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Perdices en un Bestiario medieval |
El 23 de noviembre de 1530, después del almuerzo, el emperador parte de Augsburgo siguiendo aguas arriba el valle del Danubio, gira hacia el Rin a través del ducado de Württemberg (revueltillo por entonces) y continúa en dirección norte prácticamente sin detenerse más que para pernoctar –salvo tres días que pasó en Espira (3 a 6 de diciembre) y dos en Bonn (14 a 16 de diciembre)– hasta llegar a Colonia el 17 de diciembre, donde permanecería hasta el 7 de enero del año siguiente. Supongo que durante ese trayecto en más de una ocasión rumiaría Carlos los quebrantos que le estaban dando los reformadores religiosos y andaría picado por no haber sido capaz de atajar el cisma. Una dolorosa espina hendida profundamente en su orgullo, un fracaso incompatible con la imagen imperial que con tanto empeño ansiaba consolidar, ésa que tan a su satisfacción había representado el pintor de su hermano en Augsburgo. Portaría consigo el óleo de Seisenegger e imagino que, en momentos de reflexión, lo contemplaría pensativo. Es casi seguro que por esos días no apareciera en el cuadro la perdiz del ángulo inferior izquierdo, que se piensa que es añadido posterior. En los Bestiarios medievales se tenía a este pájaro por ladrón de los huevos de nidos ajenos pero el hurto no le daba frutos pues los pollitos, al nacer, escuchaban los trinos de su verdadera madre y volvían con ella. El ave representa aquí la Reforma, que roba las almas de Cristo, pero éstas seguirán la voz de la Madre Iglesia y tornarán al nido verdadero. Quien pusiera el pajarillo en el retrato quizá pretendiera consolar al emperador.
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Capilla Palatina de la Catedral de Aquisgrán |
Hasta Colonia acompañó a su hermano el rey Fernando, pues desde Augsburgo (aunque ya era idea vieja) habían ambos acordado que convenía al buen gobierno de los extensos territorios controlados por los Habsburgo repartir la carga imperial, y para ello decidió Carlos proponerlo como Rey de Romanos –es decir, futuro emperador–. En la capital renana se ultimaron las negociaciones con los príncipes electores y de allí partieron todos hacia Aquisgrán donde Fernando fue coronado (supongo que en la capilla palatina de Carlomagno). Las celebraciones debieron ser fastuosas (y probablemente también los dispendios que tuvo que hacer para ganar los votos de los electores, ya que sus intenciones no eran aceptadas por muchos); el miércoles 11, por ejemplo, el emperador festeja a su hermano con un almuerzo en el que se sirvieron nada menos que veintitrés platos. Por fin, el día 15 de enero, cumplido el objetivo, los hermanos se separan: Carlos viaja a Maastricht, al oeste –para luego seguir hasta Bruselas donde residirá por un año– y Fernando emprende el regreso hacia Viena, en dirección este. En su séquito seguiría Jacob Seisenegger.
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Antiguo Palacio Real de Praga |
En la vuelta hacia sus reinos, Fernando decidió detenerse en Praga, la capital del de Bohemia, cuya corona ostentaba desde hacía apenas cinco años, heredada –como la de Hungría– tras la muerte del rey Luís II gracias a su matrimonio con Ana, su hermana. Supongo que la estancia en Praga debió dedicarla en gran parte a afianzar alianzas con la nobleza morava, ya que la herencia al trono húngaro le era disputada por el conde Juan Szapolyai, voivoda de Transilvania. Pero digo yo que también influiría que la reina Ana estuviera embarazada (cómo no) y diera a luz a su hija María –la quinta de la serie– en la bella ciudad del Moldava. Así que la corte se asentó allí al menos durante lo que quedaba de año y puede que hasta entrado 1532. Durante la estancia, Fernando le encargó al pintor nuevos retratos del emperador, que siguieran el modelo del de Augsburgo pero con algunas variaciones. Lo cuenta el propio Seisenegger en otra nota a su cliente: "Mas en Praga la majestad real me ordenó retratar a la majestad imperial en toda su estatura justa y completa en un lienzo, al óleo; al que hice en un ropón español negro con una capa, forrado en raso negro, la ropa y la capa ribeteados por arriba y abajo con cordones dorados, con esto [lleva] un sayo de terciopelo negro, también adornado por todo con cordones dorados, al lado una espada dorada y un puñal dorado con una borla de seda negra y botones dorados. Encima de la cabeza un birrete negro, el cuerpo con calzas negras de paño y zapatos negros de terciopelo, toda la figura de su majestad puesta en una solería de perspectiva y en una cámara. Aunque por todo el cuidado y trabajo que he tenido merecería más, lo pondré en lo menos posible y pido sólo 49 florines".
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Carlos V (Beham) |
Este tercer retrato, pintado ya con el emperador ausente, se ha perdido. Sin embargo, un óleo de busto del emperador que se conserva en la Alte Pinakothek de Munich, atribuido a Beham (hacia 1535) debe ser, según los expertos, copia de aquél. El rey Fernando todavía le hizo pintar por esas fechas uno más, ordenándole que fuera igual pero más a la moda española, prescindiendo del ropón y dejándole con la capa y ésta negra, sin florituras doradas. La intención del monarca austriaco era representar a su hermano como
Rex Hispaniae, con unas claves iconográficas distintas a las de la imagen del emperador. Seguramente Fernando le entregaría a Carlos esta segunda versión del retrato de Praga en el otoño de 1532, cuando el emperador llega a Viena alarmado por las amenazas de Solimán. Entonces se le presenta una alternativa al modelo iconográfico imperial que tanto le había gustado casi dos años antes. Todavía la que podríamos llamar "imagen oficial" de Carlos no estaba asentada; cierto que hacía ya tiempo que había renunciado a la moda flamenca, pero puede pensarse que en ese momento se plantea elegir entre el
modelo castellano, seco y austero, o el imperial, mucho más expresivo de su majestad. En un par de meses partía para Bolonia, a volver a entrevistarse con el Papa, y ya tendría en mente hacerse allí retratar de nuevo, esta vez por Tiziano, reconocido como el maestro indiscutible por los italianos. Un hombre como él, tan cuidadoso de su imagen, tenía que ser sobradamente consciente de que ese futuro retrato consolidaría su representación en el orbe conocido. Y para ése en que habría de posar con perro (la pintura que protagoniza estos posts) escogió el
modelo imperial esbozado por Seisenegger en su primer óleo de Augsburgo. Tengo para mí que también hubo de agradarle, y mucho, el "retrato a la española" pero pensaría que el simbolismo que implicaba no era el más adecuado para sus objetivos de poder europeo, muy especialmente en las conflictivas tierras alemanas del Imperio. De hecho, a Seisenegger lo guardaba en alta estima (en la primavera de ese año le había ofrecido vivienda libre en la ciudad de Flandes que desease, más doscientos ducados anuales de renta) y lo prueba que quiso que lo acompañara a Bolonia.
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2º retrato de Praga (Ashby) |
Los expertos creen que este segundo retrato de Praga es el que se conserva en la colección del Marqués de Northampton en el castillo de Ashby, a unos cien kilómetros al norte de Londres (la reproducción, también de baja calidad pero no he encontrado otra, a la derecha de este párrafo). También piensan que el cuadro es uno de los que aparece relacionado en el inventario de 1600 de la Contaduría del Alcázar ("Otro retrato entero del Emperador Carlos quinto, con la mano puesta en un puñal dorado, tiene de alto tres baras y de ancho bara y tercia. Tasado en trescientos reales"). Por tanto, a la muerte de Felipe II la pintura estaba en España, traída desde Viena por el propio emperador, probablemente junto con otras de la misma época que también figuran en ese listado ("uno de su hermano Fernando, vestido de negro, al temple, otro de su mujer, Ana de Hungría, con ropa y gorra negra, también al temple, otro de ella, vestida de colorado, uno de tres hijos de Femando: dos niñas y un niño y otro también de dos hijos de éste, de una niña y un niño"). ¿Cómo fue pues a parar a Inglaterra? Parece que sería hacia 1850, como regalo del gobierno al banco Baring Brothers, por haber accedido éste a financiar la comercialización del mercurio de Almadén (hasta entonces, un monopolio financiero de los Rothschild). La tortuosa historia de la penetración del capital británico en la economía española durante el siglo XIX es apasionante y compleja pero –claro está– se desvía demasiado del asunto de estos posts. Baste resaltar que no era nada extraño que en el tráfago de favores y comisiones que se intercambiaban aquellos señorones tan distinguidos de Londres y de Madrid se incluyera alguna que otra obra de arte del patrimonio estatal, como habría sido el caso. Apunto, por cierto, que esta casa Baring es la misma que en 1995 fue declarada insolvente (y comprada al precio simbólico de una libra por ING) a causa del fraude de uno de sus empleados, Nick Leeson, con productos financieros de Singapur. Este banco también tiene el honor de ser el "inventor" de la deuda externa latinoamericana, especialmente de la argentina. En fin, que resulta que Thomas Baring recibe del Reino de España, como premio por sus gestiones, tres cuadros: una Santa Margarita de Zurbarán, un retrato de María Tudor de Antonio Moro, y el que nos ocupa de Seisseneger. Los dos primeros pasarían a la National Gallery pero el del emperador al castillo de Ashby, quizá a través de Mary Florence Baring, que se casó en 1884 con William Compton, el quinto marqués de Northampton.
Hay tantos retratos del emperador, desde los espléndidos de Tiziano a los de Cranach, pasando por los que mencionas más los de juventud como el de Bernard van Orley que francamente, menos mal que aún no se había inventado la cámara de fotos. Y se puede estudiar la evolución de algunas razas de perros, como al de esos alanos, perrazos amastinados y otros gozquecillos más falderos.
ResponderEliminarGracias por la información.
ResponderEliminarMe gusta la carta de Seisenegger donde pide sólo 49 florines por el lienzo, la parte de, "aunque por todo el cuidado y trabajo que he tenido merecería más", la voy a utilizar para pedir un aumento de sueldo, sin olvidar el sólo.
ResponderEliminarEs increíble lo indisoluble que son el poder y la imagen, probablemente desde que el hombre es hombre.
Enganchada, seguiré leyendo.
Saludos,
Babe: Usa la frase y nos cuentas si te funciona. En cuanto a la imagen, en efecto, siempre le ha preocupado al poder. En el caso de Carlos V encontró su representación perfecta gracias a Tiziano y el cuadro que motiva esta serie de largos posts.
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