Se trata de una noticia vieja pero éste no es un blog de actualidad y, además, la he conocido hace pocos días. Dos son los protagonistas: un italiano de treinta y tantos, publicista con una agencia llamada Centro Multimedial y el otro un alemán que le falta menos de un mes para cumplir noventa y ocho años y vive recluido en Roma en arresto domiciliario.
El anciano se llama Erich Priebke. Huérfano desde niño, con sólo dieciséis años se había lanzado a la aventura, trabajando en hoteles de Liguria y Londres durante tres años. De vuelta en Alemania al poco del triunfo electoral de Hitler, embargado de ardor nacionalista, se afilió al NSDAP y en 1936, tras renunciar a su trabajo en el hotel Splanade de Berlín y decidir que su futuro debía encaminarse por otros derroteros, se apuntó a la Academia de Policía y poco después ingresó en las SS. Tras una brillante carrera en la capital del Reich, gracias a su dominio del italiano, fue destinado a finales de 1943 a la oficina romana de Herbert Kappler, el jefe de los servicios de seguridad alemanes en la Italia ocupada (ya se había producido el desembarco aliado en el sur de la península y firmado el armisticio). Según el periodista argentino Jorge Camarasa, una de los primeros éxitos de Priebke en Italia fue averiguar dónde estaba preso Mussolini, lo que permitió que los nazis lo liberaran y le permitieran montar la llamada República de Saló. Pero la fama de Priebke se debe a su participación, como lugarteniente de Kappler, en la masacre de las Fosas Ardeatinas. El 23 de marzo de 1944 un grupo de partisanos coloco una bomba casera junto a los locales de un batallón de policías italianos de Bolzano (germanoparlantes) al servicio de las autoridades nazis; la explosón causó la muerte de treinta y uno de ellos, además de dos civiles. Parece que el propio Hitler ordenó que se hiciera una represalia ejemplar, ejecutándose a diez prisioneros italianos por cada nazi muerto. Al día siguiente, de la atestada cárcel romana de Regina Coeli se sacaron 335 personas que llevaron a las cuevas ardeatinas, unas minas abandonadas a las afueras de la ciudad y que, curiosa coincidencia, es el lugar donde, según la tradición católica, Cristo se le apareció a San Pedro para recriminarle que abandonara la capital imperial (recuérdese el Quo vadis, Domine? de Henryk Sienkiewicz que, convertido en película, pasaban todas las semanas santas durante mi infancia). En esas fosas, los alemanes, bajo la supervisión de Priebke (quien parece que también mató a más de uno), se pasaron casi todo el día ejecutando a su criminal represalia.
Al final de la guerra Priebke fue capturado e internado en un campo de prisioneros británico en el norte de Italia. La noche del 31 de diciembre del 46, aprovechando los festejos de año nuevo de los guardianes, Priebke y otros cuatro compañeros consiguieron evadirse y, ayudado por el Vaticano, pudo reunirse con su familia en Vitipeno, un pequeño municipio de Bolzano. Allí estuvo unos veinte meses hasta que, gracias a la llamada "ruta de los monasterios" (una red organizada por el obispo Alois Hudal con la complicidad de la jerarquía vaticana que se calcula que facilitó la huída de unos cinco mil jefes nazis) pudo escapar a Argentina. En ese país se radicó en Bariloche, convirtiéndose en una de las personalidades más respetadas e influyentes de la importantísima comunidad alemana. Durante el casi medio siglo que vivió en Sudamérica, Priebke no ocultó su identidad y, como cuenta Carlos Echeverría en el documental Pacto de Silencio (2005), se mantuvo orgullosamente fiel a su ideología y fomentó los valores del nacionalsocialismo. En 1994, un equipo de la cadena norteamericana ABC se trasladó a Bariloche con la intención de entrevistar a Reinhard Kopps, que había formado parte del comando que liberó a Mussolini. Para quitarse de encima a los periodistas Kopps les señaló a Priebke, a quien acusó de ser un nazi prominente con crímenes de guerra a la espalda y no como él, dijo, que no había sido más que un simple soldado. Los reporteros americanos lo entrevistaron sobre la marcha y, sin ningún rubor, reconoció que efectivamente había sido miembro de la GESTAPO y participado en la masacre de las fosas ardeatinas. A partir de la emisión del documental se armó el revuelo; el gobierno italiano solicitó la extradición para juzgarlo y tras más de un año de trámites el 20 de noviembre de 95 los argentinos la concedieron. El 23 de julio del 97, el Tribunal militar de Roma condenó a Priebke, entonces a punto de cumplir 82 años, a 15 años de prisión en la cárcel de Forte Boccea. Luego, por motivos de salud y de edad, Priebke fue pasado al régimen de arresto domiciliario y, que yo sepa, así sigue en un domicilio romano, a punto de cumplir 97 años.
El otro protagonista tiene, obviamente, mucho menos currículum. Se llama Claudio Marini y su mayor mérito es organizar un concurso anual de belleza llamado Star of the Year con el fin de promocionar jovencitas ansiosas de hacer carrera en el mundo del espectáculo. Para la edición de 2008 a Marini se le ocurrió la brillante idea de invitar a Priebke a que presidiera el jurado. Por supuesto, la justicia italiana no lo permitió y el anciano alemán, a pesar de que según dijo le hubiera gustado mucho, no pudo asistir a Frosinone a deleitarse por unas horas con el espectáculo. Ello no obstante, sí facilitó un video que fue proyectado durante el concurso en el cual enviaba un caluroso y agradecido saludo a los organizadores y a las participantes. Preguntado Marini que cómo se le había ocurrido invitar a este personaje, se justificó diciendo que pretendía un gesto de pacificación y (esto lo añadió más tarde) hacer notar al público la gravedad de un sistema que mantenía sin libertad a un hombre de tan anciana edad. Los argumentos suenan hipócritas, desde luego. Lo que se pone de manifiesto, en cambio, es la frivolización generalizada que mezcla tragedias históricas con concursos de aspirantes a velinas en la vergonzosa Italia berlusconiana.
El anciano se llama Erich Priebke. Huérfano desde niño, con sólo dieciséis años se había lanzado a la aventura, trabajando en hoteles de Liguria y Londres durante tres años. De vuelta en Alemania al poco del triunfo electoral de Hitler, embargado de ardor nacionalista, se afilió al NSDAP y en 1936, tras renunciar a su trabajo en el hotel Splanade de Berlín y decidir que su futuro debía encaminarse por otros derroteros, se apuntó a la Academia de Policía y poco después ingresó en las SS. Tras una brillante carrera en la capital del Reich, gracias a su dominio del italiano, fue destinado a finales de 1943 a la oficina romana de Herbert Kappler, el jefe de los servicios de seguridad alemanes en la Italia ocupada (ya se había producido el desembarco aliado en el sur de la península y firmado el armisticio). Según el periodista argentino Jorge Camarasa, una de los primeros éxitos de Priebke en Italia fue averiguar dónde estaba preso Mussolini, lo que permitió que los nazis lo liberaran y le permitieran montar la llamada República de Saló. Pero la fama de Priebke se debe a su participación, como lugarteniente de Kappler, en la masacre de las Fosas Ardeatinas. El 23 de marzo de 1944 un grupo de partisanos coloco una bomba casera junto a los locales de un batallón de policías italianos de Bolzano (germanoparlantes) al servicio de las autoridades nazis; la explosón causó la muerte de treinta y uno de ellos, además de dos civiles. Parece que el propio Hitler ordenó que se hiciera una represalia ejemplar, ejecutándose a diez prisioneros italianos por cada nazi muerto. Al día siguiente, de la atestada cárcel romana de Regina Coeli se sacaron 335 personas que llevaron a las cuevas ardeatinas, unas minas abandonadas a las afueras de la ciudad y que, curiosa coincidencia, es el lugar donde, según la tradición católica, Cristo se le apareció a San Pedro para recriminarle que abandonara la capital imperial (recuérdese el Quo vadis, Domine? de Henryk Sienkiewicz que, convertido en película, pasaban todas las semanas santas durante mi infancia). En esas fosas, los alemanes, bajo la supervisión de Priebke (quien parece que también mató a más de uno), se pasaron casi todo el día ejecutando a su criminal represalia.
Al final de la guerra Priebke fue capturado e internado en un campo de prisioneros británico en el norte de Italia. La noche del 31 de diciembre del 46, aprovechando los festejos de año nuevo de los guardianes, Priebke y otros cuatro compañeros consiguieron evadirse y, ayudado por el Vaticano, pudo reunirse con su familia en Vitipeno, un pequeño municipio de Bolzano. Allí estuvo unos veinte meses hasta que, gracias a la llamada "ruta de los monasterios" (una red organizada por el obispo Alois Hudal con la complicidad de la jerarquía vaticana que se calcula que facilitó la huída de unos cinco mil jefes nazis) pudo escapar a Argentina. En ese país se radicó en Bariloche, convirtiéndose en una de las personalidades más respetadas e influyentes de la importantísima comunidad alemana. Durante el casi medio siglo que vivió en Sudamérica, Priebke no ocultó su identidad y, como cuenta Carlos Echeverría en el documental Pacto de Silencio (2005), se mantuvo orgullosamente fiel a su ideología y fomentó los valores del nacionalsocialismo. En 1994, un equipo de la cadena norteamericana ABC se trasladó a Bariloche con la intención de entrevistar a Reinhard Kopps, que había formado parte del comando que liberó a Mussolini. Para quitarse de encima a los periodistas Kopps les señaló a Priebke, a quien acusó de ser un nazi prominente con crímenes de guerra a la espalda y no como él, dijo, que no había sido más que un simple soldado. Los reporteros americanos lo entrevistaron sobre la marcha y, sin ningún rubor, reconoció que efectivamente había sido miembro de la GESTAPO y participado en la masacre de las fosas ardeatinas. A partir de la emisión del documental se armó el revuelo; el gobierno italiano solicitó la extradición para juzgarlo y tras más de un año de trámites el 20 de noviembre de 95 los argentinos la concedieron. El 23 de julio del 97, el Tribunal militar de Roma condenó a Priebke, entonces a punto de cumplir 82 años, a 15 años de prisión en la cárcel de Forte Boccea. Luego, por motivos de salud y de edad, Priebke fue pasado al régimen de arresto domiciliario y, que yo sepa, así sigue en un domicilio romano, a punto de cumplir 97 años.
El otro protagonista tiene, obviamente, mucho menos currículum. Se llama Claudio Marini y su mayor mérito es organizar un concurso anual de belleza llamado Star of the Year con el fin de promocionar jovencitas ansiosas de hacer carrera en el mundo del espectáculo. Para la edición de 2008 a Marini se le ocurrió la brillante idea de invitar a Priebke a que presidiera el jurado. Por supuesto, la justicia italiana no lo permitió y el anciano alemán, a pesar de que según dijo le hubiera gustado mucho, no pudo asistir a Frosinone a deleitarse por unas horas con el espectáculo. Ello no obstante, sí facilitó un video que fue proyectado durante el concurso en el cual enviaba un caluroso y agradecido saludo a los organizadores y a las participantes. Preguntado Marini que cómo se le había ocurrido invitar a este personaje, se justificó diciendo que pretendía un gesto de pacificación y (esto lo añadió más tarde) hacer notar al público la gravedad de un sistema que mantenía sin libertad a un hombre de tan anciana edad. Los argumentos suenan hipócritas, desde luego. Lo que se pone de manifiesto, en cambio, es la frivolización generalizada que mezcla tragedias históricas con concursos de aspirantes a velinas en la vergonzosa Italia berlusconiana.
En fin, una irrelevante anécdota que, pese a su futilidad, me parece sintomática del mundo que nos toca vivir. Pero algo me ha aportado, y es enterarme de muchos detalles relacionados con Priebke, directa o indirectamente, varios de los cuales darían para posts bastante más jugosos que éste. Como es más que probable que nunca llegue a escribirlos, no quiero dejar pasar la ocasión para insertar aquí el documental de Carlos Echeverría sobre la comunidad alemana (¿nazi?) de Bariloche, cuya visión recomiendo.
CATEGORÍA: Personas y personajes
Frivolidad, la gran “virtud” posmoderna consistente en no tomarse nada demasiado en serio, en evitar la confrontación dialéctica, en planear sobre cualquier tema sin profundizar, en buscar lo divertido aún a costa del sufrimiento de otros ¿La insoportable levedad del ser? Hay quien dice que la frivolidad, el pensamiento débil y todo eso son vacunas contra el fanatismo, yo creo, en cambio, que es una forma de obscenidad cuando el asunto que se frivoliza es tan categóricamente grave. El primero de tus personajes es un clásico y exitoso malvado; el segundo, ay, el segundo un exitoso majadero. Creo yo.
ResponderEliminarBuscar lo divertido o el divertimento aún a costa del sufrimiento de otros (Lansky) es una maldad intríseca, además de una soberana ESTUPIDEZ.
ResponderEliminarNo obstante, a veces, se hace casi necesaria cierta dosis de frivolidad aún cuando el asunto pueda parecer remoto y futil como apunta Miroslav con disgusto. Frivolidad ante la maldad y/o la majadería del ser humano.
El viejo nazi es una individuo despreciable, y punto.
Lo del joven periodista italiano es una boutade que sí podría enfocarse desde el lado frívolo... si jamás se pudieran olvidar la víctimas del anciano alemán.
Es todo tan siniestro y cómico que no sabe uno si reír, llorar o alternar las dos cosas.
Quedo pasmado leyendo este post.
hay aves bicéfalas no solamente en los escudos...cosa rara!
ResponderEliminaresto suena a "Saló" de Pasolini, la has visto?