En esta sociedad que nos ha tocado vivir casi todo está profusamente regulado, tanto que antes de llevar a cabo cualquier acción, incluso una que creamos absolutamente inocua, deberíamos asegurarnos de que lo hacemos en cumplimiento de la normativa correspondiente. Por no atenerme a este prudente consejo he tenido que pagar una cuantiosa multa amén de soportar la indignada regañina de un funcionario que, durante casi dos horas de suplicio, me afeaba mi conducta insolidaria. Pero déjenme que relate lo sucedido a modo de contrita confesión extemporánea (la penitencia ya me ha sido impuesta).
La anécdota data del pasado sábado y ocurrió en nuestra finquita de la medianía tinerfeña. Allí estábamos tan relajados: K arrancando malas hierbas del bancal de la huerta y yo limpiando las cacas del gallinero (mira que son sucias las jodidas). En eso, los perros empiezan a ladrar, como hacen siempre que ocurre la más nimia cosa que rompa la rutinaria tranquilidad de ese entorno. Por la serventía que nos da acceso –un estrecho sendero de tierra que baja desde la carretera general– aparece una pequeña furgoneta en cuyo lateral llevaba el rótulo y anagrama del Ministerio de Agricultura. Se detiene junto a la cancela y se apea un tipo con un pequeño maletín de herramientas en una mano y una pad en la otra. Buenos días, nos dice, ¿son ustedes los propietarios de esta finca? Y sin esperar nuestra respuesta, como si tuviera todo el derecho del mundo, empuja la puerta y entra: soy funcionario del Ministerio y vengo a inspeccionar sus producciones agropecuarias.
Acto seguido nos requirió el carné de productor agrario que, según dijo ante nuestras caras de pasmados, nos lo deberían haber entregado tras darnos de alta en el censo del Ministerio. Es que no sabíamos que había que apuntarse en ningún censo, dije yo. Pues es la primera condición, imprescindible para poder cuantificar las producciones y evaluar la incidencia en el sistema alimentario. Entonces pasó a explicarnos, muy didácticamente, la verdad, que, debido al incuestionable interés público de garantizar el suministro alimenticio a la población, el Estado tenía el deber de garantizar el correcto funcionamiento del mercado, aunque los operadores de éste fueran privados. Naturalmente, si bien hay libertad económica, quienes garantizan la producción y distribución de alimentos en las ingentes cantidades que se necesitan para el consumo ciudadano son las grandes empresas del sector y, por tanto, la viabilidad económica de las mismas debe ser protegida por el Estado a fin de evitar quiebras que podrían suponer desabastecimientos alimentarios.
Ustedes, por ejemplo, nos dijo el funcionario, llevan un tiempo cultivando legumbres y hortalizas; también veo que tienen cuatro gallinas ponedoras. Así que han dejado de comprar huevos, tomates, lechugas, brócolis, zanahorias, judías, calabazas, pimientos, cebollas, ajos, papas, maíz, fresas y algunos artículos más; es decir, han reducido la demanda del sistema alimentario y, consiguientemente, contribuido al riesgo de inviabilidad económica. Imagínense que un número importante de los consumidores decidiera cultivar sus propios alimentos; las grandes empresas que se dedican a la producción y comercialización masiva de ellos quebrarían, con las graves consecuencias de carestía para esa otra parte de la población que no tiene huertas. O, si no, cuando menos se verían obligadas a elevar los precios para cubrir las pérdidas derivadas de la caída de la demanda. Como pueden ver, optar por el cultivo de los propios alimentos no es una decisión inofensiva sino que, por el contrario, pone en riesgo el abastecimiento del conjunto de la población.
Por estos motivos, continuó el inspector, el Gobierno aprobó un decreto en el que se regula la producción agropecuaria para autoconsumo, definiendo con claridad las obligaciones de quienes se dedican a ella. No se trata, se apresuró a justificar, de prohibirla; al contrario, cultivar los propios alimentos es recomendable desde muchos puntos de vista. Sin embargo, por solidaridad con el bien común, han de contribuir mediante un canon a la sostenibilidad del sistema alimentario global. La cuantía de lo que han de pagar tiene una parte fija y otra variable, ésta en función de la extensión de tierra en cultivo. Tengan en cuenta que la reducción de la demanda que ustedes provocan es directamente proporcional a la cantidad de producción. Claro que para eso tendrían que haberse dado de alta en el censo y, como no lo han hecho, he de sancionarles. Yo les dejo los formularios de alta y la notificación; en el plazo de una semana han de acercarse a la Delegación a entregarlos y abonar la multa. Y ahora, si no les importa acompañarme, he de medir y registrar su capacidad productiva.
Así que, durante más de una hora, hubimos de recorrer los terrenos mientras el hombre nos hacía preguntas, tiraba la cinta métrica e iba apuntando en su tableta. Al final tuvo el detalle –dijo que no debería hacerlo– de calcularnos aproximadamente la cuantía del canon que nos correspondía. Enseguida hice una estimación aproximada de lo que nos habíamos ahorrado durante los meses que llevamos sin comprar vegetales y huevos y comprobé que prácticamente era la misma cantidad que habíamos de pagar. Bueno, contestó el funcionario cuando se lo hice notar, es lógico; de esta manera se mantiene la aportación que les corresponde al sistema alimentario. Pero entonces, objeté, el cultivo de los alimentos propios no compensa económicamente. Visto desde una óptica individual, la de ustedes, puede entenderse así; pero las conclusiones son muy distintas si se contempla bajo una perspectiva de conjunto. Además, supongo que la motivación para cultivar su huerta y cuidar a sus gallinas no es económica, ¿verdad? Y con una leve sonrisa que se me antojó irónica, se despidió amablemente, arrancó su furgoneta y desapareció.
¡Vaya funcionario más gilipollas!
ResponderEliminarDónde yo tengo la casa del pueblo nadie se da de alta en esa chorrada, si es que existe tal requisito, sólo las que son explotaciones comerciales o cooperativas tienen esa obligación, me cuentan en el bar, pero quizás Canarias is different. Por cierto la argumentación de globalidad vs. producción local es esencialmente una falacia tal como el individuo la presenta.
A lo mejor soy yo, pero el relato cuenta irónicamente lo que ha ocurrido recientemente con el llamado "impuesto al sol": aquellos que tienen placas solares han sido obligados por ley a pagar con esos mismos argumentos:
Eliminarhttp://economia.elpais.com/economia/2015/06/11/actualidad/1434045755_578391.html
Argumentan que cuando falla el sol o el sistema de captación, esos usuarios de los renovables se conectan a la red general y por tanto tienen que contribuir a su mantenimiento (cosa que ya hacemos, usuarios de la red o no, como meros contribuyentes). Por reducción al absurdo se podría argumentar que los agricultores de autoabastecimiento perjudican a las industrias de los pesticidas por no usar más que abonos naturales y deberían pagar también, y los que no tienen coche y los que…, etc. Lo cierto es que este gobierno se está intentando cargar las energías sostenibles por las mismas razones en el fondo que la educación o la sanidad pública, porque no toleran que las necesidades de la gente no sean oportunidades de negocio para sus amiguetes en este capitalismo nepotista que tenemos
EliminarEn efecto, Lansky, el argumento de "mi" funcionario es una falacia. Convenientemente adaptado, es en síntesis el mismo argumento con que se justifica la recientemente aprobada regulación del autoconsumo energético. Ciertamente, todavía este gobierno no se ha planteado imponer cánones a quienes tenemos nuestras huertitas (las multinacionales de la alimentación no lo han exigido aún), pero con la legislación reciente están sentando las bases para castigar cualquier iniciativa que se salga del sistema económico dominante.
EliminarComo sagazmente anota Ozanu, el relato es una mera ficción irónica. Ningún funcioanrio del Ministerio de Agricultura nos ha visitado ni, por el momento, esperamos ninguna visita de ese jaez.
Porque por Twitter me llega información de promotores de energías renovables, quienes han pasado meses advirtiendo de este absurdo. Ahora que las eléctricas lo han conseguido, se los ve entre enfadados y derrotados.
EliminarParece que en Canarias seáis especiales , aquí en la península nunca he oído tal chorrada , creo que para consumo propio nadie debe darse de alta como agricultor , ni pagar ningún tipo de canon , otra cosa muy diferente si sería que comercializaras esa producción propia. Respecto a las placas solares algún comentario al respecto si que he oído.
ResponderEliminarEn el anterior comentario ya aclaro que el post es ficción para ilustrar en otro ámbito productivo la reciente regulación estatal del autoconsumo energético.
EliminarPor cierto, que haya colado el relato me hace pensar que tampoco sería tan sorprendente si el gobierno propusiera una medida así (como parece que no lo es que regule como ha hecho lo de la electricidad).
Yo creo que sería rizar demasiado el rizo , que alguien tenga que pagar un canon porque se plante 4 pepinos y una cebolla , con la mala suerte de que encima le salgan que amargan y no se los pueda comer - a parte de esta ironía - yo lo veo totalmente inviable. Las fotos son realmente tuyas o ¿ también has intentado colárnoslas ? Si realmente son tuyas , he visto que también tienes algunas plantitas ornamentales. Te aconsejo que le plantes en alguna esquinita rosales a tu mujer , porque vosotros tenéis ahí un clima estupendo. Yo tengo en mi jardín rosales de color rojo , rosados , amarillos , anaranjados , granates...y prácticamente tengo rosas durante todo el año , y es agradecido que siempre tengas la oportunidad de tener un centro de mesa o un jarrón con flores naturales cuando te apetece .( En diciembre se aconseja hacer una buena poda de los rosales , pero a mi me crecen rápidamente y suelo tener rosas casi todo el año )
EliminarOye esas verduras tienen muy buena pinta ! Admito que lo ecológico es siempre lo más saludable. A mi me encanta ocuparme personalmente de mi jardín , pero eso si , siempre con guantes...jeje ( creo que tengo ya una colección admirable de diferentes guantes , en este caso prefiero que sea por exceso y que no me falten nunca )
Si, las fotos son de la finca. Las flores de la huerta no son tanto ornamentales como para ahuyentar a determinados bichos que se comen los cultivos. En otro bancal estamos haciendo un jardin con frutales y en él hay varias flores, rosas entre ellas.
EliminarEntendí desde el tercer párrafo -más o menos desde las didácticas explicaciones del funcionario acerca de la necesidad de controlar el buen funcionamiento del mercado, debido al interés público de garantizar el suministro alimenticio- que se trataba de una parábola por reducción al absurdo, y que estabas hablando, en realidad, de producciones, consumos y suministros de energía eléctrica.
ResponderEliminarDigo que es por reducción al absurdo porque, por algún motivo, la cosa suena aún más imposible de creer si la referimos a huertos: pero en realidad, el planteamiento que se ha dado en realidad, el de los autioabastecimientos eléctricos, debería sonarnos tan extravagante e inverosímil como suena el de tu parábola. Nos lo creemos, sin embargo, y lo aceptamos como parte del mundo real, porque están detrás las compañías eléctricas, que llevan ya muchos años acostumbrándonos a la iniquidad, la prepotencia, el abuso y el chantaje como normas habituales e inevitables de conducta. Así que lo que suena impresentable y caricaturesco cuando hablamos de huertos, es la cruda realidad cuando hablamos de paneles solares o de baterías de Tesla. Un experimento muy ilustrativo el tuyo, sín señor.
"Sí señor", quería decir, claro.
EliminarEsa era la idea, en efecto, que la reciente regulación del autoconsumo eléctrico sonara tan extravagante como lo que imagino en este post. Me alegro de que te haya parecido ilustrativo.
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