Sin embargo, estamos todo el rato ahí cerquita, apenas alejados de la trayectoria original más del vértice del primer triángulo. Tan cerca y tan lejos ...
Pero tiene que haber un límite porque no cabe la división infinitesimal; las realidades se componen de partículas discretas en sus escalas más mínimas. En todo caso, que no se pueda seguir hasta el infinito no impide asombrarse de la inmensidad de esta combinatoria cósmica: estamos tan lejos de las dimensiones cuánticas. A efectos prácticos, por tanto, el número de otros universos (o los niveles de complejidad de los estados de conciencia, si se prefiere) es como si fuera infinito.
Hay otro aspecto que anoto. A medida que profundizamos en la complejidad de la realidad, que nos adentramos en universos más ricos en el número de los eventos percibidos, van perdiendo consistencia las leyes de la física. Entramos cada vez más en los dominios del caos y el error estadístico se va imponiendo. Las cosas (perdóneseme el sustantivo) empiezan a desvelar su verdadero comportamiento browniano, cuando somos capaces de verlas en sus componentes.
Nuestra dimensión no es sino una de las infinitas danzas brownianas posibles y, por ende, reales. Llamémoslas universos paralelos o como se quiera; al fin y al cabo, carecemos de nombres. Y, sin embargo, he de recurrir a las palabras; no tanto para que otros me entiendan como para atisbar yo mismo mis intuiciones que intentan desvelar los misterios. Habré de usar metáforas, a pesar de sus engañosas trampas. Seamos pues cuidadosos y no les demos más crédito del que merecen.
Las partículas que somos este universo, la masa y la energía de un único todo repartido en casi infinitas (pero no) partículas movientes. Con ese movimiento creamos el espaciotiempo. Imagino nuestro universo espaciotemporal como un tubo que se va generando en geometría hiperbólica, dibujando una trayectoria caótica, retorcidamente aleatoria. Pero hay otros universos moviéndose e interaccionando con el nuestro. Supongamos un cruce de las trayectorias de dos de estos sistemas de danzas cósmicas y supongamos que una partícula de uno pasa a otro ...
En cierto modo, puede ayudar el famoso experimento del gato de Schrödinger. Por supuesto que el gato está vivo y muerto a la vez, sólo que en dos universos distintos. Entonces, la partícula alfa radiactiva es la que abre la puerta a la dimensión paralela de la probabilidad cuántica. No, por supuesto que no ... Pero en el experimento del genial austriaco funciona como muleta mnemotécnica: bástenos retener que existen vasos comunicantes. ¡Qué pobres me resultan todas las metáforas que se me ocurren!
No, no hacen falta reacciones nucleares ni nada por el estilo. Es cuestión sólo (¿sólo?) de saber ver, seguir, el código informático de cada universo. Algo así como cambiar nuestro sistema operativo a otro lenguaje. En la más microscópica escala somos sólo información, secuencias binarias de partículas y antipartículas; esas secuencias son nuestras danzas cosmogónicas. Saber ver ...
Ha habido muchos que han salido de nuestro universo, que han interactuado en otro en diversos grados. Desde mis primeros años de clínica, en California, comprendí que no pocas esquizofrenias parecían responder a (aparentes) errores en el "sistema operativo" del paciente; como si su software se desconectase, más o menos radicalmente, de nuestro universo. Esos errores, en contrapartida, parecían dotar a los enfermos de vías de acceso a otras realidades.
Pero hay algunos esquizofrénicos singulares. No están aquejados de ninguna patología; por eso es un cometerlos a las terapias habituales, intentar privarles de sus dotes. Son personas con cerebros capaces de funcionar en más de un sistema operativo y, lo que es fundamental, capaces de alternar voluntariamente entre tales sistemas operativos. Es como si supieran encontrar los puntos de intersección entre las trayectorias caóticas de los universos en los que se mueven, para pasar de uno a otro, como si cruzaran umbrales mágicos.
Maravilla que alguien pueda encontrar esas puertas. Uno piensa que la infinitud combinatoria de las posibilidades ha de generar universos siempre divergentes. Y quizás sea así pero, al mismo tiempo (¿tiene sentido hablar de tiempo?) no dejen de estar siempre lo suficientemente cercanos (¿qué quiere decir cercanía o alejamiento en este contexto?) o, al menos, abundantemente intercomunicados. Recuerdo ahora aquel curso sobre geometría fractal y las muchas ideas que me sugirió; aunque siempre se me escapaba su comprensión íntima.
La curva de Koch, por ejemplo. Imaginemos cada iteración como la trayectoria de un universo que va desde A a B y supongamos que el segmento recto inicial es un fragmento de la de nuestro universo y cada iteración simboliza otro distinto. Se me ocurrió entonces que cada segmento es un evento, un algo, constitutivo de la realidad, de cualquier realidad. Sería más bien un algo percibido. Entonces (es otra hipótesis) las distintas fases iterativas corresponderían a sucesivamente superiores estados de conciencia.
En la iteración 0 (nuestro universo) percibimos un evento, pero basta una iteración para que la curva de Koch genere cuatro, siempre entre A y B. Y pasaríamos a otro estado de conciencia y somos capaces de percibir 16; y luego 64 y 256 y 1.024 y 4.096 ... ¿Hay límite? Matemáticamente no lo hay, es perderse en el infinito. Sin embargo, estamos todo el rato ahí cerquita, apenas alejados de la trayectoria original más del vértice del primer triángulo. Tan cerca y tan lejos ...
Pero tiene que haber un límite porque no cabe la división infinitesimal; las realidades se componen de partículas discretas en sus escalas más mínimas. En todo caso, que no se pueda seguir hasta el infinito no impide asombrarse de la inmensidad de esta combinatoria cósmica: estamos tan lejos de las dimensiones cuánticas. A efectos prácticos, por tanto, el número de otros universos (o los niveles de complejidad de los estados de conciencia, si se prefiere) es como si fuera infinito.
Hay otro aspecto que anoto. A medida que profundizamos en la complejidad de la realidad, que nos adentramos en universos más ricos en el número de los eventos percibidos, van perdiendo consistencia las leyes de la física. Entramos cada vez más en los dominios del caos y el error estadístico se va imponiendo. Las cosas (perdóneseme el sustantivo) empiezan a desvelar su verdadero comportamiento browniano, cuando somos capaces de verlas en sus componentes.
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... pese a las reticencias tanto de la corriente oficial de la psiquiatría española como de los locos ambiciosos de la gestáltica de Barcelona. X afirma, no obstante, que sólo accediendo a esos estados de conciencia superiores cabe establecer una mediación terapéutica con los esquizofrénicos. Al mismo tiempo me explica los riesgos que, en el fondo, no son sino los de los propios enfermos: ser incapaz de encontrar las puertas, de cambiar de software a voluntad.
Entran aquí en juego las sustancias y esto nos lleva a adentrarnos en la historia de las investigaciones esotéricas, desde Eleusis hasta nuestros días. X, por supuesto, dispone de su propia sustancia psicotrópica; la llama el sueño de muertos e incluso, en un alarde de pedantería filológica, la ha bautizado como necrosomnia. Sorprende que alguien de formación científica tan sólida, crea ciegamente en la eficacia objetiva de algo que dudo que no sea sino nada. Éste, como otros muchos rasgos de la personalidad de X, hacen que me cuestione continuamente el tratamiento que debo aplicarle.
Pero, al margen de mis dudas profesionales, lo cierto es que mis conversaciones con X me están resultando enormemente productivas. De pronto, muchas de las teorías dispersas que he ido estudiando durante los últimos veinticinco años empiezan a encajar unas con otras. De otra parte, no puedo evitar un cosquilleo inquieto cuando pienso en las posibilidades de vivir las otras vidas no vividas (las que me arrebataron), por más que procuro resistirme a tan tentadores seducciones. Además, no termino de fiarme de X; presiento que para él no dejo de ser un peón en un juego que no alcanzo a ver pero que intuyo siniestro.
Ya es tarde. Procuraré mañana poner por escrito lo que X me ha contado sobre los cambios de realidad tras la ingestión de un pastel de sueño de muertos en relación con algunas de mis viejas intuiciones sobre universos paralelos.
PS: Las dos fotografías centrales han sido obtenidas de la web de Ben Goossens.
CATEGORÍA: Ficciones
Entran aquí en juego las sustancias y esto nos lleva a adentrarnos en la historia de las investigaciones esotéricas, desde Eleusis hasta nuestros días. X, por supuesto, dispone de su propia sustancia psicotrópica; la llama el sueño de muertos e incluso, en un alarde de pedantería filológica, la ha bautizado como necrosomnia. Sorprende que alguien de formación científica tan sólida, crea ciegamente en la eficacia objetiva de algo que dudo que no sea sino nada. Éste, como otros muchos rasgos de la personalidad de X, hacen que me cuestione continuamente el tratamiento que debo aplicarle.
Pero, al margen de mis dudas profesionales, lo cierto es que mis conversaciones con X me están resultando enormemente productivas. De pronto, muchas de las teorías dispersas que he ido estudiando durante los últimos veinticinco años empiezan a encajar unas con otras. De otra parte, no puedo evitar un cosquilleo inquieto cuando pienso en las posibilidades de vivir las otras vidas no vividas (las que me arrebataron), por más que procuro resistirme a tan tentadores seducciones. Además, no termino de fiarme de X; presiento que para él no dejo de ser un peón en un juego que no alcanzo a ver pero que intuyo siniestro.
Ya es tarde. Procuraré mañana poner por escrito lo que X me ha contado sobre los cambios de realidad tras la ingestión de un pastel de sueño de muertos en relación con algunas de mis viejas intuiciones sobre universos paralelos.
PS: Las dos fotografías centrales han sido obtenidas de la web de Ben Goossens.
¡Qué cosas las del tal Weacock!
ResponderEliminarLo que más me ha gustado es lo del gato.
¡Qué inteligente, el tío! Qué si sí, que si, no!
Solo había que mirarle a los ojos.
Debe ser de Eleusis, esotérico o, quizás, presocrático.
La realidad es muy relativa... depende de qué lado se vea.,..
ResponderEliminarbesos
Vaya! Que un gato es un objeto grande, caliente y caótico? Ahora se le llama gato? Todos los días se aprende algo nuevo... Me va a costar usarlo, porque si fuera tigre o león le daría ese toque masculino y salvaje propio de estas lides, pero gato...! Me parece una gran decoherencia!
ResponderEliminar-Cómo está el minino hoy?
-Grande, caliente y caótico!
A ver quién se lo va a tomar en serio...
En fin, prefiero ser conservadora en este caso y seguir llamando las cosas por su nombre.
Besos!
Ay Miro...entre que la física y yo no somos grandes amigas y lo que me he reído con el comment de Zaff (que joía)... Please vuelve al espejo y a Gabriela y a buscarla y a la receta, introduce otros personajes ...yo qué sé..no me dejes con la intriga!!!
ResponderEliminarUn besito
Hola Miroslaw, hace tiempo que me apetecóa comentar en tu blog. De omento, una sola cosa, sobre la esquizofrenia: si prescindimos de consideraciones peyorativas, yp creo que se trata de una cuestión de grado no de cualidad; todos somos algo esquizoides, aunque los extremos: el monolítico que no se desdobla, o el que se desdobla demasiado, son patológicos.
ResponderEliminarEinstein comento una vez que la metáfora (no lo olvidemos, del gato dee Scrodinger es tan tosca como eficaz.
Yo creo que para evaluar con justicia la metáfora del gato de Schrödinger falta el sustancial punto de vista del propio gato. Me da que por muchas partículas alfa que se hagan intervenir en el asunto, en un momento dado, incluso anterior a aquel en el que abrimos la caja, el animalito estará solo de una de las dos maneras posibles: muerto o vivo. Como ejemplificación de la posible existencia de universos paralelos, por tanto, me parece más bien desalentadora. Viene a decir que es muy posible que existan universos paralelos y sucesos alternativos coexistentes... mientras no se abra la caja.
ResponderEliminar(Sí que es una buena metáfora para ilustrar este otro principio: es posible creer cualquier cosa, por descabellada que sea... hasta que se investiga como es debido)
¿Superposición de dos estados? Insisto: que le pregunten al gato.