Esta mañana, en una conversación – “debate” (*) sobre machismo en un grupo de whatsapp, uno de los participantes acabó su mensaje con la siguiente frase: «La división del trabajo entre los sexos es anterior a la opresión de las mujeres y, por lo tanto, la erradicación de esta opresión no implica la desaparición de todos los roles sexuales», que decía que era una cita de Igor Kon. No sé si mi amigo aportaba esa cita para reforzar o para ilustrar su argumento; tampoco es muy relevante porque en ambos casos, bien descaradamente o de forma más sutil, estaría recurriendo al argumento ad verecundiam, una de las más frecuentes falacias lógicas, consistente en defender la veracidad de una proposición porque la ha dicho alguien con autoridad en la materia. Ahora bien, que desde los tiempos de Pitágoras sepamos de sobra que estos argumentos no son de recibo no ha hecho la más mínima mella en su empleo. Tengo la impresión, por el contrario, de que cada vez se los emplea más, contribuyendo a empobrecer los debates y a embotar nuestra capacidad crítica. Me acuerdo de un viejo amigo ya fallecido que siempre que alguien citaba lo dicho por alguien de renombre como argumento de autoridad, le preguntaba si creía que ese alguien era infalible; como el interlocutor admitía que no, mi amigo decía: entonces vamos a analizar eso que ha dicho no vaya a ser que sea una estupidez.
Naturalmente, admitir que una cita de alguien de renombre está tan sujeta a crítica lógica como cualquier otro argumento suprime toda eficacia al argumento de autoridad. Aun así, tampoco me parece tan mal aportar en una discusión las opiniones pertinentes de autoridades en la materia, siempre que se deje claro que las mismas no forman parte de la argumentación sino que, simplemente, valen para ilustrar que ese señor tan reconocido ha llegado a la misma conclusión que tú y que, probablemente, tendrá un libraco donde la justifica por extenso. Pero, en esos casos, además de esas precauciones, conviene citar autoridades de común conocimiento. Al tal Igor Kon yo no lo conocía y no me extrañaría que tampoco lo conociera ninguno de los otros participantes en la conversación. Es más, después de enterarme de que fue un filósofo, psicólogo y sexólogo soviético (1928-2011) cuyas obras creo que no están traducidas al español, dudo incluso que quien lo citó lo haya hecho de primera mano. Por tanto, si el origen de la cita es como me malicio, estaríamos ante un ejemplo de mala praxis argumentativa, en el que el recurso a la falacia de autoridad es casi un objetivo en sí mismo, sin que el que cita ni siquiera tenga una opinión fundada sobre la autoridad del citado. Es más, ya me he encontrado con frecuencia con discutidores no solo aficionados a los ad verecundiam sino a que sus citas sean cuanto más exóticas mejor. En estos casos suele haber la voluntad (más o menos consciente) de intimidar al interlocutor quien, para no mostrar su ignorancia sobre la autoridad del citado, preferiría dar por buena la cita y, por tanto, sucumbir a la falacia lógica. En fin, falacia sobre falacia y la víctima la racionalidad y la lógica.
Dicho lo anterior, sin ánimo de ser irrespetuoso con el señor Kon, pasemos a analizar la consistencia lógica de su argumento. Para ver su consistencia lógica conviene que sustituyamos los dos conceptos que confronta por sendas letras. Así, llamemos A a “la división del trabajo entre los sexos”, B a “la opresión de las mujeres” y C a “todos los roles sexuales”. Con este convenio el argumento pasaría a ser: A es anterior a B, por lo que no B no implica no C. Evidentemente, no hace falta saber demasiado de lógica formal para comprobar que la argumentación es flojísima e inconsistente. No siendo demasiado tiquismiquis, podemos admitir que Kon (suponiendo que fuera él) consideraba que había una relación estrecha (no necesariamente de identidad) entre “la división del trabajo” (A) y “todos los roles sexuales” (B). Supongamos, para simplificar, que el devenir de la división del trabajo y de la asignación de roles sexuales va de la mano; es decir, que si no hubiera roles sexuales no habría división sexual del trabajo y viceversa (no creo que sea muy preciso, pero me vale admitir la correlación). De este modo, podríamos cambiar la frase por cualquiera de estas otras más o menos equivalentes y de más fácil verificación en cuanto a su consistencia lógica: «La división del trabajo entre los sexos es anterior a la opresión de las mujeres y, por lo tanto, la erradicación de esta opresión no implica la desaparición de la división del trabajo», o bien: «La asignación de roles sexuales es anterior a la opresión de las mujeres y, por lo tanto, la erradicación de esta opresión no implica la desaparición de los roles sexuales». En ambos casos, la estructura argumentativa sería A es anterior a B y por tanto no B no implica no A.
Pues bien, con esta corrección la frase no incurre en ningún error formal, ni falta que le hace porque es absolutamente irrelevante. De hecho, es equivalente a decir «La madre es anterior al hijo y, por lo tanto, la muerte del hijo no implica la muerte de la madre»; una boutade. Pero, en realidad, lo que podría quererse decir es que A es causa (no anterior) de B y por tanto, que se suprima B, el efecto, no implica que se suprima A, la causa. Esto ya tiene un poco más de sentido pero lo cierto es que tampoco nos añade nada, no deja de ser una tautología obvia e irrelevante. Para decir que suprimir un efecto no significa suprimir la causa no es necesario recurrir a ninguna autoridad, por muy Kon que sea. Cuestión distinta es que, a partir de una obviedad irrelevante, se pretenda insinuar una conclusión contraria a la lógica pero con apariencia de veracidad: «La asignación de roles sexuales es causa de la opresión de las mujeres y, por lo tanto, la desaparición de los roles sexuales no se producirá con la erradicación de esta opresión». Una cosa es que la supresión de B no implique la supresión de A y otra que no pueda suprimirse A si se suprimiera B. De hecho, aunque se admita que la opresión de las mujeres es consecuencia de los roles sexuales o de la división (sexual) del trabajo, es muy arriesgado afirmar que no hay correlación entre ambos con influencias en ambas direcciones (no solo causa efecto). Y es que, en mi opinión, la supresión profunda de los efectos puede erosionar las causas contribuyendo también a suprimirlas. La realidad no suele responder a modelos de comportamientos rígidamente unidireccionales
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Así pues, la argumentación citada está mal expresada en términos lógicos y, si se corrigiera, sería una obviedad irrelevante al discurso que en nada contribuye a una conclusión, pero que, distorsionándola, induce una nueva falacia. Pero es que, si pasamos del plano de la lógica formal al de la veracidad, tampoco la cita de Igor Kon queda muy bien parada. Porque, como es sobradamente sabido, la corrección formal de una argumentación garantiza la veracidad de la conclusión solo si las premisas son verdaderas. En este caso, la premisa mayor afirma que la división del trabajo entre los sexos es anterior a la opresión de las mujeres (y también afirmaría que los roles sexuales son anteriores a la opresión de la mujer). No sé muy bien en qué se basa el ruso para aseverar esto tan tajantemente y, sobre todo sin aportar ninguna prueba que avale, lo que, para mí, es cuando menos muy dudoso. Porque yo diría que la división del trabajo y la asignación de roles sexuales diferenciados no son anteriores a la opresión de la mujer sino más bien expresión manifiesta de la opresión de la mujer. Además, ambos hechos –división del trabajo y asignación de roles– llevan irremisiblemente a la opresión de la mujer. Por tanto, a mi modo de ver, discutir la prelación cronológica entre estos factores viene a ser como el debate entre el huevo y la gallina. Yo diría que todo está interrelacionado, tanto que no son sino caras de la misma moneda.
Pero, lo que aquí me importa destacar es que no sólo la argumentación citada es formalmente inconsistente, sino que, aunque no lo fuera, tampoco nos permitiría llegar a nada porque las premisas no están suficientemente probadas (más bien lo contrario). Así que, el exótico Igor Kon será (o no) una autoridad de reconocido prestigio, pero su cita no aporta nada a la discusión. Y no es la primera vez que soy testigo de ejemplos como el que he contado en este post.
(*) Pongo la palabra “debate” entrecomillada porque sería presuntuoso decir que a través de whatsapp (o de twitter, por poner otro ejemplo) se pueden mantener debates con un mínimo de congruencia y rigor lógico. Pero es lo que hay, en un mundo dominado por la dictadura de lo inmediato y de lo breve (que nos instala inevitablemente en los eslóganes y tópicos en sustitución de los argumentos).
Lo más probable es que sea inventada o malinterpretada. Este segundo caso suele ser más difícil de combatir, porque hay que explicar dónde está la tergiversación y es difícil determinar si es un cambio de contexto, una mala traducción u otras causas igualmente factibles.
ResponderEliminarRespecto a la falacia ad verecundiam, la mejor respuesta que se ha inventado fue alguien que puso la foto de Einstein al lado de la siguiente afirmación:
2 + 2 = 5
Lo cierto es que cada vez argumentos peor. Habría que recuperar el gusto por la lógica para contrarrestar la desamortización imperante
EliminarEs que la lógica y la racionalidad se distinguen en que la segunda se asegura de que los postulados sean verdaderos. A nivel lógico, estas dos afirmaciones son idénticas, pero sólo la primera es racional:
ResponderEliminar-Todos los hombres son mortales. Platón es un hombre, luego es mortal.
-Todos los kryptonianos vuelan. Superman es kriptoniano, luego vuela.
Sobre lo que dices, es cierto que es importante tener en cuenta el aspecto empírico (quizás te refieras al razonamiento inductivo), pero que algo haya sido cierto hasta ahora empíricamente no implica que sea imposible no encontrar una generalidad en contra. Por poner un ejemplo que se me ocurre, si no existieran las serpientes, podríamos afirmar que no existen los reptiles sin patas, pero no necesariamente que fueran imposibles. Eso es lo que afirma la persona con quien discutía Miroslav.
La lógica no es más que un conjunto de reglas para encauzar la argumentación hacia conclusiones veraces, siempre que las premisas lo sean. Por eso, en contra de lo que dices, yo sí creo que lógica sólo hay una, aunque haya muchas formas de pensar no lögicas Y no por ello erróneas.
ResponderEliminarEn cuanto a tu silogismo, incumple las reglas lógicas, por tanto no es cierto lo que dices de que tiene una estructura formal lógica.