Me llamo Donald White. Antes de que a la luz de la luna el nudo del verdugo ahogue mi garganta quiero que oigáis mis últimas palabras. Muy joven me largué de mi Kansas natal, cientos de millas hasta aquí, a Seattle, y nunca hice un amigo entre todos los tíos con los que me crucé. Si me hubieran dado una educación quizá habría sido médico o tal vez un artista famoso, pero sólo sabía robar. Las cárceles se convirtieron enseguida en mi hogar, el único que he tenido, en el que he encontrado la paz. No duró mucho, las prisiones están saturadas, me dijeron, tienes que irte. Les rogué que me dejaran dentro, me arrodillé y les lloré mis súplicas, pero no las atendieron, no me hicieron puto caso, si me permitís que así lo diga. El océano con sus olas gigantes es muy peligroso, dicen; las guerras también, miles de balas silbando en el aire. Pero para mí los mayores peligros están ahí afuera, donde los hombres luchan por su libertad, en la llamada sociedad. Yo no valgo nada ahí, no sé cómo orientarme en los enredados caminos por los que la vida nos zarandea, mi lugar está entre los presos, pero no les importaba nada. En la nochebuena del 59 maté a un tipo y ni siquiera me oculté, el Jurado me ha declarado culpable y en nada me opongo porque siempre supe que así tenía que ocurrir. Me alegro de no tener padres que ahora estarían preocupados y sufriendo, me alegro de no tener ni un solo amigo que pasaría un mal rato viendo como me embuten la capucha del verdugo. Me despido de los viejos bosques del Norte en los que me gustaba tanto deambular, me despido de las cárceles en las que tuve mi hogar, y también me despido de todos vosotros; imagino que os sentiréis muy a gusto cuando esté colgado del árbol de la horca. Pero antes de irme dejadme que os haga una pregunta que me corroe: es sobre todos esos chicos, tantos que como yo vagan por los caminos, ¿son enemigos o víctimas de nuestra sociedad?
Ballad of Donald White - Bob Dylan (Broadside Show WBAI, 1962)
El texto es la traducción (libre, desde luego) de una canción poco conocida de Bob Dylan y nunca publicada oficialmente, ni siquiera en los Bootlegs que va sacando regularmente Sony-Columbia desde hace unos años. La versión que he puesto corresponde a la grabación de la sesión de Bob en mayo de 1962 en el Broadside Show de la WBAI neoyorkina, una FM no comercial. En la emisora, con el jovencito Bobby (a punto o acababa de cumplir 21), estaban Pete Seeger y Gil Turner. El primero es sobradamente conocido; en esa fecha tenía 43 tacos y ya era una de las voces más importantes del folk (si no la más) y acumulaba un largo currículum como activista de los derechos civiles que le había costado varias persecuciones políticas en los histéricos años anticomunistas de la posguerra. Gil Turner no es tan famoso; fue también un cantautor folk y activista político, muy involucrado durante los sesenta en la promoción de la canción protesta, en especial a través de la mítica revista (si así se puede llamar a una publicación mimeografiada) Broadside. Sabía que se hizo muy amigo de Dylan durante sus primeros meses en el Greenwich, pero hasta ahora ignoraba que fue uno de los primeros a los que Dylan le enseñó su recién compuesta Blowin' in the wind, que le gustó tanto que la cantó casi inmediatamente, antes que nadie, en el Gerde's Folk City e incluso la grabó con su grupo, The New World Singers, cinco meses antes de la publicación del Freewheelin' (estaría bien conseguirse esa versión primigenia).
En la sesión radiofónica a la que me refiero, antes de que Bob cantara, Seeger y Turner conversan con él un rato, deshaciéndose en elogios hacia el muchacho. Pete lo califica como el más prolífico de los folksingers americanos, y Gil dice que es como una esponja que absorbe lo que la gente a su alrededor siente y lo filtra convirtiéndolo en poesía. Me imagino que Dylan hasta se sonrojaría (o quizá no, quizá ya tenía el ego flotando en las nubes); lo cierto es que se "defiende" diciendo que él hace las canciones sin ponerse a pensar demasiado en ello, simplemente poniendo una palabra detrás de otra. Las canciones están ahí, afirma al modo de Michelangelo, si no las escribiera yo alguno otro lo haría. O sea, el artista como desvelador, como mero vehículo que el arte utiliza para mostrarse, sea una escultura o una canción. Poético, sí, pero poco convincente. En todo caso, de esta canción en concreto (también de muchas otras) hay documentación sobre su génesis. El propio Dylan, en esa misma sesión, declara que el enfoque del tema (que Turner, con poco fundamento a mi juicio, califica de freudiano) lo tomó de una canción canadiense de finales del XIX que narra la muerte de un chico joven en un bosque maderero de New Brunswick; en realidad hizo algo más que basarse en esa vieja canción: copió la estructura compositiva y casi literalmente algunas estrofas. La diferencia fundamental, al margen de ser dos historias distintas, estriba en que el tema canadiense acaba con un esperanzado canto a la vida futura, desde la firme creencia religiosa, y el de Dylan, escrito ochenta años después, pone en boca del condenado una protesta absolutamente secular contra la injusticia social.
Por cierto, Donald White existió. Fue un negro (cómo no) que tenía veinticuatro años cuando lo ejecutaron. Dylan dijo que había conocido su historia hacia el 59, leyéndola en un periódico de Seattle. Probablemente una más de las muchísimas mentirijillas que tanto le gustaba contar, supongo que un poco por vacilar al personal y otro poco para darse ciertos aires de misterio, ese chaval advenedizo en la gran ciudad. Antohony Scaduto, en su biografía de 1972, aporta el testimonio de una tal Sue Zuckerman, una jovencita que solía pasarse por el apartamento de Bob y Suze (Rotolo) e incluso quedarse a dormir. Según ella, Dylan estaba bastante desesperado porque quería escribir canciones y no le salían; en la tele ponían un programa sobre la pena capital y pasaban un documental en el que un tipo hablaba quejumbrosamente sobre su vida. De pronto, en medio de la emisión, Bob se levantó de un salto y se puso a escribir frenéticamente. Sabemos por el propio Gil Turner que pocos días antes Dylan había escuchado a Bonnie Dobson, una folksinger canadiense, interpretar la Ballad of Peter Amberly (con toda seguridad la que acompaño a continuación, grabada en vivo en el Folk City), el tema del XIX ya citado, que le había gustado y que lo había registrado. Esos eran los materiales –una melodía y una estructura compositiva del texto– que sumados a un asunto aleatoriamente conocido (pero que, eso sí, encajaba bien en la retórica ideológica bajo cuyo paraguas –¿oportunistamente?– se cubría), le permitían escribir en un ratito una canción. Luego Bob contaría que sintió la necesidad de componer este tema llevado de la indignación que sintió: "Lo mataron y al hacerlo yo perdí parte de mi sitio en esta vida. ¿Cuándo van a despertar algunos y darse cuenta de que a veces las personas no son sus enemigos sino sus víctimas?" En fin, me suena un poco falso.
En la sesión radiofónica a la que me refiero, antes de que Bob cantara, Seeger y Turner conversan con él un rato, deshaciéndose en elogios hacia el muchacho. Pete lo califica como el más prolífico de los folksingers americanos, y Gil dice que es como una esponja que absorbe lo que la gente a su alrededor siente y lo filtra convirtiéndolo en poesía. Me imagino que Dylan hasta se sonrojaría (o quizá no, quizá ya tenía el ego flotando en las nubes); lo cierto es que se "defiende" diciendo que él hace las canciones sin ponerse a pensar demasiado en ello, simplemente poniendo una palabra detrás de otra. Las canciones están ahí, afirma al modo de Michelangelo, si no las escribiera yo alguno otro lo haría. O sea, el artista como desvelador, como mero vehículo que el arte utiliza para mostrarse, sea una escultura o una canción. Poético, sí, pero poco convincente. En todo caso, de esta canción en concreto (también de muchas otras) hay documentación sobre su génesis. El propio Dylan, en esa misma sesión, declara que el enfoque del tema (que Turner, con poco fundamento a mi juicio, califica de freudiano) lo tomó de una canción canadiense de finales del XIX que narra la muerte de un chico joven en un bosque maderero de New Brunswick; en realidad hizo algo más que basarse en esa vieja canción: copió la estructura compositiva y casi literalmente algunas estrofas. La diferencia fundamental, al margen de ser dos historias distintas, estriba en que el tema canadiense acaba con un esperanzado canto a la vida futura, desde la firme creencia religiosa, y el de Dylan, escrito ochenta años después, pone en boca del condenado una protesta absolutamente secular contra la injusticia social.
Por cierto, Donald White existió. Fue un negro (cómo no) que tenía veinticuatro años cuando lo ejecutaron. Dylan dijo que había conocido su historia hacia el 59, leyéndola en un periódico de Seattle. Probablemente una más de las muchísimas mentirijillas que tanto le gustaba contar, supongo que un poco por vacilar al personal y otro poco para darse ciertos aires de misterio, ese chaval advenedizo en la gran ciudad. Antohony Scaduto, en su biografía de 1972, aporta el testimonio de una tal Sue Zuckerman, una jovencita que solía pasarse por el apartamento de Bob y Suze (Rotolo) e incluso quedarse a dormir. Según ella, Dylan estaba bastante desesperado porque quería escribir canciones y no le salían; en la tele ponían un programa sobre la pena capital y pasaban un documental en el que un tipo hablaba quejumbrosamente sobre su vida. De pronto, en medio de la emisión, Bob se levantó de un salto y se puso a escribir frenéticamente. Sabemos por el propio Gil Turner que pocos días antes Dylan había escuchado a Bonnie Dobson, una folksinger canadiense, interpretar la Ballad of Peter Amberly (con toda seguridad la que acompaño a continuación, grabada en vivo en el Folk City), el tema del XIX ya citado, que le había gustado y que lo había registrado. Esos eran los materiales –una melodía y una estructura compositiva del texto– que sumados a un asunto aleatoriamente conocido (pero que, eso sí, encajaba bien en la retórica ideológica bajo cuyo paraguas –¿oportunistamente?– se cubría), le permitían escribir en un ratito una canción. Luego Bob contaría que sintió la necesidad de componer este tema llevado de la indignación que sintió: "Lo mataron y al hacerlo yo perdí parte de mi sitio en esta vida. ¿Cuándo van a despertar algunos y darse cuenta de que a veces las personas no son sus enemigos sino sus víctimas?" En fin, me suena un poco falso.
Peter Amberley - Bonnie Dobson (At Folk City, 1962)
En todo caso, si he traído esta canción al blog y aprovechado para contar su pequeña historia, ha sido motivado por los comentarios al post anterior sobre las letras y las músicas. Me hicieron pensar en la continuidad a lo largo de las épocas de las que podríamos llamar "canciones narrativas", en las que se cuenta una historia. Los rapsodas griegos, los juglares medievales, las coplas de ciego de nuestro Siglo de Oro y así sucesivamente. El folk norteamericano, o para ser más precisos lo que se dio en llamar el folk revival poco después de la segunda guerra (Woody Guthrie, Josh White, Lead Belly, Cisco Houston, el propio Pete Seeger ya citado) se inserta ciertamente en esta tradición narrativa, donde las músicas están, a mi juicio, supeditadas enteramente al servicio de las letras. Si repasamos la amplísima colección de canciones que Dylan compuso entre 1961 y 1964 (digamos que antes del "cisma" eléctrico), encontraremos muchísimas que son justamente eso: la narración de un suceso, casi siempre como denuncia aún sin necesidad de hacerla explícita (para tales fines bastaba casi siempre con el mero relato). Ésta que aquí he traído no es desde luego de las mejores de la serie pero, entre otras razones por ello y por ser de las primeras, es un buen ejemplo de lo que trato de contar. No voy a decir que no me gusten las melodías de estos temas primerizos, pero la música la percibo, incluso aunque no entienda del todo el texto (y tenga que buscarlo en internet y traducírmelo), como el vehículo que usa el cantante para transmitirme su historia. Y supongo que esos chavales descontentos que los escuchaban en el Greenwich estarían repitiendo los mismos mecanismos conductuales de los griegos que oían a un rapsoda recitando los poemas homéricos rasgueando una cítara (o equivalente). Acabo aclarando que, pese a mis aparentes críticas a Dylan (plagiario, presuntuoso, algo fanfarrón), cuanto más lo conozco más genial me parece. Incluso en temas como al que he dedicado este post se palpa ese genio.
Yo diría que donde más se palpa el genio de Dylan como recuperador o continuador de ese tipo de canción folk narrativa es en los discos “Good as I been to you” y “World gone wrong” (sobre todo el primero, quizá por la perfecta selección de canciones), que, sorprendentemente, para algún crítico no fueron más que divertimentos, como si en un momento de madurez simplemente hubiera querido volver al estilo de treinta años antes. Hay algo en esas interpretaciones que recoge la esencia del folk anterior (desde Woody Guthrie y Cisco Houston hasta Dave Van Ronk o Joan Baez) y lo lleva a un terreno en el que, teniendo mucho de todos ellos, también hace pensar en el estilo de las canciones tradicionales inglesas como las interpretaban, por ejemplo, Tommy Makem y los Clancy brothers, (ese aire añejo se nota especialmente en temas como “Jack-A-Roe”, “Arthur McBride” o “Two soldiers”). Parece como si con esos discos se hubiera propuesto hacer las grabaciones definitivas de folk y que no volviera a crecer la hierba. Por aquella época participó también en un disco de homenaje a Woody Guthrie y Leadbelly, y, pese a grandes versiones como las de Bruce Sprinsgteen o Little Richard, el “Pretty Boy Floyd” que hace Dylan está muy por encima de todas ellas.
ResponderEliminarTienes razón, Antonio, esos dos discos reflejan una etapa durante la que Dylan se volvió hacia sus raices (y bien profundas, con varios temas del XIX y de la vieja Europa, como el Arthur McBride que citas). Su década cincuentona la dedicó en gran parte a reactualizar el folk y, aunque no me atrevería a ser tan radical como tú (nunca se puede decir de una versión que sea la definitiva), desde luego fue una revisión en profundidad. Por supuesto que a esas alturas el "genio" ya estaba más que consolidado y lo podía aplicar a estas tareas (abandonando transitoriamente la composición) en las que también le veo una cierta intención pedagógica que no le habría pegado nada durante la veintena. De todos modos, en el post me refiero a cuando era poco más que un crío y, sin embargo, ya apuntaba lo que enseguyida habría de venir.
ResponderEliminarVeo que compartimos afición por el de Minnessota. Por cierto, el disco de homenaje a Woody y Leadbelly, aunque lo conozco por referencias, no lo tengo. A ver si me lo consigo. Un abrazo.
Yo también soy un gran admirador de Zimmemerman y concuerdo con Antonio en la valoración de esos dos discos, pero...¿cómo atreverse a rebatir a dos 'dylanlólogos' como vosotros dos? Pero en fin, creo qu ese disco 'de' Dylan de homenaje a Leadbelly y Gutrie no existe; creo que lo que sí existe es un disco que tengo yo: "A tribute to Goody Guthrie and Leadbelly" (en CD,de CBS 1988, pero también en LP)presentado por Robbie Robertson (el lider de The Band) y en la que interviene, entre otros Dylan pero también Pete Seeger, Springsteen, Willie Nelson, etc.
ResponderEliminarSi no se trata de ese mis disculpas, aunque en cualquier caso os lo recomiendo (yo ando detrás de la versión en video que sitúa cada canción en su contexto)
En efecto, Lansky, el disco al que se refiere Antonio es el que tienes, cuyo título completo es "A vision shared: a tribute to Wody Guthrie & Leadbelly" y es del 90. Me lo pirateé ayer de internet, nada más leer el comentario de Antonio y es estupendo, unas muy buenas actualizaciones de temas de los viejos. Habrá que conseguirse el video, como dices.
ResponderEliminarEl tema que canta Dylan, de Guthrie, no recuerdo haberlo escuchado antes (quizá hace muchos años). Dylan como sabes me gusta mucho y lo sigo desde mi adolescemcia. Tuve, como él, mi época folk (y blues-folk), pero si tengo que escoger (que no hay por qué) te diré que mis preferencias se quedan en la década entre el 65 y el 75, y en especial con Highway 61 y Blonde on Blonde, con ese sonido eléctrico tan envolvente de unos textos surrealistas. Aunque, como te digo, cualquiera de sus discos, hasta alguno denostado por la crítica en su momento, me gustan (salvo el reciente de canciones navideñas).
Aunque te resulte complicado distinguir, Miroslav, sácame si puedes de una curiosidad: cuando hablas de la genialidad de Dylan, ¿te estás refiriendo a su labor de poeta, letrista o como quieras llamarlo (al texto), a su trabajo de músico, compositor o como prefieras decirlo ( a la música) o a su faceta de intérprete, cantante o como más te guste expresarlo (a las canciones que cantaba)?
ResponderEliminarVanbrugh: En realidad no me cuesta distinguir. Me temo que caí en una exageración retórica –que tan poco me gustan– en mi anterior comentario, como bien me hiciste notar. Lo que quería decir (supongo) era que texto y música se me acoplan en un todo único (la canción, bastante obvio).
ResponderEliminarYendo a Dylan, para la mí la primera muestra de su genialidad es justamente la calidad de ese acoplamiento, que haga que las dos piezas encajen tan perfectamente. Pero puestos a distinguir, me inclino, claro, por sus letras, sobre todo las de la época que cito en la contestación a Lansky, de muchísima fuerza poética. Ahora bien, también me parece un genio en su faceta de compositor de músicas, aunque en esta faceta su genialidad fuera del tipo "esponja", basada en un conocimiento grande de la tradición (sobre todo americana) y en saber aprovecharse de los excelentes colaboradores que ha tenido, junto con una intuición muy certera.
Pero para ser un genio hay algo imprescindible que es el convertir la producción artística propia en algo nuevo y realmente propio, personal. Los genios, tan individualistas siempre, cambian de pronto la forma que tenemos de concebir, de ver, la expresión artística. Y eso lo ha hecho Dylan durante su larga trayectoria multitud de veces.
Dicho lo anterior (que es sólo mi opinión, teñida ciertamente de mucha subjetividad derivada de mi propia historia emocional), el factor que menos importa en cuanto a su genialidad es la calidad de Dylan como intérprete. Desde siempre se le ha calificado de mal cantante e incluso hay quienes no soportan su voz nasal. Aunque hay algunos discos en que hasta a mí me parece que se pasa exagerando los timbres más desagradables de su voz, yo no pienso que cante mal. De hecho, hasta el mismo ha jugado con esas críticas en algunos albumes llamados "menores" en los que entona "estándares" americanos como si fuera un "crooner" cualquiera. En todo caso, cuanto más se le oye (como a todos) y más se le conoce, más uno descubre que hasta su singular forma de cantar (que, en todo caso, nunca yerra en desafinos) contribuye a ese convertir la canción en un todo redondo al que me refería y a hacerla algo nuevo, algo que nos descoloca. De hecho, como sabes, pocos compositores han sido más versionados (hasta en traducciones a otras lenguas) que Dylan; yo tengo muchísimas de sus canciones interpretadas por otros, y algunas me parecen excelentes. Sin embargo, por muy buenas que sean y mucho que disfrute escuchándolas, algo les falta, lógicamente ese toque de genialidad original. En cambio, ese toque sí aparece en las versiones que hace Dylan, desde las de su primer album (cuando tenía apenas veinte años) hasta las del maduro y sabio (musicalmente hablando) de los discos que cita Antonio, por ejemplo.
Perdona el rollo, pero es que me has hecho una pregunta compleja y, además, no estoy demasiado fino a estas horas,
"para ser un genio hay algo imprescindible que es el convertir la producción artística propia en algo nuevo y realmente propio, personal"
ResponderEliminarProbablemente es cierto, pero es sólo una condición necesaria, no suficiente; además se precisa otra condición que abarca la anterior: 'para ser un genio real y no virtual se precisa conocer previamente toda la tradición previa en la que situar tu propia obra', que es lo que hace Dylan, Picasso, Cervantes, Sterne, Proust, Coubert...
(NOto a Vanbrugh picajoso, no se me olvida que mandó a tomar p. c. en el post anterior prácticamente a todos los paleoantropólogos que tanto me interesan...quizás eche de menos al que iba de blanco, tan poco bronceado en ese absurdo automóvil...)
Sin duda, Lansky, sin duda. Por supuesto que no hay genios a-históricos; creo que más o menos ya lo he dicho en el comentario.
ResponderEliminarRespetuoso como soy de la intimidad ajena y, en particular, de las conductas sexuales que no me implican, jamás me permitiría hacer a nadie indicación alguna del género de las que me achaca Lansky, y menos a un paleoantropólogo, especie de la que dudo que tenga conductas sexuales de ninguna clase. Lo único que dije es que no los leía, y me califiqué de frívolo y de inculto por no hacerlo.
ResponderEliminarMiroslav, que conste que me gusta Dylan. Una vez más, por sus músicas, sobre todo, y también por su personalísima forma de cantar. Mi pregunta intentaba solo obligarte a distinguir entre esas cuestiones que en el anterior post decías, retóricamente, que te resultaba complicado hacerlo. He comprobado que, muy al contrario, lo haces muy bien.
Vanbri: calificarse de ignorante y a la vez mostrase ufano de esa ignorancia...no sé;
ResponderEliminarlo de ir a tomar p.c. era metafórico, claro, de hecho los antropólgos tiene unas vidas sexualmente más agitadas que, por ejmplo, los notarios e incluyso los psicólogos
Y dale, pero ¿dónde me ves tú la ufanía, hombre de Dios?
ResponderEliminarAh, ¿yo no te puedo llamar ufano, que lo eres, me consta, nos consta, y tu puedes decir que yo,... yo soy de ESE!
ResponderEliminarComo siempre llego tarde a los debates más jugosos. Nada, sólo aportar el pequeño granito de arena de esa maravillosa conjunción de forma y fondo de música y letra que es la canción española (luego llamada copla, por aquello de descentralizar). Yo conocía algo porque mi madre no paraba de cantar, pero fue a fines de los 70 cuando me propusieron un trabajito para una pequeña revista musical y decidí escribir sobre el sadomasoquismo en la canción española. Me puse a tirar de letras y lo que descubrí fue una maravillosa colección de historias, pequeñas novelitas en un puñado de versos aromanzados con presentación, nudo y desenlace perfectamente definidos y en los que las notas musicales parecían adecuarse como un guante a una mano a las palabras.
ResponderEliminarMe refiero, claro a los clásicos, Quintero, León y Quiroga, que luego aparecieron muchos marineros de luces para emborronarlo todo.