Casi nunca queremos saber de verdad cómo piensan, qué sienten, las personas que nos rodean. Incluso en el amor, aunque menos, es así. Amamos a alguien; es decir, deseamos su bien, su felicidad. Sin embargo, lo hacemos desde nuestro punto de vista, desde nuestros sentimientos, desde nuestra forma de ser. Supongo que no somos capaces de ponernos en el lugar del otro, de asumir de verdad (con las tripas, no con la cabeza) que los deseos, las necesidades, las ansias de la persona amada pueden ser distintas de las nuestras. No hay mala intención en absoluto; al contrario, amamos con toda nuestra mejor voluntad, queremos darle a esa persona, con todo nuestro amor, los actos y cosas que pensamos que han de hacerle feliz. Y lo pensamos porque son esos actos y cosas los que a nosotros nos harían feliz.
Naturalmente, la mayoría de esos actos y cosas que nacen de nuestro amor hacia la persona amada contribuyen a su felicidad. Si no fuera así, la relación no aguantaría casi nada: ¿cómo soportar a alguien (aunque sepa que me ama) cuyos actos de amor hacia mí me molestan? Los problemas aparecen de vez en cuando, en asuntos puntuales, pocos pero con tendencia a repetirse. Se trata de aspectos del otro que no entendemos, incluso parecería que no queremos entender. Por ejemplo, puede haber algo que al otro, si se lo diéramos, le haríamos feliz y que nosotros no consideremos importante, siempre juzgado desde nuestro punto de vista. Naturalmente, como amamos a esa persona, ni se nos ocurre plantearnos conscientemente que no le damos lo que le hace feliz; en un plano no consciente (sin hacernos explícitos los pensamientos subyacentes) damos por sentado que eso es una tontería.
Creo que la principal causa, como decía antes, es nuestra incapacidad de ponernos en el lugar de la persona que amamos, de no juzgar desde nosotros mismos. Un argumento usual que nos hacemos (insisto: no en el plano consciente) sería algo así como: ¿por qué desea ese algo para ser feliz cuando yo no lo necesito? Y, dando un paso más, ¿por qué me pide ese algo, cuando yo no se lo pido a él/ella? Esta línea argumental no explícita suele derivar hacia planteamiento compensatorios del tipo de "en cambio, le estoy dando tantas otras cosas que son las que le deberían hacer feliz". Claro está, consideramos que esas otras cosas son las que deben hacerle feliz porque son las que a nosotros nos harían felices o, simplemente, porque encajan con nuestra idea de lo que debemos (y queremos) dar al que amamos. Y las damos con amor, que quede claro. Pero es el amor tal como nosotros lo entendemos que puede no coincidir al 100% en cómo lo entiende el otro.
Por eso justamente, porque amamos a la persona amada y queremos hacerla feliz, es muy fácil que cuando se producen desajustes del tipo de los descritos, nos sintamos injustamente tratados. Si se nos hace notar que la persona amada quiere que le demos algo que no forma parte del repertorio de nuestro amor, nos sentimos dolidos. ¿Acaso no te basta con todo lo que te doy que me pides esa tontería que, además, no tendrías que quererla? Y el otro, sabiendo que le amas y amándote a su vez, se queda con esa pequeña espinita de la incomprensión, de no ser capaz, él/ella tampoco, de hacerte ver algo que le haría feliz, aunque no forme parte de cómo tu entiendes el amor; de hacerte ver que eso no quiere decir que tu amor no sea maravilloso. Y piensa que, en el fondo, ni siquiera en el amor, queremos de verdad saber cómo piensan, qué sienten los otros.
En todo caso, como bien dice Chrissie Hynde, el amor es un misterio (y dentro de diez días, en el Auditorio de Tenerife, oiré ésta y otras canciones).
Naturalmente, la mayoría de esos actos y cosas que nacen de nuestro amor hacia la persona amada contribuyen a su felicidad. Si no fuera así, la relación no aguantaría casi nada: ¿cómo soportar a alguien (aunque sepa que me ama) cuyos actos de amor hacia mí me molestan? Los problemas aparecen de vez en cuando, en asuntos puntuales, pocos pero con tendencia a repetirse. Se trata de aspectos del otro que no entendemos, incluso parecería que no queremos entender. Por ejemplo, puede haber algo que al otro, si se lo diéramos, le haríamos feliz y que nosotros no consideremos importante, siempre juzgado desde nuestro punto de vista. Naturalmente, como amamos a esa persona, ni se nos ocurre plantearnos conscientemente que no le damos lo que le hace feliz; en un plano no consciente (sin hacernos explícitos los pensamientos subyacentes) damos por sentado que eso es una tontería.
Creo que la principal causa, como decía antes, es nuestra incapacidad de ponernos en el lugar de la persona que amamos, de no juzgar desde nosotros mismos. Un argumento usual que nos hacemos (insisto: no en el plano consciente) sería algo así como: ¿por qué desea ese algo para ser feliz cuando yo no lo necesito? Y, dando un paso más, ¿por qué me pide ese algo, cuando yo no se lo pido a él/ella? Esta línea argumental no explícita suele derivar hacia planteamiento compensatorios del tipo de "en cambio, le estoy dando tantas otras cosas que son las que le deberían hacer feliz". Claro está, consideramos que esas otras cosas son las que deben hacerle feliz porque son las que a nosotros nos harían felices o, simplemente, porque encajan con nuestra idea de lo que debemos (y queremos) dar al que amamos. Y las damos con amor, que quede claro. Pero es el amor tal como nosotros lo entendemos que puede no coincidir al 100% en cómo lo entiende el otro.
Por eso justamente, porque amamos a la persona amada y queremos hacerla feliz, es muy fácil que cuando se producen desajustes del tipo de los descritos, nos sintamos injustamente tratados. Si se nos hace notar que la persona amada quiere que le demos algo que no forma parte del repertorio de nuestro amor, nos sentimos dolidos. ¿Acaso no te basta con todo lo que te doy que me pides esa tontería que, además, no tendrías que quererla? Y el otro, sabiendo que le amas y amándote a su vez, se queda con esa pequeña espinita de la incomprensión, de no ser capaz, él/ella tampoco, de hacerte ver algo que le haría feliz, aunque no forme parte de cómo tu entiendes el amor; de hacerte ver que eso no quiere decir que tu amor no sea maravilloso. Y piensa que, en el fondo, ni siquiera en el amor, queremos de verdad saber cómo piensan, qué sienten los otros.
En todo caso, como bien dice Chrissie Hynde, el amor es un misterio (y dentro de diez días, en el Auditorio de Tenerife, oiré ésta y otras canciones).
Love's a Mistery. The Pretenders (Break Up the Concrete, 2008)
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
Hermosamente expresado. Pero creo que darle al otro, no lo que necesita., sino lo que suponemos que necesita no es privativo de las relaciones de pareja. También se ve en las de padres e hijos,amigos y otras.
ResponderEliminarUn beso.
El amor que describes en tu entrada me recuerda a lo que los budistas llaman metta. Es un amor desinteresado y con desprendimiento. Y es que tienes toda la razón: solemos amar desde nuesta perspectiva. Y aunque no haya malas intenciones, amamos egoístamente. Me gustó tu entrada.
ResponderEliminarUn beso
Logre destrabar mi compu para dejarte el comentario. Muy buen post!
ResponderEliminarCreo que lo dificil es borrarse, ponerse en blanco y solo mirar al otro, en si mismo. Entonces es facil entenderlo y responderle. Pero después viene la otra parte, cuando el otro no fue capaz de ponerse en blanco,mirarnos, sabernos y entendernos. Y sentimos que es injusto. Habría que no esperar nada a cambio.
Casi la santidad no?
No sé si el amor es un misterio o nosotros nos empeñamos en hacerlo misterioso. Ni tan siquiera sé si es tan complicado o nos empeñamos nosotros en volverlo complicado...
ResponderEliminarBesos
Pues vaya, conozco una pareja que viene al caso. Resulta que él, para sentirse feliz, necesita una sonrisa de ella. Hasta ahora perfecto, hasta tierno. Pero si ella está cansada, normal, entretenida, y no sonríe, rápidamente se le solicita esa sonrisa. Sonríe, sonríe, sonríe... Porque así me haces feliz. Y ella fuerza una sonrisa. Otras veces se niega, se siente presionada. La alegría, la tristeza, la sonrisa o el llanto son emociones y expresiones naturales. Tienen que salir por sí solas. Es contraproducente forzarlas. Y ahora me pregunto, a raíz de este post, será orgullo por parte de ella no poder sonreir si se le pide insistentemente? Cabe la incomprensión en esta historia? Quién no comprende a quién? Quién de los dos no quiere de verdad saber cómo piensa el otro? No es una tontería poder hacer feliz a alguien simplemente sonriendo es más, qué suerte! pero esa sonrisa tiene que nacer de parto natural, no con fórceps.
ResponderEliminarUn besote Miroslav
'Empatía' y 'com-pasión' (padecer con), ponerse en el lugar del otro. El gran Vázquez Montalbán decía que el secreto para que dure una relación es...la compasión; lo decía en el sentido que comentas. Pero también es muy interesante el caso que plantea Zafferano: el del amante parasitario. La verdad, la primerísima condición para estar bien "con" alguien es estar bien con uno mismo y estar bien también solo. Y no pedir la luna, no vaya a ser que te la den y luego...¿qué haces con ella? (Quizá soy demasiado independiente, pero asfixiar al otro/a no me parece buen sistema)
ResponderEliminarTienes más razón que un santo. Pero como yo no tengo remedio, amo sólo sintiendo y no analizando.
ResponderEliminar:)
Si el amor dejara de tener misterio lo mismo dejaba también de ser amor.
Un beso, Miroslav.
en el amor, en realidad en la relación con los otros, siempre hay que ejercitar la empatía.
ResponderEliminarEs mucho mas práctico saber donde le pica la espalda al otro, que rascarle donde me pica a mi. Tengo mas posibilidades de hacerlo feliz, y cuesta tan poco hacerlo.
Y si no le alcanza lo que le doy naturalmente, y sé que le gusta otra cosa, darselo, no es un acto de amor?
que dificl el encuentro de los humano, no?
Para ser realmente justos, nos tendríamos que poner incluso en el lugar de las personas que no amamos.
ResponderEliminarEl hombre, el ser humano, es complicado y , a la vez, simple.
Haces bien en hacernos reflexionar al respecto.
Un beso