Érase una vez una tierna niña de rostro angelical y melena rubia que cantaba ñoñas canciones para adolescentes. Era la Francia del sesenta y seis, antes del famoso mayo parisino, o sea, cuando aún eran creíbles y deseables los cuentos de hadas. La niña, sin embargo, se estaba haciendo mayor y quería cantar temas más adultos. Un día, en su discográfica, le presentan a un tipo casi veinte años mayor, un judío feo pero con encanto y, sobre todo, un poeta, un artista maldito e incomprendido. Pero, para entonces, este artista estaba ya harto de no comerse una rosca (comercialmente hablando porque de las eróticas tenía para dar y tomar) y no le bastaban los elogios de Boris Vian o de los críticos ilustrados que admiraron sus ejercicios de jazz vanguardista; él lo que quería era ganar pasta y comprarse un Rolls, así que se dijo: compondré bonitas canciones para estas dulces cantantes que el público adora, y nuestra niña estuvo encantada de ser elegida (?) por este gran poeta.
Y la niña está contenta con los resultados. Sus nuevas canciones son, musicalmente, tan tontas como antes, pero en ellas se dice algo "para pensar", tienen "mensaje". Tampoco mucho, para qué exagerar, mas basta para advertir una mayor madurez. En 1965, con una de esas canciones, gana Eurovisión rompiendo la "tradición" de ese aburrido festival. No solo el tema "acelera" el ritmo habitual en el concurso, sino que además es "casi" una denuncia del negocio musical de la ñoñería adolescente del cual ella es el mayor exponente: soy una muñeca de cera, una muñeca parlante. Un éxito, oye, todos contentos y el bisnes va de maravilla: the show goes on.
Entonces, quizá para no abusar de letras tan profundas, nuestra protagonista acepta de su poeta de cabecera una cancioncilla un poco infantil, pensaría, sobre unas piruletas muy ricas que le gustan mucho a una niña llamada Annie. La graba, incluso hace un video musical de la época, y se va de gira a Japón. Annie adora las piruletas, las piruletas al anís. Las piruletas al anís dan a sus besos un sabor anisado y cuando el dulzor del caramelo perfumado de anís fluye por la garganta de Annie, se siente en el paraíso. Por unos pocos céntimos Annie consigue piruletas al anís del color de sus grandes ojos, del color de los días felices. En cuanto Annie nota en su lengua el palito corre a la tienda a por más piruletas.
Qué malo resultó ser el poeta maldito, qué malo resultó ser el que hizo el video, qué malos eran todos los de la discográfica que lo sabían; hasta fueron malos, digo yo, sus padres que no le advirtieron del sembrado en que se metía. Nuestra niña se da cuenta de golpe (¿cómo le vendría la revelación?) que estaba haciendo un canto a la felación, que lo que fluía por la garganta de Annie no era exactamente jugo de caramelo anisado, que esos céntimos (pennies, en francés) que costaba la piruleta aludían a otra cosa, que se estaba retratando como una faloadicta y, lo peor de todo, que el contraste entre el sucio contenido de la canción y su angelical imagen era un eficaz y malintencionado recurso para alimentar el morbo rijoso a su costa.
Según ella misma contó, quedó tan avergonzada que se encerró en su casa durante días sin querer ver a nadie. Pero no sólo eso, se sintió terriblemente traicionada, tanto que asegura que ese incidente cambió completamente su relación hacia los hombres, los vio de pronto como unos seres dominados por la lujuria, salaces hasta la repugnancia. Fue un duro golpe que le cambió la vida, al menos quebró definitivamente el rumbo que llevaba derivándolo hacia otros derroteros que, sin ser peores musicalmente hablando, sí estaban bastante más alejados del estrellato. El compositor, para quien esta bromita no fue sino una más de las muchas subidas de tono que prodigó en su carrera, sin embargo no salió mal parado, casi diría yo que al contrario. De hecho, a su muerte hace ya más de una década, se había convertido en una de las figuras indiscutibles (aunque siempre polémica) de la canción francesa. Su tendencia iconoclasta era, desde luego, marca de su personalidad, sin importarle qué era lo que rompía, aunque fuera la frágil ingenuidad de una muchachita. Porque lo que está claro es que lo hizo con premeditación y alevosía, sabiendo perfectamente que su muñequita de cera no sospechaba ni por asomo de qué iba la letra (como puede comprobarse en el siguiente video).
Qué malo resultó ser el poeta maldito, qué malo resultó ser el que hizo el video, qué malos eran todos los de la discográfica que lo sabían; hasta fueron malos, digo yo, sus padres que no le advirtieron del sembrado en que se metía. Nuestra niña se da cuenta de golpe (¿cómo le vendría la revelación?) que estaba haciendo un canto a la felación, que lo que fluía por la garganta de Annie no era exactamente jugo de caramelo anisado, que esos céntimos (pennies, en francés) que costaba la piruleta aludían a otra cosa, que se estaba retratando como una faloadicta y, lo peor de todo, que el contraste entre el sucio contenido de la canción y su angelical imagen era un eficaz y malintencionado recurso para alimentar el morbo rijoso a su costa.
Según ella misma contó, quedó tan avergonzada que se encerró en su casa durante días sin querer ver a nadie. Pero no sólo eso, se sintió terriblemente traicionada, tanto que asegura que ese incidente cambió completamente su relación hacia los hombres, los vio de pronto como unos seres dominados por la lujuria, salaces hasta la repugnancia. Fue un duro golpe que le cambió la vida, al menos quebró definitivamente el rumbo que llevaba derivándolo hacia otros derroteros que, sin ser peores musicalmente hablando, sí estaban bastante más alejados del estrellato. El compositor, para quien esta bromita no fue sino una más de las muchas subidas de tono que prodigó en su carrera, sin embargo no salió mal parado, casi diría yo que al contrario. De hecho, a su muerte hace ya más de una década, se había convertido en una de las figuras indiscutibles (aunque siempre polémica) de la canción francesa. Su tendencia iconoclasta era, desde luego, marca de su personalidad, sin importarle qué era lo que rompía, aunque fuera la frágil ingenuidad de una muchachita. Porque lo que está claro es que lo hizo con premeditación y alevosía, sabiendo perfectamente que su muñequita de cera no sospechaba ni por asomo de qué iba la letra (como puede comprobarse en el siguiente video).
Me creo a la chica pero, aún así, no deja de sorprenderme que fuera posible tanta ingenuidad. Máxime cuando la otra noche, en un documental sobre la Barcelona de principios de los setenta, escuché a Javier Mariscal rememorar aquellos tiempos de hippismo y acracia en un país rígido y aburrido y declarar cuánto envidiaban a Francia y cuánto les encantaban las chicas francesas que se dejaban caer por Cataluña. Comentábamos entre nosotros, dijo, que en el instituto les tenían que dar clases de follar porque lo hacían de maravilla, no sabes lo bien que la mamaban. Claro que eso era unos poquitos años después del 68; a lo mejor Les sucettes contribuyó al despertar sexual de nuestro vecinos del norte. Acabo con la canción en la voz de su compositor, qué malo era el hombre ...
Les sucettes - Serge Gainsbourg (De Gainsbourg à Gainsbarre, 1994)
PS: Me acordé de la historieta de esta canción, que conocía a grandes rasgos, hace unas semanas escuchando un doble CD recopilatorio de Gainsbourg. Lo cierto es que por unos momentos la musiquilla de Les sucettes me evocó mi niñez; fue una ráfaga brevísima que me transportó a mis nueve o diez años y me vi en el estar de mi casa mientras sonaba ese tema en el pick-up de mis padres. No he verificado la veracidad del recuerdo, pero es probable porque a mi madre le gustaban mucho las cantantes francesas, sobre todo Françoise Hardy. Claro que si la oí hace tantos años no me enteré de la letra ni mucho menos de su procaz significado.
Actualización: El comentario de C.C. me ha hecho pensar si no cabe una explicación a la sorprendente ignorancia de la Gall. He vuelto a mirar el último video que inserto en el post, la escena en que Serge le pide a France que le explique la letra de Les sucettes y, la verdad, resulta extraña esa petición. Si la chica estaba totalmente en albis como Gainsbourg pretendía, ¿para qué interrogarla y correr el riesgo de ponerla sobre aviso? Puede decirse que lo que quería el compositor era asegurarse de que, en efecto, la cantante se mantenía en su virginal ingenuidad, pero para eso el método nunca puede ser tan directo, sino a través de rodeos y preguntas-trampa. Si, siendo inocente, me piden que explique esa letra, lo natural es que conteste que no hay nada que explicar, manifestando mi extrañeza por lo absurdo de la pregunta. En cambio, si sé de qué va la historia, lo lógico es justamente que, reconociendo el mensaje implícito del interrogador (yo sí sé de qué va), conteste algo parecido a lo de France, devolviendo de paso el mensaje confirmatorio de la complicidad (yo también sé de qué va).
Revisar la escena a que me refiero con esta hipótesis en la cabeza hace que se interprete el breve diálogo y, sobre todo, el intercambio de sonrisas y miradas, como confirmación de que estaban conchabados. Además, ¿a cuento de qué grabar una conversación tan intrascendente, salvo para dejar una "prueba" de la inocencia de la chica? Al margen de que esa prueba puede pasar de la defensa a la acusación, lo cierto es que era necesario para mayor eficacia de la broma que France se presentara como inocente. Y eso no sólo contribuía a dar mayor sustancia al "escándalo" (y, por tanto, mayor rendimiento económico), sino también placía a la vanidad de Gainsbourg (poco mérito tendría si no se la hubiera colado) y preservaba la "imagen comercial" de la dulce muchachita.
Si esta hipótesis es cierta (y he de confesar que ahora me parece la más verosímil), el engaño de la "versión oficial" se mantiene desde entonces, cuarenta y siete años lleva ya. Naturalmente, a ninguno de los dos cómplices le interesaba contar la verdad, pero aún así no deja de ser llamativo que no se haya destapado. Ciertamente, como digo más arriba, France pagó un alto precio por la tontería, pero eso no prueba su inocencia sino su error de cálculo. Puede que, a toro pasado, se arrepintiera, pero ya no le quedaba más remedio que seguir con la mentira porque la alternativa le habría sido más perjudicial.
Así que propongo que consideremos que la chica sabía perfectamente lo que cantaba, lo que parece casar más con el sentido común. Y dando un paso más, estoy por apuntarme a la tesis de Lansky de que bajo esa tierna apariencia se escondía una completa Lolita nabokoviana (por cierto, al inicio del video, en una breve escena descontextualizada, aparece Gainsbourg mostrando el disco de la canción y repitiendo Lolita, Lolita, Lolita). En el video, France bastante años después dice que su relación con Serge era "exclusivamente profesional". Pero si mintió entonces (y siguió mintiendo), también puede pensarse que vuelve a engañarnos y que a lo mejor la idea se le ocurrió a ella misma, en la laxitud post-coital, mientras su compositor-amante fumaba el cigarrito de después y se mostraba entusiasmado con la posibilidad de llevar a cabo la bromita. Claro que esto es ya ir demasiado lejos en las elucubraciones.
PS: Me acordé de la historieta de esta canción, que conocía a grandes rasgos, hace unas semanas escuchando un doble CD recopilatorio de Gainsbourg. Lo cierto es que por unos momentos la musiquilla de Les sucettes me evocó mi niñez; fue una ráfaga brevísima que me transportó a mis nueve o diez años y me vi en el estar de mi casa mientras sonaba ese tema en el pick-up de mis padres. No he verificado la veracidad del recuerdo, pero es probable porque a mi madre le gustaban mucho las cantantes francesas, sobre todo Françoise Hardy. Claro que si la oí hace tantos años no me enteré de la letra ni mucho menos de su procaz significado.
Actualización: El comentario de C.C. me ha hecho pensar si no cabe una explicación a la sorprendente ignorancia de la Gall. He vuelto a mirar el último video que inserto en el post, la escena en que Serge le pide a France que le explique la letra de Les sucettes y, la verdad, resulta extraña esa petición. Si la chica estaba totalmente en albis como Gainsbourg pretendía, ¿para qué interrogarla y correr el riesgo de ponerla sobre aviso? Puede decirse que lo que quería el compositor era asegurarse de que, en efecto, la cantante se mantenía en su virginal ingenuidad, pero para eso el método nunca puede ser tan directo, sino a través de rodeos y preguntas-trampa. Si, siendo inocente, me piden que explique esa letra, lo natural es que conteste que no hay nada que explicar, manifestando mi extrañeza por lo absurdo de la pregunta. En cambio, si sé de qué va la historia, lo lógico es justamente que, reconociendo el mensaje implícito del interrogador (yo sí sé de qué va), conteste algo parecido a lo de France, devolviendo de paso el mensaje confirmatorio de la complicidad (yo también sé de qué va).
Revisar la escena a que me refiero con esta hipótesis en la cabeza hace que se interprete el breve diálogo y, sobre todo, el intercambio de sonrisas y miradas, como confirmación de que estaban conchabados. Además, ¿a cuento de qué grabar una conversación tan intrascendente, salvo para dejar una "prueba" de la inocencia de la chica? Al margen de que esa prueba puede pasar de la defensa a la acusación, lo cierto es que era necesario para mayor eficacia de la broma que France se presentara como inocente. Y eso no sólo contribuía a dar mayor sustancia al "escándalo" (y, por tanto, mayor rendimiento económico), sino también placía a la vanidad de Gainsbourg (poco mérito tendría si no se la hubiera colado) y preservaba la "imagen comercial" de la dulce muchachita.
Si esta hipótesis es cierta (y he de confesar que ahora me parece la más verosímil), el engaño de la "versión oficial" se mantiene desde entonces, cuarenta y siete años lleva ya. Naturalmente, a ninguno de los dos cómplices le interesaba contar la verdad, pero aún así no deja de ser llamativo que no se haya destapado. Ciertamente, como digo más arriba, France pagó un alto precio por la tontería, pero eso no prueba su inocencia sino su error de cálculo. Puede que, a toro pasado, se arrepintiera, pero ya no le quedaba más remedio que seguir con la mentira porque la alternativa le habría sido más perjudicial.
Así que propongo que consideremos que la chica sabía perfectamente lo que cantaba, lo que parece casar más con el sentido común. Y dando un paso más, estoy por apuntarme a la tesis de Lansky de que bajo esa tierna apariencia se escondía una completa Lolita nabokoviana (por cierto, al inicio del video, en una breve escena descontextualizada, aparece Gainsbourg mostrando el disco de la canción y repitiendo Lolita, Lolita, Lolita). En el video, France bastante años después dice que su relación con Serge era "exclusivamente profesional". Pero si mintió entonces (y siguió mintiendo), también puede pensarse que vuelve a engañarnos y que a lo mejor la idea se le ocurrió a ella misma, en la laxitud post-coital, mientras su compositor-amante fumaba el cigarrito de después y se mostraba entusiasmado con la posibilidad de llevar a cabo la bromita. Claro que esto es ya ir demasiado lejos en las elucubraciones.
Resulta bastante sorprendente, sí, por ingenua que fuera la chica, que no supiera lo que estaba cantando y lo que estaba chupando. No lo pongo en duda, pero me sorprende. Aunque luego pienso en mis hermanas, que por esa época andaban entre los catorce y los dieciocho, y cantaban cuanta canción francesa pillaban -preferentemente François Hardy- y seguro estoy de jamás se les pasó por la cabeza estar hablando de otra cosa que de chupa chups de anís.
ResponderEliminarPennies, por cierto, plural de penny, no es una palabra francesa, y no se refiere genéricamente a "céntimos", sino específicamente a "peniques", la moneda inglesa. No se me ocurre otro motivo para usarla, pues, que que se escribe y se pronuncia prácticamente igual que "pénis", pene. La cosa no podía estar más clara...
Los franceses tienen muchos anglicismos como el "weekend" Puede ser que en aquella época a los céntimos se les llamara "pennies"
ResponderEliminarSorprendida de la "maldad" de Gainsbourg.
Y sí, me creo cien por cien a la muchacha, estoy convencida de que no tenía ni pajolera idea de lo que estaba cantando.
Pues yo no, Emma, no me creo a esa niña, ni en su supuesta ingenuidad ni en su supuesta inocencia ni en la supuesta maldad de Serge, más bien creo que fue al revés, ya ves, él fue el pervertido, no el perverso; esas nínfulas, ya nos lo advertía Nabokov
ResponderEliminarVanbrugh: Sorprendente es, en efecto, pero no tanto por comparación con tus hermanas que, al fin y al cabo, eran chicas adolescentes de la España pacata de aquellos tiempos, en los que la ignorancia en relación al sexo estaba celosamente promovida desde los poderes públicos. Pero, hombre, se trataba de una francesita de la farándula ...
ResponderEliminarEmma: La "maldad" de Gainsbourg no debería sorprenderte: ese fue siempre su estilo. Tengo el pálpito de que incluso disfrutó cuando lanzó a su pupila a los leones (no tienes más que ver la escena de ambos conversando que aparece en el último video).
Lansky: La referencia a Lolita viene inevitablemente a la cabeza pero me temo que en este caso no es ajustada a la realidad.
Tengo pocos años menos que France. Os aseguro que cuando salió la canción si no entendí el doble sentido, muy pronto se encargaron otros (amigas, amigos, compañeras de instituto,hermanas, hermanos)de desvelármelo. ¿Ella no tenía amigos, hermanos, MANAGER ? ¿ Tuvo que ir a JAPON para enterarse ?
ResponderEliminarSupongo que como cuento moderno para adolescentes no está mal.
Puede que tengáis razón Lansky y C.C pero lo que no me entra en la cabeza es que ella cantara esa canción conociendo de antemano el significado. Lo siento pero eran otros tiempos. Las chicas decentes como France no cantaban esas cosas.
ResponderEliminarC.C: Tu comentario me ha llevado a cuestionar mi convicción sobre la ignorancia de France y, volviendo a ver el último video que he puesto en el post, la conversación entre ambos sobre la letra de la canción la entiendo ahora como confirmación de que estaba en el ajo. He añadido una actualización al post al respecto.
ResponderEliminarMe temo que, a partir de ya, nada que yo diga se ajusta a 'tu' realidad
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con tu hipótesis Miroslav. Ella no sabía de qué estaba hablando cuando cantaba la canción. No me preguntes por qué lo sé pero lo sé. Pero si quieres un argumento lógico ella no hubiera arriesgado su carrera por cantar una canción procaz. Menos a esa edad, te lo aseguro.
ResponderEliminarLansky: Supongo que tu comentario responde a mi respuesta a tu comentario anterior. Tus temores son infundados. En primero lugar, si algo tiene "mi" realidad (porque, por supuesto, acepto la crítica implícita de que cuando hablamos de realidad lo hacemos de nuestra percepción subjetiva de la misma, como lo que escribiste sobre el paisaje) es que es bastante "móvil", cambia mucho. En segundo, procuro que los estímulos externos que provocan esos cambios no dependan (para ser aceptados o rechazados) del "quién" los genera sino del "qué". Pero, admitiendo que el "quien" me influye, cuando eres tú no hay ninguna voluntad de rechazar lo que digas, antes al contrario, de examinarlo con mayor atención si cabe, aunque a veces seas tú el que no quiera participar de ese examen compartido.
ResponderEliminarEn todo caso, si lees la actualización, comprobarás que rectifico mi anterior respuesta a tu comentario y digo que estoy por apuntarme a tu tesis de que se trataba de una Lolita.
Emma: Yo tampoco pondría la mano en el fuego por esa hipótesis, pero no me parece descabellada en absoluto. Tiene a su favor, como bien señala C.C, que es muy poco creíble que una chica metida en el medio en que estaba metida fuera tan ingenua. Pero es que, aunque lo fuera, resulta también poco creible que las personas cercanas (sus padres, por ejemplo, también relacionados con ese medio) no le hubieran advertido. Además, como ya he contado, la escenita a que aludo del video (y el propio hecho de su grabación) resultan muy sospechosos (¿la has visto?)
ResponderEliminarTu argumento, en cambio, no contradice la hipótesis porque, para hacerlo, habría que suponer que France, cuando se prestó a este juego (o incluso cuando se lo propuso a Serge como malévolamente insinuo en la línea navokoviana de Lansky) simplemente no previó el alcance de sus consecuencias. Pero el que no fuera lo suficientemente previsora, bastante natural con su edad, no invalida que estuviera en el ajo.
Doy, sin embargo, bastante crédito a tu conocimiento intuitivo que te hace estar convencida de que era "inocente". Lo malo es que estos convencimientos, siendo absolutamente válidos para cada uno, son difíciles de transmitir.
la opinión de Emma, siempre tan intuitivamente perspicaz, queda para mí invalidado. por corporativo
ResponderEliminarEntendido, Miros, ya leí tu adelenda
La verdad es que esta historia en nuestros tiempos no nos resulta creíble, pero no creo que una niña bien hiciese esto conscientemente, aunque tenía 19 años, y sobre todo sus padres le dejasen hacer algo así a sabiendas. La revolución sexual empezó en los 60, pero más abiertamente hacia finales de esa década (El graduado es del 67, la revolución de mayo del 68) y tampoco fue tan generalizada en todos los ambientes. Y he leído comentarios de franceses al respecto, muchos no se habían dado cuenta del doble significado, y la canción se emitía en radios muy tradicionales que no tenían reparos en censurar otras.
ResponderEliminarLo de verla como una lolita que se las da de víctima tiene su atractivo, pero no consigo creérmelo.
Por cierto, hace unos años le escuché decir toda convencida a una española socialista, casada y madre de unos 40 años que lo del sexo oral es una guarrada que sólo se hace en películas porno. Sigue habiendo gente con lagunas.
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