Subyace el Atlántico (absurda frase que no puedo evitar). Volamos con el sol que poco a poco nos come la ventaja. Unas breves turbulencias me han despertado de una siesta escasa y reconfortante. Tengo tiempo, faltan algo más de cuatro horas, para repasar los últimos detalles.
El encuentro será en el buque rápido que cruza el Río de La Plata, desde Buenos Aires a Colonia. No nos conocemos ni tampoco nos conoceremos. El miércoles, a las nueve y media de la mañana, debo conectar mi móvil, por bluetooth, con otro cuyo nombre es Aleph. La evocación borgiana parece inevitable, pero probablemente no sea más que una de las tantísimas pistas falsas. Establecida la conexión, enviaré las tres IPs, digitos aparentemente anodinos, y sus fechas de conexión.
Esa tarde debo dormir en Montevideo y asistir, los dos días siguientes, al Congreso, tapadera perfecta. La tarde del viernes, con los nuevos amigos, veré el Uruguay-Francia y escucharé atento la entrevista que harán al final a Forlán; quizá pueda volverme con algún dato nuevo. En el peor de los casos, serán otras largas horas de avión hasta saber, de vuelta en casa, si han sido ejecutados a tiempo.
Habrá sido casi una semana fuera en un mal momento para desaparecer, pero las circunstancias deciden y a alguien había de tocarle. ¿Para qué darle vueltas? Lo cierto es que me siento como si los acontecimientos inminentes en cuyo desencadenamiento he de participar no tuvieran nada que ver conmigo, no fueran en absoluto mi responsabilidad. No se trata de frialdad emocional sino, en todo caso, de un simple mecanismo de defensa. Entre tanto, alguien que sí me importa mucho se está muriendo. Puede que ya no alcance a verlo más.
CATEGORÍA: (semi)Ficciones
El encuentro será en el buque rápido que cruza el Río de La Plata, desde Buenos Aires a Colonia. No nos conocemos ni tampoco nos conoceremos. El miércoles, a las nueve y media de la mañana, debo conectar mi móvil, por bluetooth, con otro cuyo nombre es Aleph. La evocación borgiana parece inevitable, pero probablemente no sea más que una de las tantísimas pistas falsas. Establecida la conexión, enviaré las tres IPs, digitos aparentemente anodinos, y sus fechas de conexión.
Esa tarde debo dormir en Montevideo y asistir, los dos días siguientes, al Congreso, tapadera perfecta. La tarde del viernes, con los nuevos amigos, veré el Uruguay-Francia y escucharé atento la entrevista que harán al final a Forlán; quizá pueda volverme con algún dato nuevo. En el peor de los casos, serán otras largas horas de avión hasta saber, de vuelta en casa, si han sido ejecutados a tiempo.
Habrá sido casi una semana fuera en un mal momento para desaparecer, pero las circunstancias deciden y a alguien había de tocarle. ¿Para qué darle vueltas? Lo cierto es que me siento como si los acontecimientos inminentes en cuyo desencadenamiento he de participar no tuvieran nada que ver conmigo, no fueran en absoluto mi responsabilidad. No se trata de frialdad emocional sino, en todo caso, de un simple mecanismo de defensa. Entre tanto, alguien que sí me importa mucho se está muriendo. Puede que ya no alcance a verlo más.
Yo nací en Montevideo (absurda forma de sentirse aludido). Lo primero que llama la atención de aquella tierra, cuando se llega en avión, es la cantidad de agua que se ve por doquier, tierras planas salpicadas de ríos y lagunas. Allí, ahora, es otoño. El tiempo es muy cambiante y en un mismo día pueden alternarse sol y lluvia indeterminada cantidad de veces, acostumbra a soplar bastante viento, cosa que a la gente le suele molestar, pero que a mí me encanta. Frente a la ciudad (1,5 mill. de hb.) el río de la plata, un inmenso estuario de aguas grisáceas que se percibe a simple vista como el mar, ya que no se ve la otra orilla. Que tengas una buena estancia, Miroslav. Y un saludo a mi patria chica.
ResponderEliminarNo se preocupe usted mucho, Miroslav. Todo el mundo tiene que palmarla antes o temprano. Se va usted a ver un partidazo de fútbol, a cambio.
ResponderEliminarYa sabe, el muerto al hoyo, y el vivo al bollo.
Tampoco mucho que ver con lo que cuentas aqui, Miroslav:
ResponderEliminarRepasando anoche tus posts referentes a tu padre y su paso por la Facultad de San Carlos hice un comentario evocador de mi abuelo en aquél mismo edificio.
Buen viaje.
Da recuerdos a Alicia de mi parte
ResponderEliminarCon Le Carré me pasa lo mismo, también lo paso muy bien leyéndolo y tampoco me entero de la mitad. En ambos casos la culpa es mía, sin duda.
ResponderEliminarTambién de mi parte, los recuerdos a Alicia.
Disfruta el viaje. Yo disfruté mucho su prólogo madrileño.
Lansky y Vanbrugh, los saludos fueron transmitidos, agradecidos y retribuídos :-)
ResponderEliminarMiroslav, que tengas una buena estadía en Montevideo.
Besos
semificción?
ResponderEliminarO sea: no puedo decirte nada porque todo puede ser invención, cuento.
Lo contrario es quedar como un gilito desinformado.