Es de sobra conocida la admiración de Leonard Cohen hacia Lorca. Él mismo, en el discurso que pronunció cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2011, se refirió a su estrecha vinculación con el poeta granadino. Dijo que cuando era un adolescente ansiaba encontrar una voz propia. Estudió y se familiarizó con los poetas ingleses, los copió, pero no le dieron la voz que buscaba. Entonces leyó a Lorca, aún traducido, y comprendió que había una voz. No es que copiara su estilo –no se habría atrevido– sino que sintió que el poeta le daba permiso para encontrar su voz, para encontrar un yo. Con el paso de los años comprendió que esa voz incluía también unas instrucciones: nunca lamentarse, y si hay que expresar la derrota que a todos nos llega debe hacerse dentro de los estrictos límites de la dignidad y de la belleza. La verdad es que a uno le impresiona imaginar a un adolescente con esas inquietudes, con ese anhelo de una voz propia; eran emociones propias de una sensibilidad artística muy desarrollada que, sin duda, el joven Leonard guardaba para sí (no son de las que se comparten con los compañeros de instituto).
También es verdad que no se puede evitar la sospecha de que haya no poco de pose elaborada a posteriori. Todos construimos la narración de nuestras vidas, incluso de nuestros yoes, de lo que somos (o, al menos, nos gustaría creer o hacer creer que somos). Y procuramos que ese relato adquiera sentido, que los remotos acontecimientos del pasado, de cuando éramos críos, prefiguren nuestros presentes. En todo caso, tenía curiosidad por concretar algo más la génesis de esa relación de Cohen con Lorca. En la biografía del canadiense que en 2012 publicó Sylvie Simmons (I’m your man, the life of Leonard Cohen) se afirma que el “big-bang de Leonard, el momento en el cual poesía, música, sexo y anhelos espirituales colisionaron y se fusionaron en él por primera vez ocurrió en 1950, a los quince años. Leonard estaba al exterior de una librería de segunda mano curioseando en las cajas de libros que había colocadas en la calle y se encontró con un libro titulado The Selected Poems of Federico García Lorca, lo hojea y se detiene, al azar, en el poema “Gacela del mercado matutino”. Quiero imaginar ese momento lo más visualmente posible: un chaval de rictus serio, expresión triste (he visto fotos de su adolescencia), hacia finales de la primavera de 1950 o ya en el verano (no concibo que en los meses fríos las librerías de Montreal sacaran a la calle cajas de libros), que hurga entre volúmenes usados de poesía, encuentra ese con una selección de poemas, lo hojea y se siente golpeado, que se le erizan los pelos de la parte de atrás del cuello.
Busco información sobre ese libro en inglés de poemas escogidos de Lorca y en primera instancia pienso que se trata de la selección de la editorial estadounidense New Directions porque fue ésta la que popularizó a Lorca entre los lectores norteamericano. El problema es que esta edición es de 1955, cinco años después de la fecha en la que la biógrafa de Cohen data el “big-bang” particular. Reconozco que pensé que el canadiense nos había mentido, que su descubrimiento del poeta español fue muy posterior, cuando ya había acabado la universidad. Si así fuera, gran parte de su “mitología personal” quedaba muy tocada. Pero sigo buscando y descubro que otro libro de Selected Poems fue publicado en 1943 y 1947 por Hogarth Press, una casa británica, con las traducciones de Stephen Spender y J.L. Gili. Y en efecto, en esas ediciones consta el poema que cita la Simmons, lo que me sobra para creer en la veracidad de la anécdota. Así que imaginemos que en 1950, en efecto, Leonard estaba manoseando un libro que a lo mejor era parecido al de la imagen adjunta. Y ahí se encontraba con la undécima gacela del Diván del Tamarit que en la traducción inglesa sonaba así (al lado el original en nuestra lengua):
Through the arch of Elvira Por el arco de Elvira
I want to see you pass, quiero verte pasar
to know your name para saber tu nombre
and begin weeping. y ponerme a llorar.
What grey moon at nine ¿Qué luna gris de las nueve
drew the blood from your cheek? te desangró la mejilla?
Who gathers your seed ¿Quién recoge tu semilla
of sudden blazing in the snow? de llamaradas en la nieve?
What brief cactus needle ¿Qué alfiler de cactus breve
murders your crystal? asesina tu cristal?
Through the arch of Elvira Por el arco de Elvira
I'm going to see you pass, voy a verte pasar,
to drink your eyes para beber tus ojos
and begin weeping. y ponerme a llorar.
What voice to chastise me ¡Qué voz para mi castigo
you raise through the market! levantas por el mercado!
What enraptured carnation ¡Qué clavel enajenado
among the heaps of corn! en los montones de trigo!
How far away I am near you ¡Qué lejos estoy contigo,
how near when you go away! qué cerca cuando te vas!
Through the arch of Elvira Por el arco de Elvira
I'm going to see you pass, voy a verte pasar,
to feel your thighs para sentir tus muslos
and begin weeping. y ponerme a llorar.
Proviene del poemario El Diván del Tamarit, que fue publicado en 1940, ya muerto Federico. Los poemas fueron escritos durante la primera mitad de los treinta, probablemente espoleado por la aparición de los Poemas arábigo-andaluces de Emilio García Gómez (quien, a su vez, prologaría el Diván). Federico concibió el libro como un homenaje a los poetas árabes de Granada y por eso era una colección de gacelas y casidas, dos de las formas más populares de la poesía árabe (y persa). Diván es una colección de poemas y Lorca lo llamó de Tamarit –que significa abundante en dátiles– porque ese era el nombre de una huerta familiar situada en el mismo borde de la vega granadina. El arco de Elvira es la puerta de la antigua muralla de la ciudad árabe, por la que entraban las sedas a la Alcaicería, el mercado árabe (aunque no sería ése el mercado que canta García Lorca) y también por donde entraron los Reyes Católicos para tomar posesión de la capital nazarí. Pero todas estas referencias más o menos cultas nada pudieron influir en la emoción que la lectura de este poema provocó en el adolescente Leonard Cohen. Tampoco pudo hacerlo la musicalidad original que desaparece casi por completo en inglés. Tuvieron que ser pues las palabras, los vocablos precisos que Federico escogió para crear unas imágenes plenas de fuerza, de significado, valores que no se pierden (al menos no del todo) en inglés.
No cabe duda, en todo caso, de que es un poema erótico de una intensidad extraordinaria. También creo descubrir en él no pocas semejanzas con el "enfoque" que preferiría Cohen en sus canciones de amor. Sin embargo, me sigo admirando de que esas dramáticas imágenes (la luna gris de las nueve que desangra la mejilla, la semilla de llamaradas en la nieve, el alfiler de cactus breve asesino del cristal), tan llenas a la vez de fuerza y de misterio, llegaran tan hondo a un chaval de una cultura tan distinta y lejana. Incluso los dos versos de más fácil inteligencia ("¡Qué lejos estoy contigo, qué cerca cuando te vas!) se me antojan demasiado ajenos para un muchacho de quince años. Pero, lo dicho, Leonard debió ser un claro ejemplo de sensibilidad precoz. Tanta que al leer ese poema (y supongo que otros más del mismo libro, ahí de pie en una calle de Montreal) sintió que Lorca lo estaba llamando, que exigía una repuesta. Y entonces supo que tenía que escribir, gracias a Federico encontraba su voz.
Para acabar, y sin que signifique cuestionar un ápice la extrema sensibilidad poética (ante la belleza, como él habría dicho) del Cohen adolescente, creo obligado citar otra motivación clave en la voluntad de ser poeta de ese chaval de de inicios de los cincuenta y no es otra que la más pedestre de ligar, de conseguir que las chicas se fijaran en él y, a partir de ahí, lo que cayera. No olvidemos que ese muchachito probablemente tímido llegaría a ser un gran seductor, un verdadero mujeriego (ladies's man). Él mismo lo confesó años más tarde que alguien que supiera alabar la belleza de una chica se le hacía a ésta muy atractivo y, en aquellos años, antes de la irrupción del rock'n'roll, esa actividad era monopolio de los poetas. Estábamos muy hambrientos, contó, no era como ahora que te acuestas con tu novia; yo simplemente quería que me abrazasen. Bueno, cada uno liga como puede. A continuación una canción de Cohen cuya letra es la versión en inglés del poema Pequeño vals vienés, escrito por Federico en 1929 y recogido en Poeta en Nueva York. Esta versión procede del magnífico concierto en Londres de 2009 (la original s epublicó en el disco I'm Your Man, de 1988)
Take this waltz - Leonard Cohen (Live in London, 2009)
Cohen no se diferenciaba en eso del resto de sus contemporáneos. Según encuestas fiables, Lorca es el peta español de todos los tiempos más admirado por los extranjeros. El disco es precioso.
ResponderEliminarEs verdad, pero dos matices. El primero, que es lo que a mí me sorprende, es la extrema sensibilidad poética de un chaval de quince años. El segundo que el comienzo de la enorme popularidad de Lorca en el mundo anglosajón (en el norteamericano, para ser más exactos) es a partir de la publicación del Selected Poems del 55. Aunque ya había traducciones (sobre todo del Romavero Gitano y del Poeta en Nueva York) circulando en los USA, aún no había sido la eclosión. Bien es verdad que Canada enlazaba con la órbita británica por la Commonwealth.
EliminarLorca, sin el menor menosprecio, es un poeta para quinceañeros, como Cernuda lo es para sesentones. Y claro, hay que estar tarducido, como El Quijote, que revalorizaron los 'anglos', para poder ser apreciado.
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