En mayo de 2003, Jesús Sepúlveda gana con el PP la alcaldía de Pozuelo de Alarcón. Para entonces, ya llevaba unos añitos "colaborando" con Francisco Correa, casi desde el inicio de los contactos de Don Vito con el entorno más cercano al presidente Aznar, el llamado "clan de Valladolid" (estoy remontándome a finales de los noventa). La organización publicitaria de las citadas campañas electorales de 2003 fueron encargadas por el Partido Popular a una de las empresas del entramado Gürtel, lo que –además de sus efectos de financiación irregular– supuso una pequeña gratificación (apenas catorce mil euros) por sus gestiones para Sepúlveda. Una vez asentado el hombre en el sillón de alcalde, siguió la colaboración entre ambos amigos, hasta marzo de 2009 en que el marido de la ya ex-ministra de Sanidad dimite de su cargo al ser imputado. Según consta en el auto con el que el juez Ruz concluye las diligencias previas de una de las piezas separadas del caso Gürtel (época I: 1999-2005), durante estos años Sepúlveda recibió de Correa al menos setecientos treinta y pico mil euros en dinero negro, coches de lujo, viajes y distintos regalos. Tampoco es que lo necesitara, porque tanto él como su mujer tenían ingresos más que holgados, pero al fin y al cabo, a nadie le amarga redondearlos.
Ana Mato conoció a Sepúlveda mientras estudiaba Políticas en la Complutense, se casaron en 1983 (24 años ella, 29 él) y han tenido tres hijos, un varón y dos hembras. Desde la época castellano-leonesa de Aznar, ambos matrimonios eran muy amigos (se han apadrinado recíprocamente los hijos). Sin embargo, la situación afectiva de la pareja debió deteriorarse hacia finales de los noventa (tal vez la tercera hija, seis años menor que su hermana obedeciera a un "intento reconciliatorio", algo que tengo visto en demasiadas parejas y que rara vez da resultado). Parece que en el año 2000 los cónyuges se separan pero, sorprendentemente (aunque conozco un par de casos cercanos) siguen viviendo en la misma casa; cada uno haciendo su vida, eso sí. Para esas fechas, si bien Sepúlveda ya había estrechado su relación con Correa, probablemente aún no habría obtenido beneficiosos suficientemente jugosos; quizá –elucubro– esa amistad haya sido un factor más en los embroncamientos del matrimonio, a lo mejor a Ana no le gustaba nada ese tipo que, con el entusiasmo de su marido, se metía cada vez en su selecto circulo de amistades. Pero todo esto pertenece al ámbito de la intimidad de la señora Mato.
¿Por qué no se fue cada uno a vivir por su lado? Pues según dicen los allegados y dan fe los cotilleos mediáticos, porque la Mato es una persona muy religiosa, de buena familia y muy preocupada por proteger a sus hijos de 12, 10 y 4 añitos por entonces. No comparto en nada esa forma de pensar pero me abstengo de críticas (también conozco más de un caso); quiero decir que, en un ejercicio consciente de presumir la inocencia de Ana, estoy dispuesto a creer que desde ese momento ella dejó de enterarse de los manejos de su marido. Reconozco que cuesta, porque obviamente tuvo que ser testigo de los signos externos de lo bien que le iba a su ex –que aparezca un jaguar S-type en tu garaje a cualquiera le llama la atención– pero, si es cierto que ninguno se metía en la vida del otro, que incluso hasta voluntariamente se prohibían querer saber lo que hacía el cónyuge (y también sé de alguna situación similar), entonces puede admitirse que la Mato, aún sabedora del tren de vida de Sepúlveda, podía mantenerse ignorante de sus fuentes auríferas. Difícil empeño, sí, porque en ese plan aguantaron nada menos que cinco años y además guardando las formas ante el mundo. Por ejemplo, uno de los vídeos que más han repetido en estos días las televisiones es el de la pareja muy emperifollada en la boda Agag-Aznar (en la que también intervino el dinero sucio de Correa, por cierto), en el que dan la imagen de un matrimonio bien avenido cuando se supone que ya llevaban un par de añitos "separados".
En fin, que cada uno crea lo que quiera, pero lo cierto es que el juez Ruz, al no imputar penalmente a la ex-ministra pero sí considerarla partícipe a título lucrativo, entiende que Ana Mato ignoraba que los beneficios de que disfrutó (los viajes, la fiesta de cumpleaños de su niña, etc) procedían de negocios ilícitos (cita en el auto sentencias del Supremo que dejan claro que tal es una de las condiciones necesarias para exigir esta responsabilidad civil, que no penal). O para decirlo quizá con mayor precisión, el juez Ruz no ha encontrado pruebas suficientes para sostener que Ana Mato conocía durante esos años las actividades delictivas de su marido (lo que no descarta que aparezcan en las próximas fases del procedimiento judicial). O sea, que si nos preciamos de demócratas y creemos de verdad en la presunción de inocencia, apliquémonos el cuento y no acusemos a esta señora de corrupta. De momento, lo más pertinente sea calificarla de tonta, aunque se trate de una tontería voluntaria (el no querer saber) derivada de sus problemas de pareja. Porque parece, según leo en los cotilleos mediáticos, que ese mantener las apariencias por el qué dirán (y el bien de sus hijos, no lo olvidemos) la llevó a aguantar tragos bastante amargos, como que el presumido de su maridito se enamorara locamente de su jefa de prensa en el Ayuntamiento, una chica veintitrés años menos que él, con la que finalmente se fue a vivir en 2005 (a un modesto chaletito de 500 m2). Dicen también algunas fuentes que la relación con esta chica fue uno de los acicates que cambió el carácter del nuevo alcalde de Pozuelo impulsándole a meter cada vez mas la mano donde no debía. Cuando en 2009 se destapó la trama Gürtel la muchacha se dio el piro (curiosamente, el auto del juez ni la cita, aunque quizá debería considerarse también partícipe a título lucrativo) y dejó hecho polvo a Sepúlveda. Ay, el amor ...
En mi opinión, las circunstancias personales –hasta íntimas– de Ana Mato pueden llevarnos a entender que es injusto tildarla de corrupta y, por tanto, me parece un nuevo ejercicio sucio de hipocresía oportunista, esgrimir su ya cadáver político como arma acusatoria contra el gobierno. En todo caso, lo que sabemos de este caso sólo permite concluir que se trata de "salpicaduras" de una corrupción que enfanga al PP; feo es, por tanto, que los políticos de la oposición hagan bandera de esta mujer, abundando en el todo vale y desviando la atención de las cuestiones centrales porque tienen menos trascendencia mediática. Pero dicho esto, no hay que olvidar que como mínimo a partir de 2009 –cuando se destapa la trama Gürtel– y se conocen los manejos de Sepúlveda, ni Ana Mato ni el resto de sus compañeros de partido, incluyendo a Rajoy, podían ignorar lo que había pasado. Y aunque todos estuvieran convencidos de la inocencia de Mato, de que había sido completamente ajena a los negocios de su marido, es evidente que políticamente era una persona "quemada" (recuérdese el viejo adagio sobre la mujer del César). ¿Cómo puede ocurrírsele al presidente de un gobierno nombrar ministra a un personaje con estos antecedentes? Salvo que pensemos que con ello cumplía alguna deuda –en cuyo caso estaríamos sospechando que nadie era inocente–, hemos de concluir que Rajoy es soberanamente estúpido (tampoco la Mato parece un prodigio de inteligencia, desde luego). Dimitirla ahora, no por obligado deja de ser un reconocimiento de la tremenda torpeza política del PP. Si es que, como ya llevo diciendo desde hace varios posts, solitos se están cavando su propia tumba.
Ana- Los Saicos (¡Demolición! The complete recordings, 2010)
Esta canción se justifica en el post sólo por el título (para nada por su letra), pero me basta como excusa para presentar a un grupo rockero peruano de los sesenta. El tema es del 65 y se aprecian claramente las influencias de la moda musical entre los jovencitos USA de entonces (me recuerda a Paul Anka o Neil Sedaka), pero cantado en castellano, algo bastante raro en esos momentos y lugar.
Me parece que con este post le haces una muy necesaria y meritoria justicia a la pobre Ana Mato, que siempre me ha parecido una matáfora o personificación excelente de su partido. Sinvergüenzas ambos, pero alegremente ignorantes de serlo. Enormemente sinvergüenzas, pero de una estupidez tan mucho más enorme aún que, por así decirlo, arropa, enmascara y diluye su sinvergoncería. Sinvergüenzas, pero con una visión del mundo tan profunda y naturalmente enraizada en la falta de vergüenza que ser sinvergüenzas les parece un derecho suyo natural e inocuo, una condición propia que solo la incomprensión y maldad ajenas pueden ver como vituperable.
ResponderEliminar(No te he comentado, pero lo hago ahora, la excelente calidad de tus ilustraciones. La foto de los dos carteles, "calle de los derechos humanos" y "propiedad privada", en el post anterior, o este maravilloso primer plano de Rajoy sacando la lengua. ¿De dónde sacas esas maravillas?)
Por lo que parece, un cierto grado de convicciones morales profundas es un elemento muy facilitador en las prácticas de corrupción. Y hemos visto también que esas convicciones profundas pueden ser tanto de raíces religiosas o jacobinas.
ResponderEliminarVanbrugh: Tiendo a coincidir con lo que afirmas, pero permíteme que mantenga una reserva de duda sobre Ana Mato en cuanto a su falta de vergüenza (al menos durante el periodo en que convivió "no conyugalmente" con su ex-marido). Como digo en el post, aunque me sea difícil, estoy dispuesto a creerme que la señora ignoraba entonces las actividades ilícitas de Sepúlveda. Ahora bien, esta endeble reserva sobre la Mato no creo que se pueda extender a los restantes peperos. Por eso no termino de estar de acuerdo en que ella sea una buena personificación del PP. En fin, ya sabes, mi obsesión por los matices.
ResponderEliminarEn cuanto a "mis" ilustraciones, te agradezco el piropo. Mi único y pobre mérito es que dedico algún tiempito a buscar en internet las que más adecuadas puedan ser al texto. No es más que un ejercicio de paciencia (y una cierta práctica), y tampoco se necesita demasiada porque la red ofrece de casi todo y para casi todo. La de la calle que citas me pareció, en efecto, un feliz hallazgo; habrás comprobado que está en tu pueblo, concretamente cerca del tanatorio de la M-30 (de hecho, he caminado por esa calle pero nunca me fijé en su nombre y menos en el apropiado cartelito de "propiedad privada"). En cuanto a la foto de Rajoy, creo que se la tomaron en la bancada azul del Congreso. Pero basta que teclees en Google "rajoy tonto" para que ecuentres muchas más caras de nuestro presidente que habría preferido no poner.
Jesús: No hay nada mejor que las convicciones morales profundas. Ayudan a dormir bien, por ejemplo.
ResponderEliminarLo sé, lo sé. Por eso duermo yo tan mal
ResponderEliminar:-)
Bueno, es posible que en el caso de la Ana Mata de los primeros tiempos se trate solo de una sinvergoncería pasiva, a título lucrativo, una voluntaria y terca permanencia en un mundo de maravilla, donde las fiestas de cumpleaños fastuosas y los viajes estupendos que no se sabe quién paga, y los coches de lujo que aparecen por arte de magia en el garaje pertenecen a un orden natural de cosas que no es preciso cuestionar. Yo creo que es, si quieres, una categoría menor de sinvergüenza, a la que es posible que pertenezcan también bastantes peperos de segunda fila y hasta algunos, los más tontos, de la primera, pero que no por ser menor deja de ser sinvergüenza.
ResponderEliminarYo no tengo palabras, sólo puedo dedicarle este temazo:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=2rHcvYa93sU
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ResponderEliminarMiroslav
ResponderEliminarYo soy Ana Mato, me leo ese medido panegírico que me has dedicado, y me lanzo a interponer demandas de protección del derecho al honor como una descosida
Eso sí, le pediría que me pagase el abogado al Ratoncito Pérez o si no a "Tambor" el conejito de Bambi. Que también es una ricura ¿no? ;-)
Lo que es la incultura, Antonio. Yo no conocía del tema que has enlazado más que la versión de los Beatles, y creía que era suyo. Veo ahora que el autor es el tal Arthur Alexander, y desde luego su versión es cojonuda.
ResponderEliminarPero creo que para la Mato es más adecuado este otro temita.
Antonio y Vanbrugh: ¿Y no me decís nada del temazo que he puesto de Los Saicos, un grupo precursos del rock peruano que seguro que no conocíais? Porque, Vanbrugh, casi más que las fotos me curro las canciones del blog. En todo caso, he de reconocer que la de Ana Belén (mira que le tengo manía) viene que ni pintada a este post, aunque sea metafóricamente (que nuestra Ana no es tan casquivana en lo erótico).
ResponderEliminarPues la verdad es que me han gustado los Saicos, quitando ese nombre enigmático y un poco terrible. En los sesenta, en España, habrían hecho furor, es una pena que no nos llegaran esas cosas. Podrían haber ser sido un mito musical de mi niñez.
ResponderEliminarQue conste que he leído la entrada y la posterior discusión entre Vanbrugh y Miroslav con una sonrisa en los labios. Lo que no me cabe duda es de que en cualquier caso el nombramiento de Mato es un ejemplo de estupidez absoluta.
ResponderEliminarDices que "se separaron". ¿Cómo lo hicieron, judicialmente o, así, por las buenas? Es de suponer que, como la mayoría de las parejas de este país, salvo en Cataluña, tenían bienes gananciales. Imaginemos que, en lugar de trincar, el tal Sepúlveda se hubiera cargado de deudas y que, pobrecillo, hubiera fallecido. ¿A quién le reclamarían el pago de las deudas? Yo, con mi mujer mantengo el régimen de gananciales. Ella no tiene ni idea de economía. Yo todos los años hago mi declaración del IRPF y, como es obligatorio, se la doy a firmar a ella, que firma sin saber lo que hace. Imaginemos que yo un año meto la gamba bien metida y que incurro en delito fiscal (no tengo bienes para eso, pero imaginemos). Si Hacienda me trinca, ¿se libraría mi mujer? Me cuesta mucho, pero mucho creer en la inocencia de esta señora.
ResponderEliminarJulian: ¿Demandarme? ¿Con lo que la defiendo? :)
ResponderEliminarOzanu: En todo caso, Ana Mato me parece un tema menor. Convendría que revisáramos la biografía de otros ministros, por ejemplo la de Guindos.
Molón: Sí, tenían sociedad de gananciales que, creo recordar, liquidaron en 2005. Ya digo en el post que es difícil de creer en la ignorancia de Mato mientras sucedían los hechos, pero tampoco imposible, y por eso el juez no la imputa. El ejemplo que pones de tu mujer justamente avala esta tesis. A ti te imputarían y a ella la declararían partícipe a título lucrativo de los beneficios ilícitos que tú habrías generado.
Al revés que Vanbrugh, yo como amante de la fotografía y de tu blog, opino que lo afeas considerablemente con estas horrendas fotos que cuelgas, por lo menos deberías advertir que pueden herir la sensibilidad de las personas, de mí sin ir más lejos (es broma).
ResponderEliminarAna Mato es un ejemplo precioso para plantearse la vieja polémica de quién hace más daño, si un tonto o un malvado, porque en su caso, es evidente que se dan ambas circunstancias-lacras.