El pasado martes 18, el presidente del Congreso, el popular Jesús Posada Moreno, emitió una Resolución que se incorpora al Reglamento del Congreso relativa al control y publicidad de los desplazamientos de los diputados. Como todos sabemos, esta medida pretende dar respuesta al cabreo público generalizado al enterarnos, con motivo de los viajecitos del presidente extremeño a Tenerife a ver una preciosa mujer con la que parece que mantenía una relación sentimental, de que nuestros representantes en las Cortes podían viajar por todo el territorio nacional sin necesidad de pedir autorización ni dar cuenta de nada. Durante la pasada semana, varios políticos de prácticamente todos los partidos han desfilado por los medios para declarar que, tal como estaban las cosas y por un mínimo sentido de transparencia ante los ciudadanos, entendían que la normativa se había quedado obsoleta y convenía reformarla para que cualquier gasto de un diputado con cargo al erario público pudiera conocerse por todo el mundo. Vamos, que aparentemente, a todos les parecía muy bien declarar cada uno de sus desplazamientos: cuándo, a dónde, por qué ...
No obstante, a la hora de la verdad, la reforma normativa ha resultado bastante parca. Ya lo anunció el señor Posada, diciendo que los diputados eran mayorcitos, responsables y honestos, y que él no estaba dispuesto a controlarles los gastos, amén de que opinaba que muchos de los desplazamientos debían realizarse con discreción y, por tanto, no le parecía apropiado que hubiera que motivarlos para que fuesen sufragados con dinero público. Ante estas declaraciones, uno se pregunta si Posada (y el resto de los dirigentes del PP) son conscientes del hartazgo de la ciudadanía ante estos comportamientos privilegiados o si, por el contrario, son tan estúpidos como para pensar que con arreglos cosméticos pueden reconducir ese estado de ánimo. Lo cierto es que la Resolución salió en la línea de lo dicho por el Presidente y parece que con el acuerdo del grupo parlamentario socialista, por más de que digan de que han aceptado la reforma porque es un paso adelante respecto a la regulación actual (ciertamente lo es) pero que a ellos les parece insuficiente y por eso van a publicar trimestralmente el detalle de todos los viajes de sus diputados. Débil excusa, a mi juicio, porque, dada la mayoría absoluta, el PP podría haber aprobado esta reforma sin su apoyo y así no se habrían vinculado a lo que parece una tomadura de pelo; y el negarse a avalarla no les impediría publicar voluntariamente sus gastos, tal como han prometido que van a hacerlo (ya veremos por cuanto tiempo).
¿Y qué dice la nueva norma? Que "el ejercicio de la labor política y parlamentaria debe ser libre sin que deba imponerse ningún tipo de censura o control previo, en forma de autorización, sobre la misma, más allá de los límites ya establecidos en nuestro ordenamiento jurídico. Por ello no deben establecerse mecanismos de control o autorización previa en los desplazamientos, pero sí mecanismos de supervisión que involucren a las direcciones de los Grupos Parlamentarios en el aval de la realización de determinados tipos de desplazamientos, como ya se efectúa en los desplazamientos en vehículo propio dentro del territorio nacional. Sin duda es el propio Diputado quien debe utilizar de manera responsable los medios que la Cámara pone a su disposición. Pero en la medida en que esos medios son sufragados con recursos públicos, resulta conveniente reforzar las fórmulas o mecanismos de supervisión que, sin menoscabo al libre ejercicio de su labor política y parlamentaria, eviten desviaciones o abusos indeseables". Traducido: que al diputado el Congreso le paga todos sus viajes salvo los causados por motivos personales; si son desplazamientos entre su lugar de residencia o circunscripción y Madrid (o viceversa) no tiene que dar ninguna explicación, y si son para realizar actividades de naturaleza política (se entiende que se incluyen las propias del partido político) requerirán presentar un aval (de fecha previa o inmediatamente posterior) del grupo parlamentario al cual pertenecen. Nótese que basta con que el grupo parlamentario diga que el viaje de su diputado a tal sitio ha sido para realizar acti-vidades propias de su cargo, sin necesidad de que especifique cuáles han sido éstas y sin que, por tanto, podamos nunca enterarnos (salvo que así lo permita graciosamente el partido) de la justificación de ese u otro desplazamiento. No es que se exija mucha transparencia, me parece a mí.
Conste que estoy de acuerdo con la primera frase de la exposición de motivos de esta reforma light; es decir con eso de que no conviene establecer mecanismos de control previos a los desplazamientos de los diputados. En otras palabras, me parece bien que cuenten con suficiente autonomía para moverse con agilidad, sin necesidad de pedir permiso antes y someterse al enervante papeleo burocrático que ello implicaría. Que un diputado quiere ir a reunirse con un determinado colectivo porque le interesa conocer sus problemas ya que está trabajando en alguna norma que les afecta –por poner un ejemplo–, pues que encargue el billete de avión (en turista, eh) con cargo al Congreso sobre la marcha y sin decir nada, que haga el viaje y que vuelva a Madrid o a su casa; nada que objetar. Ahora bien, una vez de regreso, que rellene un formulario tipo en el cual detalle los actos realizados y justifique el por qué del desplazamiento, adjuntando las correspondientes facturas, y que todo eso lo entregue a la Dirección de Recursos Humanos y Gobierno Interior del Congreso, para que este órgano valide los gastos. No me parece que sea una carga muy pesada ni desde luego nada que no se haga con absoluta naturalidad en cualquier otra esfera laboral. Naturalmente, no deberían ser sufragados por el Congreso los viajes motivados por intereses del partido político.
¿Por qué no han hecho una reforma en este sentido? La única explicación que han dado –apenas desarrollada– es que los viajes de los diputados muchas veces deben ser discretos, sin que el público se entere del objeto o los interlocutores de los actos a los que van. Cuesta entender (y más en estos momentos) qué reuniones deben ser secretas y, lo que es más, deben mantenerse como tales una vez celebradas. Es inevitable pensar que, si hemos de ignorar lo que hacen los diputados, no serán actuaciones muy dignas (pienso inmediatamente en los centenares de reuniones de algunos eurodiputados para negociar con multinacionales el futuro tratado comercial con los USA, asunto al que dediqué recientemente un post). Pero es que, como escuché el otro día a la parlamentaria madrileña de Izquierda Unida Tania Sánchez, si un diputado quiere tener una reunión secreta que se la pague él, porque una condición elemental para sus gastos sean sufragados por el erario público habría de ser que pueda justificarlos con pelos y señales. En fin, que vuelvo a la pregunta que me hice más arriba: ¿cómo pueden ser tan estúpidos –los del PP pero también los del PSOE– para no darse cuenta de que no es así como pueden contrarrestar el cabreo de la ciudadanía? Por el contrario, con medidas como ésta, lo único que logran es reforzar la idea generalizada de que son unos privilegiados, que actúan a espaldas de los ciudadanos y que no están dispuestos a someterse a un control mínimamente serio de éstos. Es decir, perseveran en cavar su propia tumba, en aumentar la posibilidades de éxito de quienes acopian el descontento.
Tutti vogliono viaggiare in prima - Ligabue (Fuori come va?, 2002)
"al cabreo público generalizado al enterarnos... ...de que nuestros representantes en las Cortes podían viajar por todo el territorio nacional sin necesidad de pedir autorización ni dar cuenta de nada." Imagino que quieres decir "podían viajar por todo el territorio nacional a cuenta del erario sin necesidad de pedir autorización...", porque que cualquiera pueda viajar donde le dé la gana sin pedir permiso, siempre que lo haga por su cuenta, parece bastante evidente.
ResponderEliminarPuede parecer una puntualización boba y obvia, pero a mí no me lo parece. Es más, lo de pedir autorización me sobra en todos los casos. Creo que un representante elegido debe tener la autonomía necesaria para viajar donde quiera sin pedir permiso a nadie. Si estima que el viaje obedece a actividades propias de su representación, pasará los gastos al Congreso para que se le reembolsen. Y si quien tiene encomendada la intervención de esos gastos no está de acuerdo, no se los pagará. Y tan amigos. No creo que deba ser otro el mecanismo, ni que los diputados deban levantar la mano y pedir permiso para poder cumplir con su misión como estimen que deben hacerlo.
Vale, estoy de acuerdo con las matizaciones, un tanto refritoleras, de Vanbrugh, de tan obvias, pero certeras.
ResponderEliminarEn lo que no estoy de acuerdo es en lo de la transparencia, que creo se debe reservar para la ropa interior de la moza visitada en las islas.
Ah, se me olvidaba, Morago, como todos los que van de virtuosos practicantes -cara a la galería- de la doble moral, me parece además el más gilipollas del corral pepero, que ya es decir
ResponderEliminarQuise decir Monago, no Morago
ResponderEliminarVanbrugh: Últimamente contigo me queda una curiosa e incómoda sensación: la de que estás de un puntilloso subido y tiendes a hacer lecturas de lo que escribo que, sin negar que caben (habré de cuidar –más todavía–la precisión de mi lenguaje), se me antojan siempre retorcidas en exceso, casi como si quisieras poner en mi boca cosas que no pienso para poder dejar constancia de que estás en desacuerdo conmigo. Es una sensación, claro, y puede que debida sólo a que se me ha subido la sensibilidad, pero en fin ...
ResponderEliminarYendo a lo que comentas: el texto que citas es del primer párrafo (introductorio) y tan sólo señala que la ciudadanía –así, en general, sin ninguna pretensión de exactitud– se ha cabreado al enterarse de que los diputados podían viajar sin necesidad de pedir autorización ni dar cuentas. Tu queja de que debería añadir "a cargo del erario público" me parece, como tú mismo dices, obvia y boba; ciertamente, creo que sobra el añadido, pues no creo que nadie pueda interpretar que el cabreo público se deba a que los diputados viajen a donde les dé la gana pagándoselo de su propio bolsillo.
No me parece en cambio ni boba ni obvia la referencia a lo de pedir autorización. La cuestión, en el párrafo que citas, no es si a mí me parece bien o mal que no pidan autorización, sino si esta innecesariedad de solicitarla es una de las cosas que ha cabreado a la opinión pública. Y, por lo que he escuchado, parece que sí.
Yendo al fondo de tu comentario, te pronuncias a favor de que los diputados puedan viajar sin pedir permiso previo; es decir, manifiestas exactamente la misma opinión que yo tengo y de la que dejo constancia al principio del cuarto párrafo del post. No habría estado de más que lo hicieras notar en tu comentario, porque de una primera lectura puede quedar la impresión de que con quien discutes es conmigo, lo que sería absurdo ya que opinamos igual.
O sea, que lo que no compartes es el cabreo de la gente por el hecho de que los dipu-tados viajen sin necesidad de permiso (concluyo). Me parece muy bien, y yo también pienso que lo indignante es que no den cuenta de los viajes.
Justamente ésa era la cuestión central del post: que ante la indignación ciudadana reforman la norma para seguir sin tener que pedir permiso (ni a ti ni a mí nos parece mal) y para seguir "casi" sin dar cuenta de sus gastos (lo que a mí, al menos, me parece muy mal). También me refería en el post a lo endeble que me parece la excusa de la "discreción" de los viajes.
Lansky: La chica (por lo visto es colombiana) parece que se dedicó a romper varios corazones peperos, y a la vista está que tiene argumentos. Creo que de momento se ha ido de la Isla escapando del acoso mediático y está ahora en Londres: investiga sobre el terreno.
ResponderEliminarEn cuanto al título que le concedes a Monago me parece excesivo. Ser el más gilipollas del PP está muy peleado.
Las impresiones siempre se deben a algo, Miroslav. Puede ser que esta que tú tienes sobre mis últimos comentarios se deba, como aventuras, a que esté yo demasiado puntillosos y retuerza "en exceso" mis lecturas -aunque no alcanzo a entender muy bien que al mismo tiempo "quepan" y "se retuerzan en exceso": yo habría dicho que esas dos son opciones incompatibles, que si caben es que su retorcimiento no es excesivo, y que, si lo es, es que no caben, pero en fin...- o a que, como tiendo yo a pensar, tú te muestres excesivamente poco riguroso para mi gusto, y, sobre todo, excesivamente ocupado, más que en cómo son las cosas en sí, o en cómo deberían ser según tú, en cómo le parecen a "la opinión pública".
ResponderEliminarSinceramente, en cualquier problema lo que menos me interesa, con diferencia, es qué piensa de él la gente en general. Me importa lo que yo pienso de él, y me interesa, como dato analítico imprescindible, lo que de él piensan sus protagonistas: por qué actúan estos como actúan, y cómo pienso yo que deberían hacerlo. Complicar estos dos datos sustanciales con la impresión que producen en la "opinión pública" me parece no ya irrelevante, sino directamente dañino, un típico tic de político a quien ocupan precisamente las cuestiones que, en mi opinión, debería ignorar.
Quiero decir que por ejemplo en este caso me parece importante dejar claro qué está bien y qué no, a mi juicio, de cómo, cuándo y a costa de quién viajan los diputados. Qué aspectos de esta cuestión "cabreen" más o menos a eso impreciso, ambiguo y para mí por completo irrelevante que se entiende por "opinión pública" no solo me deja indiferente, sino que me estorba; y ocuparse de ello me causa, sí, una cierta impaciencia que probablemente se trasluzca en el tono de mis comentarios, cosa por la que te presento mis excusas y que trataré de evitar en lo posible.
Uno de los efectos colaterales más dañinos de la corrupción es, precisamente, esa susceptibilidad indiferenciada, acrítica y previa que produce en la bendita "opinión pública", ante la cual pasa a parecer corrupción cualquier cosa, a ser posible adornada de cifras -aunque no quieran decir nada, eso no importa, "las cifras cantan", según la estúpida expresión popular- que alguien enuncie en tono de denuncia airada. Prueba a afirmar en público, con tono indignado, cualquier dato: "La cura de enfermedades del páncreas costó a la Seguridad Social un millón de euros" (o diez, o cien, los que sean, no tengo ni idea): la reacción automática será un mugido colectivo de pasmo colérico: "¡Qué barbaridad!" "¡El páncreas, qué vergüenza!" "¡Un millón -o diez, o cien- yo no sé dónde van a parar!" Una vez puesta a indignarse, la opinión pública se indigna mansamente, valga la contradicción, por cualquier cosa que alguien que grite lo suficientemente fuerte le proponga como motivo de indignación. Comprenderás que a mí me parezca, la opinión pública, una cosa francamente conveniente de ignorar y que me irrite un poco -mis disculpas de nuevo- la solícita atención que pareces prestarle...
Vanbrugh:No hay ninguna contradicción en que una interpretación de un texto "quepa" y sea "excesivamente retorcida". De hecho interpretar un texto es dar una explicación del mismo que va más allá de su estricta literalidad y siempre caben varias interpretaciones de un mismo texto. Calificar éstas de más o menos retorcidas es, evidentemente, una opinión que tiene que ver con cuanto le parece a uno que la interpretación (que siempre ha de encontrar un mínimo sustento en la literalidad del texto) se acerca o aleja (retuerce) la intención del escritor. De hecho, por ejemplificar este asunto, cuando tú ahora me dices que yo me ocupo excesivamente de lo que opina la gente sobre unas cosas en vez de cómo son o cómo pienso que deben ser, estás –a mi juicio– haciendo una interpretación que, aunque quepa, se me antoja excesivamente retorcida. Y cabe porque, efectivamente, al referir simplemente lo que opina la gente del sistema de viajes de los diputados, te estoy dando pie a que digas que me importa mucho lo que piensa la gente. Pero es excesivamente retorcida porque en ningún momento he dicho que a mí me importe mucho lo que piensa la gente, ni siquiera he insistido sobre ese asunto más allá de usarlo como punto de partida para ir a la cuestión central del post: lo que yo opino (que sí digo y tú prácticamente repetiste en el anterior comentario) de la reacción que –¡ante lo que opina la gente!– han adoptado los políticos.
ResponderEliminarPorque, Vanbrugh, a ti puede no importarte nada lo que opine la gente (y a mí, para saciar tu curiosidad, tampoco es que lo haga mucho, la verdad), pero resulta que a los políticos sí les importa y mucho, como no puede ser de otra manera ya que deben su cargo a esa opinión. De hecho, no me parece exagerado decir que uno de los mayores empeños de un político es conseguir que la gente opine lo mejor posible de él: así es esta "cosa", lo que no significa que a mí me guste. Y para volver a mi post, resulta que creo que el que justamente ahora hayan adoptado la pobre reforma sobre la regulación de los viajes de los disputados se debe, única y exclusivamente, a la opinión de la gente. O sea, que no me parece irrelevante, sino todo lo contrario, de lo más pertinente, empezar mi post diciendo que como la gente opina que estaba muy mal el sistema vigente de los viajes, el presidente del Congreso ha ordenado una reforma. Naturalmente que a mí me habría gustado que el señor Posada hubiera llegado a la conclusión él solito de que estaba bastante mal eso de no tener que dar cuentas de los viajes, pero sólo ha reaccionado porque se ha montado un escándalo de opinión pública; es más, me es evidente que a más de un diputado se le tendría que haber pasado por la cabeza que el sistema no era muy de recibo, pero todos parece que se han callado hasta que el tema ha saltado a la opinión pública.
Así que, si resulta que la única motivación por la que los congresistas han decidido cambiar la regulación es por la opinión pública (por mucho que lo lamentemos), también me parece absolutamente pertinente que en el post hable sobre si esta reforma va a ser eficaz en cuanto al objetivo que de verdad pretende, que no es que el sistema sea mejor o más justo, sino simplemente calmar el cabreo público. Y lo hago, pero no por ello dejo de dar también mi opinión (no la de la "gente") sobre el asunto (que, como ya he dicho, al menos en el primer punto, coincide con la tuya). Y dicho todo esto, me quedo con la sensación de que me obligas a dar explicaciones en gran medida innecesarias.
Pues yo sí creo que debería haber, al menos, un justificante si usan fondos públicos. Monago, a propósito, ha inventado una bonita teoría de la conspiración según la cual sus críticos son enemigos de Extremadura.
ResponderEliminarNo, Ozanu, no la inventó Monago, por ejemplo, in ir más lejos que de la esquina noreste, Pujol la inventó con Cataluña, atacarle a él...adivina, ¡sí! era atacar a Cataluña
ResponderEliminarYo también opino que Vanbrugh está de un puntilloso subido, por no decir, algo, un tanto (no exageremos) exasperante.
ResponderEliminarSiento mucho obligarte a dar explicaciones innecesarias. Ignoraba que los comentarios tuvieran que ceñirse a la solicitud de las estrictamente necesarias. Ignoraba incluso la diferencia exacta entre unas y otras, hasta el punto de pensar que desde el momento que alguien solicitaba explicaciones, estas eran, solo por esa solicitud, necesarias. Trataré de aprender a distinguir las unas de las otras antes de volverme a aventurar a pedir ninguna clase de ellas, no sea que.
ResponderEliminarDetesto exasperar, no era mi propósito. Me abstendré en lo sucesivo.
Saluditos.
Vanbrugh: No entiendo nada. Tan sólo quise decir que me daba la impresión de que buscas discutir cosas que en las que ni siquiera estamos en desacuerdo y por eso me siento teniendo que aclarar malentendidos que me parecen obvios y, por tanto, innecesarios. Pero, si tú crees que no es así, pues nada. Dejémoslo.
ResponderEliminarLos políticos deberían dar ejemplo y ser ellos mismos los que exigieran la transparencia (control de gastos serio, exhaustivo e incluso público), a mi no me gustaría que me metieran en el mismo saco que al extremeño, podría ser una medida pasajera a la espera de que los ciudadanos volvamos a confiar en los políticos. Mi impresión de todos esto es que con mi dinero se costean viajes personales.
ResponderEliminarUn saludo, :)