En el anterior post me preguntaba si no era motivo para hacer un referéndum sobre la forma del Estado el que la gran mayoría de los actuales españoles no se haya pronunciado sobre ella. Números opina que no, que ese argumento no lo ve ni lógico ni razonable porque, de serlo, tendríamos que refrendar la Constitución cada generación y, además, porque si la elección entre monarquía y república fuese tan importante para los españoles, ya habría salido por la derecha un partido conservador de tendencias claramente republicanas (y, de momento, ni está, ni se le espera).
Me ha llamado la atención que considere que el motivo que apunto no sea lógico ni razonable. Diré, de entrada, que ambos adjetivos me parecen sinónimos: lógico es lo que lo que ajusta a la lógica y razonable lo que se ajusta a la razón; no se me ocurre que algo pueda ser conforme a razón y a la vez ilógico, o viceversa. Así que habría bastado que Números calificara de ilógico el motivo. Convirtámoslo pues en un silogismo para discutir si respeta las reglas de esta disciplina.
- La forma de un estado democrático (monarquía / república) es una decisión que –como muchas otras– debe expresar la voluntad mayoritaria de sus habitantes.
- La gran mayoría de los habitantes de España no ha expresado su voluntad sobre la forma del estado español.
- Ergo: Para saber si la monarquía es la forma de estado que quiere la mayoría de los españoles hay que preguntárselo.
La premisa menor es, como demostré en el post anterior, matemáticamente incuestionable. La mayor puede no serlo tanto si alguien me dice que una decisión democrática tomada por un grupo vincula per saecula saeculorum a los futuros individuos de ese grupo, algo que no me parece de recibo. Así que, a mi modesto entender, la conclusión es irreprochablemente lógica. Y también su corolorario: desde el momento en que hubo en España más personas que no se habían pronunciado favorablemente sobre la Constitución (sumando a los que estaban vivos y habían votado no o no habían votado con los que tienen más de dieciocho años pero eran menores o no habían nacido en 1978) que personas que votaron afirmativamente, se puede afirmar en estricta lógica que no sabemos si la monarquía (y el resto de preceptos constitucionales) expresa la voluntad mayoritaria de los españoles.
Así pues, decidir someter a referéndum la forma del estado español se ajustaría perfectamente a las reglas de la lógica y, por lo tanto, sería razonable. Lo cual no significa que haya que hacerlo, ni siquiera que tal sea la mejor decisión, porque ciertamente en la vida humana no siempre las decisiones más acertadas son las que se ajustan a los fríos razonamientos lógicos. De hecho, en el post anterior, no me pronuncié a favor del referéndum; tan sólo apunté un motivo –lógico– que creo que es relevante en la discusión al respecto. Desde luego, hay muchos más, y quizá de la consideración ponderada de todos ellos se llegue a la conclusión de que no es conveniente preguntar a los españoles si quieren seguir siendo una monarquía. Podría haberme dicho Números, por ejemplo, que no ve práctico el argumento que cité, pero que no es ni lógico ni razonable ...
Sí coincido con Números en que un corolario que se sigue del argumento lógico que expuse es que habría que refrendar la monarquía cada generación, lo cual no aminora en nada la lógica del razonamiento; simplemente hace que una consecuencia lógica pueda parecerle a algunos poco práctica. Obviamente, abrir el melón del debate sobre la forma del estado puede suponer un nivel de embrollo que quizá se juzgue poco adecuado en estos momentos, que distraiga la acción pública de acciones más importantes o más urgentes. Son éstas consideraciones de índole práctica que admito que pueden prevalecer sobre las consecuencias lógicas enunciadas, siempre en un plano más teórico. Lo que no admito es que se diga (como implícitamente hacen muchos) que la monarquía se legitimó democráticamente de una vez para siempre. Porque ninguna decisión, por muy democrática que sea, queda legitimada eternamente, salvo aquéllas que son consustanciales con el propio concepto de democracia (por ejemplo, que todos los españoles son iguales ante la Ley). Y desde luego que la jefatura del estado sea un derecho de nacimiento no sólo no es consustancial con la democracia sino que contradice sus fundamentos. Cuestión ésta de la que no llego a derivar, como ha dicho Cayo Lara, que sea necesariamente incompatible con la democracia, pero sí convierte a la monarquía en una de las cuestiones que, por muy democráticamente que se haya decidido (y en nuestro caso no lo ha sido tanto), más requiere ser refrendada con cierta periodicidad, por ejemplo con motivo del cambio de monarca.
En una conferencia dictada el 11 de marzo de 1882 en la Sorbona, Ernest Renan expuso su famosa frase sobre lo que es una nación, base de una concepción democrática tan opuesta a la esencialista del romanticismo que todavía hoy goza de excelente salud entre los nacionalistas. "Una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de aquellos que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; sin embargo, se resume en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito cotidiano, como la existencia del individuo es una afirmación perpetua de vida". Yo comparto esta filosofía, por más que peque de excesivamente idealista, que haya de mantenerse en el plano teórico. Es decir, creo que las "reglas de juego" que se da un grupo humano (llámese nación o como se quiera) para organizar su convivencia –y entre ellas, desde luego, el acceso a la jefatura del estado– deben ser mayoritariamente consentidas por los miembros del mismo.
No es necesario consultar continuamente a la población para saber si está de acuerdo o no con la reglas vigentes. Eso, en efecto, sería muy poco práctico, llevaría a la paralización de la vida pública y a la postre tendría un efecto contraproducente sobre el propio ejercicio democrático. Sin embargo, hay suficientes indicadores para sospechar si alguna de las reglas vigentes pudiera haber perdido ese consentimiento mayoritario que reclama Renan; también hay determinados momentos en que parece oportuno que reglas concretas se debatan. Cuando se dan esas circunstancias es cuando la conclusión lógica a la que me refería encuentra plena justificación práctica para llevarse a cabo. Y creo que, en el asunto de la forma del estado español, nos encontramos ahora en esa situación.
Por tanto, en mi opinión, que los partidos mayoritarios en el Congreso (PP y PSOE) nieguen hasta la posibilidad de abrir el debate me parece profundamente antidemocrático. Nótese que no llego a afirmar que haya de hacerse el referéndum; tan sólo digo que las circunstancias actuales exigen abordar políticamente la conveniencia de mantener o no la monarquía (y ello sin necesidad de postergar la proclamación de Felipe VI) y hacerlo de manera pública y transparente. Que se hable de las ventajas y desventajas que para los intereses de los españoles (que tan frecuentemente son distintos de los que los políticos consideran intereses de España) tiene que seamos un reino o una república. Y que como conclusión de ese debate se decida si procede o no consultar a la población (no se me ocurre qué motivos habría para concluir que no ha de consultarse). No me vale, desde luego, que los partidos principales, con la excusa de que están avalados por la mayoría de los españoles, decidan sin preguntar a sus votantes que tenemos que seguir siendo una monarquía. Aunque, me temo, eso es lo que va a ocurrir.
En una conferencia dictada el 11 de marzo de 1882 en la Sorbona, Ernest Renan expuso su famosa frase sobre lo que es una nación, base de una concepción democrática tan opuesta a la esencialista del romanticismo que todavía hoy goza de excelente salud entre los nacionalistas. "Una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y de aquellos que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; sin embargo, se resume en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito cotidiano, como la existencia del individuo es una afirmación perpetua de vida". Yo comparto esta filosofía, por más que peque de excesivamente idealista, que haya de mantenerse en el plano teórico. Es decir, creo que las "reglas de juego" que se da un grupo humano (llámese nación o como se quiera) para organizar su convivencia –y entre ellas, desde luego, el acceso a la jefatura del estado– deben ser mayoritariamente consentidas por los miembros del mismo.
No es necesario consultar continuamente a la población para saber si está de acuerdo o no con la reglas vigentes. Eso, en efecto, sería muy poco práctico, llevaría a la paralización de la vida pública y a la postre tendría un efecto contraproducente sobre el propio ejercicio democrático. Sin embargo, hay suficientes indicadores para sospechar si alguna de las reglas vigentes pudiera haber perdido ese consentimiento mayoritario que reclama Renan; también hay determinados momentos en que parece oportuno que reglas concretas se debatan. Cuando se dan esas circunstancias es cuando la conclusión lógica a la que me refería encuentra plena justificación práctica para llevarse a cabo. Y creo que, en el asunto de la forma del estado español, nos encontramos ahora en esa situación.
Por tanto, en mi opinión, que los partidos mayoritarios en el Congreso (PP y PSOE) nieguen hasta la posibilidad de abrir el debate me parece profundamente antidemocrático. Nótese que no llego a afirmar que haya de hacerse el referéndum; tan sólo digo que las circunstancias actuales exigen abordar políticamente la conveniencia de mantener o no la monarquía (y ello sin necesidad de postergar la proclamación de Felipe VI) y hacerlo de manera pública y transparente. Que se hable de las ventajas y desventajas que para los intereses de los españoles (que tan frecuentemente son distintos de los que los políticos consideran intereses de España) tiene que seamos un reino o una república. Y que como conclusión de ese debate se decida si procede o no consultar a la población (no se me ocurre qué motivos habría para concluir que no ha de consultarse). No me vale, desde luego, que los partidos principales, con la excusa de que están avalados por la mayoría de los españoles, decidan sin preguntar a sus votantes que tenemos que seguir siendo una monarquía. Aunque, me temo, eso es lo que va a ocurrir.
A mí sí se me ocurre que algo sea lógico pero no razonable. Eso sí, tal como yo entiendo las palabras: "lógico", yéndonos a la etimología, significa "de acuerdo con las palabras" ("logos" en griego es, básicamente, "palabra", aunque es cierto que también significa "razón"). "Razonable", al venir de razón, significa "calculable" ("reor" significa "calcular", aunque también "pensar").
ResponderEliminar¿Diferencias? Que lo lógico es aquello que es verdad de acuerdo con un enunciado, mientras que lo razonable es verdad de acuerdo con una medición. La famosa frase, "Todos los atenienses eran filósofos, Sócrates era ateniense, luego era filósofo", es totalmente lógica, pero en absoluto razonable, porque parte de afirmaciones falsas que se desmontan cuando nos acercamos al tipo que escribió el nombre de Arístides en aquella ostra.
Estoy de acuerdo con el resto de la entrada. A propósito, lo lógico es extraer conclusiones a partir de la constitución; lo razonable atender a qué quieren los españoles.
Yo tendría que escribir un libro que se titulase: Como querer decir A y que el resto de la humanidad entienda B.
ResponderEliminarVamos a ver si en segunda vuelta soy capaz de explicarme mejor.
1. No voy a entrar en discusiones semánticas sobre el significado de lógico y razonable. estoy seguro de que si lo hiciera, me daríais hasta en el cielo de la boca, ni mi ego no está para soportar más humillaciones.
2. Yo veo lógico que se pregunte a la gente sobre el régimen de gobierno que quiere, porque al fin y al cabo estamos en una democracia y, por principio, deber prevalecer la voluntad popular.
Pero se me ocurre que también sería lógico preguntar a la gente, sobre si queremos o no que haya pena de muerte, cadena perpetua no revisable, estado central, autonómico o federal, estado laico o confesional, aborto, matrimonio homosexual, legalización de la poligamia, legalización de la poliduria, prohibición de las corridas de toros, control de la inmigración...
Hay muchas cosas sobre las que sería lógico preguntar, pero sobre las que no sería razonable hacerlo porque:
(i) Se podrían crear más conflictos que soluciones.
(ii) Hay problemas más urgentes que resolver.
(iii) No parece que haya un gran interés popular en esos temas
(iv) Los partidos políticos mayoritarios definen bien claro cuales son sus posturas en esos temas, y si la gente les vota debe de ser bien porque está de acuerdo con esa postura, bien porque es un tema que no consideran de importancia.
En resumen, en mi opinión hay razones de más peso para no preguntar que para preguntar.
3. El argumento de que hay que hacer un referéndum porque la gran mayoría de los actuales españoles no se ha pronunciado sobre ella no me parece lógico porque para algo los españoles votamos cada cuatro años a nuestros representantes que son los encargados de modificar la Constitución e ir adaptándola a nuestros tiempos de acuerdo a la voluntad popular (al menos en teoría). Por ejemplo, ni la Carta Magna ni la Constitución de EEUU ni la Constitución francesa han sido ratificadas por votación popular desde su promulgación.
Estoy con Ozanu y sus matices lógico-razonables, y en lo esencial contigo, Miroslav. En cuanto a lo que comenta Números, eso es lo que pasa exactamente en Suiza, se desayunan cada día con un referéndum sobre algo, un tema mayor o menor, lo que como casi todo tiene ventajas e inconvenientes.
ResponderEliminarP.s.- A ver si me instalan ya internet en casa, que llevan tres intentonas y esto es u país tercermundista (en su acepción peyorativa), desde que la Thatcher hizo aquí de las suyas
Ozanu: Admito, sin necesidad de recurrir a la etimología, que hay diferencias semánticas entre lógico y razonable. En el caso que nos ocupa no es pertinente la obvia diferencia entre lógico y verdadero, porque las premisas son verdaderas, luego la conclusión también ha de serlo. Sin embargo, podría en efecto no ser razonable (en una acepción más laxa del término y que es la comúnmente usada) si fuera desproporcionada; es decir, nos situaríamos, como dices, en el plano de lo mensurable.
ResponderEliminarNúmeros: En cuanto a tu punto 1, te lo concedo, como acabo de contestar a Ozanu.
En cuanto al punto 2, también estoy de acuerdo contigo en términos teóricos y así lo he dicho en el post. Si las razones que hubiera para no preguntar fueran más poderosas que las que hay para hacerlo, sería razonable no preguntar. En lo que disiento contigo es en que tal sea el caso en este asunto. Pero argumentar por qué creo que las cuatro afirmaciones que hacen no son verdad en cuanto a la conveniencia de preguntar sobre la forma del estado español (o no tienen más peso que las que aconsejan preguntar) me obligaría a escribir otro post. En todo caso, te hago notar que la veracidad de esas afirmaciones depende de la opinión de quien las sostiene, no son objetivas. Lo triste en nuestro caso es que quienes creen que son verdad tus razones no están dispuestos ni siquiera a discutirlas con quienes piensan lo contrario, a abrir ese debate.
En cuanto a tu punto 3, insistes en que el argumento de que la gran mayoría de los actuales españoles no se ha pronunciado sobre la monarquía no te parece lógico, cuando creo haber demostrado que lógico, precisamente lógico, sí lo es. Que ni franceses ni norteamericanos hayan ratificado sus constituciones no menoscaba en nada la lógica de la conclusión anterior, tan sólo da una pista para pensar que a esos pueblos no les ha parecido conveniente hacerlo (no les ha parecido razonable, si quieres).
De hecho en el post doy mi criterio teórico sobre cuándo se debe consultar a la población si nos consideramos demócratas: cuando hay fundadas sospechas de que alguna de las reglas vigentes pudiera no contar con el consentimiento mayoritario. Y como digo, en mi opinión hay suficientes indicadores para sospechar que nos encontramos en esa situación. Habida cuenta de que la monarquía como forma de estado no es precisamente consustancial a los valores democráticos (más bien lo contrario), la sospecha fundada a la que me refiero aconsejaría que primero se debatiera sobre el asunto y luego se preguntara, y así saldríamos de dudas. De hecho, el que no se quiera preguntar es un indicio indirecto de algunas de las siguientes posibilidades: o que se temen que se confirmara que la mayoría de los españoles (o, al menos un número muy significativo) no quieren la monarquía), lo que debilitaría la institución; o que siguen vigentes posturas esencialistas de entender la monarquía como intrínseca a la idea de España. En cualquiera de los dos casos, posiciones descaradamente antidemocráticas.
Lansky: Desde luego, entre la situación suiza de refrendar todo y la nuestra, parece que habría saludables términos medios. Por ejemplo, cuando el verano de hace dos años PP y PSOE se conchabaron para modificar la constitución y vendernos todavía más a los intereses del capital financiero internacional, no consideraron que era necesario explicar a los españoles lo que significaba y preguntarles si les parecía bien. Ciertamente, la recurrencia a los referenda no demuestra las convicciones democráticas de un gobierno, pero en cambio, el evitarlos como la peste (que es nuestro caso) sí es un sólido indicio de que su carácter antidemocrático, de que los políticos no creen que su función es defender los intereses generales. Y creo que, cada vez más, son más quienes no nos sentimos representados por ellos, como parecen apuntar los resultados de las últimas elecciones.