Ayer por la tarde noche conducía escuchando la radio –Cataluña, todo el rato Cataluña–. En el programa 24 horas de RNE Miguel Ángel Domínguez entrevistaba a Pablo Casado, vicesecretario de comunicación del Partido Popular. Casado cree que el independentismo va a bajar y se basa en dos motivos. El primero sería que han quedado demostradas según él todas las mentiras de que iban a vivir en la Arcadia feliz sin salir de Europa. El segundo, que se ha visto que el Estado tiene los mecanismos para evitar la sedición en cualquier territorio de España. Oír esta argumentación de la boca de un dirigente del PP, sin sorprenderme, reafirma mi idea de que mal vamos con este Gobierno. Porque pienso que estos dos factores no van a provocar que el porcentaje de independentistas en Cataluña disminuya, sino yo diría que más bien al contrario.
Desde luego, los dirigentes catalanes han mentido a sus ciudadanos (o a sí mismos). La mentira consistió en vender que Cataluña puede convertirse en una república independiente contra la legislación española. Pero no necesariamente es mentira que una Cataluña independiente, de forma pactada con España y por tanto integrada en Europa, pueda ser un Estado perfectamente viable en el que sus ciudadanos vivan igual o mejor que en España. Lo que los catalanes han comprobado tras este disparatado procés ha sido que el Estado español no está dispuesto a permitir que la Generalitat incumpla la Ley (lo cual han vendido como que el Estado no permite que los catalanes decidan y desprecia las decisiones de sus instituciones). Si yo fuera catalán e independentista –o, al menos. dubitativo– no creo que lo que ha ocurrido (o los dos motivos que esgrime Casado) me convencieran para dejar de serlo. Me parece más probable que me reafirmara en mis querencias aunque pensara que conviene cambiar de estrategia, que hay que esforzarse en aumentar el número de independentistas y forzar a que el Estado admita los cambios legales pertinentes.
Desde luego, los dirigentes catalanes han mentido a sus ciudadanos (o a sí mismos). La mentira consistió en vender que Cataluña puede convertirse en una república independiente contra la legislación española. Pero no necesariamente es mentira que una Cataluña independiente, de forma pactada con España y por tanto integrada en Europa, pueda ser un Estado perfectamente viable en el que sus ciudadanos vivan igual o mejor que en España. Lo que los catalanes han comprobado tras este disparatado procés ha sido que el Estado español no está dispuesto a permitir que la Generalitat incumpla la Ley (lo cual han vendido como que el Estado no permite que los catalanes decidan y desprecia las decisiones de sus instituciones). Si yo fuera catalán e independentista –o, al menos. dubitativo– no creo que lo que ha ocurrido (o los dos motivos que esgrime Casado) me convencieran para dejar de serlo. Me parece más probable que me reafirmara en mis querencias aunque pensara que conviene cambiar de estrategia, que hay que esforzarse en aumentar el número de independentistas y forzar a que el Estado admita los cambios legales pertinentes.
De hecho, los últimos acontecimientos no han reducido el número de independentistas. El Centre d’Estudis d’Opinió publicó ayer los resultados del Barómetro de Opinión Política, a partir de las encuestas domiciliarias realizadas entre el 16 y el 29 de octubre (es decir, en el periodo comprendido entre el ingreso en prisión de los Jordis y la aplicación del 155 más la supuesta declaración unilateral de independencia). La pregunta 31 del cuestionario es si quiere que Cataluña se convierta en un Estado independiente y responden que sí el 48,7% de los encuestados y que no el 43,6% (el 52,7% y el 47,3% respectivamente si prescindimos de quienes no sabían o no contestaban). En encuesta anterior, del mes de junio, esos porcentajes eran 41,1% y 49,4% (45,5% y 54,5% descontando los que no responden expresamente). Así que los factores que Casado prevé que harán reducir el número de independentistas han producido más bien lo contrario. Lo cierto es que –siempre según el CEO–, el porcentaje de catalanes que entre las cuatro opciones de la pregunta 30 (quiere que Cataluña sea una región de España, una Comunidad Autónoma, un Estado dentro de una España Federal o un Estado independiente) prefiere la cuarta ha ido creciendo de forma sostenida (aunque con altibajos) desde el 14% de marzo de 2006 al casi 50% de la última encuesta. Si nos fijamos en la gráfica, la clara inflexión ascendente se produce a los pocos meses del gobierno de Rajoy.
Hay pues indicios suficientes para pensar que, en relación con los catalanes, los chicos del PP no están precisamente fomentando afectos hacia España, sentimientos de integración en el Estado. Más bien cabría sostener que han propiciado, por el contrario, la desafección, lo que sin duda ha sido aprovechada por los dirigentes soberanistas. Pero este diagnóstico no es nuevo, se lleva repitiendo hasta la saciedad desde hace tiempo. Sin embargo, no parece que Rajoy y los suyos se hayan enterado, a la vista de la respuesta que dio ayer Casado a la pregunta de qué habían hecho mal desde el Gobierno. A la joven promesa pepera tan sólo se le ocurrió decir que quizá el fiarse de los nacionalistas. Ya estamos acostumbrados a que los políticos se nieguen obcecadamente a reconocer errores, así que prefiero pensar que probablemente sí sabrán cuáles de sus actos han contribuido a aumentar el número de independentistas. Pero pareciera que piensan que no deben corregir su línea de actuación, no sé si porque creen que la tendencia alcista del sentimiento independentistas se va a quebrar o porque consideran que deben seguir así incluso aunque siga aumentando el independentismo. La primera hipótesis no parece en principio acertada, al menos a corto plazo (quizá a largo, pero lo dudo). La segunda es la que más me cuadra con el estilo y carácter del PP y, a mi modo de ver, es una grave irresponsabilidad que contribuirá a ahondar la fractura entre Cataluña y el resto del Estado hasta un grado irreversible.
Hay pues indicios suficientes para pensar que, en relación con los catalanes, los chicos del PP no están precisamente fomentando afectos hacia España, sentimientos de integración en el Estado. Más bien cabría sostener que han propiciado, por el contrario, la desafección, lo que sin duda ha sido aprovechada por los dirigentes soberanistas. Pero este diagnóstico no es nuevo, se lleva repitiendo hasta la saciedad desde hace tiempo. Sin embargo, no parece que Rajoy y los suyos se hayan enterado, a la vista de la respuesta que dio ayer Casado a la pregunta de qué habían hecho mal desde el Gobierno. A la joven promesa pepera tan sólo se le ocurrió decir que quizá el fiarse de los nacionalistas. Ya estamos acostumbrados a que los políticos se nieguen obcecadamente a reconocer errores, así que prefiero pensar que probablemente sí sabrán cuáles de sus actos han contribuido a aumentar el número de independentistas. Pero pareciera que piensan que no deben corregir su línea de actuación, no sé si porque creen que la tendencia alcista del sentimiento independentistas se va a quebrar o porque consideran que deben seguir así incluso aunque siga aumentando el independentismo. La primera hipótesis no parece en principio acertada, al menos a corto plazo (quizá a largo, pero lo dudo). La segunda es la que más me cuadra con el estilo y carácter del PP y, a mi modo de ver, es una grave irresponsabilidad que contribuirá a ahondar la fractura entre Cataluña y el resto del Estado hasta un grado irreversible.
Opino que a estas alturas cualquier gobierno de España debe poner entre sus máximas prioridades lograr revertir la tendencia alcista de los sentimientos independentistas entre los catalanes. No me da la impresión de que ésta sea una prioridad del actual gobierno; diría que ni siquiera entre la mayoría de la población española. Un territorio en el que la mitad (más o menos) de la población quiere separarse del Estado está en una situación de fortísima inestabilidad; pero si en unos años ese porcentaje vuelve a tener un subidón como el vivido entre 2011 y 2013 y se coloca en torno al 70-75%, se cambiará la Constitución para reconocer el derecho de autodeterminación y Cataluña se convertirá en una república independiente con el visto bueno de España y de Europa. La culpa no será sólo del PP, claro, pero también.
Nota: Me descargué el postcad de la entrevista de ayer a Pablo Casado; luego corté el mp3 para dejar solo la parte que es objeto de este post (entre los minutos 20 y 26 aproximadamente); la subí a box.com, servidor que he usado varias veces en este blog; y finalmente inserté el widget para el audio se insertara en el post. Pero, no sé por qué, no funciona. Ai que quien quiera escuchar la entrevista no tiene más que pinchar este link.
Nota: Me descargué el postcad de la entrevista de ayer a Pablo Casado; luego corté el mp3 para dejar solo la parte que es objeto de este post (entre los minutos 20 y 26 aproximadamente); la subí a box.com, servidor que he usado varias veces en este blog; y finalmente inserté el widget para el audio se insertara en el post. Pero, no sé por qué, no funciona. Ai que quien quiera escuchar la entrevista no tiene más que pinchar este link.
“No me da la impresión de que ésta –la de lograr revertir la tendencia alcista de los sentimientos independentistas entre los catalanes- sea una prioridad del actual gobierno; diría que ni siquiera entre la mayoría de la población española”.
ResponderEliminarLos españoles llevamos los últimos treinta años, más o menos -desde que se pasó el primer impulso de euforia por haber llevado a cabo la transición, aprobado la Constitución y establecido un estado democrático- comprobando cómo la enorme descentralización administrativa y política que durante estos años se ha desarrollado y afianzado, y en concreto la creación y crecimiento de gobiernos regionales con una enorme autonomía; fenómeno que tuvo su origen en las reivindicaciones históricas de dos regiones muy concretas -País Vasco y Cataluña- y que, de un modo un tanto artificial, se extendió mediante el famoso “café para todos” a la totalidad, ha funcionado satisfactoriamente -con un coste económico desproporcionado y a mi juicio disparatado, pero bueno- para todas ellas menos, precisamente, para las dos en cuyo honor se inventó esta especie de federalismo sui generis a la española.
La impresión general es que la constante y sistemática transferencia de competencias estatales a los gobiernos autonómicos, que ha sido especialmente intensa en el caso de estos dos, en vez de servir para satisfacer sus reclamaciones, ha tenido el efecto contrario, de tal manera que cuantas más competencias y dinero recibían, más reclamaban, y cuanto más alto era su nivel de autogobierno, más se quejaban de no tener el suficiente.
A mi no me extraña nada, por tanto, que la idea de que para disminuir los sentimientos nacionalistas es necesario hacer mayores concesiones al nacionalismo no sea precisamente popular entre la mayoría de los españoles: tiene -tenemos- buenos motivos, nada irracionales sino con un fundamento bastante sólido en los hechos, para pensar que el trato de favor, lejos de disminuir las ansias de independencia, las alimenta. Por el sencillo motivo de que hemos visto que es eso, exactamente, lo que ha pasado ininterrumpidamente desde la misma creación del estado autonómico.
La explosión de este fenómeno que ha supuesto el procès catalán, además, ha puesto de manifiesto hasta para quienes llevaban décadas fingiendo ignorarlo que este incesante trasapaso de competencias estatales a gobiernos autonómicos en manos nacionalistas ha sido empleado por ellos, especialmente en el caso del catalán y especialmente en el caso de las competencias educativas, para alimentar el sentimiento de desafección hacia el resto del Estado. Suena “facha”, desgraciadamente, recordar que en Cataluña no es posible escolarizar a tus hijos en castellano, y que en las escuelas catalanas se enseña una versión falseada de la historia y se adoctrina a los niños en la idea de que España es un estado extranjero y opresor. Pero es verdad, y que decirlo suene a nacionalismo español fascistoide es solo el resultado de que la izquierda, de modo para mí incomprensible y criminalmente culpable, decidió hace años volver la espalda a los catalanes no nacionalistas y a la verdad e ignorar o negar resueltamente estos hechos.
Llevamos décadas, en resumen, con la clara y fundada impresión de que la de “revertir la tendencia alcista de los sentimientos independentistas entre los catalanes” es tarea imposible, al menos por los procedimientos que hasta ahora se siguen proponiendo como los únicos útiles para lograrla y que la mayoría consideramos, amén de injustos y onerosos, obviamente contraproducentes. ¿Te extraña que no nos parezca una prioridad? A mí lo que me extraña es que se siga hablando en serio de ella.
Eso es cierto. Algunos dan la matraca con el federalismo, pero se podría decir que España es uno de los países más federales de facto. La única diferencia si fuéramos de jure federales que nuestros estados o como se llamaran también votarían en Europa, como los Länder alemanes.
EliminarVienes a sostener, Vanbrugh, que la “constante y sistemática transferencia de competencias estatales a los gobiernos autonómicos” no solo no ha satisfecho las veleidades independentistas sino que las ha incentivado. No estoy de acuerdo en varios de tus supuestos. Por ejemplo, en la titularidad que asumes de las competencias que se transfieren (estatales) o en que se hayan transferido “demasiadas”. Mi impresión en cambio –quizá porque trabajo en una administración periférica– es que el Gobierno central dista mucho de haber asumido que estamos en un Estado descentralizado en el que no hay una relación jerárquica sino de colaboración desde un reparto competencial.
EliminarTampoco comparto (pero este disenso es más intuitivo) que el fomentar el autogobierno propicie a su vez el independentismo. Si eso fuera cierto, cabría sostener (como en el fondo lo hace el PP y C’s) que recentralizando el Estado se disminuye el independentismo. No lo sé, pero creo que no. Creo que lo que aumenta el independentismo es el poder vender a los ciudadanos agravios desde el Estado. Si esto se hace mintiendo, mucho más a huevo lo tendrán si hay datos reales en tal sentido.
Estás convencido de que revertir la tendencia alcista del independentismo en Cataluña es tarea imposible. Yo no lo creo; creo que es posible que muchos catalanes que han pasado al independentismo puedan cambiar de opinión, si sienten que están a gusto dentro de España. Si compartiera tu pesimismo, concluiría que inevitablemente Cataluña se independizará porque de lo que sí estoy convencido es de que es imposible mantener en un país un territorio en el que una gran mayoría de su población quiere separarse. Por eso, si es un objetivo mantener a Cataluña en España, pienso que es una prioridad cambiar la opinión de muchos catalanes. El cómo
Releo mi comentario y no encuentro que en ninguna parte haya dicho que se hayan transferido demasiadas competencias. (En cuanto a la titularidad de estas, me resulta evidente que antes de la transferencia eran estatales, ¿de quién si no podrían ser, y cómo podría el Estado haberlas transferido si no las tuviera?). He dicho, sí, que se han transferido muchas: “enorme autonomía”, “transferencia de competencias especialmente intensa en el caso de Cataluña y País Vasco”, “incesante traspaso de competencias estatales a gobiernos autonómicos en manos nacionalistas”, son las expresiones exactas que he empleado, y ninguna de ellas encierra un juicio sobre si que sean tantas las transferencias es malo o bueno, ni sobre si me parece o no excesivo. He juzgado como desproporcionado, eso sí, su coste económico, pero eso no tiene que ver con cuántas se transfieren sino con cómo se hace. Y he juzgado como nocivo también el empleo que de algunas de ellas ha hecho la autonomía catalana, porque me parece evidente que lo es. Yo no tendría nada en contra de que tuviera, como tiene, prácticamente todas las competencias en materia de educación si no las empleara, como me parece indiscutible que lo hace -de hecho no me lo discutes- para adoctrinar e intoxicar.
EliminarY no, considerar , como una gran mayoría de españoles consideramos, que el fomento del autogobierno ha propiciado en la práctica el independentismo -cosa que tampoco me discutes que haya pasado, ni veo cómo podrías hacerlo, porque de hecho es evidente que ha pasado- no implica sostener que recentralizando el estado se disminuya. El independentismo aumenta por la prédica victimista del nacionalismo, y a esta le sirve igual como combustible que se le den más competencias que que se le nieguen.
De hecho, yo no tengo ningún interés en que se recentralice el estado. La descentralización, teóricamente, me parece excelente, y no tengo nada en absoluto contra el autogobierno. Lo que creo que habría que haber combatido desde el principio es el uso intoxicador de ese autogobierno. Jamás se debería haber permitido la actual situación de la educación en Cataluña, por ejemplo. Y para evitarla no era necesario retirarle a la Generalitat las competencias en educación, habría bastado con obligarla a emplearlas decentemente. Sin perseguir el empleo del castellano, sin convertir los mitos nacionalistas en asignaturas, sin enseñar que el estado español es algo distinto, ajeno y hostil a Cataluña. Para eso estaba el artículo 155 en la Constitución desde 1978, y se hubiera podido aplicar, sin traumas y sin escándalo, contra cada medida autonómica que atentara directa y gravemente contra los intereses generales de España, marcando claramente los límites de lo que se podía y no se podía hacer.
Sigo:
EliminarEl independentismo, como digo, aumenta porque el nacionalismo, con todos los medios que el autogobierno pone en sus manos (pero encontraría también el modo de hacerlo sin ellos), lo predica y lo fomenta sin que nadie se lo impida. Aumentar el autogobierno no ha evitado que eso pase, como tampoco lo habría evitado restringirlo o limitarlo. Y como no lo ha evitado hasta ahora, y todos hemos tenido ocasión de comprobarlo, me parece perfectamente lógico que una gran mayoría de españoles no nos creamos que vaya a evitarlo en el futuro, se le llame federalismo o como se le quiera llamar. Que el empleo masivo de vitaminas no haya impedido el cáncer no significa, desde luego, que vayamos a impedirlo dejando de tomarlas; pero tampoco invita a confiar en que doblar la dosis vaya a tener ningún efecto.
Yo no sé si revertir la tendencia alcista del independentismo en Cataluña es tarea imposible. Quizás haya algún modo de hacerlo (que, de existir, no me cabe duda que pasaría, por ejemplo, por impedir que el gobierno autonómico catalán predique el odio a España desde las escuelas y los medios públicos). De lo que sí estoy seguro, yo y muchos millones de españoles, es de que no es aumentando el autogobierno catalán como va a conseguirse. Ni siquiera negociando con quienes han dejado claro desde el principio que no admiten otra negociación que la relativa a cuándo y cómo se van.
Y, concluyo: todos los discursos bienpensantes y más o menos bienintencionados que pretenden que para revertir el auge del nacionalismo catalán hay que hacer que los catalanes se sientan "a gusto" dentro de España (¿por qué, me pregunto, hay mayor obligación de procurar la comodidad de los catalanes que la de los extremeños o los aragoneses?) me parecen, en el mejor de los casos, más o menos culpablemente ignorantes de cuál es el problema, excatamente igual que si un médico me insistiera en que mi cáncer desaparecerá tomando la cantidad adecuada de vitaminas. Incluyo en estos el federalismo del PSOE y la futura negociación de la Constitución que ha pactado con el PP.
EliminarY en el peor (y aquí incluyo el estado plurinacional y deliquios similares, de los distintos avatares de Podemos y compañeros de viaje), una forma de disfrazar el empeño deliberado de que el estado actual reviente, imagino que con la expectativa de las ganacias que suelen obtener los pescadores en río revuelto. Exacatamente igual que si un curandero me asegurara que mi cáncer desaparecerá con el curalotodo de su invención.
Usas varias veces el término evidente y yo, la verdad, no estoy tan convencido como tú de que tu versión de lo que ha ido ocurriendo en Cataluña sea tan evidente. Te centras en el asunto de la educación y afirmas, más o menos, que las competencias educativas se han convertido en una herramienta para adoctrinar a los niños y, en particular, inculcarles el odio a España. No te digo que no haya habido de eso pero desconfío de esa generalización e intencionalidad malévola.
EliminarEstoy de acuerdo contigo en que los nacionalistas, los que por las razones que sean quieren que Cataluña sea un Estado, irán a lo suyo con más auto gobierno o con menos, con más “agravios” desde el Estado o con menos. El problema no son esos nacionalistas que “tiran del carro”, que se involucran, sino la masa de la población. Eso ellos lo saben, y su objetivo es que haya cada vez más que se sientan a su lado y, para ello, el mejor método es fomentar la idea de que España oprime a Cataluña.
Eso lo harán, como bien dices, sea verdad o no. Pero yo quiero creer que les será más difícil si no es verdad. Por muchas campañas de ideologización manipuladora que haya, si se mantiene una estrategia deslegitimadora desde la razón y el sentido común (no desde la fuerza) creo que se puede erosionar la estrategia nacionalista. Mejor dicho, si se hubiera se habría podido, porque a mi modo de ver se ha pecado por omisión y ya las cosas han llegado demasiado lejos.
No estoy de acuerdo con que pensar que si se logra que los catalanes se sienten a gusto en España es ignorar cuál es el problema. ¿Cuál es el problema entonces? No que haya unos independentistas que siempre ha habido, sino precisamente que su discurso cala en una parte muy importante de la población. Si ese porcentaje sigue subiendo, ten por seguro que iremos a la secesión de forma legal.
Y no, no es que haya más obligación de procurar que los catalanes se sientan a gusto en España que los extremeños o aragoneses. Es una mera cuestión práctica: es en Cataluña –y no en Extremadura o en Aragón– donde hay una parte muy significativa de la población que no se siente a gusto en España y, además, la tendencia parece indicar que ese porcentaje sigue creciendo.
Lo que sostengo es que en la actualidad no se puede mantener unida a un país una parte de éste con una mayoría muy amplia de independentistas. ¿Crees tú que es posible lograrlo de manera continuada en el tiempo? Ciertamente, hay que aplicar las medidas coercitivas ante el quebrantamiento legal, pero si no se acompañan de una política para que cada vez más población “se sienta a gusto” (desactivando, entre otras cosas, la altísima intensidad emocional) mala salida tiene esto.
Yo tiendo a considerar "evidente" lo que me lo parece a mí, pero es cierto que la "evidencia" no es una cualidad objetiva de los fenómenos, sino una apreciación subjetiva de quien los percibe. Acepto por tanto que cosas que para mi son evidentes no lo sean para ti. Te agradecería, pues, que te limitaras a contestarme si te parecen o no simplemente ciertas las siguientes afirmaciones de las que mi comentario anterior afirmaba, reconozco que exageradamente, la evidencia:
Eliminar- Las competencias que el Estado transfiere a las CCAA eran de titularidad estatal antes de esa transferencia.
- La autonomía catalana ha hecho un empleo nocivo de algunas de ellas.
- En concreto, ha empleado las competencias educativas para adoctrinar e intoxicar.
- El independentismo ha aumentado al mismo tiempo que aumentaba el nivel de autogobierno.
(También te agradecería, claro, que de no parecerte cierta alguna de ellas me argumentaras por qué).
A mis excesivas evidencias tú opones tu "querer creer". Quieres creer que el discurso nacionalista de que España oprime a Cataluña prenderá más difícilmente si no es verdad. Yo estimo que el estado español no ha oprimido a Cataluña en absoluto durante los últimos cuarenta años (te agradecería, también, que me dijeras claramente si compartes esta opinión mía o si, por el contrario, sí crees que haya existido algo de opresión, y, en ese caso, en qué ha consistido), y advierto que ello no ha impedido que la prédica de la opresión prendiera y se extendiera. No encuentro forma de creer, por más que quisiera, que las cosas vayan a suceder de modo distinto a como han sucedido. “Querer creer” una cosa que la experiencia demuestra que no es cierta me parece una confesión implícita de impotencia no muy distinta que la mía, solo menos clara.
Los catalanes no tienen, en mi opinión, menos motivos para sentirse a gusto en España que cualquier otro español (y, una vez más, te agradecería que me dijeras claramente si lo crees así o no, y por qué). Si tratada la comunidad catalana igual o mejor que cualquier otra, los catalanes se sienten sin embargo “incómodos”, me parece legítimo concluir que su incomodidad no trae causa de ese trato, y que no es mejorándolo más aún como desaparecerá. Es, también para mí, una mera cuestión práctica.
No, no creo que sea posible mantener unido a un país si en una de sus regiones hay una mayoría amplia de independentistas. Creo, como tú, que si sigue aumentando el número de los independentistas iremos a la secesión, no sé si de forma legal o no. Ni siquiera estoy seguro de que sea necesario que aumente, temo que el porcentaje actual ya hace suficientemente difícil que la situación actual se mantenga a la larga.
Lo que en cambio no creo es que esta secesión se pueda evitar aplicando con mayor intensidad supuestos remedios (mayor autogobierno, federalismo, plurinacionalidad) que no han funcionado hasta ahora y que no hay ningún motivo, por tanto, para esperar que vayan a funcionar a partir de ahora.
Creo, en definitiva, que caben dos posibles conductas: aceptar la secesión y cambiar el ordenamiento de modo que sea legalmente posible: que se vayan de una buena vez, vaya, con tanta gloria como paz nos dejarán, o tratar de evitarla aplicando otros medios, sustancialmente distintos de los que a mí me parece evidente, por todo lo dicho, que no sirven para evitarla.
En definitiva, lo que deseo, y creo que conmigo varios millones más de españoles, es que de un modo u otro dejemos por fin de bailarle el agua al nacionalismo catalán.
A veces no es tan fácil limitarse a contestar si una afirmación a uno le parece simplemente cierta o no. No obstante, paso gustoso a intentarlo:
Eliminar1. Las competencias que el Estado transfiere a las CCAA eran de titularidad estatal antes de esa transferencia. No. Antes de la transferencia de una competencia, la misma la estaba ejerciendo el Estado, independientemente de que fuera o no de su titularidad. La titularidad de las competencias la define la Constitución (de forma abierta) y cada Estatuto de Autonomía (más concreta). Por ejemplo, en 1979, con la aprobación del primer Estatut, las competencias en ordenación del territorio y del litoral, urbanismo y vivienda pasaron a ser exclusivas de la Generalitat. Supongo que durante los meses siguientes se produjeron las correspondientes transferencias (de recursos, de personas, cambios reorganizativos, etc) pero durante ese intervalo, aunque las ejerciera aún el Gobierno central, eran ya de la Generalidad. En todo caso, lo importante es que las competencias de las CCAA no son una graciosa concesión del Estado, sino la concreción del derecho al autogobierno consagrado por la Constitución (artículo 2). Y digo esto último, porque un gran número de españoles (entre ellos muchos funcionarios de organismos estatales) no han “interiorizado” que estamos desde el 78 en un Estado autonómico.
2. La autonomía catalana ha hecho un empleo nocivo de algunas de ellas. Pues no sé, pero me atrevo a asegurar que esta afirmación es cierta, porque estoy convencido de que toda administración pública española (local, autonómica o estatal) ha hecho un empleo nocivo de alguna de sus competencias. Es una afirmación en exceso genérica como para no estar de acuerdo pero, por eso mismo, estar de acuerdo tampoco tiene mucho contenido.
3. En concreto, ha empleado las competencias educativas para adoctrinar e intoxicar. Eso dicen, pero yo no estoy convencido al cien por cien. Me explico: estoy dispuesto a admitir que ha habido casos de autoridades catalanas o docentes nacionalistas que han aprovechado las competencias educativas para adoctrinar e intoxicar, pero no tengo la seguridad de que sea una regla general. De otra parte, mucho habría que discutir sobre qué entendemos por “adoctrinar e intoxicar” porque, me temo, siempre hay adoctrinamiento e intoxicación en cualquier sistema docente, y además que lo haya depende de la ideología de quien lo juzgue. Por último, tengo comprobado, además de ejemplos concretos que yo mismo califico como de adoctrinamiento e intoxicación, otros contrarios que han sido calificados así por personas contrarias al catalanismo que a la primera descalifican las políticas de las autoridades catalanas.
4. El independentismo ha aumentado al mismo tiempo que aumentaba el nivel de autogobierno. No lo sé. Para saberlo tendría que relacionar las transferencias con la evolución del independentismo. En la gráfica que puse en este post se ve la evolución del independentismo solo desde 2006 y no sé si en estos últimos años ha habido muchas transferencias; más bien lo que ocurrió fue el recorte en el Estatut aprobado por el Parlament. De otra parte, en los primeros años de Rajoy, en los que, que yo recuerde, no hubo más transferencias sino amagos recentralizadotes, se produce un muy notable incremento del independentismo. Por último, si comprobamos que en 2006, con prácticamente todas las competencias ya transferidas a Cataluña, había un porcentaje relativamente bajo (y en todo caso asumible) de independentismo (no llegaba al 14%), parece razonable pensar que en los años anteriores pudo haber sido mayor y, por tanto, haber disminuido durante el proceso de transferencias. En resumen, que no sé si el independentismo aumenta con el nivel de autogobierno pero, sin los datos suficientes, tiendo en principio a pensar que no, que más bien disminuye.
5. El Estado español no ha oprimido a Cataluña en absoluto. Estoy de acuerdo. Yo, en ningún caso, usaría el verbo oprimir para calificar el comportamiento del Estado español hacia la Comunidad Autónoma catalana. Cuestión distinta es que las autoridades del gobierno estatal hayan sido adecuadamente “sensibles” a las reivindicaciones del autogobierno catalán o que hayan mantenido el necesario respeto al ejercicio de sus competencias. A este último respecto, desde mi experiencia te diré que estoy bastante harto de ejemplos en los que el Estado no respeta como debiera las competencias del autogobierno canario. Si eso ocurre con Canarias, puedo suponer que ocurre con todas las demás CCAA. Y también puedo suponer que no todas son igualmente “sensibles” a esas “faltas de respeto”. Todo lo anterior sin poner sobre la mesa las interpretaciones que hace Cataluña de intromisiones singulares en su autogobierno (es decir, las que el Estado hace en Cataluña pero no hace, incluso ante situaciones equivalentes, en otras CCAA).
Eliminar6. Los catalanes no tienen menos motivos para sentirse a gusto en España que cualquier otro español. Pues tampoco lo sé, porque “sentirse a gusto” no es una cuestión de tener motivos objetivos, sino subjetivos. En un mismo asiento tú puedes sentirte a gusto y yo no, y no por motivos objetivos sino porque tus gustos o expectativas son distintos de los míos. Por tanto, me parece que la veracidad de esta afirmación es irrelevante o, mejor, que no se puede juzgar en términos de veracidad. Lo cierto, al menos según dicen las encuestas, es que los catalanes (en conjunto, estadísticamente) se sienten meno a gusto en España que otros españoles, tengan más o menos motivos. Y eso es un problema político grave.
7. No creo que esta secesión se pueda evitar aplicando supuestos remedios que no han funcionado hasta ahora. Dado que no estoy convencido de que haya una relación directa entre aumento del autogobierno y aumento del independentismo, tampoco puedo asumir que los que llamas “remedios” (no lo son) no hayan funcionado hasta ahora. A lo mejor (te lo planteo como hipótesis) el independentismo ha aumentado no por el aumento del autogobierno sino por los actos (reales o aparentes) del Gobierno central que ponían en cuestión el ejercicio de éste. En todo caso, a diferencia de ti, yo no estoy en absoluto convencido de que no haya soluciones “pactistas” con la CA de Cataluña que puedan hacer dismunir el independentismo (conste que tampoco estoy convencido de lo contrario).
1.- Bien. Presentaste en su momento como discutible que yo hablara de transferencia de competencias “estatales” a las CCAA. (”No estoy de acuerdo en varios de tus supuestos. Por ejemplo, en la titularidad que asumes de las competencias que se transfieren (estatales)”). Lo cierto es que, antes de que se crearan las CCAA, las competencias que ahora tienen estas eran del Estado. No podían tener otro titular, porque no lo había. Prescindiendo de los detalles del largo proceso por el que se crearon las CCAA y se les atribuyeron competencias, globalmente lo que se ha producido desde 1978 a aquí es una transferencia de competencias desde quien inicialmente las tenía (el Estado, insisto, no existía otro posible titular) a quienes las han recibido de él (CCAA), y, sinceramente, no me parece que haya nada discutible en esta descripción.
Eliminar2.- Sí, claro. Todas las administraciones hacen a veces mal algunas cosas. Diluir en esta verdad genérica y obvia el fenómeno del que yo hablo, que se refiere a un mal uso específico, deliberado y sistemático de unas competencias concretas por parte de una determinada comunidad autónoma con una finalidad inequívoca y explícita me parece, simplemente, un síntoma más del síndrome del que hablo, el de querer negar la existencia del cáncer para poder seguir recomendando vitaminas como remedio.
3.- Tres cuartas de lo mismo. Como “no estás convencido al cien por cien” (nadie razonable lo está nunca de nada, pero eso no significa que no se pueda formar opiniones) de que la Generalitat emplee para adoctrinar e intoxicar sus competencias en materia de educación, no puedes “tener la seguridad” de que esto suceda como “regla general”. Una vez más, diluyes un problema real y concreto, tan difícil de negar que ni intentas hacerlo, en otro genérico y teórico (”siempre hay adoctrinamiento e intoxicación en cualquier sistema docente”); contrapones, a los innegables e innumerables casos comprobados y flagrantes de adoctrinamiento e intoxicación, otros “que tienes comprobados”, en los que se ha exagerado por anticatalanismo y, voila, el problema ha desaparecido, ya no es preciso preocuparse por él. ¿Cáncer? Exageraciones anticatalanistas, créame. Siga usted tomando vitamina C y verá qué bien le va.
4.-Ni yo, ni tú, ni nadie, claro, puede demostrar que exista una correlación directa entre independentismo y autogobierno. El análisis más exhaustivo de los datos más pormenorizados, que ninguno de los dos estamos en condiciones de hacer, tampoco nos podría dar conclusiones concluyentes. No sabes, pues, porque no tienes “datos suficientes”, si el independentismo aumenta con el nivel de autogobierno, pero “tiendes a pensar que más bien disminuye”. Bien, yo, en la misma situación que tú, tampoco lo sé, pero tiendo a pensar lo contrario. Porque, a falta de otros datos, tengo el innegable de que, cuarenta años después de creado el estado autonómico e iniciada la descentralización, Cataluña tiene mucho más autogobierno que al principio y hay en ella muchos más independentistas que al principio. Simple como soy, me basta con ello para creer que no es aumentando el autogobierno como disminuye el independentismo.
5.- ¡Bien! Me alegro de que coincidas conmigo en que el Estado español no ha oprimido en absoluto a Cataluña. Tan satisfecho me quedo con esta afirmación tuya que no formularé más que esta ligerísima protesta por que trates de enturbiarla con cuestiones que, a mi juicio, no tienen nada que ver con ella, relativas a los inevitables problemas que existen siempre entre administraciones con competencias confluyentes. Aunque mezclar, ni de lejos, esta obviedad banal con la grave y fundamental cuestión de si un estado oprime o no a parte de sus ciudadanos me parezca completamente fuera de lugar.
Eliminar6.- Ah, bien. Como los catalanes no se sienten a gusto en España, y ese es un sentimiento suyo sumamente subjetivo y respetable, la cuestión de si tienen o no motivos objetivos para esa incomodidad –que ha provocado la crisis política más grave de España en los últimos cuarenta años- “es lo de menos”. El resto de los españoles debemos comprender que lo importante es que se quejan. Que tengan o no razones para hacerlo debe darnos igual. No voy a esforzarme mucho por argumentar por qué semejante planteamiento me parece escandaloso, ridículamente injusto e indefendible. Sinceramente, no me parece que haga falta.
7.- Insisto, tampoco yo, ni nadie, sé si existe una relación directa entre aumento de autogobierno y aumento del independentismo. Ni necesito saberlo -ni siquiera creerlo- para afirmar que los “remedios” (¿por qué “no lo son”? ¿Qué problema hay en llamar “remedios” a los medios que se ponen para resolver un problema? Creo que tanto tú como yo partimos de la base de considerar un problema el independentismo, y que de lo que estamos hablando es de los medios que pueden aplicarse para procurar que disminuya. Cómo los llamemos, sinceramente, no me parece que tenga la menor importancia, pero no veo ningun motivo por el que no podamos llamarlos “remedios”) para afirmar, decía, que los medios con los que hasta ahora se ha tratado de resolver el problema político grave de que los catalanes no se sientan a gusto en España y de que, por consiguiente, crezca el independentismo hasta hacer inevitable la secesión, no han funcionado. Si tras cuarenta años de aumentar el autogobierno desde su inicial inexistencia hasta su alto nivel actual, el problema ha aumentado también desde las iniciales reclamaciones de autonomía hasta el actual procès, es posible que no se pueda asegurar que el autogobierno aumenta el independentismo; pero lo que yo sí sigo creyendo que puedo afirmar es que, desde luego, no lo evita ni lo disminuye.
¡"Conclusiones concluyentes", he escrito, en el número 4! Qué malos efectos tiene la pasión sobre la redacción, y supongo que sobre más cosas. Lo pondré a cuenta de los daños colaterales del procès.
EliminarNo eres el primero que ha visto esa gráfica y sí, parece cierto, aunque también se ha hablado de que los catalanes estaban irritados por otros motivos, como pagar por los peajes cuando van al trabajo y diversos problemas de orden práctico. A mí me parece más razonable porque, seamos justos, la sensación de que el PP está gobernando sin que le importe la desunión entre los españoles también se nota en otras comunidades como Andalucía, donde gobierna el PSOE.
ResponderEliminarEl PP, pues, habría actuado como catalizador de las protestas por diversos malestares.
Sería conveniente que se hiciera un análisis serio de los motivos que han hecho aumentar el independentismo y, a partir de los resultados, hacer una reflexión colectiva sobre el asunto (en especial los partidos políticos).
EliminarUna estrategia imprescindible, desde luego, es desactivar la intensidad emocional a que se ha llegado y ser capaces de objetivar y racionalizar los conflictos. Porque lo cierto es que ni siquiera se sabe en qué consisten los desacuerdos.
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