Pero antes que a Warhol, Edie conoció a Dylan, al menos según dijo Bob Neuwirth en 1964 (y lo mismo afirma Howard Sounes en su biografía del cantante). Estamos a finales del 64 y Bob se acababa de mudar a un apartamento del Chelsea Hotel con Sara Lownds y su hija María, de tres añitos. Esta Sara es Sara, claro, la de la canción de Desire (1975), pero antes la dama de ojos tristes de las tierras bajas, el maravilloso tema que ocupaba –por primera vez en la historia– una cara entera de un LP (la B del segundo disco del doble Blonde on Blonde). Sara iba a ser la primera mujer de Bob (1965-1977) y la madre de sus primeros cuatro hijos. Pero cuando conoció al de Minnesota apenas era nadie, tan solo una veinteañera casada con un tipo que le doblaba la edad y con una niña pequeña; eso sí, era una chica muy guapa que pretendía hacer carrera como modelo o quizá en el cine. El caso es que la relación entre Bobby y Edi –tuviera el alcance que tuviera– duró desde finales de 1964 hasta probablemente febrero del 66, cuando ya habían empezado las sesiones de grabación de Blonde on Blonde. Durante ese tiempo, la pareja "oficial" de Dylan era Sara, pero eso no le impedía coquetear (y seguro que bastante más que coquetear) con otras. Entre esas otras estuvo Edie y, de todas, Edie era sin duda la más guapa, la más atractiva, la más glamurosa, la más sexy ... Pero Dylan se quedó con Sara.
Victor Maymudes, amigo y confidente de Bob y su tour-manager, fue uno de los que se sorprendió con la decisión de casarse. ¿Por qué te casas? ¿Y por qué con Sara? Según cuenta en su libro póstumo (Another Side of Bob Dylan: A Personal History on the Road and off the Tracks), Bob le contestó que "porque Sara estará en casa cuando yo quiera que esté en casa, porque estará donde yo quiera que esté, porque lo hará cuando yo quiera que lo haga". La respuesta muestra un Bob profundamente machista y probablemente lo era; al fin y al cabo, por mucho que se hubiera involucrado con los jóvenes rebeldes de los primeros sesenta, con la lucha por los derechos civiles, era hijo de su época y venía de un entorno rural, de la "América profunda". Imagino que el Bobby de veinticuatro años tenía un modelo vital inscrito en el subconsciente: había llegado el momento de tener un hogar con una mujercita sumisa que se ocupara de darle hijos y cuidarlos, de esperarlo y acogerlo en los intermedios de su intensa actividad profesional mientras él, fuera de casa, hacía lo que quería (incluyendo polvetes con tantas otras que lo admiraban). Desde luego, Edie Sedgwick no respondía a ese modelo de mujer (y Sara a lo mejor sí los primeros años, pero parece que finalmente no estuvo dispuesta a seguir representándolo).
Sin negar que Bobby fuera por entonces bastante machista, creo que en su elección de Sara influyó otro factor, el factor judío. Que Dylan es judío por sus cuatro costados es más que conocido pero lo cierto es no suele considerársele parte del muy numeroso e importante grupo de personas que integran la que podríamos llamar cultura judía estadounidense. En 1978, Ron Rosenbaum, un conocido periodista judío neoyorkino, le preguntó si había crecido consciente de ser judío, si había reflexionado sobre ello. Dylan respondió tajantemente que no, que nunca se había sentido judío, que nunca se había considerado ni judío ni no-judío, que no se sentía fiel a ningún credo. Hay que tener en cuenta que esa entrevista se hizo en un tiempo en que el cantante estaba bajo de ánimo: la separación de Sara lo había dejado tocado y para colmo las críticas a sus últimos trabajos no eran buenas. También por entonces estaba a punto de iniciar su etapa de "cristiano renacido", y a lo mejor eso le influiría a renegar de su identidad judía. Pero, en cualquier caso, es más que sabido que no hay que fiarse en absoluto de las declaraciones de Bob. De hecho, tanto su vida como su carrera artística ha sido un continuo reinventarse, colocarse una tras otra las más diversas máscaras, ser distintas personas, en el sentido originario de la palabra. Y sí, es verdad que Dylan es uno de los más claros símbolos del individualismo, del rechazo a cualquier adscripción grupal, a cualquier "identidad colectiva". Sin embargo, dado que siempre ha sido celosísimo guardián de su intimidad, no es ningún disparate pensar que su conciencia de ser judío forma parte de ésta, es algo que le concierne profundamente y que justamente por eso oculta (hacia finales de la primera década de este siglo, siendo ya sesentón largo, Dylan comenzó a exhibir muestras de practicar el judaísmo).
Pues bien, Sara Lownds es también judía. Lownds era el apellido del fotógrafo con el que se había casado en 1960, a los pocos meses de llegar a Nueva York procedente de Wilmington, Delaware, donde había nacido. En realidad se llamaba Shirley Marlin Noznisky y su padre, Isaac Noznisky era un judío polaco que emigró a los USA muy jovencito con sus dos hermanos. Isaac se casó hacia 1924 con Bessie, de la cual no he conseguido ninguna información (si no fuera judía, en rigurosa ortodoxia Sara tampoco lo sería pues la condición de judío se transmite matrilinealmente; pero una cosa es que Dylan se considerase íntimamente judío y otra que fuera tan puntilloso al respecto). No voy a decir que para el Bobby veinteañero fuera un requisito imprescindible que su mujer fuese judía, pero sí me creo que era un factor importante, algo que sumaba a la idea que tenía (consciente o inconscientemente) de lo que debía ser el núcleo familiar: un ámbito cerrado, protegido. A ello hay que sumar que cuando Dylan conoció a Edie ya llevaba algún tiempo viviendo con Sara y su hija María y, según cuentan quienes lo conocieron por entonces, se había encariñado mucho con la pequeñaja (de hecho, la adoptó). En ese modelo tradicional de esposa y madre, ni Edie ni ninguna otra (por ejemplo, Joan Baez con la que seguía enrollándose) tenían nada que hacer frente a Sara.
Pero volvamos al relato. Estamos en diciembre de 1964. En noviembre, Bob y Sara habían asistido como pareja a la boda de Albert Grossman con Sally, que era quien los había presentado. Después de la ceremonia, Dylan se mudó con Sara y María al apartamento de Grossman en Manhattan mientras duraba la luna de miel. Poco después, se trasladaron a la habitación 211 del hotel Chelsea, uno de esos edificios míticos de Manhattan, adorado por los beatniks (la cantidad de artistas célebres que allí han residido y las muchas obras que también allí han visto la luz exigirían un post monográfico sobre este hotel; actualmente en obras de reforma). Según los testigo de la época, en el Chelsea Bob llevaba una vida tranquila, probablemente componiendo en el piano que tenía en la habitación los temas que habrían de ir al próximo disco (sería Bringin' it all back home). Pero también es cierto que de vez en cuando le apetecía salir de marcha y lo habitual es que no fuera con Sara. El acompañante fijo era Bobby Neuwirth, que tendrá no poca importancia en la vida de Edie Sedgwick. Neuwirth era algo mayor que Bob, se habían conocido en el Gaslight (el club donde Dylan empezó a cantar) y trabado amistad en un festival folk algo después. En el primer volumen de su autobiografía, Dylan lo describe como sigue: "Era todo un personaje. Podía hablar con quienquiera hasta hacerle sentir que su inteligencia se había agotado. Tenía una lengua cáustica y mordaz que incomodaba a cualquiera, y con ella podía salir de cualquier apuro. Nadie sabía qué pensar de él. Si hubo jamás un hombre renacentista que saltara de un tema a otro sin el menor esfuerzo, tenía que ser él. Neuwirth era de lo más agresivo. A mí no me provocaba, sin embargo, de ningún modo. Todo lo que hacía me divertía, y él me caía bien. Tenía talento pero carecía por completo de ambición".
¡Por fin! Ya temía que hubieras olvidado a esta muchacha. La actitud de Dylan no es tan infrecuente como se pueda pensar, temo.
ResponderEliminarTemes acertadamente, sí. Y no, no me había olvidado de esta muchacha y seguiré hablando de ella. Lo que pasa es que tiendo a abrir muchos frentes que luego no soy capaz de atender (quien mucho aprieta ...)
EliminarAy, la dualidad entre el amor loco y la diversión y la mujer casera que te espera en casa y te cuida la camada...interesantes vidas, a mi me gusta mucho imaginarme como viven los cantantes, a menudo me veo enfrascada en hipótesis y novelando las vidas ajenas.
ResponderEliminarParezco la Guia del Ocio pero me encanta la música y cuando viene algún imprescindible me gusta compartirlo con aquellos que se que disfrutan tanto como yo acudiendo a buenos conciertos, este año viene Graham Nash a Madrid, al teatro Nuevo Apolo el 9 de junio, yo iré. Hace unos años me regalaron un viaje para verle en concierto en Manchester con Crosby, Stills and Nash y luego le conocí en la presentación de su libro y ahora viene a Madrid...ahhahahah, creo que me voy a desmayar, el 2016 me está dando demasiado...
Por muchos datos que tengamos de cualquier persona (sea famosa o no) siempre acabaremos novelando sus vidas, y para eso está la imaginación, para llenar los huecos que nos faltan e incluso para dar sustancia real a los fríos datos.
EliminarVi a los CSN con Young hace muchíiiismimos años, cuando eran aún jóvenes (y yo todavía más). Como te he dicho algunas vez, salvo que me lo pongan muy a huevo, he dado por cerrada la etapa de ir a conciertos de las grandes figuras, pero lo cierto es que si viviera en Madrid me daría un salto, sobre todo si, como dices, es en un teatro y no en un estadio.
PS: Acabo de comprobar que Nash ya tiene 74 tacos, mi madre!