En la vertiente suroeste de la Isla, entre la autopista del Sur y el océano, a lo largo de algo menos de 9 kilómetros de costa, a caballo entre dos municipios (Arona y Adeje) y con una extensión aproximada de 820 hectáreas, se sitúa la llamada "ciudad turística de Los Cristianos – Las Américas", el área en la que se concentra más del 80% de la oferta alojativa de Tenerife. Es la manchita amarilla que he dibujado en la foto aérea de la Isla, apenas un 0,41% de la superficie de Tenerife, la cual ya es bastante pequeña: 2.000 km2, menos del 0,4% de la del territorio español. Es decir, un ámbito insignificante en el que existen nada menos que del orden de 132.000 plazas en explotación turística, el 80% de las que hay en toda la isla. Para que se entienda la magnitud de esta cifra, basta decir que esta pequeña área, con apenas un 1,7% de la población española, cuenta con algo más del 9% de la oferta alojativa del país; aquí hay un 65% más de plazas alojativas que en toda la Comunidad de Madrid, por ejemplo. Obviamente, Canarias es un destino turístico (España en su conjunto también, por cierto) y en principio no habría que sorprenderse de que haya una importante cantidad de establecimientos hoteleros. Pero lo relevante de este área es la altísima concentración espacial, lo que justifica sobradamente el calificativo de ciudad turística, por más que además de alojamientos para visitantes de vacaciones haya también un número significativo de viviendas para residentes.
En esta ciudad turística se han alojado durante el año pasado unos cuatro millones de personas provenientes de prácticamente todos los países de Europa. Naturalmente, lo que atrae a estos turistas es, sobre todo, el buen clima: buscan hotel cerca de las playas y pasan una media de ocho o nueve días sin casi salir de Las Américas: tomando el sol, bañándose, paseando por las áreas comerciales, emborrachándose ...; y cuando salen de la zona, la mayoría lo hace en excursiones organizadas: un día los llevan al Teide, otro al centro histórico de La Laguna, otro de compras a Santa Cruz ... Se trata, pues, de un turismo "organizado" desde la demanda; es decir, son viajes resueltos por los "tour operadores" internacionales con el sistema del "todo incluido" a precios relativamente bajos (vuelos charter, contrataciones masivas de plazas hoteleras, etc), de tal modo que el 70% del gasto del cliente se hace fuera de la Isla. No me extrañaría que a un inglés le saliera más barato pasar una semana en Tenerife que quedarse en su casa de Londres. Aún así, ese pequeño 30% que se gasta en la Isla (no llega a 40 € por turista y día), supone unos ingresos directos de algo más de 3.700 millones de euros, en torno al 20% del PIB tinerfeño; hay quienes estiman incluso que, contando sus efectos indirectos, el turismo es responsable de hasta el 60% de la economía insular.
Simplemente con las pocas cifras que he dado es fácil deducir, aún para quien nunca haya estado, que este entorno urbano es singular, una especie de gueto, de espacio al margen de la cotidianidad que, para quienes vivimos inmersos en ella, no deja de sorprender, se nos antoja un universo extraño, difícilmente inteligible. Algo así le ocurre a la mayoría de la población tinerfeña que lo considera un mundo aparte al que miran con recelo, si bien conscientes de cuanto lo necesitan. Los dos municipios en cuyos términos se sitúa esta urbanización han incrementado sus poblaciones en las últimas décadas a ritmos desaforados. De ser pequeños pueblos agrícolas de medianía, han pasado a albergar entre ambos casi 150.000 personas; de éstas, la inmensa mayoría no son nacidas no ya en el municipio, sino ni siquiera en la Isla. Se trata de gente que ha venido a Arona o a Adeje atraída por las posibilidades laborales vinculadas a la actividad turística y que, a medida que va asentándose, va organizando una vida colectiva que nada tiene que ver con la propia del lugar, intensificando esa otredad del lugar, en el que se mueven diariamente junto con europeos de vacaciones. Mientras tanto, en los dos ayuntamientos procuran seguir con sus tradiciones locales y gestionar como pueden (mal) la que ha sido (y sigue siendo) su gallina de los huevos de oro.
Después de veinticinco años he vuelto, por motivos laborales, a sumergirme en el Sur turístico tinerfeño. En este cuarto de siglo, lo que entonces todavía estaba en formación, es ya un hecho urbano y económico maduro, consolidado. Como gran parte de los habitantes de la Isla, durante este tiempo siempre he sabido lo que allí estaba ocurriendo pero mi vida se desarrollaba como si no fuera conmigo. Con la excepción de algunos pocos empresarios, la ciudad turística ha ido formándose al margen de los tinerfeños. Ya su inicio fue obra de un catalán –allá hacia mediados de los sesenta– y por ahí han pasado capitales de todas las cunas (si es que el capital tiene cuna). Y al ver que entraba dinero, los poderes públicos locales lo único que han sabido hacer es dejarles hacer, mientras se felicitaban del continuo incremento de turistas y apoyaban la promoción comercial de la Isla. Ciertamente, la fortísima dinámica inmobiliaria de la zona durante los pasados años sí fue aprovechada por constructores locales, pero ni administración pública ni empresarios privados supieron (o quisieron) involucrarse en el negocio turístico, gobernarlo en positivo para propiciar su buena salud y que revirtiera en mayor medida en el bienestar de los habitantes.
Ahora, pasados los tiempos del todo vale y del boom inmobiliario, se pone de moda mirar hacia dentro, fomentar las operaciones de renovación de los hoteles más viejos (si bien, en general, la planta alojativa es de bastante calidad), mejorar los espacios públicos e impulsar nuevas ofertas –sobre todo las vinculadas al ocio– que hagan más atractivo el destino. No se trata de renunciar al segmento de turistas que recibimos (en tan grandes cantidades sería una ingenuidad suicida), sino ser conscientes de que no son un mercado cautivo y pueden encontrar otras opciones también con buen clima y mayores atractivos. Se le tiene miedo, por ejemplo, a la competencia del litoral mediterráneo africano, aunque la inestabilidad de varios de esos países permita respirar tranquilos a muchos hoteleros (su desgracia es nuestra fortuna, como me dijo uno de ellos). Se trata pues de modernizar la ciudad turística, de hacerla más eficiente como destino para mejorar su competitividad internacional. Y para ello el Gobierno de Canarias está impulsando las correspondientes iniciativas.
En el tiempo que llevo involucrado (apenas unos meses), aparte de sorprenderme al descubrir lo que sin exagerar he llamado un universo aparte, también lo hago al comprobar lo poco interiorizada que se tiene la importancia del turismo en esta Isla, lo mucho que nos afecta su "estado de salud". Por más que sea de lejos el sector más importante de la economía, las voces e intereses de los que en él actúan distan mucho de tener la relevancia que merecieran. En las prioridades de los políticos –que se plasman en los presupuestos de las distintas instituciones– están, desde luego, en posiciones muy de cola. Los funcionarios a quienes les toca gestionar las iniciativas en estas materias demuestran con su ineficiencia, cuando no actitudes obstruccionistas, un desapego irresponsable sumado a una inadmisible ignorancia de los mecanismos internos del sector. Apenas hay en la Administración personas con capacidad de iniciativa y conocimiento para poder encauzar la dinámica actividad económica (la crisis es aquí bastante menor) hacia objetivos de interés público. La explicación, creo yo, radica en que todavía se sigue considerando el turismo como algo ajeno, que no tiene que ver del todo con nosotros. Y no deja de ser cierto, aunque sea en el nivel cutre y miope de los políticos: ni los turistas ni la mayoría de los agentes económicos del turismo votan en Tenerife.
Hotel California - Eagles (Hell Freezes Over, 1994)
No replico (pretendo completarla) tu afirmación que comparto: ”La explicación, creo yo, radica en que todavía se sigue considerando el turismo como algo ajeno, que no tiene que ver del todo con nosotros. Y no deja de ser cierto, aunque sea en el nivel cutre y miope de los políticos: ni los turistas ni la mayoría de los agentes económicos del turismo votan en Tenerife”. estoy de acuerdo en esa miopía de los políticos que señalas, pero el desapego del conjunto de la población (ya hasta hostilidad) hacia el sector turístico lo interpreto como una certera intuición de lo poco que les beneficia a ellos. Los análisis económicos al uso sobre el turismo adolecen de una tosquedad evidente, se contabilizan beneficios (euros dejados o gastados por turistas), inversiones y recuperación de capital, puestos de trabajo generados (normalmente subsidiarios o d época calidad: camareros, albañiles), pero no se suelen contabilizar los gastos que generan que a menudo los exceden (consumos de recursos –agua, etc., generación de basuras, requerimientos exorbitados de infraestructuras y sobre todo ocupación irreversible de suelo). Las pocas veces que se ha hecho ese evaluación más equitativa (ESPAÑA A GO-GO. TURISMO CHARTER Y NEOCOLONIALISMO DEL ESPACIO - MARIO GAVIRIA) fue el pionero en los setenta) se ve que los ‘beneficios’ no son tantos para el conjunto de la población, con las externalidades (en el sentido original de la ciencia económico, no en el que se usa ahora para privatizar) o deseconomías nos e contabilizan. ¿La clave? Es un capitalismo ( o una economía o un mercado) el del turismo muy típico: se privatizan la parte importante de los beneficios (empresarios de tour operator, hoteleros, etc.) y se ‘socializan’ con el conjunto de la población residente los inconvenientes gravísimos de transformación casi irreversible del territorio y consumo desaforado de recursos escasos (vuestra agua en Canarias) entre el conjunto de la población
ResponderEliminarLansky: El fenómeno del turismo de masas es complejo y apasionante como objeto de estudio. Tienes razón en que hay pocos estudios serios y los trabajos pioneros de Mario (un tío estupendo con el que disfruté como un enano a principios de los ochenta) no han encontrado continuadores rigurosos.
ResponderEliminarDisiento, sin embargo, en que la población residente recele del turismo a causa de su certera intuición de lo poco que les beneficia. Mucho habría que discutir al respecto, pero estoy casi convencido de que obedece más a motivos de naturaleza bastante ruín. En todo caso, siendo cierto el juicio global sobre el balance negativo de la actividad (especialmente por las "externalidades") no creo que si se hicieran comparaciones rigurosas el turismo quedara entre los sectores peor parados. Tu crítica es al modelo capitalista y, evidentemente, el turismo de masas es la expresión capitalista del ocio. Pero, aceptado esto, hay que empezar a profundizar en la cuantificación de sus efectos.
Por ejemplo, si tomamos el indicador que mejor conozco (y al que te refieres) que es el urbanístico con variables como el "irreversible consumo de suelo", te aseguro que, al menos en Tenerife, los resultados sobre el territorio de las transformaciones motivadas por la demanda turística son, de lejos y aún sin ser buenas, mucho menos dañinas que las que han resultado de otras dinámicas "locales". Pero, como he dicho, bastante habría que discutir.
En todo caso, lo cierto es que, para bien o para mal, esta Isla no se puede permitir que el sector se hunda (tampoco parece de momento que haya riesgo en tal sentido). Y justamente lo que quería resaltar en este post era lo sorprendente que es la suicida (y mediocre, ya puestos) indiferencia de la población y de los políticos ante el sector.
Pero Los Cristianos/Las Américas es un mundo en sí mismo porque se creó como tal, donde no había prácticamente nada, como Las Vegas. Olvidamos que antes del turismo, cuando la isla vivía exclusivamente de la agricultura, a los escasos pueblecitos muertos de sed de la costa sur se iba en barco y si acaso se tenía algo que hacer allí, que ya sería raro. Al tinerfeño el turismo no le es indiferente. ¿Cómo va a serlo, si tiene todas las papeletas para vivir en el área metropolitana y trabajar, con suerte, poniendo mesas en un hotel del sur?. Tengo la suerte de hacer vida en este jardín que es el norte y la fuente de mis ingresos no depende del turismo, pero aunque comprendo la conveniencia de la obra, me estoy temiendo que la salida del túnel de Erjos se convierta en una boca que vomite diariamente al norte una indigestión de almas curiosas, contenidas hasta el momento por el retorcido y estrecho esófago que escala el macizo de Teno.
ResponderEliminar"Disiento, sin embargo, en que la población residente recele del turismo a causa de su certera intuición de lo poco que les beneficia. Mucho habría que discutir al respecto, pero estoy casi convencido de que obedece más a motivos de naturaleza bastante ruín"
ResponderEliminarVale, yo también disiento de mí en eso.
Masgüel: En efecto, antes de la planificación y urbanización de Las Américas ahí no había casi nada (Los Cristianos sí existían), pero eso –que ciertamente a muchos no se les olvida sino que simplemente casi lo ignoran, sobre todo si son jóvenes– tampoco es algo extraordinario ni explica los sentimientos encontrados de los tinerfeños hacia el turismo. Puede que tus ingresos no dependan del turismo, pero ciertamente un porcentaje enorme de los de la Isla, sí y no parece haber muchas alternativas para la población que la habita. La economía de Canarias históricamente ha respondido a una dependencia del exterior (modelo colonialista) y, en cierto modo, el actual "cultivo" turístico no deja de seguir las mismas pautas, con la misma indiferencia (o quizá debería decir fatalismo) por parte de los tinerfeños y –lo que es más grave– de la mayoría de la clase política.
ResponderEliminarEn cuanto a la obra del anillo insular por el Norte daría para un debate propio, pero poco creo que tenga que ver con la preocupación por el turismo a la que aquí me refiero.
Aprovecho para darte la bienvenida; me alegra que un tinerfeño se pase por aquí.
Gracias por la bienvenida, pero no soy tinerfeño. Solo residente.
ResponderEliminarLa ambivalencia hacia el turista no es distinta a la que puedes encontrar en cualquier otro destino masificado. No deja de ser una manifestación de xenofobia. Demuestra no entender que la dependencia casi completa de un sector económico implica que la forma de vida y la cultura inevitablemente cambia para adaptarse a las exigencias que aquél impone.
P.D. Mi preocupación por la afluencia de turistas que traerá el anillo insular a los pueblos del norte es puro egoísmo.
¿"¿Xenofobia?", así sin más matices. "Puro egoismo es lo que me incita a mí a oponerme a ciertos mal llamados 'desarrollos' urbanísticos, aunque es un egoismo que beneficia a las generaciones futuras, qué curioso.
ResponderEliminar“¿Quién pavimentó el paraíso y construyó un aparcamiento?” Salman Rushdie.
ResponderEliminarPero reconozco que lo mío es puro elitismo, lo que pasa es que tambien representa una solidaridad temporal o intergenaracional, frente una supuesta solidaridad sincrónica con mis ávidos (la mayoría) contemporáneos. Pan para ahora y el que venga detrás que arree
Lansky, como bien señaló Miroslav, el urbanismo no ha sido, ni de lejos, la actividad económica más destructiva para los ecosistemas de la isla. La industria maderera y la azucarera lo fueron mucho más. Si ves una foto del valle de la Orotava hace cien años apenas había edificios, pero el linde del bosque no ha variado mucho, porque se taló mucho antes para vender la madera y dejar espacio a la agricultura. Y la costa sur ya era un secarral. Ahora los hoteles llenan las piscinas con agua desalada. Está claro que el desarrollo urbanístico hay que hacerlo con cabeza, entre otros motivos, porque además del clima, la belleza de sus paisajes naturales es uno de los mayores incentivos de Tenerife. Pero también son muy bonitos los campos cultivados, y de naturales tienen muy poco. Igual que hoy no derribaríamos el centro histórico de La Laguna para reforestar, tampoco lo haríamos con los hoteles de Las Américas o los parques de aerogeneradores para recuperar unos kilómetros de costa. No hay vuelta atrás y solo un romantico ignorante de las penosas condiciones de vida anteriores puede desearla.
ResponderEliminarP.D. La xenofobia tiene grados. El comentario supuestamente gracioso, despectivo, hacia el turista en cuanto se aleja dos pasos, también es xenofobia.
Sí masguel, casi todo tiene grados, hasta la xenofobia.
ResponderEliminarLo que no ni ecológica ni termodinámicamente tiene grados es la irreversibilidad a escala temporal de la historia humana del asfaltado y cementado del territorio. Contra lo que dices de que fue "más destructiva para los ecosistemas de la isla. La industria maderera y la azucarera lo fueron mucho más", olvidas que son más reversibles pues el suelo se puede recuperar y la vegetación -o los ecosistemas como tú prefieres escribir- que sustentaban. En ecología se llama Sucesión Ecológica y es inviable cuando se destruye definitivamente el suelo
Esto se aleja cada vez más del tema de la entrada, pero sea.
ResponderEliminarEn la naturaleza todos los procesos son irreversibles, pero si lo que te preocupa es la recuperación del suelo vegetal, sin actividad humana, es cuestión de tiempo. El antropoceno sería apenas una fina costra de tierra cocida y mugre en el registro geológico. Pero que yo sepa, no hay planes para mudarnos a la Luna y dejar el planeta como un santuario sin huella de presencia humana. Donde echamos cemento, es para quedarnos. Puede entenderse de esta manera: Hubo un momento en que la tierra emergida era suelo muerto. Depués, hongos, helechos e insectos. Al rato, bosques, plantas de flor y grandes animales. Ahora, además, hay amplias zonas domesticadas para el cultivo, ciudades y carreteras. Todas ellas son formas naturales. Todas ellas trajeron consigo la transformación irreversible de los ecosistemas previos. La evolución es una dinámica de creación y destrucción. Y los seres humanos no somos meros observadores. Somos parte y resultado de la biosfera. Nuestra tecnología no es un añadido ajeno a la naturaleza. Es el factor dominante en los procesos de transformación que hoy experimenta el planeta.
Sí, claro, la entropia finalmente acabará con todo el Universo, muy largo me lo fiais don Mendo. En cuanto a que los humanos somos parte de la biosfera, disculpa que parezca sobrado o pedante, pero eso casi que te lo habré enseñado yo cuando tú eras un niño o en otra vida anterior. O sea, que estamos de acuerdo, pero no es eso.
ResponderEliminarMis disculpas por invocar como argumento el Principio de Autoridad, que de hecho no lo es (argumento). Como el chiste del escorpión y la rana me pudo el temperamento al oír mentar la soga en casa del ahogado y el ecosistema en la del ecólogo profesional.
ResponderEliminarPor cierto, Miros, aquí te mando un enlace que creo que contextualiza los procesos urbanísitico.turísticos, o al menos amplia el marco territorial:
http://www.eldiario.es/sociedad/medio_ambiente-impunidad-ilegalidades-sentencias_0_227827379.html
Lansky: No pasa nada y espero que Masgüel, recién llegado a este blog, no se haya espantado.
ResponderEliminarEn cuanto a este enlace que me dejas (y el que me envías por correo) te prometo que este fin de semana los miraré y te comento. Llevo unos días de loco, con el agravante de que parece que además pueden ser decisivos para nuestro futuro laboral inmediato.