O la puerta ha menguado o yo he crecido.
Abandono de momento a los cérvidos y su comportamiento sexual (ya volveré ... quizá) pero me mantendré en el proceloso (para mí) ámbito de la fauna, a fin de explorar otra hipótesis sobre el origen de la expresión poner los cuernos. Ya mencioné en el post anterior las teorías que la relacionan con el aprovechado del cuclillo que, como también dije, fue sinónimo de cornudo (y sigue siéndolo en francés y otras lenguas romances). Además, por lo que voy descubriendo (siempre moviéndome en terrenos movedizos) es bastante probable que, con esta acepción, cuclillo (o cuco) sea anterior a cornudo, por más que desde hace muchos siglos la última palabra haya desplazado al pajarito para designar a los maridos engañados. Como prueba baste referirse al Fuero Real (1255) de Alfonso X que, en su relación de injurias verbales susceptibles de ser penadas, incluye el término cornudo pero no, en cambio, cuclillo. O sea, que un siglo antes de que de Boccaccio nos deleitara con sus picantes historias sobre cornudos, la palabra ya debía ser la más recurrida para tal significación (también en Italia), lo que de otra parte resulta obvio. Tanto es así que, pocos años después de que el florentino redactara el Decamerón, Fernando I de Portugal se enamoró de doña Leonor de Meneses, arrebatándosela a su marido, un tal Lorenzo Vázquez de Acuña. En palabras del Padre Mariana, éste "anduvo mucho tiempo huido en Castilla llevando en la gorra, a modo de blasón, unos cuernos de plata para muestra de la deshonestidad del rey y de su afrenta mengua y agravio".
Pero, como digo, parece que llamar cuclillo al marido engañado viene de antes, desde la antigua Roma, incluso. Me remito a la autoridad de uno de los personajes más descarados y atractivos de la cultura europea, Voltaire, quien en su Diccionario Filosófico, bajo la voz adulterio, cita a Plinio el Viejo para argumentar que ya los romanos llamaban cuclillo al pobre marido en cuya casa y cama pone los huevos un hombre extraño. He de advertir que, llevado de mi natural desconfianza, busqué y encontré en internet la Historia Natural del latino y en el capítulo dedicado al cuclillo (Libro X, párrafo 25), si bien describe sus hábitos estafadores, no alude para nada a analogías con los humanos; así que, por mucho que se trate de Voltaire, habré de mantener un cierto escepticismo.
Mucho más locuaz a este respecto es nuestro Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Española (1611) quien, apoyándose en Calepino, sostiene una tesis singular para explicar el origen de la expresión, que el apelativo de cuclillo para designar al cornudo no proviene del ave sino de otra palabra latina que es casi idéntica, cucullus (y no cuculus que es cuclillo). El cucullus era un "gaván o capa aguadera, cuya capilla en punta nos echamos sobre la cabeça, y hace sobre ella como un cuerno derecho". Apoyándose en un verso de Juvenal, nos explica que esta prenda solían usarla las mujeres, para ir más disimuladas, cuando salían a cometer adulterio y que la forma acornada que les marcaba en la frente podría ser el origen de la expresión que nos ocupa. Pero también, obviamente, de que al pasar al romance el término ornitológico heredara la acepción del otro latino tan parecido. Aunque, en mi opinión, resulta demasiado enrevesado para ser cierto, sería francamente bonito que una palabra que no dejó descendencia en nuestra lengua diera origen no a uno sino a dos términos (cuclillo y cornudo) para la misma acepción; y además que cada uno de estos dos términos tuviera, en sus referencias zoológicas, suficientes argumentos para ser plausible en sí mismo. Demasiado ...
Viene ahora a cuento destacar que Covarrubias, para descartar al cuclillo como imagen del marido de la adúltera, usa el argumento que a cualquiera se le ocurre (yo mismo lo mencioné en el post anterior): el pajarito en cuestión sería en todo caso el que engaña, no el engañado, de la misma forma que lo serían los ciervos dominantes de grandes cuernos. Dado que, por tanto, cuclillo o cornudo habrían de significar justamente lo contrario de lo que significan, no procede deducir su origen en base a los animales correspondientes. Como Covarrubias no se arredra, introduce un nuevo pajarillo, el corruco (1), para explicar el enigma con el siguiente discurso: "fúndase en historia natural, que siendo esta avecica, dicha corruca, tan simple que saca los huevos de cualquier otra, poniéndoselos en su nido, el cuclillo de pereza, por no criar los suyos, derrueca en el suelo del nido abajo los huevos de la corruca, o se los come, y déjale allí los suyos para que se los saque y críe. Esto mesmo hace el adúltero, cuando la adúltera ha concebido dél, y el marido cría y alimenta el hijo que pare, creyendo ser suyo". Y añade que el vocablo se corrompió a corruo y de ahí a cornudo. Nuevo ejercicio, a mi modo de ver, de malabarismo filológico que maravilla por su ingenio pero sigue pareciendo poco verosímil. Más creíble resultaría que el vulgo confundiera el nombre del pájaro engañado con el del engañador y de ahí el vocablo cuclillo.
Pero cabe también que llamar cuclillo al marido burlado no provenga de error pues existe la posibilidad de que el significado se haya asentado por antífrasis, como sostiene Voltaire. La antífrasis es una figura consistente en designar algo con voces que deberían significar lo contrario y su empleo (ya registrado en la retórica latina) podría operar en algunas transformaciones etimológicas. Si así fuera, se explicaría que tanto el cuclillo como el ciervo follador de gran cornamenta pasaran a aludir al infeliz cornudo. Hasta es convincente que se escogiera, en los orígenes, estos términos por su connotación irónica pues ciertamente el papel de tales maridos siempre ha despertado el burlón regocijo. Menudo cuclillo que está hecho ése, dirían con una sonrisilla quienes conocieran las andanzas de su mujer ... Y la voz acabaría arraigando.
Pero, como digo, parece que llamar cuclillo al marido engañado viene de antes, desde la antigua Roma, incluso. Me remito a la autoridad de uno de los personajes más descarados y atractivos de la cultura europea, Voltaire, quien en su Diccionario Filosófico, bajo la voz adulterio, cita a Plinio el Viejo para argumentar que ya los romanos llamaban cuclillo al pobre marido en cuya casa y cama pone los huevos un hombre extraño. He de advertir que, llevado de mi natural desconfianza, busqué y encontré en internet la Historia Natural del latino y en el capítulo dedicado al cuclillo (Libro X, párrafo 25), si bien describe sus hábitos estafadores, no alude para nada a analogías con los humanos; así que, por mucho que se trate de Voltaire, habré de mantener un cierto escepticismo.
Mucho más locuaz a este respecto es nuestro Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Española (1611) quien, apoyándose en Calepino, sostiene una tesis singular para explicar el origen de la expresión, que el apelativo de cuclillo para designar al cornudo no proviene del ave sino de otra palabra latina que es casi idéntica, cucullus (y no cuculus que es cuclillo). El cucullus era un "gaván o capa aguadera, cuya capilla en punta nos echamos sobre la cabeça, y hace sobre ella como un cuerno derecho". Apoyándose en un verso de Juvenal, nos explica que esta prenda solían usarla las mujeres, para ir más disimuladas, cuando salían a cometer adulterio y que la forma acornada que les marcaba en la frente podría ser el origen de la expresión que nos ocupa. Pero también, obviamente, de que al pasar al romance el término ornitológico heredara la acepción del otro latino tan parecido. Aunque, en mi opinión, resulta demasiado enrevesado para ser cierto, sería francamente bonito que una palabra que no dejó descendencia en nuestra lengua diera origen no a uno sino a dos términos (cuclillo y cornudo) para la misma acepción; y además que cada uno de estos dos términos tuviera, en sus referencias zoológicas, suficientes argumentos para ser plausible en sí mismo. Demasiado ...
Viene ahora a cuento destacar que Covarrubias, para descartar al cuclillo como imagen del marido de la adúltera, usa el argumento que a cualquiera se le ocurre (yo mismo lo mencioné en el post anterior): el pajarito en cuestión sería en todo caso el que engaña, no el engañado, de la misma forma que lo serían los ciervos dominantes de grandes cuernos. Dado que, por tanto, cuclillo o cornudo habrían de significar justamente lo contrario de lo que significan, no procede deducir su origen en base a los animales correspondientes. Como Covarrubias no se arredra, introduce un nuevo pajarillo, el corruco (1), para explicar el enigma con el siguiente discurso: "fúndase en historia natural, que siendo esta avecica, dicha corruca, tan simple que saca los huevos de cualquier otra, poniéndoselos en su nido, el cuclillo de pereza, por no criar los suyos, derrueca en el suelo del nido abajo los huevos de la corruca, o se los come, y déjale allí los suyos para que se los saque y críe. Esto mesmo hace el adúltero, cuando la adúltera ha concebido dél, y el marido cría y alimenta el hijo que pare, creyendo ser suyo". Y añade que el vocablo se corrompió a corruo y de ahí a cornudo. Nuevo ejercicio, a mi modo de ver, de malabarismo filológico que maravilla por su ingenio pero sigue pareciendo poco verosímil. Más creíble resultaría que el vulgo confundiera el nombre del pájaro engañado con el del engañador y de ahí el vocablo cuclillo.
Pero cabe también que llamar cuclillo al marido burlado no provenga de error pues existe la posibilidad de que el significado se haya asentado por antífrasis, como sostiene Voltaire. La antífrasis es una figura consistente en designar algo con voces que deberían significar lo contrario y su empleo (ya registrado en la retórica latina) podría operar en algunas transformaciones etimológicas. Si así fuera, se explicaría que tanto el cuclillo como el ciervo follador de gran cornamenta pasaran a aludir al infeliz cornudo. Hasta es convincente que se escogiera, en los orígenes, estos términos por su connotación irónica pues ciertamente el papel de tales maridos siempre ha despertado el burlón regocijo. Menudo cuclillo que está hecho ése, dirían con una sonrisilla quienes conocieran las andanzas de su mujer ... Y la voz acabaría arraigando.
Romance del Joven Conde, la Sirena y el Pájaro Cucú. Y la Oveja - Les Luthiers (Cardoso en Gulevandia)
(1) El corruco de Covarrubias es en el DRAE la curruca, "pájaro canoro de diez a doce centímetros de largo, con plumaje pardo por encima y blanco por debajo, cabeza negruzca y pico recto y delgado. Es insectívoro y el que con preferencia escoge el cuco para que empolle sus huevos".
CATEGORÍA: Curiosidades dispersas
"Las" currucas (hay unas treinta especies en el mundo, más de doce en España), 'Silvia' en el género latino: habitante del bosque.
ResponderEliminarCovarrubias es delicioso.
Tus indagaciones, cada vez más personalmente desencaminadas.
Y no soy supersticioso, pero tu mecanismo verificador me pide que escriba fonéticamente el grito de celo del macho de la curruca capirotada, Silvia atricapilla
Yo había oído que los bárbaros europeos, en la Edad media, cuando acudían a los burdeles, colgaban sus cascos cornudos en la entrada.
ResponderEliminarDe ahí el "poner los cuernos".
Tu explicación es toda una lección, junto con la entrada anterior. Da gusto.
Un beso
Por alusiones:
ResponderEliminarhttp://lansky-peciossinprecionivalor.blogspot.com/2010/03/patrick-geddes-en-espanol.html