Un mapa, dice el DRAE, es la "representación geográfica de la Tierra o parte de ella en una superficie plana". Las dos diferencias principales que aporta el Diccionario entre esta definición y la de plano es la alusión a la Tierra y la calificación del mapa como geográfico, frente a la aséptica ausencia de calificativos en el caso del plano. Digamos que ambos, planos y mapas, son representaciones bidimensionales, pero que los segundos serían un subconjunto de los primeros ya que lo que representan es la Tierra en su conjunto o una parte de ésta, pero en tal caso, situada adecuadamente por referencia a la totalidad (lo que hoy llamamos georreferenciada). Esta nota distintiva (por la que, por ejemplo, el plano del barco que ilustra el post anterior no sería un mapa) es también la que hace que los mapas sean propios de la geografía, mientras que los planos en principio no se adscriben a ningún campo disciplinar concreto (si bien suelen asociarse a las profesiones "técnicas"). Aunque no hay que dar demasiada importancia a las definiciones de la Academia, retengamos estas diferencias porque en ellas radica la discusión que motiva estos posts.
Si consultamos mapa en el Diccionario de 1791, lo que llama la atención es que el mapa no es propiamente la representación ("de diferentes puntos de la tierra o de algún distrito de ella") sino el soporte de aquélla ("papel, lienzo, pergamino, etc"). Esta definición de finales del XVIII nos remite a la etimología del vocablo, del latín mappa que significa pañuelo, servilleta, toalla o, en general, un paño usado principalmente para secarse. No he logrado confirmarlo, pero estoy casi seguro de que los romanos no usaban esta palabra con el significado que ha adquirido en casi todas las lenguas occidentales. Parece que a lo largo de la Edad Media, el término técnico para los mapas era tabula geographica, pero en algún momento antes del Renacimiento comienza a emplearse el vocablo mapa, como por ejemplo en la obra anónima de principios del XIII Semejanza del mundo ("...segunt nos ensenan el sabio en[e]l libro de mapa nundy en[e]ste çielo e en[e]ste elemento mismo estan syete estrellas ..."). Es probable, como se ve en esta cita, que fuera antes mapa mundi (lienzo del mundo, en el que se ha dibujado el mundo) que mapa, y que esta palabra llegara poco a poco a independizarse de su genitivo para designar propiamente la representación de toda la tierra o sólo de una parte de ésta. El famoso Atlas catalán, atribuido al judío mallorquín Cresques hacia 1375, se titula todavía como mapamundi.
En todo caso, tengo para mí que una vez que el paño latino transformó su significado en el de representación geográfica (¿hacia el Renacimiento?), la palabra se vulgarizó rápidamente, con la consiguiente generalización semántica y pérdida de precisión terminológica. Así, por más que se le reclame su filiación geográfica, la palabra mapa pronto empezó a significar cualquier dibujo que representara alguna suerte de estructura espacial, visto popularmente con una cierta aura esotérica o secretista (los famosos mapas del tesoro) y, sobre todo, con abigarramiento de trazos (de ahí que de esos espadachines cruzados de cicatrices se dijera que "tenían el cuerpo como un mapa"). De hecho, por lo que he ido rebuscando, tengo la impresión que los profesionales que hicieron mapas durante la Edad Moderna no los llamaban así, aunque es bastante probable que tal fuera la denominación popular de sus trabajos. Hay dos términos que suelen repetirse en los primeros trabajos cartográficos modernos: descripciones y cartas. El primero (empleado, por ejemplo en el fantástico mapa de Aragón de Juan Bautista Labaña elaborado a principios del XVII) me sugiere que la obra dibujada todavía no se había divorciado completamente de la redacción escrita, especialmente en la cartografía "terrestre", heredera sin duda de las descripciones de itinerarios medievales (el más relevante el Camino de Santiago) o de los documentos jurídicos concedidos por los reyes y nobles para delimitar posesiones (antecedentes del farragoso estilo que hasta hace muy poco usaban los registradores de la propiedad). El segundo término se empleaba sobre todo en la cartografía marítima y tiene su origen en las cartas portulanas (enseguida portulanos a secas) que no eran sino las rutas que enlazaban los puertos, para el uso de los navegantes. La etimología de carta, del latín charta: papiro, apunta un proceso análogo al de la palabra mapa: el soporte pasa a significar el contenido. En todo caso, si bien la acepción de carta como mapa ha caído en la actualidad en desuso (aunque sigue en el DRAE), se convirtió con éxito en la base de la denominación de la disciplina: cartografía.
Por cierto, que la palabra cartografía es bastante reciente. En España no se consolida hasta bien entrado el XIX, cuando ya la disciplina contaba con suficiente madurez como para producir mapas más que aceptables como representaciones fidedignas de los distintos territorios, incluso desde nuestros actuales niveles. Así, desde finales del XVII Francia ya disponía de un mapa de todo el país apoyado en una red geodésica (a 1:86.400, escala más que detallada), la Carta de la Academia Durante el ochocientos, la mayor parte de los países europeos se afanaron en elaborar mapas que en general no llamaban así, sino cartas (con el añadido de geográficas, topográficas, etc). Los profesionales que los realizaban eran casi siempre ingenieros militares o, en otros casos, por ingenieros geográfos o topográfos. Supongo que, al margen de los diversos orígenes académicos, todos ellos se irían poco a poco conociendo como cartógrafos, es decir, "hacedores de mapas" y del neologismo referido al oficio se pasó a denominar la disciplina. En el último cuarto del XIX aparecen las instituciones adjetivadas cartográficas y probablemente para entonces los "productos" que les eran propios dejaban ya de llamarse cartas para pasar a ser, "oficialmente", mapas; digamos que el nombre vulgar se reivindica desde el ámbito académico, iniciándose el proceso de ir acotando su significado como exigencia de precisión científica. En ese proceso que aún sigue se enmarca la discusión sobre el deslinde semántico entre plano y mapa.
En todo caso, tengo para mí que una vez que el paño latino transformó su significado en el de representación geográfica (¿hacia el Renacimiento?), la palabra se vulgarizó rápidamente, con la consiguiente generalización semántica y pérdida de precisión terminológica. Así, por más que se le reclame su filiación geográfica, la palabra mapa pronto empezó a significar cualquier dibujo que representara alguna suerte de estructura espacial, visto popularmente con una cierta aura esotérica o secretista (los famosos mapas del tesoro) y, sobre todo, con abigarramiento de trazos (de ahí que de esos espadachines cruzados de cicatrices se dijera que "tenían el cuerpo como un mapa"). De hecho, por lo que he ido rebuscando, tengo la impresión que los profesionales que hicieron mapas durante la Edad Moderna no los llamaban así, aunque es bastante probable que tal fuera la denominación popular de sus trabajos. Hay dos términos que suelen repetirse en los primeros trabajos cartográficos modernos: descripciones y cartas. El primero (empleado, por ejemplo en el fantástico mapa de Aragón de Juan Bautista Labaña elaborado a principios del XVII) me sugiere que la obra dibujada todavía no se había divorciado completamente de la redacción escrita, especialmente en la cartografía "terrestre", heredera sin duda de las descripciones de itinerarios medievales (el más relevante el Camino de Santiago) o de los documentos jurídicos concedidos por los reyes y nobles para delimitar posesiones (antecedentes del farragoso estilo que hasta hace muy poco usaban los registradores de la propiedad). El segundo término se empleaba sobre todo en la cartografía marítima y tiene su origen en las cartas portulanas (enseguida portulanos a secas) que no eran sino las rutas que enlazaban los puertos, para el uso de los navegantes. La etimología de carta, del latín charta: papiro, apunta un proceso análogo al de la palabra mapa: el soporte pasa a significar el contenido. En todo caso, si bien la acepción de carta como mapa ha caído en la actualidad en desuso (aunque sigue en el DRAE), se convirtió con éxito en la base de la denominación de la disciplina: cartografía.
Por cierto, que la palabra cartografía es bastante reciente. En España no se consolida hasta bien entrado el XIX, cuando ya la disciplina contaba con suficiente madurez como para producir mapas más que aceptables como representaciones fidedignas de los distintos territorios, incluso desde nuestros actuales niveles. Así, desde finales del XVII Francia ya disponía de un mapa de todo el país apoyado en una red geodésica (a 1:86.400, escala más que detallada), la Carta de la Academia Durante el ochocientos, la mayor parte de los países europeos se afanaron en elaborar mapas que en general no llamaban así, sino cartas (con el añadido de geográficas, topográficas, etc). Los profesionales que los realizaban eran casi siempre ingenieros militares o, en otros casos, por ingenieros geográfos o topográfos. Supongo que, al margen de los diversos orígenes académicos, todos ellos se irían poco a poco conociendo como cartógrafos, es decir, "hacedores de mapas" y del neologismo referido al oficio se pasó a denominar la disciplina. En el último cuarto del XIX aparecen las instituciones adjetivadas cartográficas y probablemente para entonces los "productos" que les eran propios dejaban ya de llamarse cartas para pasar a ser, "oficialmente", mapas; digamos que el nombre vulgar se reivindica desde el ámbito académico, iniciándose el proceso de ir acotando su significado como exigencia de precisión científica. En ese proceso que aún sigue se enmarca la discusión sobre el deslinde semántico entre plano y mapa.
Map of the world - Marillion (Anoraknophobia, 2001)
Por tanto, "mapa" es una de tantas sinécdoques populares, como "subasta", que simplemente señalaba que "so un asta" tenía lugar una venta pública.
ResponderEliminarQue por cierto, poniéndonos relativistas al estilo de Sapir-Whorf, habría que decir que la expresión "mapa lunar/marciano/etc" es geocéntrica, pues en rigor no se refieren a partes de la Tierra.
De manera que el famoso chiste del bilbaíno que pide en la tienda "un mapamundi de Bilbao" no era tan chistoso, a fin de cuentas...
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