En un post anterior resumí la imagen que nos deja de Casandra la épica de la época arcaica, tanto en las dos grandes obras de Homero como en las perdidas que forman el ciclo troyano. Si bien quiero creer que el personaje queda ya definido en todos sus rasgos fundamentales en esos tiempos, lo cierto es que hay aspectos fundamentales de su biografía que no son mencionados, entre ellos las singularidades de sus dotes proféticas: cómo las obtuvo y la maldición añadida. De hecho, hasta el Agamenón de Esquilo no sabremos a ciencia cierta de su vinculación a Apolo. En el resumen de Proclo de la Iliupersis (Saco de Troya) se nos informa de que tras la caída de la ciudad se refugia en el altar de Atenea de donde es arrancada por Ayax Oileo (aunque no hay referencias sexuales, que son posteriores). Hago notar que Atenea, durante la guerra de Troya, siempre estuvo del lado de los griegos (se supone que ofendida por el desplante que le hizo Paris con la famosa manzana). Ahora bien, eso no quita para que fuera adorada en casi todo el entorno cultural heleno y también, claro está, en Troya. Eustacio de Tesalónica, un obispo bizantino del siglo XII y recopilador de comentarios sobre las dos grandes epopeyas homéricas, nos cuenta que el culto a Palas existía en Ilión desde antes de la guerra y siguió después reforzado con el sacrificio de niños locrios porque Locria era la patria de ese Ayax que, violentando a Casandra, había ofendido a la Diosa. Pero las hipotéticas relaciones de Casandra con la hija favorita de Zeus no son ahora lo que nos interesa, sino las de la profetisa con Apolo; y a este respecto, nada relevante dicen las obras arcaicas.
Vayamos pues a la primera Tragedia de La Orestiada y recordemos extractos del discurso de Casandra ante el Coro, antes de entrar en el palacio donde ya están Agamenón y Clitemnestra: “Corifeo: me admiro de que tú, criada al otro lado del mar, en una lengua extranjera, hables con acierto en todo, como sí hubieras vivido entre nosotros. / Casandra: Apolo, el adivino, me encargó esta tarea. / Corifeo: ¿Cómo siendo un dios estaba herido por un deseo? / Casandra: En otro tiempo se avergonzaba de hablar de ello. / Corifeo: Todo el mundo es más delicado en la prosperidad. / Casandra: Era un luchador que respiraba un completo amor por mí. / Corifeo: ¿Y llegasteis, como es costumbre, a la hora de los hijos? / Casandra: Tras consentir, engañé a Loxias. / Corifeo: ¿Estabas ya en posesión del arte adivino? / Casandra: Sí, ya vaticinaba a mis conciudadanos todas sus desgracias. / Corifeo: ¿Cómo, pues, te quedaste impasible a la ira de Loxias? / Casandra: A nadie convencía en nada, después de esta falta”. O sea, Apolo (Loxias era uno de sus epítetos como Dios de las profecías) quiere follar con Casandra (ésta dice que respiraba un completo amor por ella, pero el Corifeo es menos pudoroso: estaba herido por el deseo). El Dios le propone concederle el don profético a cambio de un buen revolcón, de llegar a la “hora de los hijos” (cada coito, y más con un Dios, traía siempre esa consecuencia) pero, tras consentir, Casandra le engaña. Pero ya había obtenido lo que quería que, sin embargo, no le iba a aprovechar porque como castigo por su falta, a nadie convencían en nada sus vaticinios.
Apolo, a diferencia de su padre Zeus, por ejemplo, era bastante delicado con las que deseaba como amantes; nada de tomarlas por la fuerza. A Casandra le ofrece algo que sin duda ella quería: conocer el futuro. De la lectura de Esquilo se deduce que entre la concesión del don y la culminación del engaño pasa un tiempo, el suficiente para que Casandra comprobara que, en efecto, lo poseía (“ya vaticinaba a mis conciudadanos todas sus desgracias”). Ello sugiere un proceso de aprendizaje, probablemente en el propio templo de Apolo que hubiera en Troya, arropada por sus sacerdotes. Ahora bien, tampoco pudo pasar demasiado tiempo porque, en tal caso, bastantes troyanos, empezando por la familia real, habrían escuchado sus reiterados vaticinios y la habrían creído, al no haber sido aún castigada con la maldición. Aunque, de otra parte, me llama la atención que en el Agamenón declare que sus anuncios eran siempre funestos. Casandra verifica que ha recibido el don que tanto ansiaba pero, al mismo tiempo, que ese don es parcial, sólo le vale para anticipar desgracias, no alcanza a ver ninguna buenaventura en el porvenir. Una de dos: o el futuro no ha de traerles más que desgracias o Apolo ha cumplido el pacto sólo a medias. A la vista de lo que ocurrió, Febo no había hecho ninguna trampa, pero es comprensible que la joven prefiriera creer la segunda opción. En cualquier caso, sus premoniciones tuvieron que aterrarla; es seguro que cuando vio lo que significaba conocer el futuro se arrepintió de haberlo deseado. Hay pues varios argumentos para entender que Casandra se negara a acostarse con Apolo, afrontando incluso el grave pecado de impiedad que suponía engañar a un Dios. A lo mejor, desesperada, buscaba justamente un castigo que, por muy terrible que fuera, llevara consigo también perder ese don que ya rechazaba.
Es habitual en la mitología griega que las acciones de los Dioses sean irreversibles. Si uno hace algo, otro no puede deshacerlo; incluso el mismo que lo ha hecho se ve incapacitado para rectificar. Por eso, las incesantes peleas entre los olímpicos es un continuo juego de ingenio: tienen que aceptar la putadita que les ha hecho su rival y devolverles otra que, de alguna manera, le dé a la vuelta. En el relato de Casandra, siguiendo esta regla general, la interpretación habitual es que Apolo, cabreado por el engaño de la troyana, y no pudiendo despojarla del don que ya le había entregado, la castiga con la maldición de que sus profecías nunca sean creídas. Ahora bien, yo creo que, aunque hubiera podido arrebatarle la mántica, no lo habría hecho. El Dios tuvo que ver sobradamente que Casandra ya sentía haber recibido no un regalo sino una maldición. Por más que no conste en ninguna de las fuentes, yo imagino una escena final entre Apolo y la reciente pitonisa, en la que ésta le ruega que la limpie de esas visiones adivinatorias, que llorando le diga que se equivocó al pedírselas, que le prometa a cambio que se acostará con él cuantas veces quiera, que hará todo lo que le pida (hay algunas tradiciones que refieren las habilidades sexuales de nuestra protagonista). Pero el hijo de Zeus le contesta que no puede, que por una absurda ley cósmica lo que se da no se quita. Y entonces es Casandra la que, en arrebato adolescente, incapaz de asumir la responsabilidad de la que había sido su decisión, se enrabieta y le da calabazas nada menos que a uno de los más poderosos dioses del Olimpo.
Si no fuera así, como elucubro, carecería de sentido que la joven se negara a acostarse con Apolo. Tener relaciones sexuales con un dios era un honor, algo sumamente deseable para cualquier mujer (y para cualquier varón hacerlo con una diosa) y, además, las troyanas no eran precisamente pacatas en cuanto al folleteo, y mucho menos si éste se revestía de ceremoniales religiosos. La única explicación pausible para entender que Casandra declinara la cópula con Febo no es otra que la voluntad de ofender al Dios, de vengarse en él por haber sido dañada, porque se niega a quitarle el don profético una vez que ella se ha dado cuenta de que es una maldición. Así pues, al menos hacia la mitad del siglo V aC (época del Agamenón de Esquilo), yo diría que el personaje de Casandra está caracterizado como alguien maldito, condenado por tanto al sufrimiento hasta el final de sus días. Y la maldición no es que nadie crea sus vaticinios; ésta es una maldición añadida a la primigenia, que la agrava (habría sido consolador haber podido compartir sus funestas premoniciones). Pero el mal de partida es ser adivina de un futuro terrible, sufrir la tragedia común con sus conciudadanos desde mucho antes que estos y por eso durante mucho más tiempo. Quienes no somos Casandra hemos de dar gracias a los dioses por no habernos “agraciado” con el terrible don de la profecía; ignorar el futuro es requisito indispensable –aunque no baste– para ser felices.
Vayamos pues a la primera Tragedia de La Orestiada y recordemos extractos del discurso de Casandra ante el Coro, antes de entrar en el palacio donde ya están Agamenón y Clitemnestra: “Corifeo: me admiro de que tú, criada al otro lado del mar, en una lengua extranjera, hables con acierto en todo, como sí hubieras vivido entre nosotros. / Casandra: Apolo, el adivino, me encargó esta tarea. / Corifeo: ¿Cómo siendo un dios estaba herido por un deseo? / Casandra: En otro tiempo se avergonzaba de hablar de ello. / Corifeo: Todo el mundo es más delicado en la prosperidad. / Casandra: Era un luchador que respiraba un completo amor por mí. / Corifeo: ¿Y llegasteis, como es costumbre, a la hora de los hijos? / Casandra: Tras consentir, engañé a Loxias. / Corifeo: ¿Estabas ya en posesión del arte adivino? / Casandra: Sí, ya vaticinaba a mis conciudadanos todas sus desgracias. / Corifeo: ¿Cómo, pues, te quedaste impasible a la ira de Loxias? / Casandra: A nadie convencía en nada, después de esta falta”. O sea, Apolo (Loxias era uno de sus epítetos como Dios de las profecías) quiere follar con Casandra (ésta dice que respiraba un completo amor por ella, pero el Corifeo es menos pudoroso: estaba herido por el deseo). El Dios le propone concederle el don profético a cambio de un buen revolcón, de llegar a la “hora de los hijos” (cada coito, y más con un Dios, traía siempre esa consecuencia) pero, tras consentir, Casandra le engaña. Pero ya había obtenido lo que quería que, sin embargo, no le iba a aprovechar porque como castigo por su falta, a nadie convencían en nada sus vaticinios.
Apolo, a diferencia de su padre Zeus, por ejemplo, era bastante delicado con las que deseaba como amantes; nada de tomarlas por la fuerza. A Casandra le ofrece algo que sin duda ella quería: conocer el futuro. De la lectura de Esquilo se deduce que entre la concesión del don y la culminación del engaño pasa un tiempo, el suficiente para que Casandra comprobara que, en efecto, lo poseía (“ya vaticinaba a mis conciudadanos todas sus desgracias”). Ello sugiere un proceso de aprendizaje, probablemente en el propio templo de Apolo que hubiera en Troya, arropada por sus sacerdotes. Ahora bien, tampoco pudo pasar demasiado tiempo porque, en tal caso, bastantes troyanos, empezando por la familia real, habrían escuchado sus reiterados vaticinios y la habrían creído, al no haber sido aún castigada con la maldición. Aunque, de otra parte, me llama la atención que en el Agamenón declare que sus anuncios eran siempre funestos. Casandra verifica que ha recibido el don que tanto ansiaba pero, al mismo tiempo, que ese don es parcial, sólo le vale para anticipar desgracias, no alcanza a ver ninguna buenaventura en el porvenir. Una de dos: o el futuro no ha de traerles más que desgracias o Apolo ha cumplido el pacto sólo a medias. A la vista de lo que ocurrió, Febo no había hecho ninguna trampa, pero es comprensible que la joven prefiriera creer la segunda opción. En cualquier caso, sus premoniciones tuvieron que aterrarla; es seguro que cuando vio lo que significaba conocer el futuro se arrepintió de haberlo deseado. Hay pues varios argumentos para entender que Casandra se negara a acostarse con Apolo, afrontando incluso el grave pecado de impiedad que suponía engañar a un Dios. A lo mejor, desesperada, buscaba justamente un castigo que, por muy terrible que fuera, llevara consigo también perder ese don que ya rechazaba.
Es habitual en la mitología griega que las acciones de los Dioses sean irreversibles. Si uno hace algo, otro no puede deshacerlo; incluso el mismo que lo ha hecho se ve incapacitado para rectificar. Por eso, las incesantes peleas entre los olímpicos es un continuo juego de ingenio: tienen que aceptar la putadita que les ha hecho su rival y devolverles otra que, de alguna manera, le dé a la vuelta. En el relato de Casandra, siguiendo esta regla general, la interpretación habitual es que Apolo, cabreado por el engaño de la troyana, y no pudiendo despojarla del don que ya le había entregado, la castiga con la maldición de que sus profecías nunca sean creídas. Ahora bien, yo creo que, aunque hubiera podido arrebatarle la mántica, no lo habría hecho. El Dios tuvo que ver sobradamente que Casandra ya sentía haber recibido no un regalo sino una maldición. Por más que no conste en ninguna de las fuentes, yo imagino una escena final entre Apolo y la reciente pitonisa, en la que ésta le ruega que la limpie de esas visiones adivinatorias, que llorando le diga que se equivocó al pedírselas, que le prometa a cambio que se acostará con él cuantas veces quiera, que hará todo lo que le pida (hay algunas tradiciones que refieren las habilidades sexuales de nuestra protagonista). Pero el hijo de Zeus le contesta que no puede, que por una absurda ley cósmica lo que se da no se quita. Y entonces es Casandra la que, en arrebato adolescente, incapaz de asumir la responsabilidad de la que había sido su decisión, se enrabieta y le da calabazas nada menos que a uno de los más poderosos dioses del Olimpo.
Si no fuera así, como elucubro, carecería de sentido que la joven se negara a acostarse con Apolo. Tener relaciones sexuales con un dios era un honor, algo sumamente deseable para cualquier mujer (y para cualquier varón hacerlo con una diosa) y, además, las troyanas no eran precisamente pacatas en cuanto al folleteo, y mucho menos si éste se revestía de ceremoniales religiosos. La única explicación pausible para entender que Casandra declinara la cópula con Febo no es otra que la voluntad de ofender al Dios, de vengarse en él por haber sido dañada, porque se niega a quitarle el don profético una vez que ella se ha dado cuenta de que es una maldición. Así pues, al menos hacia la mitad del siglo V aC (época del Agamenón de Esquilo), yo diría que el personaje de Casandra está caracterizado como alguien maldito, condenado por tanto al sufrimiento hasta el final de sus días. Y la maldición no es que nadie crea sus vaticinios; ésta es una maldición añadida a la primigenia, que la agrava (habría sido consolador haber podido compartir sus funestas premoniciones). Pero el mal de partida es ser adivina de un futuro terrible, sufrir la tragedia común con sus conciudadanos desde mucho antes que estos y por eso durante mucho más tiempo. Quienes no somos Casandra hemos de dar gracias a los dioses por no habernos “agraciado” con el terrible don de la profecía; ignorar el futuro es requisito indispensable –aunque no baste– para ser felices.
Witchy woman - Eagles (Eagles, 1972)
También se podría pensar que Casandra cometió un error típico de la mitología griega: quería escapar de su destino. Quizás consideraba que si olvidaba los vaticinios, estos no llegarían a cumplirse... Tonto, pero no más que Edipo y sus padres cuando intentaron evitarlo, lo cual ayudó precisamente a que se cumpliera la tragedia anunciada.
ResponderEliminarEs otra interpretación pero no me termina de convencer. Primero porque Casandra era muy inteligente, bastante más que Edipo. Jamás habría pensado que no conociendo lo que iba a ocurrir podría evitarlo; en todo caso, más bien al contrario. De otra parte, esa hipótesis no explica por qué iba a negarse a cumplir su pacto con Apolo.
EliminarHay una contradicción intrínseca en la posibilidad de conocer el futuro para cambiarlo, no solo en el caso de Casandra, sino en la idea misma: si pudieras cambiarlo, ya no sería ese el futuro, y por tanto no lo conocerías. No es que Casandra esté especialmente maldita con un "suplemento" de maldición por el cual nadie haga caso de sus vaticinios, sino que a cualquiera capaz de conocer el futuro, solo por eso, forzosamente le sucederá no poder evitarlo. Si el clarividente sabe que algo sucederá, es porque inexorablemente sucederá. Si, por conocerlo, pudiera evitarlo, sucedería otra cosa, y sería esa otra cosa la que le habría mostrado su clarividencia. Todas las historias de profecías se basan en esa paradoja, adobándola de un modo u otro.
ResponderEliminarEl principio es el mismo que el de los viajes al pasado para cambiar el presente: si yo pudiera viajar al pasado, mi presencia en él y lo que allí hubiera hecho formaría parte de eso que ahora, en el presente, ya es pasado inalterable. Lo que pasó, pasó, interviniera o no en ello un viajero del tiempo.
Es decir, suponiendo que pudiéramos "movernos" en el tiempo, eso solo cambiaría nuestro punto de vista sobre él, pero no lo cambiaría a el ni a lo que en él sucede, que sucede solo una vez y solo de una forma. La buena ciencia ficción sobre el asunto ("Las puertas de Anubis", de Tim Powers, es un buen ejemplo) respeta ese principio evidente, y la que no lo respeta ("regresos al futuro" y similares, incluído el ínclito "Lost") solo por eso ya demuestra ser mala.
Exacto
EliminarLansky
Totalmente de acuerdo, Vanbrugh. Ahora bien, supongamos que cada escenario temporal es uno entre infinitos posibles, pero que esos otros también existen; más o menos las ficciones (o teorías) sobre universos paralelos. Si viajas al pasado, tu sola presencia, obliga en efecto a que ese pasado no sea el pasado del que proviene tu presente, ergo ya estás cambiando el futuro (te has salido del universo correspondiente a tu sucesión temporal para irte a otra).
EliminarSi los troyanos hubieran creído a Casandra y quemado el caballo de madera, por ejemplo, simplemente habrían cambiado el futuro. No es que Casandra se hubiese equivocado, sino que ella habría visto otro futuro, el que también sucedió pero en otro universo paralelo. Bien es cierto que si fuera así (si hubiera infinitos futuros posibles), la capacidad profética quedaría muy devaluada: anticiparas lo que anticiparas, siempre sería un posible (y por lo tanto real) escenario futuro.
Sí, la bonita historia de los universos paralelos. Es, en mi opinión, una bobada vistosa, en la que inevitablemente se viene a dar cada vez que se tropieza con las paradojas de la traslación en el tiempo a velocidad distinta de +1s/s.
ResponderEliminarPero no me sirve. Si son universos efectivamente "paralelos", no se cruzan. No se puede viajar a uno desde otro, ni se puede esperar que, desde un punto temporal de uno cualquiera de ellos, pueda verse el futuro de otro. Lo que pasa en cada uno de ellos, pasa solo una vez y de una sola manera, esa es precisamente la razón de que, para aceptar que puedan "ocurrir" dos cosas distintas, tengamos que suponer la existencia de otros universos: que en cada uno de ellos solo puede ocurrir una sola cosa. Me suena que hay incluso alguna consideración sobre el principio de conservación de la energía que requiere esta impenetrabilidad mutua entre hipotéticos universos paralelos.
De aceptar la existencia de universos paralelos, además, tendríamos que imaginar una sucesión infinitamente infinita (infinito elevado a infinito) de universos, en alguno de los cuales sucede cualquier cosa que imaginemos que pueda suceder, (y también las que no imaginamos). Y "ver el futuro", en ese contexto, no querría decir nada, como bien apuntas, o más bien querría decir algo al alcance de cualquiera: imaginarlo, en la seguridad de que lo imaginado será real en algún universo. Eso, de ser un don, sería a lo sumo el talento literario, no la adivinación.
En resumen, con universos paralelos o sin ellos, sigue siempre siendo cierto que cada Casandra de cada universo no puede cambiar el futuro correspondiente a ese universo en el que está, porque si lo conoce es precisamente porque es ese, y no otro.
No sé a lo que te refieres con la velocidad de traslación en el tiempo, y mucho menos qué es +1s/s (porque supongo que no es 1 que es lo que parece esa notación, en la que no sé qué es s).
EliminarObviamente lo de universos paralelos no hay que tomárselo al pie de la letra. Llámalos como quieras. Yo lo que dije es que si viajas al pasado ése ya no es el pasado, porque en el pasado no estabas tú, luego es otro pasado que ocurre (o ha ocurrido) en otra dimensión temporal. Que a eso se le llame o no universo paralelo es irrelevante.
Lo que me parece importante es tu tercer párrafo, en el que expresas perfectamente la conclusión que yo apunto bastante más torpemente. En efecto, aceptar la existencia de universos paralelos implica aceptar que todo lo que puede pasar pasa realmente. Incluso admitiendo que hubiera algunas restricciones “lógicas” (por ejemplo, que un acontecimiento suponga la imposibilidad de otros), seguirían siendo infinitas las posibilidades y, por tanto, los universos. Por volver a Casandra, sus paisanos le hicieron caso y quemaron el caballo y Troya se salvó y Ulises no regresó a Ítaca y, naturalmente, la cultura occidental fue distinta. En ese universo paralelo, tú y yo no existimos o a lo mejor sí pero somos distintos, o a lo mejor somos los mismos, pero no he escrito este post sobre Casandra porque el personaje es mucho más aburrido.
En todo caso, a mi modo de ver, es cuestión terminológica. Coincido contigo en que Casandra, con universos paralelos o sin ellos, no puede cambiar el futuro pero no, como tú dices, porque si lo ve es que es ése y no otro. Esa razón vale sin universos paralelos, pero no si hay infinitos universos paralelos. Aunque aún así, tampoco puede cambiarlo, porque ese futuro que no ve es también un futuro posible y, por lo tanto, un escenario temporal real en otro universo. Y lo de que es otro universo no es más que una afirmación convencional hecha a posteriori, desde quienes estamos en uno de los infinitos futuros (que para nosotros es presente) y sabemos cuál es el pasado del que proviene (y negamos, por supuesto, que de ese pasado hayan derivado futuros distintos al que vivimos). En fin, un poco lioso.
Todos nos trasladamos en el tiempo a la velocidad de un segundo por segundo (1s/s). Si lo hiciéramos a una velocidad mayor que esa, viajaríamos al futuro. Si lo hiciéramos a una menor, negativa, al pasado. A eso me refiero. Viajar en el tiempo es desplazarse por él a una velocidad distinta de la de 1s/s a la que lo hacemos habitualmente.
EliminarYo lo que digo es que si viajas al pasado, ese sí es el pasado, y que en ese pasado sí estuviste tú, puesto que ahora has viajado a él. El pasado solo es uno, y si viajas a él, es que ese pasado, el único, incluye tu viaje, aunque no lo sepas. Es la única forma en que me parece aceptable hablar de viajes al pasado. Creer que hubo un pasado que no incluía tu viaje, pero que ahora que viajas a él hay otro distinto, que ya sí lo incluye, es exactamente la inconsistencia lógica de la que decía que denuncia a la mala ciencia ficción sobre el asunto. Creí que habías dicho que estabas de acuerdo.
El del paralelismo de los universos es una cuestión terminológica, sí, y por eso es importante, en absoluto irrelevante. Y, naturalmente, hay que tomársela al pie de la letra. Recurrimos a esa hipótesis como un intento de resolver esa imposibilidad lógica, pero no la resuelve. Decimos de dos cosas incompatibles que suceden en distintos universos precisamente porque son incompatibles. La hipótesis de distintos universos no es una forma de hacer que desaparezca esta incompatibilidad, sino todo lo contrario, otra forma de referirnos a ella.
Fíjate si tiene importancia la terminología, que no te había entendido porque (supongo) no lograba asociar el verbo trasladar(se) con desplazarse en el tiempo, y mucho menos que expresaras la velocidad como tiempo entre tiempo. En realidad, decir que no nos movemos en el tiempo a 1 s/s no es decir nada, o mejor, es una redundancia. De la misma manera no logro concebir qué significa ir a “velocidades” superiores. Supongo que significa que cuando en el resto del universo pasan 2 segundos (por ejemplo), para mí ha pasado solo uno. Pero es que el que para mí pase uno no tiene sentido si no estoy inserto en el flujo temporal del resto del universo. No, yo los “viajes” en el tiempo los concibo más bien como un salirse del flujo temporal y aterrizar en otra época. Y salirse del flujo temporal vendría a ser instalarse en la eternidad, un concepto teológico que solo se explica como un estado al margen del tiempo, sin pasado ni futuro, todo es presente (obviamente inconcebible para nuestra mente que es, en su misma esencia, temporal, pero sí formulable en términos teóricos). Colocarse en el “lugar” donde está Dios, vamos, y desde ahí, desde la omnipresencia (y ese omni es tanto espacial como temporal) te vas a la “escena” temporal (y espacial) que quieras.
EliminarNo me quiero enrollar, pero me da la impresión que calificas de inconsistencia lógica algo que, si aceptas la hipótesis, no me parece serlo tanto. En otras palabras, es inconsistente porque tu lógica se basa en la linealidad e inevitabilidad del tiempo: el pasado pasó y el futuro aún no ha llegado. Dices que el pasado es solo uno, pero eso no deja de ser un axioma. Y es que, bajo la lógica de que el pasado solo es uno, es absolutamente ilógico que podamos viajar a él, porque el que aparece en el pasado es un ser hecho de un tiempo que aún no ha ocurrido. En cambio, si admites que hay infinitos pasados, siempre puedes viajar a alguno de ellos (en teoría, claro) sin caer en la inconsistencia lógica. En todo caso, soy consciente de que no estoy explicándome bien.
Y sí, tienes razón: recurrimos a la hipótesis de los universos paralelos porque si solo hubiera uno hay la imposibilidad lógica de desplazarse en el tiempo. Y, a diferencia de ti, yo sí veo que los universos separados (no necesariamente paralelos) resuelven la existencia de cosas incompatibles en una única línea de tiempo. Insisto: si yo viajo a 1930, por ejemplo, ese 1930 no puede ser el 1930 del que venimos. Si estando allí mato a Hitler no ocurre el holocausto y el 2016 que vendrá es otro distinto al actual. Pero eso no quiere decir que el 2016 actual haya desaparecido. Simplemente estás en otro universo, porque cada universo quedaría definido por su propio encadenamiento temporal de eventos físicos. Qué le pasaría al yo que viajó desde “nuestro” 2016, pues no lo tengo muy claro. Probablemente, tendría que seguir mi existencia desde el 1930 de ese otro universo … En fin, da para fantasear, pero no lo veo inconsistente. Al contrario, me parece una hipótesis justamente para que los viajes en el tiempo no sean inconsistentes.
Ni yo ni nadie tiene ni idea de si es posible viajar en el tiempo. Mucho menos aún, claro, de cuál sea el mecanismo exacto mediante el que se haga, en caso positivo: si abandonando el flujo del tiempo para ingresar en la eternidad, entendiendo como eternidad el no-tiempo, y volverse a zambullir en otro punto distinto, o si, san salir de él, remontándolo “contra corriente”, en dirección opuesta, para ir al pasado y adelantándote a él, “más deprisa” que él, para ir al futuro. De un modo u otro, lo cierto es que si ahora mismo estoy en el día 23 de Septiembre de 2016, y dentro de dos segundos de mi tiempo subjetivo me encuentro en el día 23 de Septiembre de 2050, el resultado puede describirse como que me he trasladado en el tiempo a la velocidad de 12 años/s, o de 378.432.000 s/s. Y si, en cambio, dentro de dos segundos estoy en el día 23 de septiembre de 1956, lo que he hecho, de un modo u otro, es viajar en el tiempo a la velocidad de – 30 años/s, es decir, de – 946.080.000 s/s. Y siendo esto así, no me parece ninguna redundancia, y sí algo bastante exacto y útil, decir que si ninguno de estos cambios de fecha tiene lugar, y dentro de dos segundos me encuentro aún en el 23 de septiembre de 2016, solo que dos segundos después de dos segundos antes, lo que he hecho es moverme en el flujo temporal a la misma velocidad que él, es decir, 1 s/s. A mi juicio no solo sí quiere decir algo, sino que es la única forma exacta y apropiada de hablar de viajes en el tiempo.
EliminarNo veo inconsistencia lógica alguna en la idea de viajar en el tiempo. Sea o no posible hacerlo en la práctica, es desde luego posible imaginar que pudiera hacerse. Pero hay que imaginarlo bien, de modo consistente con la lógica. Y puede también hacerse mal, imaginando, por así decirlo, que se hace en condiciones incompatibles consigo mismas.
Sigo:
EliminarDonde veo inconsistencia, por tanto, es en imaginar una determinada forma de viajar en el tiempo en la cual yo volvería a un pasado en el que, hasta ese viaje, no había estado, en el que solo “apareceré” “después” de este viaje en el tiempo. Es decir, en la cual hay dos pasados distintos, el que sucedió cuando yo aún no había viajado en el tiempo y el que sucede después de que yo viaje. Concebido el tiempo de esta manera, a mi juicio errónea, sucede también que adivinar el futuro nos permite cambiarlo, y nos encontramos así con dos futuros distintos, el que se adivina antes de que llegue y el que realmente sucede después, cuando, gracias a la adivinación, hemos evitado el futuro adivinado. Es esta forma de concebir el tiempo la que da lugar a paradojas insolubles –que yo mate a mis abuelos, por ejemplo, y por tanto imposibilite mi propio nacimiento; o que el futuro que adiviné no sea el que realmente sucede, por lo cual no se entiende por qué fue el que adiviné - que, en última instancia, solo ponen de relieve que esta forma de concebir el tiempo es errónea. Y es esta forma de concebir el tiempo la que digo que caracteriza a la mala ciencia ficción.
Hay, o eso creo, otra forma de concebir el tiempo y de imaginar posibles viajes en él, que no me parece en absoluto inconsistente. La que sabe que las cosas solo suceden una vez, y de una única forma. La que, cuando imagina que viajo en el tiempo al pasado, sabe que ese pasado, que sucedió una sola vez, incluye por tanto mi visita a él; y que mi presente es consecuencia suya, de todo lo que en él sucedió, incluída mi visita. (La que sabe que, puesto que existo y viajo en el tiempo, es porque no maté a mi abuelo en aquella visita.) La que sabe que, puesto que mi clarividencia me permite adivinar el futuro, no hay nada que pueda hacer para cambiarlo, puesto que, si lo cambiara, el futuro ya no sería ese que adiviné y, por lo tanto, yo no lo habría adivinado.
Las inconsistencias de la primera forma de concebir el tiempo son tan obvias que se tropieza enseguida con ellas. La hipótesis de los universos paralelos es un intento de resolverlas. En mi opinión es un intento fallido, un modo de trasladar las paradojas insolubles a un ámbito mayor y más complejo, en el que ,como no hay forma de comprobarlas empíricamente, cualquier hipótesis puede darse por buena, y sus posibles inconsistencias pasan más inadvertidas entre nuestra incapacidad general de entender el conjunto y establecer sus normas. En resumen, creo que se trata del conocido mecanismo de formular la pregunta en otros términos, y creer que esta nueva formulación es la respuesta. Enmascara las contradicciones, pero no creo que las resuelva.
Ya había entendido que te referías a lo que ahora explicas con lo de la velocidad de traslación en el tiempo. Lo que pasa es que no entiendo el planteamiento, creo que haces una petición de principios errónea. Dices que en 2 segundos te desplazas 34 años hacia adelante pero, ¿cómo sabes que has tardado dos segundos? Lo más que puedes decir es que has percibido la duración temporal de treinta y cuatro años como si fueran dos segundos; o que los procesos orgánicos que han ocurrido a tu cuerpo (el que se ha "desplazado") equivalen a los que, en condiciones normales, tardan dos segundos. Porque, a mi modo de ver, el tiempo que ha pasado en tu desplazamiento ha sido de treinta y cuatro años. De todos modos, si el desplazamiento es instantáneo la velocidad ¿es infinita? En fin, no veo qué necesidad hay de introducir el tiempo que se tarda en ir de un momento temporal a otro, porque complica la cuestión sin añadir ninguna mejora. En todo caso, para mis efectos, imaginaré viajes en el tiempo a velocidad infinita (lo de salirse del tiempo y volver a entrar). El viaje está fuero del tiempo y, por lo tanto, no tiene sentido medir lo que tarda.
EliminarTotalmente de acuerdo con tu primer párrafo del segundo mensaje. Si el tiempo es lineal, si el pasado es el que fue y el futuro será el que será, es imposible viajar en el tiempo, salvo que nos saltemos la lógica. Y no hace falta matar a tus abuelos.
EliminarPor eso no entiendo tu segundo párrafo, pues me parece la misma forma de concebir el tiempo. Si las cosas solo suceden una vez y de una única forma, yo no puedo viajar al pasado, porque ese pasado es incompatible con mi visita a él. Y tampoco, ciertamente, puedo cambiar el futuro, porque ese futuro que veo es el que inevitablemente va a ocurrir.
Mientras no alcanzo a distinguir la concepción de tu primer párrafo de la del segundo y, en consecuencia, en ambas es lógicamente inconsistente moverse en el tiempo, sí me parece en cambio que la hipótesis de los universos paralelos (o mejor distintos y además infinitos) sí resuelve dichas inconsistencias. Naturalmente que no hay forma de comprobar la hipótesis, pero eso no quiere decir que se mantengan las paradojas. Desplazarse en el tiempo, en esta hipótesis, implicaría salirse de la sucesión de eventos que conforman la historia del universo del que parte el “viajero” y dar un salto a otro universo. No hay ninguna contradicción. Cuestión distinta es que nos lo creamos.
Si, como dices, no alcanzas a distinguir las dos distintas concepciones del tiempo de que hablo, no puedes estar "totalmente de acuerdo" con mi primer párrafo, que solo se refiere a una de ellas. Entre otras cosas, porque mi conclusión de ese primer párrafo no es, en absoluto, que sea imposible viajar en el tiempo sin saltarse la lógica.
EliminarComo digo, creo posible imaginar una forma de viajar en el tiempo compatible con la lógica -la que entiende que todo sucede una sola vez y de una sola forma, y que ese conjunto único de sucesos incluyen mi viaje en el tiempo, en lo cual yo al menos no aprecio ninguna inconsistencia ni imposibilidad lógica.
Y es posible imaginar otra, netamente diferente, en la que el pasado sucedió de una manera, hasta llegar al presente, en que yo viajo al pasado y solo entonces lo cambio, a partir de lo cual sucede "otro" pasado, de otra manera distinta. Esta segunda sí es ilógica y da lugar a paradojas insolubles que requieren de la seudo explicación de los universos paralelos. La primera, no.
La diferencia me parece evidente pero, sinceramente, no se me ocurre ninguna forma de explicarla que la haga más evidente de lo que ya me lo parece con lo que he dicho de ella.
No lo había entendido como ahora lo explicas. Pero es que decías que veías inconsistencia "en imaginar una determinada forma de viajar en el tiempo en la cual yo volvería a un pasado en el que, hasta ese viaje, no había estado, en el que solo “apareceré” “después” de este viaje en el tiempo". Yo, en efecto, veo también inconsistencia e imposibilidad lógica por la sencilla razón de que si el pasado sucedió de una única manera, sucedió sin que tú estuvieras ahí. Si todo sucede de una sola vez, como sostienes, no puedes viajar al pasado. Me parece muy claro y creía que era lo que sostenías.
EliminarTu segunda opción, la que ves inconsistente, es la que necesariamente ocurre si viajas al pasado. El pasado sucedió de una única manera hasta llegar al presente y entonces viajas al pasado y lo cambias. Pues claro, es que si viajas al pasado necesariamente lo cambias, es otro pasado distinto del que sucedió antes de que existieras y decidieras viajar a él.
Por tanto yo no veo dos concepciones distintas, sino la misma en la que introduces el viaje en el tiempo. Y es la misma porque en ambos casos estás concibiendo un tiempo lineal en un mismo universo. Por supuesto, en ambas me parecen imposibles (con la lógica) los viajes en el tiempo.
Digamos que la concreta sucesión temporal es una de las notad definitorias de un universo dado. Si admitimos la modificación de esa concreta sucesión temporal (y eso es lo que ocurre si admitimos los viajes en el tiempo), necesariamente nos salimos del universo conocido. Que haya otros universos, más que hipótesis explicativa, es requisito necesario, a mi modo de ver, para que los viajes en el tiempo sean posibles en términos lógicos. En el fondo, llamo "otro universo" a cualquier sucesión temporal de los acontecimientos distinta. Y si hay otro universo casi estoy obligado a admitir que hay infinitos otros universos. O, lo que es lo mismo, todo lo que pudo ser ha sido, pero en otro universo. Si eso no es así, hay una imposibilidad lógica de viajar en el tiempo.
No, mi segunda opción sí es inconsistente, pero no es "lo que necesariamente ocurre si viajas al pasado". Porque tampoco es necesariamente cierto que "si el pasado sucedió de determinada manera, sucedió sin que yo estuviera allí". Quizás sucedió estando yo allí, y aún no lo sé, porque aún no ha llegado el momento de mi tiempo subjetivo en el que viajaré al pasado y me enteraré. Quizás el anciano amable que se me acercó en el parque a mis siete años y me preguntó en qué pensaba era yo a los sesenta y ocho años, viajando en el tiempo a 1965. No tengo modo de saberlo, pero si dentro de diez años descubro el modo de viajar en el tiempo, voy a 1965 y me acerco en el parque a un niño de siete años cuya cara me sea muy familiar, para preguntarle en qué piensa, entonces lo averiguaré. La posibilidad es remota, pero perfectamente imaginable y, esta sí, compatible con la lógica. Una novela de ciencia ficción, y he leído más de una, en la que pasara algo semejante, es la que considero basada en una concepción correcta del tiempo. Otra en la que el señor del parque me asesinara, por ejemplo, o cambiara de algún modo lo que efectivamente ha sucedido, y yo sé ahora que ha sucedido, sería lo que por eso considero mala ciencia ficción, basada en esa concepción del tiempo que me parece errónea, por incompatible consigo misma, y que en cambio tú pareces considerar la única posible.
EliminarNo, Vanbrugh, no me convences con tu anécdota tan de Hollywood. Para mí, es exactamente lo mismo que vayas al pasado y hables al niño que fuiste o que lo mates; en ambos casos has cambiado el pasado por el viaje en el tiempo. Me cuesta explicártelo y más a estas horas. Solo se me ocurre decirte que el tú que ha viajado está hecho justamente de lo que aún no ha pasado entre 1965 y 2016 y, por tanto, no puede estar en 1965 porque es él lo que en 1965 aún no ha ocurrido. Para mí, la única posibilidad de retroceder en el tiempo si se concibe de forma lineal y en un único universo es volviendo a ser el que eras en la fecha a la que llegas, porque tú, como el resto de los elementos de este único universo, estás hecho de tiempo. Naturalmente, no podrías retroceder más atrás de tu propio nacimiento. Por eso, la única opción que se me ocurre para no caer en la imposibilidad lógica, es que al viajar en el tiempo te salgas de tu tiempo; es decir, pases a otro universo.
EliminarPero, en fin, intuyo que también en esto estamos en universos paralelos (y éstos si no se tocan).
Lo siento, Miroslav, pero todo lo que me dices, y que explicas muy bien a pesar de hacerlo a altas horas de la mafrugada, corresponde a una concepción del tiempo, y de los posibles viajes en él, que considero errónea y que es la que, en mi opinión, caracteriza a la mala ciencia ficción sobre el asunto. De hecho no creo que un "viaje al pasado" así entendido sea un verdadero viaje al pasado. Será un viaje a... donde sea, a otro sitio. Otro sitio en el que sucederán (futuro) cosas que aún no han sucedido; y que por tanto, no será el pasado, porque el pasado, por definición, es el conjunto de cosas que ya han sucedido.
EliminarUn viaje al pasado, entendido tal como yo creo que debe hacerse y tal como lo entiende mucha ciencia ficción que, por ello me parece buena, respeta siempre esta premisa fundamental:
Cualquier cosa que un viajero en el tiempo que viaja a una época anterior haga en esa época, la ha hecho ya en el momento de emprender el viaje.
Estoy de acuerdo contigo en que un viaje al pasado implica que todo lo que haga el viajero ya lo haya hecho antes de viajar. Lo que pasa es que esa condición es para mí la que imposibilita el viaje al pasado. Viajas al 1965 y te encuentras con el niño que eras. Pero ese cincuentón de 1965 moriría antes del fin de siglo. De otra parte, ese cincuentón, si eres el Vanbrugh de 2016 que viaja en el tiempo, es una persona de 2016 que, por tanto, tiene en su cabeza (en todo su ser, en realidad) hechos que aún no han acontecido en 1965. Si entendemos (lo que me parece exigible) que “pensar” es también “hacer”, el viajero en el tiempo al llegar a 1965 y conocer lo que no conocía, está pensando lo que no había pensado antes de viajar. Pero, si ampliamos tu condición a que el viajero no puede hacer nada que no podría haber hecho en 1965 (condición distinta pero que me parece tan congruente con tu concepción del tiempo como la que enuncias), es aún más evidente que ese viajero no podría ser el Vanbrugh de 2016. Llegaríamos por tanto a la que la única posibilidad de viaje en el tiempo (bajo la concepción del tiempo lineal en inmutable) es retroceder en la edad y convertirte en el niño que eras en 1965. Pero ese viaje no mola, ni es el que se entiende como tal en ningún relato de ciencia ficción, sea buena o mala. Y, claro, no podrías ir más atrás de tu nacimiento.
EliminarPor último, también estoy de acuerdo contigo en que viajar a un pasado distinto es viajar a otro sitio, con tu definición de que el pasado es inmutable porque ya ha sucedido. Pero, insisto, solo podemos viajar a otro pasado pues desde el momento en que aterrizamos en él, ése ya no es exactamente el pasado que sucedió.
Yo también creo que el viaje al pasado no es posible, pero no por los mismos motivos que me apuntas. Creo que, si fueran posibles, sucederían tal y como yo los concibo, a un pasado que ya habría tenido lugar con todo lo que en él efectivamente pasó, incluida, por tanto, mi visita a él. Y eso, que el Vanbrugh de 2016 "aparezca" en 1965, con toda su carga de vivencias y conocimientos correspondientes al período 1965-2016 que aún no han tenido lugar, me parece lo interesante del viaje en el tiempo, pero no la imposibilidad lógica que lo impide. En principio no veo nada metafísicamente imposible en el hecho de que en 1965 puedan coincidir en un parque dos personas distintas, que son la misma en dos momentos diferentes de su vida: el niño que nació en 1958 y que en ese momento tiene siete años, y el señor de sesenta y ocho años en que se ha convertido en 2026, que descubre el modo de viajar en el tiempo, va a 1965 y se encuentra con el niño en el parque. Desde ningún punto de vista lógico se me aparece esto, en principio, como imposible; tanto, que no descarto en absoluto que cualquiera de los desconocidos varones, de edad superior a los cincuenta y ocho años que ahora tengo, con los que me he cruzado en mi vida, no hayan sido yo mismo, viajando en el tiempo para echarle un vistazo afectuoso al individuo que fuí en un momento anterior de mi vida.
EliminarLo creo imposible porque esta hipótesis daría lugar a un género de paradojas igualmente imposibles que la que ya hemos examinado de "sucesos que se impiden a sí mismos" (por entendernos: que el Vanbrugh viajero del tiempo asesine en 1965 al niño que fue, por lo cual él mismo no pueda existir ni asesinar), pero mucho más interesantes: la de los sucesos que se causan a sí mismos.
Por ejemplo: supongamos que el Vanbrugh de sesenta y ocho años, viajero en el tiempo a 1965, le enseña al Vanbrugh de siete años una preciosa canción, que solo conoce él, y que solo conoce, además, porque se la enseñó un señor muy amable al que se encontró en el parque cuando tenía siete años, en 1965. ¿Quién ha compuesto esa canción?
O la misma paradoja, expuesta de un modo aún más inquietante: mi joven amigo Eugenio, que iene ahora, en 2016, dieciocho años, me ha contado muchas veces una curiosa historia de su familia, la de su tatarabuelo. El padre de su abuelo, me cuenta, era un vagabundo, venido no se sabe de dónde, al que conoció su tatarabuela cuando ambos tenían treinta años. Se enamoraron, se casaron y fueron felices muchos años, rodeados de sus hijos y nietos.
Murió apaciblemente en 1955.
Mi joven amigo Eugenio es una mente brillante, y se convierte en un científico. En 2028, con treinta años, descubre el modo de viajar en el tiempo y viaja al año 1928, en el que aparece como un vagabundo de treinta años, venido de no sé dónde. Se enamora de una chica de su edad, se casa con ella, tienen hijos y nietos y muere en 1955.
En otras palabras, resulta que mi joven amigo Eugenio es, gracias al viaje en el tiempo, su propio tatarabuelo...
Este género de paradojas a las que podría dar lugar mi particular concepción de cómo sería un viaje al pasado, demuestran su imposibilidad igual que las otras, pero me parecen mucho más interesantes desde el punto de vista literario que los manidos viajes en el tiempo al pasado para "cambiarlo".
Dices: “Y eso, que el Vanbrugh de 2016 "aparezca" en 1965, con toda su carga de vivencias y conocimientos correspondientes al período 1965-2016 que aún no han tenido lugar, me parece lo interesante del viaje en el tiempo, pero no la imposibilidad lógica que lo impide”. Estoy de acuerdo en que, en efecto, eso es lo interesante; más incluso, si el Vanbrugh que aparece en 1965 no llevara consigo todas las vivencias y conocimientos con las que “salió” no cabría siquiera hablar de viaje, al menos tal como se ha entendido en la cultura popular. Pero es que justamente, para mí, en eso radica la imposibilidad lógica. De entrada, si el 1965 al que va Vanbrugh es el que ocurrió cuando Vanbrugh era un niño, hay que pensar que Vanbrugh en 2016, antes de viajar, ya sabe que ha viajado. Y es más. Necesariamente tiene que viajar, porque si no viajara el pasado no habría sido como fue. Supongo que admitirás que Vanbrugh tiene la capacidad de decidir no viajar en cuyo caso cambiaría el pasado. O tal vez es que había dos pasados, dependiendo de la decisión que tome Vanbrugh cincuenta años después. De otra parte, eso de que no se puede hacer que cambie el pasado (que admito como regla) implica que el viajero no puede hacer nada que no haya ocurrido, pero ¿cómo se impide? ¿Está sujeto a un imperativo temporal que le obliga a hacer exactamente lo que hizo cincuenta años antes el viajero que era él? Siempre se va al ejemplo de matar (que es obviamente lo más radical), pero para mí cualquier cosa que haga supone alterar el pasado. Y luego está el cómo vuelve Vanbrugh al presente con las consecuencias de cambiar el futuro. Todas estas paradojas, como las llamas (incluyendo las que describes), son inconsistencias lógicas que demuestran la imposibilidad del viaje al pasado. Pero creo que no hace falta hacer una lista de todos estos ejemplos; repito que para mí la imposibilidad radica en que somos tiempo y, por tanto, en tu concepción lineal del tiempo, un viajero no puede aparecer en el pasado con vivencias de lo que aún no ha ocurrido. Ahí radica, para mí, el meollo de la imposibilidad lógica bajo la concepción lineal del tiempo; todas las paradojas no hacen sino derivar de esta incomptibilidad básica.
EliminarNo, el Vanbrugh de 2016, de antes de viajar, soy yo ahora mismo. Y, como ya he dicho, no sé si viajaré al pasado, pero no lo descarto. Viajaré hacia atrás, si lo hago, con respecto al flujo común del tiempo, pero no con respecto a mi propio tiempo subjetivo, que marcha siempre en la misma dirección, hacia adelante. Respecto de ese tiempo mío subjetivo -pero solo respecto de ál, no respecto del tiempo común- lo que experimente el viajero en el 1965 al que viajará dentro de diez años es aún futuro de dentro de diez años, y por tanto aún desconocido para mí. Lo que ahora sé de 1965 es lo que sabe el niño que fuí entonces. Cuando dentro de diez años viaje a 1965, entonces y solo entonces viviré desde los ojos y la consciencia del viejo la escena del encuentro que hasta ese momento solo he vivido desde los ojos y la consciencia del niño, que ignoraba entonces, como yo sigo ignorándolo ahora mismo, si ese señor con el que habló era o no él mismo, sesenta y un años más viejo.
EliminarDel mismo modo que dices que si el viajero en el tiempo no conservara sus vivencias y recuerdos del tiempo posterior a aquel al que viaja, no cabría hablar de viaje en el tiempo, digo yo ahora que si mi propio tiempo subjetivo -lo que yo experimento como paso del tiempo- no siguiera transcurriendo hacia delante durante el viaje "hacia atrás" tampoco cabría hablar de viaje.
Creo que enfocas el comportamiento del viajero en el orden incorrecto. Lo que yo haga dentro de diez años en mi viaje a 1965 lo decidiré libremente entonces, dentro de diez años. Áhora ni sé ni tengo por qué saber qué será. Y eso que entonces, dentro de diez años -cuando esté en 1965- decida libremente hacer, sin traba alguna, sera algo que ahora mismo ya ha sucedido, porque sucedió en 1965. Esa es la paradoja fundamental de un posible viaje en el tiempo, y es en las implicaciones -muchas de ellas imposibles, efectivamente- de esa paradoja donde personalmente encuentro el interés de un posible viaje en el tiempo.
Creo, Vanbrugh, que te haces trampas a ti mismo en el empeño de hacer compatible tus "leyes fundamentales del tiempo" con la posibilidad de un viajero. El único escape que te veo es que el viajero estuviera al margen de dichas leyes, y aún así tampoco, pero en fin ... Si el pasado ya pasó y tu vas a viajar a él en el futuro, ahora, antes de tu viaje, y dado que eres resultado de ese pasado al que viajaste deberías recordarlo. Lo llamas paradoja, pero yo prefiero llamarlo incompatibilidad lógica. También lo es que lo que ocurra en el pasado dependsa de la voluntad del viajero. Que metas ahora la distinción entre el tiempo "objetivo" y "subjetivo" no me parece más que una artimaña que complica el ausnto pero nada aporta. Me da igual que tu recuerdo de lo que ocurrió en 1965 sea el del niño: si eso ocurrió estás obligado a viajar en el tiempo dentro de diez años.
EliminarEn todo caso, como ya te he dicho, para mí esas que llamas paradojas no son sino anécdotas derivadas de la fundamental imposibilidad: que tú (y cualquier otro viajero) sois tiempo y, si éste es lineal y único, un conjunto de entes (tus moléculas, tus pensamientos, etc) de 2016 no pueden "ponerse" en 1965.
Supongo que no hay manera de que nos entendamos, pero al menos nos divertimos.
Efectivamente, nos divertimos. Esto parece una conversación de frikies de "Big Bang theory".
EliminarNo veo nada tramposo en admitir que ahora, a los cincuenta y ocho años, no puedo recordar un viaje en el tiempo que aún no he hecho, y que haré cuando tenga sesenta y ocho, dentro de diez. Lo que me parecería una artimaña tramposa sería lo contrario. Esa "continuidad de mí mismo", a la que llamo tiempo subjetivo, me parece una condición fundamental de mi personalidad, imprescindible para que haya viajero y, por tanto, viaje. Si no la experimentara, no sería "yo" quien viajara, ni podríamos llamar viaje en el tiempo a lo que me sucediera. Viaje o no en el tiempo, soy una persona normal y, como todos, no puedo recordar a mis cincuenta y ocho años más que lo que me ha sucedido en esos cincuenta y ocho años, incluído, eso sí, lo que me pasó a los siete. Y en ese recuerdo de mis siete años no hay datos aún para saber si el señor que me encontré en el parque era o no yo mismo. Solo cuando llegue a ser efectivamente el señor de sesenta y ocho años que viaja en el tiempo a 1965 podré saber que aquel señor era yo. No antes. Insisto, no es una artimaña, es lo único que se aproxima a la verosimilitud en este asunto fundamentalmente inverosimil.
Y sigue pareciéndome una mala descripción de lo que sería un viaje en el tiempo esa insistencia tuya en que, puesto que estuve en 1965 teniendo sesenta y ocho años, "estoy obligado" a viajar a 1965 cuando cumpla sesenta y ocho años. Es una descripción incorrecta, debida a un punto de vista limitado mentalmente por nuestra percepción habitual del tiempo -que, de momento, no incluye viajes al pasado-. Si tales viajes fueran posibles, nuestra vivencia del tiempo sería muy distinta, y sabríamos entonces que es justo al revés: libremente, y sin el menor conocimiento previo y condicionante de lo que "pasó" en ese viaje mío a 1965, puesto que aún no lo he hecho, viajaré o no a 1965, y haré allí lo que me dé la gana. Y eso que haga, como dije ya hace unos cuantos comentarios, lo habré hecho ya al emprender el viaje, puesto que lo hice en 1965, sesenta y un años antes de ese momento. La única forma de concebir viajes en el tiempo verosímiles debe respetar a la vez esas dos cosas aparentemente -solo aparentemente, insisto, debido a la torpeza con la que manejamos y comprendemos el tiempo- contradictorias.
Yo También creo, Joaquín, que hacer viajes en el tiempo es imposible y tengo la impresión de que Vanbrugh lo mismo. La discusión va sobre la posibilidad lógica de hacerlo que (en esto creo que coincidimos ambos) depende de la concepción del tiempo que se haga.
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