Tiene razón Vanbrugh en un comentario al post anterior: la autoridad moral es un concepto muy evanescente; o sea, que, como un gas, se nos esfuma, cuesta fijarlo, atraparlo en una definición precisa. ¿Cómo definir la autoridad moral? Y, sobre todo, ¿quién otorga a alguien autoridad moral? Es verdad, la autoridad moral es algo subjetivo porque no es otra cosa que una cualidad atribuida por personas a otra persona. Cuando le reconocemos a alguien autoridad moral estamos admitiendo que nos mande (que ejerza su autoridad sobre nosotros). Y aclaro que este "mandarnos" hay que entenderlo en el sentido más amplio posible, incluyendo el hecho de que dejemos que sus palabras nos influyan en el sentido de lo que dice. Consultando en mi biblioteca la colección completa de las encíclicas papales, encuentro en la maravillosa Pacem in Terris de Juan XXIII (al que cariñosamente recuerdan en Italia como il Papa Buono) una magnífica afirmación: la autoridad es, sobre todo, una fuerza moral. Dijo el buen pontífice que la autoridad tiene, en primer lugar, que llamar a la conciencia, al deber de cada uno de aportar voluntariamente su contribución al bien común. Pero cómo habríamos de aceptar (sin que nos obliguen) la autoridad si no creemos que quien nos manda quiere también él el bien común.
La autoridad moral se la gana uno pero se la atribuyen otros, la sociedad. Uno no tiene autoridad moral porque sea famoso ni porque haya acumulado muchos honores ni mucho menos porque se la arrogue (igual que, citando a Lansky, uno no es poeta porque se declare como tal), sino porque así se lo reconocen sus conciudadanos. Uno de los preocupantes males de nuestros tiempos (¿habrá sido siempre así?) es que la sociedad no reconoce autoridad moral casi a ninguno de quienes ostentan el ejercicio de la autoridad legal, los políticos. Es un asunto grave porque sospecho que tenemos motivos fundados para no poderles atribuir autoridad moral, y eso que también sospecho que sabemos de la misa la media (estoy exagerando al alza, pero se trata de una frase hecha). Cómo íbamos a concederles autoridad moral cuando a poco que escarbamos en sus acciones y declaraciones comprobamos sus incoherencias, sus mentiras, sus servilismos a intereses que poco tienen que ver con el bien común. Cuando la autoridad no es moral, decía Juan XXIII, es ilegítima (él metía a Dios en la argumentación pero me parece una premisa innecesaria para coincidir con la validez de su conclusión). O, dicho de otro modo, cuando quienes ejercen la autoridad –y en virtud de ella adoptan decisiones de grave trascendencia para los ciudadanos– no lo hacen para alcanzar el bien común, esa autoridad está deslegitimada, por mucha sanción electoral que haya tenido.
Aunque la "legitimidad democrática" es cada vez más una mera excusa "formal" de la que, además, se puede prescindir cuando conviene a los que tienen la autoridad (y ahora no le pongo adjetivos, ni moral ni legal; me estoy refiriendo a la autoridad real, al Poder con mayúsculas). Véase, si no, como se la envainaron al ingenuo de Papandreu o cómo el Constitucional italiano ha boicoteado una iniciativa popular avalada por 1.200.000 firmas (se requieren 500.000) que pedía celebrar un referendum para cambiar la ley electoral. O cómo, aquí en casa, se obliga al anterior gobierno a que lleve a cabo una política económica opuesta al programa con que había ganado las elecciones y ahora el nuevo gobierno da varias vueltas de tuerca en el mismo sentido, aunque hubiera dicho lo contrario en periodo electoral. Porque vivimos, según palabras de Ignacio Ramonet en una reciente entrevista en TV3, en una democracia limitada. O sea, podemos elegir, pero sobre opciones bien delimitadas y, sobre todo, sobre ciertos asuntos porque en otros, los de la política económica, no nos dejan. Por no dejar, no dejan ni siquiera a los políticos, no vaya a ser que, dependientes en última instancia del voto, duden de aplicar las órdenes que les imponen "los mercados". Por eso, y es de una lógica aplastante, a quienes tienen que mandar de verdad, a quienes hay que colocar en los puestos clave del sistema (financiero), no se les puede someter a vaivenes electorales. A esos tipos, como a sus dueños, se las trae al pairo la autoridad moral.
Ahí va un nombre de uno de ellos: Mario Draghi. Apuesto a que si hacemos una encuesta en España, en toda Europa me atrevería a decir, no llega al 1% de la población quienes saben que este romano de sesenta y cuatro años es el actual presidente del Banco Central Europeo. Y el Banco Central Europeo, en la práctica ajeno a cualquier control democrático, es la institución que ejecuta e impone la política económica neoconservadora que, nos aseguran, va a sacarnos de esta crisis. ¿Tiene autoridad moral este buen señor? Demos unas breves pinceladas de su trayectoria tomadas de internet sin esforzarse apenas. En plena descomposición de la República, desde principios de los noventa, Draghi, como Director General del Tesoro durante diez años, contribuyó al despelote italiano generalizado siendo el principal desmantelador del patrimonio empresarial público (una de las normas sacrosantas de los neocon: hay que privatizar). Por cierto, en 1992 fue uno de los artífices de la privatización de ENI, el holding petrolero italiano (muy poco antes de que los argentinos privatizaran YPF). Cuando salió del gobierno ocupó un alto cargo directivo en Goldman Sachs, uno de los más importantes grupos bancarios de fondos de inversión; es decir, especuladores; es decir, responsables de la crisis. También por cierto, casualmente Goldman Sachs se había quedado con el patrimonio inmobiliario de ENI. Pues fíjense que Draghi, como ejecutivo principal de GS, estuvo asesorando al gobierno griego de Karamanlís en la honesta tarea de falsear las cifras de déficit, uno de los factores que está en el origen de la crisis griega. Tan ejemplar trayectoria le otorga méritos más que sobrados para seguir haciendo más de lo mismo pero ahora a todos los europeos, que no iban a ser sólo italianos y griegos los afortunados. ¿Autoridad moral? Toda, faltaría más. Fíjense si la tiene que puede declarar al Wall Street Journal, cuando el entrevistador le pregunta si el mayor riesgo a las medidas económicas adoptadas para Grecia está en los conflictos sociales, que el único riesgo es que esas medidas no se apliquen porque son necesarias para conseguir que vuelva el crecimiento después de la recesión inevitable que generan. Nos informa que la consolidación europea pasa por impuestos más bajos y menores gastos públicos. Y añade tajantemente que el "modelo social" europeo ya ha pasado.
La crisis, amigos, no ha hecho más que empezar. Vienen tiempos duros, mucho más duros. Y sí Vanbrugh, en mi opinión, necesitamos que todo aquél que tenga "autoridad moral" levante la voz. No para pontificar, ni alardear, sino para hacernos reaccionar, para poner su granito de arena en la urgente necesidad de que nos despertemos y reaccionemos. Porque algo tendríamos que hacer, digo yo.
Sorrow, tears & blood - Fela Kuti (The Best Best of Fela Kuti, 2000)
Siento que aflore mi ramalazo libertario (no porque me avergüence de él, sino por desnudarme), pero no sólo la autoridad moral es ilegítima si no se la conceden a uno los demás, sino "toda" autoridad si no es así otorgada. Es decir, las autoridades de facto o por huevos, son autoritarias, pero, para mí, ilegítimas.
ResponderEliminarIgual la precisión te parece superflua
(Y no estoy en contra de los comentarios largos, y menos los de Vanbrugh y menos en tu blog, qué autoridad me arrogaría para tal cosa...etc., lo das por supuesto pero yo sólo me limito a hacer notar lo obvio: que son largos)
Sigo viendo un problema con lo de la autoridad moral. Como bien dices, quienes la reconocen (¿otorgan?) son los demás, mientras que quien toma la decisión de 'alzar la voz' es el supuesto adjudicatario. Lo que parece una tontería, pero produce serias e incómodas disfuncionalidades en el asunto. Como, por ejemplo, que callen, convencidos de no ser quién para hablar, personas a quienes sus conciudadanos reconocen autoridad moral y escucharían con gusto y provecho. O que hablen, poseídos de su altísima autoridad moral, individuos de quienes su auditorio estima mayoritariamente que estarían mucho mejor asfaltando carreteras en prudente silencio.
ResponderEliminarLansky: Estoy de acuerdo, claro. En cuanto a si tu precisión me parece superflua, pues más que superflua diría que lo que haces es hacer explícita la conclusión que ya estaba implícita en el post: Sólo la autoridad moral es legítima (Juan XXIII dixit), la autoridad moral sólo es tal si es concedida por los demás; ergo, toda autoridad no otorgada por los demás es ilegítima (Lansky dixit).
ResponderEliminarCuestión distinta (que imagino que recalcará Vanbrugh) es cuáles son los medios de prueba para saber que una autoridad real concreta ha sido otorgada por los demás. En cada caso concreto se puede prestar a encendidas discusiones. En el ejemplo que traigo a este post, el del presidente del BCE, para mí está claro que no tiene autoridad moral y, por tanto, la suya es ilegítima.
PS: No llego a "dar por supuesto" que estés en contra de los comentarios largos. Pero te hago notar que hacer notar lo obvio (aunque qué es largo y qué es corto no me parece algo obvio) puede hacer entender al lector una intencionalidad valorativa. También es obvio que hay muchos comentarios (los tuyos, por ejemplo) que son cortos y que yo recuerde nadie lo hace notar. En todo caso, en previsión de que alguien pudiera interpretar (erróneamente) que consideras mal que se hagan comentarios largos e influido por tu autoridad moral se cortara de hacerlos (ya sé que no es el caso de Vanbrugh) me ha parecido conveniente adverir que a mí me gustan. Niente di più.
Vanbrugh: No te niego que lo de la "autoridad moral" sea un problema o, al menos, que sea algo difuso y discutible. Quien para mí puede tener autoridad moral, para ti puede no tenerla en absoluto, desde luego.
ResponderEliminarEn cuanto a tus dos problemas, el segundo no me lo parece tanto, lo más una molestia que hay que soportar, un tributo al imperio de la estupidez, y que se irá atenuando a medida que la sociedad progrese (si es que va en esa línea) en madurez y capacidad crítica. Aunque (quizá disientas de mi opinión) de esos que hablan y mejor estarían asfaltando carreteras, no me parece que la mayoría gocen de autoridad moral (es decir, que sus auditorios se la concedan).
El que sí me parece un problema es el primero que citas, sobre todo en situaciones como la presente, en la que están adoptándose medidas que nos están afectando y nos van a afectar mucho más al modelo de sociedad y sus valores básicos. Y se están adoptando al margen de la ciudadanía, a la que engañan con parloteos vacuos. Sí creo, y es la tesis de este y el anterior post, que es necesario que se alcen voces y que quienes tienen "autoridad moral" pongan este "activo" que les ha otorgado la sociedad al servicio del bien común. Su silencio, que es la opción más cómoda y que les evita problemas, es en estos momentos una falta ética.
No, no disiento de tu opinión. No creo que tengan autoridad moral. Pero daría igual que disintiera, ese es precisamente el problema a que me refiero, inherente al concepto mismo de 'autoridad moral'. De igual modo que cualquiera puede declarar de 'Derecho Natural' cualquier creencia suya, porque el derecho natural no está promulgado en ninguna parte; por lo que en la práctica es no solo inútil, sino un elemento más de confusión y engorro, que todos pueden invocar sin mayor utilidad que la de aumentar el ruido, de igual modo, digo, culquiera puede atribuir 'autoridad moral' a cualquiera, porque la autoridad moral no es que no exista, sino que no es medible ni verificable, lo cual es bastante peor. Por lo que en la práctica no sirve para nada, o sirve para estorbar. Es un factor subjetivo más que cada cual atribuye a las voces que sintonizan con la suya. Nada más, lo siento. Los conceptos que no tienen un mínimo grado de inequivocidad y que no pueden ser reconocidos con un nivel aceptable de universalidad no sirven para nada. Peor aún, sirven para aumentar la confusión y diluir los debates necesarios en subdebates parciales inútiles, como este. Es, creo -lo siento- el caso de la 'autoridad moral'.
ResponderEliminarA veces me da la impresión, Vanbrugh, que llevas tu loable actitud crítica a extremos negacionistas que poco se compadecen con la realidad. Y también que pareciera que desearías que en el ámbito de lo social los fenómenos obedecieran a leyes casi físicas, y que si no cumplen unos mínimos requisitos de verificabilidad no sirven para nada o sólo para estorbar. La cosa es que estoy de acuerdo con tus planteamientos en el plano teórico de los universales (que diría un escolástico) pero difícilmente puedo admitir tus tesis en el mundo real y contingente que es sobre el que tratan mis dos últimos posts.
ResponderEliminarVamos a ver: claro que la autoridad moral es confusa, discutible, que algunos se la pueden atribuir a uno y otros a otro totalmente distinto. Pero, en el mundo real hay ciertos personajes a quienes muchos (una mayoría) de persona les atribuyen autoridad moral. Me da igual si quienes la atribuyen están o no equivocados. Lo cierto es que lo que llamo "autoridad moral" no es algo que se obtenga demasiado fácil y en cambio se pierde irrevocablemente con relativa rápidez. No a cualquiera se le concede ese prestigio, tiene que "demostrar" un comportamiento coherente, honesto, etc ..
Pero, en todo caso, tampoco es relevante para mi tesis que dicha autoridad moral sea merecida. Lo único significativo es que hay tipos que la tienen y, por tanto, se presume que son gente preocupada por el bien común. Lo que digo es que en momentos como los actuales esa gente, como corolario obligado de ser depositarios de tal atribución, tienen el deber ético de hablar. Así de simple. Callar es en estas situaciones complicidad culposa; en todos, pero mucho más en ellos.
Históricamente la función del intelectual era esa: señalar con su autoridad moral situaciones y análisis que no estaban al alcance de la mayoría, el intelectual 'engaged' de dificil traducción (¿comprometido?) que hoy precisamente se encuentra en crisis; lo que era un Sciascia en Italia, Ortega en españa, Sartre o Camus en Francia...y que hoy yo creo que está no ya en declive, sino hasta mal visto por muchos.
ResponderEliminarEn cuanto a vosotros dos, lo que le aplicas a Vanbrugh se te podría a mi juicio aplicar a ti, Miros, tenéis cierta propensión a matizar lo matizado tanto que convertis en ejercicio de retórica vuestras discusiones. Es apasionante e instructivo, no cejéis.
Probablemente tienes razón, Lansky. Quizá por eso me divierte tanto discutir con Vanbrugh; confío en que a él le ocurra lo mismo.
ResponderEliminarY sí, me parece correcta tu traducción y eso que siento una cierta prevención ante la idea de compromiso, demasiado prostituida. Pero, en efecto, a eso me refiero; por decirlo rotundamente, la autoridad moral exige en ciertos momentos compromiso. Y creo que el actual es uno de ellos.
Paso a saludar.
ResponderEliminarA parte de saludar también quería comentar la última frase del post de Miroslav con una pregunta : "Pero ¿el qué?"
ResponderEliminarEs posible que me pase algo de eso que dices, sí. Yo mismo encuentro, a veces, cierta semejanza entre mis argumentos y los de Zenón cuando niega que Aquiles pueda llegar nunca a coger la tortuga, ya que no puede trasponer el infinito número de espacios cada vez más pequeños que le separan de ella. Igual de impecables en la teoría pero igual de fáciles de rebatir en la práctica: basta con que Aquiles agarre la puta tortuga y se la restriegue a Zenón por las narices, que es más o menos lo que vienes tú a hacer conmigo cuando me señalas que en el mundo hay personajes a los que muchos atribuyen autoridad moral.
ResponderEliminarLo que pasa es que si abandono el bando de Zanón y me paso al de Aquiles y tuyo, también yo puedo enarbolar tortugas. Por ejemplo, lo cansado que estoy de oir campanudos pronunciamientos sobre cuestiones trascendentales a personajes jaleadísimos y respetadísimos, trasudando autoridad moral por todos sus poros y que, sin embargo, no dicen en mi opinión más que majaderías u obviedades. O, por ejemplo, que lo de que alguien deba despertarnos y sacudirnos las conciencias me resulte mucho más 'sonoro' que verdadero. Sinceramente, yo no echo en falta los pronunciamientos de nadie. Mi conciencia se sacude sola, cuando lo quiere hacer; y cuando no, le molesta bastante que vengan a menearla despertadores autonombrados.
Lo siento, pero no sé por qué, y probablemente sin razón, los intelectuales conciencia de su época que ventean sus opiniones acuciados por su responsabilidad social... no me caen bien. No me hacen falta y suelen resultarme más autocomplacientes, enfáticos e inoportunos que otra cosa. Algo de eso imagino que se me venía notando ¿no?
(Parece que últimamente me haya dado por cambiar "es" por "aes" en los apellidos de la gente. Antes llamé Calentano a Celentano, ahora he llamado Zanón a Zenón... Esto último debe tener alguna explicación subconsciente: tuve un profe en la ETSAM, un cátedro de Urbanismo, que se llamaba, este sí, Zanón y que decía tonterías tan palmarias como la de Aquiles y la tortuga, pero mucho peor armadas...)
ResponderEliminarTe entiendo perfectamente, Vanbrugh, y no te critico. Pero el que tú seas capaz de despertar tu conciencia sin necesidad de autoridades morales externas, no puede generalizarse. Hay mucha gente que necesita esos despertadores. El ejemplo de Zola, que tarje a colación al principio de esta discusión, es bastante pertinente. Logró sacudir el pasotismo de una gran parte de sus paisanos que se daban por satisfechos con el "pensamiento único" (sobre la culpabilidad de Dreyfus) impuesto abrumadoramente desde el poder. Claro que había entonces muchos Vanbrughs que no necesitaban a Zola para tener sus conciencias sacudidas ante lo que era una flagrante injusticia. La cuestión es: ¿Hizo Zola lo que tenía que hacer? Yo opino que sí.
ResponderEliminarDe otra parte, aunque yo mismo tiendo (puede que con alguna vanidad) a considerar que no necesito que me sacudan la conciencia, lo cierto es que a veces (por ejemplo ahora) me ha venido muy bien oír ciertas voces de personas con autoridad moral. De la tentación de la apatía pocos están inmunes. Por ejemplo, no sé si escuchaste el otro día en Tele 5 la valiente, cáustica y profundamente documentada denuncia que hizo Belén Esteban de las injusticias del sistema financiero.
Conocí al Zanón que mentas ... Callaré mi opinión.
ResponderEliminarLupita: No sé la respuesta, ojalá. Sin embargo, como ya escribí en un post reciente, sí hay algo que creo que estamos todos obligados a hacer y es informarnos, enterarnos de lo que hay detrás de las patrañas que nos cuentan. Si simplemente empezamos a dejar de ser borregos, les será más dificil a quienes mandan (y no me refiero a los políticos) abusar de nosotros como lo están haciendo. Pero, como acertadamente me acotó entonces Vanbrugh, a la mayoría de los borregos les gusta serlo y, además, dejar de serlo cuesta bastante esfuerzo. Un beso.
ResponderEliminarNo oí a la Esteban, no. Probablemente si la hubiera oído habría cambiado radicalmente mi actitud contraria a los intelectuales comprometidos...
ResponderEliminarAl tal Zanón le dediqué un día, durante una de sus interminables clases, un soneto que me quedó muy bonito, tanto que aún lo recuerdo. Mi vanidad de poeta frustrado no se resiste a colgarlo aquí:
Hablas, Zanón, y brotan tus palabras
en diapasón agudo y penetrante, torrente tumultuoso e incesante
con que la piedra de mis sesos labras.
Si tu afán es volvernos como cabras
lo vas a conseguir. No hay quien te aguante.
Solo puedo pedirte, suplicante,
que calles de una vez y que te abras.
¡Ábrete, tío! ¡Corta el rollo, pronto!
Guarda silencio un rato y reflexiona,
que tanto perorar no viene al caso.
¿No ves que nos da igual? No seas tonto,
no hay en toda la Escuela una persona
que no pase de ti como yo paso.
Dedicándome a estas cosas en las horas de clase, no me extraña que me fuera en Arquitectura como me fue...
Otra cosa que quiero añadir, Miroslav es que , si, está muy bien que dejemos de ser borregos pero como ha pasado a muchos que han querido dejar de serlo han caido en manos de otros "pastores" convirtiéndolos de nuevo en borregos... así como Aquiles no alcanza nunca a la tortuga,los borregos van pasando por sucesivas fases de borreguismo y no pueden dejar de serlo....
ResponderEliminarPara Vanbrugh y Zenón:
ResponderEliminarSupongamos que la carrera tiene cien metros y Aquiles corre a una velocidad de 10 metros por segundo y la tortuga justo la mitad, es decir, 5 metros por segundo. La carrera se inicia con 10 metros de ventaja para la tortuga.
Si nos damos cuenta, al cabo de 2 segundos, Aquiles habrá recorrido 20 metros y la tortuga habrá recorrido 10 metros, es decir, ambos contendientes están situados en el punto correspondiente a los 20 metros, lo cual quiere decir que Aquiles ALCANZA a la tortuga y, por supuesto, gana la carrera, que ha terminado al cabo de 10 segundos al entrar Aquiles en la meta, mientras que la tortuga se encuentra en el punto correspondiente a los 60 metros en ese mismo momento.
Para matemáticos más avezados:
En la misma página de Bert Wachsmuth (de la Universidad de Seton Hall en USA), se argumenta matemáticamente sobre cómo Aquiles alcanza a la tortuga, utilizando propio camino de Zenón y el concepto de límite de una sucesión.
Yo creo que la crisis no solo es de liquidez sino también de ideas. Y ya puestos, me atrevo a vaticinar que de la misma forma que algún día saldremos de la crisis económica también saldremos de la crisis de ideas y vendrán nuevos líderes cargados de autoridad moral que nos enseñarán los nuevos valores de los que ya no podremos renunciar. Además, tengo la impresión que para cambiar la actual dinámica deberemos renunciar a muchas cosas a las que de momento no estamos dispuestos a renunciar y que hasta que no ocurra ese cambio en nuestras mentalidades las cosas seguirán por el mismo camino (un camino que desde mi punto de vista lleva al abismo). ¿Qué hacer? En cierta forma ya lo estamos haciendo, ahora estamos en la etapa de la parálisis, la incredulidad y la confusión, en la oscuridad que precederá (eso espero) el mañana luminoso.
ResponderEliminarVenimos aquí a ser mas sabios que nadie y demostrar que Aquiles alcanza a la tortuga? Sabe alguien lo que significa la palabra paradoja? No solamente es limite de una sucesión ( no la palabra paradoja, a paradoja en sí) , se manejan conceptos más abstractos como por ejemplo la densidad de los números irracionales dentro de los racionales....No me toquéis las matemáticas por favor....
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLupita, ya ssupongo que 'tu 'no me toquéis las matemáticas' tuyo es retórico y algo de ir de sobrada, el mi 'no me toques a mi las narices', también.
ResponderEliminarY además hablaba con Vanbrugh en clave de amigo, no en clave de listo a lista
Me parece genial Lansky ( si eso te hace feliz, y sino también)y si, has acertado, voy de sobrada. Besos.
ResponderEliminarÚltimo contacto lupinoide (guisante de olor):
ResponderEliminarTu 'y sino también' debe decir: 'y si no también' (seguro que es una errata de teclado en alguién tan listo como vos)
Lansky: No te me ofendas, eh, que es cariñoso: que tú precisamente corrijas la habitual confusión entre el "si no" y el "sino"- Que ya sé que los distingues de sobra, pero tu "torpeza" tecleadora hace que abundes en ese error.
ResponderEliminarLansky & Lupita: Haya paz. En vez de proclamar argumentos de autoridad, no estaría mal que explicárais didácticamente la "paradoja" matemática de Zenon y Aquiles. De forma didáctica, que así harías una de las obras de misericordia evangélicas.
Lupita: Dejar de ser borregos no implica, al contrario, pasar de un pastor a otros. Justamente supone aprender a pensar por uno mismo, desarrollar la capacidad de crítica. No se trata de cambiar de pastores, ni cuando hablo de la importancia de que las personas con autoridad moral hablen, es para que pasemos a creer a pies juntillas lo que nos dicen, sino para que nos hagan cuestionarnos el pensamiento único oficial.
ResponderEliminarQuítale comillas a mi/tu torpeza.
ResponderEliminarLa explicación más elegante de la falacia de la paradoja (todas lo son, por eso son paradojas, claro) está, como ya dije, en el enlace que comento de la universidad de Seton Hall.
Y no hay paz que valga porque no hay guerra con la susodicha, yo elijo las mías (las guerras)
Un post tan interesante y ameno como los distintos comentarios.
ResponderEliminarVoy a dar el mío:
Creo haber visto esa AUTORIDAD MORAL en gitanos de distintos barrios o ciudades a los que acuden otros con sus conflictos para que los dirima con esa 'autoridad' concedida espontáneamente por los demás sin titulaciones ni elecciones - que yo sepa.
Suelen ser hombres de edad; como otros jefes de tribus recónditas por todo el Mundo.
¿No os parece?
Grillo