I
La nuestra es una época de decadencia. La civilización burguesa-cristiana-plebeya ha llegado ya desde hace tiempo al punto muerto de su evolución.
¡Ha llegado la democracia!
Pero bajo el falso esplendor de la civilización democrática, los más altos valores espirituales han sido hechos añicos.
La fuerza de la voluntad, la individualidad bárbara, el arte libre, el heroísmo, el genio, la poesía han sido menospreciados, ridiculizados, calumniados.
Y no en nombre del "yo", sino de la "colectividad". No en nombre del "único", sino de la "sociedad".
Así el cristianismo –condenando la fuerza primitiva y salvaje del instinto virgen– mata el concepto vigorosamente pagano de la alegría terrenal. La democracia –su hija– lo glorificó haciendo apología de este delito y celebrando la sombría y vulgar grandeza ...
¡Pero ahora lo sabemos!
El cristianismo fue la cuchilla envenenada que se hendió brutalmente en la carne sana y palpitante de la humanidad; fue una fría ola de tinieblas que empujó con furia místicamente brutal hasta oscurecer el júbilo sereno y festivo del espíritu dionisíaco de nuestros padres paganos. ¡En un frío atardecer invernal precipitado fatalmente sobre un caluroso mediodía de verano! Fue él –el cristianismo– el que, sustituyendo con el fantasma del "dios" la palpitante realidad del "yo", se declaró enemigo feroz de la alegría de vivir y se vengó canallescamente en la vida terrena.
Con el cristianismo la Vida fue exiliada a lamentarse en los pavorosos abismos de las más amargas renuncias; fue empujada hacia los glaciares de la negación y de la muerte. Y de estos glaciares de negación y de muerte nace la democracia.
Porque ella –la madre del socialismo– es hija del cristianismo.
II
Con el triunfo de la civilización democrática vino glorificada la plebe del espíritu. Con su feroz anti-individualismo, la democracia pisoteó –porque es incapaz de comprenderla– cualquier muestra de la heroica belleza del "yo" anti-colectivista y creador.
Los sapos burgueses y las ranas proletarias burguesa se estrecharon las manos en una común vulgaridad espiritual en una vulgaridad espiritual común, compartiendo religiosamente el cáliz de plomo que contiene el líquido viscoso de las mismas mentiras sociales que la democracia ofrece a los unos y a los otros.
Y los cantos que los burgueses y proletarios entonaron a su comunión espiritual fueron un mismo y clamoroso "Hurra" a la Oca victorioso y triunfante.
Y mientras los "hurras" estallaban altos y frenéticos, ella –la democracia– se embutía la gorra plebeya sobre la pálida frente proclamando –triste y feroz ironía– los derechos iguales ... ¡del Hombre!
Fue entonces cuando las águilas, en su prudente sabiduría, batieron más fuerte sus alas titánicas, elevándose –asqueadas ante el frívolo espectáculo– hacia las solitarias alturas de la meditación.
Así, la Oca democrática, erigida en reina del mundo y señora de todas las cosas, impone su orden de dueña y soberana.
Pero viendo que por encima de ella algo reía a la espera, ella, mediante el socialismo, su único y verdadero hijo, hizo arrojar una piedra y un discurso en el bajo dominio pantanoso donde croaban los sapos y las ranas, para generar una dialéctica de ventrílocuo y hacerla pasar por una guerra titánica de ideas soberbias y de espiritualidad. Y en los pantanos se produjo el pugilato ... Sucedió tan descaradamente que el barro salpicó tan alto que llegó a ensuciar las estrellas.
Así, con la democracia, todo fue contaminado. ¡Todo!
Incluso aquello que era lo mejor; incluso aquello que era lo peor.
En el reino de la democracia, las luchas que se desataron entre capital y trabajo fueron luchas raquíticas, embriones impotentes de guerra, privadas de cualquier contenido de alta espiritualidad y de la mínima valerosa grandeza revolucionaria, incapaces de crear otro concepto de vida más fuerte y más bella.
Burgueses y proletarios, aunque enfrentados por cuestiones de clase, de dominio y de estómago, permanecieron siempre hermanados en el odio común hacia los grandes vagabundos del espíritu. Contra los solitarios de la idea, contra todos los torturados del pensamiento, contra todos los transfigurados por una belleza superior.
Con la civilización democrática Cristo ha triunfado.
"Los pobres de espíritu", además del paraíso de los cielos, han tenido la democracia sobre la tierra. Si el triunfo no ha sido todavía completo, lo culminará el socialismo. En su formulación teórica ha sido ya anunciado desde hace tiempo. El socialismo pretende "nivelar" todos los valores humanos. ¡Atentos, espíritus jóvenes!
La guerra contra el hombre-individuo fue comenzada por Cristo en nombre de Dios, fue desarrollada a través de la democracia en nombre de la sociedad, amenaza completarse con el socialismo en nombre de la humanidad.
Si no sabemos destruir a tiempo estos tres absurdos cuanto peligrosos fantasmas, el individuo estará inexorablemente perdido.
¡Es necesario que la rebeldía del "yo" se expanda, se ensanche, se generalice! ¡Nosotros –los precursores de la época– ya hemos encendido los faros!
Hemos encendido las antorchas del pensamiento. Hemos blandido el hacha de la acción. Y hemos infringido, hemos desquiciado. Pero nuestros "delitos" individuales deben ser el anuncio fatal de la gran tempestad social.
Esa tremenda tempestad que demolerá todos los edificios de las mentiras convencionales, que desbaratará los muros de todas las hipocresías, que reducirá el viejo mundo a una pila de escombros y ruinas humeantes.
Porque de estos escombros de Dios, de la sociedad, de la familia y de la humanidad es de donde podrá nacer exultante y festiva la nueva alma humana. Una nueva alma humana que sobre las ruinas de todo el pasado cantará el nacimiento del hombre liberado: del "yo" libre y grande.
III
Cristo fue un equívoco paradójico de los evangelios. Fue un triste y doloroso fenómeno de decadencia, nacido del hastío pagano. El Anticristo es el hijo saludable de todo el odio vigoroso que la Vida ha incubado en el secreto de su seno fecundo durante los veinte siglos de la dominación cristiana.
Porque la historia se repite. Porque el eterno retorno es la ley que rige el universo. ¡Es el destino del mundo! ¡Es el eje en torno al cual gira la vida! Para perpetuarse, para repetirse, para contradecirse, para perseguirse, para no morir ...
Porque la vida es movimiento, es acción. Que persigue el pensamiento, que busca el pensamiento, que ama el pensamiento. Y éste camina, corre, se afana. Quiere llevar a la Vida al reino de las ideas.
Pero cuando la vida es intratable, llora el pensamiento. Llora y se desespera ... Luego, el cansancio lo debilita, lo hace cristiano, y entonces el pensamiento toma a su hermana Vida de la mano e intenta confinarla en el reino de la muerte.
Pero el Anticristo –el espíritu del instinto más misterioso y profundo– reclama de nuevo a la Vida gritándole bárbaramente: ¡Recomencemos! Y la Vida recomienza. Porque no quiere morir.
Y si Cristo simboliza el cansancio de la vida, el ocaso del pensamiento, la muerte de la idea, el Anticristo simboliza el instinto de la vida, la resurrección del pensamiento. El Anticristo es el símbolo de una nueva aurora.
Babbo in prigione - Francesco De Gregori (De Gregori, 1978)
Este texto es la traducción propia de las tres primeras partes del Verso il nulla creatore, del anarquista ligur Renzo Novatore (1890-1922). Quien tenga interés por el texto completo, lo puede descargar (en italiano) en una web dedicada a este hombre; yo ya tengo traducidas quince de las escasas veinte páginas de esta obra de 1921, pero con estas iniciales creo que basta para un post y para hacerse idea suficiente del radical pensamiento de Novatore. Fue hijo de campesinos, autodidacta (las influencias de Max Stirner y de Nietzsche son evidentes) y, en sus últimos meses, enemigo a muerte del fascismo rampante. El 5 de junio de 1922 un numeroso grupo de matones fascistas se llegaron de noche a la casa de Novatore, en un pueblo cercano a La Spezia, para darle una buena lección, para que aprendiera que gente como él no tenía cabida en la Italia de la que estaban a punto de apoderarse. Aporrean la puerta y explota una bomba; en la confusión el anarquista logra escapar y se pierde en los campos vecinos. Fue la última vez que su mujer y sus dos hijos lo vieron. Poco después se uniría a la banda del ya por entonces famoso Sante Pollastri, probablemente para encontrar refugio de los camisas negras pero también por su convicción de que debía responder con la fuerza a la violencia del orden constituido y, al fin y al cabo, Pollastri tenía cierta aura de bandido anarquista (una especie de Robin Hood de la época). Miembro de la banda, participa en algunos asaltos y robos (en uno de ellos muere el cajero de un banco). El 29 de noviembre de ese mismo 1922, apenas un mes después de la marcha sobre Roma y el acceso de Mussolini al poder, Novatore está con Pollastri en una tasca a las afueras de Génova. Tres carabinieri, avisados de la presencia del bandido, entran al local para detenerlo; se produce un tiroteo y Pollastri logra escapar pero Novatore cae muerto. Tenía treinta y dos años. El régimen fascista se ocupó de hacer desaparecer la mayoría de sus escritos, casi hasta su memoria.
Una tal vez actualización (o al menos me lo parece a mí) de lo mismo que andas leyendo, Miroslav, ando yo leyendo también, pero con la diferencia de que incluye expresamente la crítica a la sociedad basada en la religión del trabajo, en su santificación absoluta bajo el dogma de la mercantilización de la fuerza productiva del individuo. Un tema que igual te resulta interesante. Busca en la red el “Manifiesto contra el Trabajo” y échale un vistazo.
ResponderEliminarSaludos desde Charangaypanderetistán.
Max Stirner y Nietzsche son evidentes,en efecto. Y alguien que me gusta aún mucho más y que dijo: "Uno se resigna a los defectos de Dios"
ResponderEliminarHarazem: No, no ando leyendo ahora mismo escritos anarquistas; la caída en este texto de Novatore ha sido casi por casualidad, mientras curioseaba sobre otro tema que resultó estar relacionado. Ya escribiré al respecto.
ResponderEliminarLansky: ¿Qué haríamos sin internet? Leí la frase que citas sin decir el autor (te gusta poner acertijos, parece) y supe que ya la conocía, pero no me venía a la memoria. Pero basta escribirla en google para que emerja la gran Yourcenar y se me informe de que proviene de "Fuegos". Tengo el libro y he buscado la cita (si lo tuviera en digital la habría encontrado antes, pero por suerte está poco avanzado el texto). Completa dice: "Soporto tus defectos. Uno se resigna a los defectos de Dios. Soporto tu ausencia. Uno se resigna a la ausencia de Dios". Quizá contextualizada pierda algo de "fuerza teológica" y, sin embargo, me resulta mucho más sugerente.
En efecto, ¿qué haríamos sin internet? Aunque a mí me preocupa más ¿qué será de nosotros SÓLO con internet? Fuegos es una mezcolanza maravillosa, como todo lo de esa autora, una de mis favoritas absolutas
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