– Mmmmm, bueno bueno – y se relamió casi lujuriosamente.
– Me honra, Majestad, que os guste –contestó el repostero de Versalles
– No sólo me gusta sino que me encanta. Habéis logrado un manjar delicioso; no es bueno, sino bueno bueno, doblemente bueno.
En estos o parecidos términos, tales podrían haber sido las palabras que el todopoderoso Rey Sol intercambiaría con alguno de sus reposteros palaciegos, uno a quien se le había ocurrido bañar unas frutillas en chocolate fundido para los postres del monarca. Naturalmente, la conversación fue en francés y la duplicación enfática del calificativo fue bon bon, que se quedó como nominativo del invento. Tal cual, con la corrección ortográfica pertinente, pasó a nuestro idioma, como deja constancia el DRAE.
Esta anécdota parece responder perfectamente al popular dicho italiano "se non vero, è ben trovato"; o sea, que resulta muy bonita e ingeniosa para explicar el origen de los bombones y de su nombre, pero no me termina de convencer en cuanto a su veracidad (pero, qué importa). Mis dudas parten de que durante el reinado de Luís XIV el chocolate se consumía casi exclusivamente como bebida y aunque hacia mediados de ese siglo XVII ya había habido algunos ensayos de prepararlo en pastillas (fue en Inglaterra, según la wiki) no llegó a popularizarse en forma sólida hasta doscientos años después. Cuesta creer, por tanto, que si la anécdota narrada fuera cierta, máxime con el protagonismo del rey más poderoso de entonces, no se hubieran puesto de moda los pastelillos de chocolate ya desde esas fechas. De hecho, las webs que sostienen que tal es el origen de los bombones reconocen que no fue hasta bastante después que éstos se convirtieron en un dulce de consumo generalizado, algo que no termina de cuadrar.
Lo indudable por demasiado evidente es que el nombre, en español y en francés, proviene de la duplicación (francesa) del adjetivo bueno. Lo cual, en todo caso, no implica que el invento del bombón sea francés, sino simplemente que en nuestro país se adoptó el término galo; o sea, que probablemente a nosotros nos llegaría de ellos, pero no necesariamente que ellos fueran los primeros hacedores de la exquisitez. Estas dudas sobre la paternidad gabacha se acrecientan si consideramos que en muchos otros idiomas, incluyendo el francés, el término, si bien existe (inglés, alemán, checo), corresponde al significado más genérico de golosina, manjar pequeño destinado más a satisfacer el gusto que a alimentar. Ello me inclina a pensar que es posible que, en efecto, el nombre surgiera en la Francia del XVII y hasta que sea verosímil que fuera ocurrencia del mismo monarca o de alguno de los aristócratas de su corte, pero vaya usted a saber cuál delicatessen culinaria mereció ese apelativo y si ésta llevaba o no chocolate. Podría ser que el término existiese antes que los bombones y que cuando éstos se popularizaron, mucho después, en España (y no en otros países) la palabra restringiera su significado para referirse sólo a ellos, excluyendo de su campo semántico las restantes golosinas.
Pese a ser los introductores del chocolate en Europa, los españoles no fueron los primeros entre los que se empezó a emplear en repostería ni tampoco a consumir en forma sólida. La solidificación del chocolate es un proceso que deriva de innovaciones industriales (en las que los españoles rara vez hemos sido pioneros) y que hay que datar hacia los finales del XIX. Cuando se comienza a popularizar en nuestro país el chocolate sólido, se habla de onzas, lo cual da una pista a que el camino de entrada es anglosajón. También es en la segunda mitad del XIX cuando aparecieron los empresarios (varios suizos) cuyos nombres todavía hoy se asocian al negocio chocolatero (Nestlé, Lindt, Suchard, Hershey).
En fin, que poco saco en claro, salvo seguir manteniendo mi desconfianza sobre la veracidad de la leyenda originaria de un producto que, como tantas variedades del chocolate, es de lo más adictivo. Acabaré manifestando que, aunque el chocolate combine estupendamente con muchísimas otras cosas, mis bombones preferidos son los de sólo chocolate, tales como las maravillosas bolitas de Lindt al 70% que en el interior de su cáscara dura esconden un fondant delicioso también de chocolate negro. Ahora mismo me como una.
– Me honra, Majestad, que os guste –contestó el repostero de Versalles
– No sólo me gusta sino que me encanta. Habéis logrado un manjar delicioso; no es bueno, sino bueno bueno, doblemente bueno.
En estos o parecidos términos, tales podrían haber sido las palabras que el todopoderoso Rey Sol intercambiaría con alguno de sus reposteros palaciegos, uno a quien se le había ocurrido bañar unas frutillas en chocolate fundido para los postres del monarca. Naturalmente, la conversación fue en francés y la duplicación enfática del calificativo fue bon bon, que se quedó como nominativo del invento. Tal cual, con la corrección ortográfica pertinente, pasó a nuestro idioma, como deja constancia el DRAE.
Esta anécdota parece responder perfectamente al popular dicho italiano "se non vero, è ben trovato"; o sea, que resulta muy bonita e ingeniosa para explicar el origen de los bombones y de su nombre, pero no me termina de convencer en cuanto a su veracidad (pero, qué importa). Mis dudas parten de que durante el reinado de Luís XIV el chocolate se consumía casi exclusivamente como bebida y aunque hacia mediados de ese siglo XVII ya había habido algunos ensayos de prepararlo en pastillas (fue en Inglaterra, según la wiki) no llegó a popularizarse en forma sólida hasta doscientos años después. Cuesta creer, por tanto, que si la anécdota narrada fuera cierta, máxime con el protagonismo del rey más poderoso de entonces, no se hubieran puesto de moda los pastelillos de chocolate ya desde esas fechas. De hecho, las webs que sostienen que tal es el origen de los bombones reconocen que no fue hasta bastante después que éstos se convirtieron en un dulce de consumo generalizado, algo que no termina de cuadrar.
Lo indudable por demasiado evidente es que el nombre, en español y en francés, proviene de la duplicación (francesa) del adjetivo bueno. Lo cual, en todo caso, no implica que el invento del bombón sea francés, sino simplemente que en nuestro país se adoptó el término galo; o sea, que probablemente a nosotros nos llegaría de ellos, pero no necesariamente que ellos fueran los primeros hacedores de la exquisitez. Estas dudas sobre la paternidad gabacha se acrecientan si consideramos que en muchos otros idiomas, incluyendo el francés, el término, si bien existe (inglés, alemán, checo), corresponde al significado más genérico de golosina, manjar pequeño destinado más a satisfacer el gusto que a alimentar. Ello me inclina a pensar que es posible que, en efecto, el nombre surgiera en la Francia del XVII y hasta que sea verosímil que fuera ocurrencia del mismo monarca o de alguno de los aristócratas de su corte, pero vaya usted a saber cuál delicatessen culinaria mereció ese apelativo y si ésta llevaba o no chocolate. Podría ser que el término existiese antes que los bombones y que cuando éstos se popularizaron, mucho después, en España (y no en otros países) la palabra restringiera su significado para referirse sólo a ellos, excluyendo de su campo semántico las restantes golosinas.
Pese a ser los introductores del chocolate en Europa, los españoles no fueron los primeros entre los que se empezó a emplear en repostería ni tampoco a consumir en forma sólida. La solidificación del chocolate es un proceso que deriva de innovaciones industriales (en las que los españoles rara vez hemos sido pioneros) y que hay que datar hacia los finales del XIX. Cuando se comienza a popularizar en nuestro país el chocolate sólido, se habla de onzas, lo cual da una pista a que el camino de entrada es anglosajón. También es en la segunda mitad del XIX cuando aparecieron los empresarios (varios suizos) cuyos nombres todavía hoy se asocian al negocio chocolatero (Nestlé, Lindt, Suchard, Hershey).
En fin, que poco saco en claro, salvo seguir manteniendo mi desconfianza sobre la veracidad de la leyenda originaria de un producto que, como tantas variedades del chocolate, es de lo más adictivo. Acabaré manifestando que, aunque el chocolate combine estupendamente con muchísimas otras cosas, mis bombones preferidos son los de sólo chocolate, tales como las maravillosas bolitas de Lindt al 70% que en el interior de su cáscara dura esconden un fondant delicioso también de chocolate negro. Ahora mismo me como una.
En la época de Luís XIV todavía no había fábricas de chocolate como la de esta película.
CATEGORÍA: Entretenimientos gramaticales
Me parece, si no me equivoco, que los bombones del lind son del 60% de cacao. Pero independientemente de eso, yo creía o estaba convencida que un bombón tenía que ver con chocolate, pero en no sé qué programa de cocina, escuché que los bombones son pequeñas porciones de dulces con un exterior duro y un interior semisólido. Y en ese sentido los bombones han existido en España desde mucho antes de las fechas que indicas en el post, lo que no sé si con la misma denominación o no.
ResponderEliminarTienen razón Amaranta, en Colombia, por ejemplo, bombón es nuestra piruleta: caramelo con un palito, etc, pero en España es sólo el trocito de chocolate que se toma de un solo bocado, normalmente relleno, duro por fuera y blando por dentro.
ResponderEliminarAmy y Lansky: tienes razón, los bombones de Lindt a los que me refiero son del 60% de cacao en la cobertura exterior. Deliciosos. En cuanto al significado de la palabra bombón, como cualquier otra, es convencional. Si hacemos caso al DRAE y al uso común en España, entre nosotros bombón es una pequeña pieza de chocolate con relleno, aunque en otras lenguas tiene un significado más amplio y, como apunta Lansky, también en el propio español de otras latitudes. Ciertamente antes del XVII han existido dulces con relleno, que tampoco yo sé como se denominarían (probablememente no bombones). Lo que parece bastante seguro es que no eran de chocolate, que hasta bien avanzado el XIX se consumía muy mayoritariamente bebido.
ResponderEliminar¿ Y qué de los bombones Lady Godiva ? Están tan ricos como la propia condesa en cueros dibujada en la caja rija de sus mejerores selecciones.
ResponderEliminar(Luis XIV era casi ágrafo a pesar de su sibaritismo. El tipo, o mejor dicho, su entrono, forma parte de esos periodos históricos que (me)repatean enormemente.)
Soy de esos flacos que pueden comer constantemente de todo, en pequeñas cantidades,sin temor a engordar. El chocolate me priva. Tengo de todas las mejores marcas. Por eso reivindico en tu post el de la célebre y generosa dama... valiente amazona... etc etc.
Quise escribir CAJA ROJA CON SUS MEJORES SELECCIONES de bombones.
ResponderEliminarSeñor Grillo que sepa usted que el chocolate es verdad que engorda pero que el cacao dado su alto contenido en fibra no puede engordarnos ni en pequeñas ni en grandes cantidades, otra cosa es que nos perjudique en otras cuestiones que también implican nuestra salud. Así que todos estos chocolates que ahora inundan el mercado con índices de cacao por encima del 70% se pueden comer tranquilamente sin tener esa sensación de estar haciendo algo "malo", todo lo contrario.
ResponderEliminarLos bombones lindor son una gozada, pero no solo los de chocolate negro, sino los de naranja, los de canela, los de menta, los de avellana, ayssss no hay quien se resista.
Amaranta: ni comiendo chocolate o con otras deelikatessen que me gustan tengo la menor sensación de estar haciendo algo 'malo'.
ResponderEliminarTampoco cuando por despiste Y actúo con algo de DESCONCIERTO...
Tengo mi moral, mi ética y mi estética y trato de vivir de acuerdo con ellas.
Si me equivoco solo puedo reconocerlo y proponerme ser más cauto en lo sucesivo.
)¿Me he salido del tema o me has invitado tú a hacerlo mencionando hacer el 'mal' con lo del chocolate?)
Pues yo soy chocolateadicta. Me encanta. Pero chocolate solo. Sin relleno ni nada. Y al 70%.
ResponderEliminarBesos "chocolatiados"!
Para los franceses, un bonbon es un caramelo. Puede que hace 3 siglos tuviera algo que ver con el chocolate. Hoy no.
ResponderEliminarCuando yo era niña, la piececita de chocolate rellena que aparecía por Navidad se llamaba "crotte au chocolat" ( caquita al chocolate ). Hoy este término ha desaparecido del lenguaje francés. Los niños se rien cuando les pido : " les enfants, apportez-moi une crotte au chocolat, s'il vous plaît."
Hay en Madrid una cadena de pastelerías muy pija, Mallorca, absolutamente recomendable por la calidad y variedad de todo lo comestible que allí se vende, desde bollos hasta quesos y jamones y vinos, pasando por canapés. No tan recomendable por el precio, desde luego, porque son caros de cojones. No obstante, un tortel de Mallorca -¡Atención: relleno de pasta de almendras, NO del pringoso, detestable y omnipresente "cabello de ángel"- puede sufragarlo cualquiera y no conozco bollo más exquisito ni digno de ser comido. (Prometo solemnemente que no tengo el menor interés financiero en la empresa que, por otra parte y por otros motivos, me cae bastante gorda).
ResponderEliminarAneja a la pastelería/mantequería suele haber en todos sus establecimientos una bomboneria, en la que a precios astronómicos se venden los que no tengo empacho en proclamar como los mejores bombones del mejor chocolate que he comido jamás. Ríase usted de Lindt, de Cadbury, de Lady Godiva y de cualquier otro, al menos de los que yo conozco. Quien sea aficionado al chocolate y no los haya probado debe hacerlo, créanme. Personalmente no conozco un chocolate mejor.
En cambio esa gilipollez dorada que anuncia la esposa filipina de Miguel Boyer, los famosos Ferrero Rocher que tratan de vender como el colmo de lo exquisito y lo sofisticado, me parecen una engañifa lamentable, un mal simulacro de chocolate mediocre entreverado de cosas raras dulces. Para enterarte de a qué saben tienes que comerte tres seguidos, y una vez que te enteras comprendes que hubiera bastado con uno. Mil veces mejores los "huesitos", sin ir más lejos, que cuestan diez veces menos y están más ricos.
ResponderEliminar(Mis consejos son gratis, hijos solo de la experiencia y la buena voluntad.)
Uyss Señor Vanbrugh no puede estar más lejos mi paladar del suyo. Quiero decir que a mi un ferrero me encanta y no es que necesite comerme tres para encontrarle sabor, es que no pararía, porque además tengo una cierta obsesión con estos bombones. Y esta obsesión está en intentar ir comiéndolos por capas sin romperlos al desprenderlas hasta llegar al corazón. Y uff cuando fallo que es casi siempre, tengo que volver a empezar con otro. Y cuando lo consigo, no tengo más remedio que intentar volver a hacerlo a ver si fue suerte o que ya conseguí dominar la técnica.
ResponderEliminarPero es que lo de los huesitos, me ha llegado al alma, no me gustan los huesitos, puag, puag.
A mi me encantan los caracoles, que para muchas buenas gentes son repugnantes por buenas razones de babosería y demás, así que no pretendo pontificar: los ferrero rocher, en mi opinión, insisto, son unos bombones asquerosos.
ResponderEliminarVanbrugh, en esa cadena Mallorca te dan un tabloncillo de plástico para cobrarte en caja, ¿no? no me gusta entrar ahí, aunque sé, intuyo, supongo, lo que me pierdo.
A mí me gusta el chocolate amargo, bitter, sin azucar. Los demás también, pero menos
A mi los caracoles sí que me gustan, también. Y la razón por la que no me gustan los huesitos, o no me gustaban cuando era pequeña, es porque son excesivamente dulzones para mi gusto.
ResponderEliminarAmaranta, te confieso que, llevado de mi sana curiosidad intelectual, cada vez que me cae cerca una caja de Ferreros me aplico concienzudamente a la tarea de tratar de establecer de una vez por todas a qué saben y me los como de tres en tres. He comido, desde luego, cosas mucho más desagradables. Lo único que digo es que, en mi humilde opinión, no merecen la fama de bombón exquisito que su pretenciosa publicidad querría darles. Son una golosina aceptable, igual que otras muchas, pero más cara y más hortera. Y si quieres saber mi opinión completa les sobra totalmente la almedrita del centro.
ResponderEliminarSí, Lansky, la tablita de plástico es uno de los irritantes rituales pijos de esa pastelería pija. La tablita, y los precios exorbitantes, y el aspecto y modales del cliente tipo, y la fila de Mercedes y BMW abandonados en segunda fila en la puerta sin que guardia municipal alguno asome siquiera la libretita son algunos de los principales motivos por los que me cae gorda. Pero todo lo que venden está buenísimo...
Hombre Vanbrugh las cosas te gustan o no te gustan, independientemente de la publicidad que la empresa utilice para hacerlos llegar al público. Imagínate qué tendríamos que decir entonces de los desodorantes Axe, que su publicidad es más engañosa todavía.
ResponderEliminarSin la avellana (me parece que es avellana, almendras lleva por fuera) no creo que me gustara, porque prevalecería el dulzor del chocolate con leche del bombón y a mi no es que no me gustan los dulces, es que no me gusta el chocolate dulce, me gusta más sabor del cacao, amargo. O los frutos secos en su defecto, en este caso.
Debo ser pijo.... porque casi todos los domingos me acerco a Mallorca para llevarme algunas cosas: torteles (repugnantes lo de cabello da ángel), chocolate, foie, unos caramelitos en forma de guinda con su rabito (la lengua roja hasta el lunes...) o canapés.
ResponderEliminarEso sí: detesto el tipo de clientela habitual, odio la tarjeta de plástico, los Mercedes en la acera y el ambiente general.
También me disgustan los baretos que huelen a fritanga pero a menudo entro y me doy un homenaje con 'bocata calamares', tan contento.
Me repatea el cocodrilito gilipollas en el pecho.... y tengo varios polos de Lacoste porque además de ser de muy buena calidad son muy frescos para hacer gimnasia.
O sea, que visto y como de todo lo que me apetece y puedo costearme al margen de sus conotaciones.
Grillo una persona que va todos los domingos a un establecimiento se puede consider clientela habitual. Y las connotaciones a las que aludes sólo son la consecuencia de los prejuicios de las personas ante lo que "no es igual" a lo propio.
ResponderEliminarAy...
ResponderEliminarAmaranta, tú lo que quieres es que me coma el tigre, que me coma el tigre... Seguiré yendo a Mallorca porque los domingos no tengo ayuda y seguirá sin gustarme el ambiente conmigo dentro. Y seguiré yendo a la misma taberna por el bocata calamares aunque me huela la ropa a aceitazo...
Y seguiré contestándote por este blog, por el mío o por otros y lo haré encantado.
Saludos mallorquines, taberneros y blogueros, princesa.
Mira, Miroslav, por donde te llegan tantos comentarios. Por el chocolate !!! Jaaaaaa
ResponderEliminarP.S. acabo de llegar a este, tu post directamente desde el mío sin problema, pinchando tu nombre de blog.
¡Cielos! ¡Necesito perentoriamente chocolate ahora mismo! Y estoy de acuerdo contigo: el negro, negro. Hay unas tabletas de Lindt "trufa fondant" de chocolate negro relleno de trufa, que si no son iguales que las bolitas que mencionas, son primas hermanas. En mi casa es el lider indiscutible.
ResponderEliminar¡Ah, Grillo, los caramelos en forma de guinda con rabito! ¡Cómo me gustan!
ResponderEliminar¡Oh, Vanbrugh, los torteles rellenos de mazapan, como debe ser!
¡Ay, Amaranta, qué idea más genial lo de comerse los ferrero rocher a capas, te la copiaré!
(Creo que con este post estoy engordando solo de leerlo)