El martes tuve que volar a La Palma, a una reunión en Los Llanos de Aridane. En principio, tenía pensado regresar ese mismo día, pero me comprometieron para asistir a una cena y me vi obligado a hacer noche en la Isla Bonita. Mis anfitriones se ocuparon de cambiarme el pasaje para el día siguiente a media mañana y de reservarme habitación en el Hotel Sol La Palma, un complejo de la cadena Meliá en el pequeño núcleo turístico de Puerto Naos, en la vertiente occidental.
Esa noche llegamos bastante tarde al hotel y me metí directamente en mi habitación. Al día siguiente, después de desayunar y como tenía algo de tiempo, di una vuelta por el establecimiento que no está nada mal para ir a pasar unos días de descanso, que no era mi caso en este viaje. Recorriendo las áreas exteriores, me llegué hasta la piscina que han situado en un farallón, a modo de proa hacia el mar; un sitio desde el que se tienen que disfrutar unos atardeceres espectaculares. Pero era por la mañana, demasiado temprano aún, y sólo había un matrimonio mayor, en la setentena, que parecía estar, como yo, curioseando las instalaciones.
Al cruzarnos nos saludamos educadamente. Apenas me fijé en ellos pero me quedé con la incómoda y vaga sensación de no saber si conocía o no al tipo: bastante calvo, con el escaso pelo blanco y un bigotazo del mismo color. Pero tampoco pensé mucho en ello, porque enseguida me volví a mi habitación, recogí mi bolsa y bajé a recepción a pedir un taxi para el aeropuerto. Mientras esperaba, dos de los empleados del mostrador conversaban entre sí y alcancé a oír que uno decía: fíjate, justamente hoy que es 23F. Es verdad, me dije, hoy hace treinta años. ¿A cuento de qué estarán éstos hablando de eso? Pero no oí más; llegó el taxi y me fui.
Eso fue ayer, el trigésimo aniversario del intento de golpe de estado, como se ocuparon de recordarnos machaconamente todos los medios. Hoy ya es el día después y me había olvidado completamente de la pareja del hotel palmero. Mientras almorzaba leo en un periódico local que Tejero, durante estos días, se refugiaba con su esposa en Puerto de Naos para no ser reconocido. ¡Coño! El viejete de la piscina; con razón me sonaba su cara. En el periódico explican que están encerrados en su habitación y que apenas salen, sólo algunos ratillos a dar breves paseos. Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los clientes son extranjeros, algún español lo ha reconocido y se ha corrido la voz de que el ex-teniente coronel de la Guardia Civil está de vacaciones en La Palma. Mira que no reconocerlo, me digo, soy un desastre.
Television - Elevation (Marquee Moon, 1977)
La historieta que acabo de contar es rigurosamente falsa. No fui el pasado martes a La Palma y por tanto no pasé la noche en el hotel Sol de Puerto Naos, de modo que no me crucé en la piscina con Antonio Tejero Molina, quien sí que es verdad que estaba (seguirá estando, imagino) en ese hotel palmero. Me he enterado de que es tal como lo cuento, leyendo al mediodía el periódico. Pero un par de horas después me ha llamado un amigo y me cuenta que viajó el martes a La Palma, se alojó en el hotel Sol y se cruzó con Tejero al día siguiente, todo, casi al detalle, como lo he narrado en este post. La diferencia es que mi amigo, al cruzarse con el golpista en la piscina, se quedó mirándolo fijamente y le preguntó si era quien era, a lo que Tejero, visiblemente molesto, le respondió que no. Dice mi amigo que se quedó dudando, pero más tarde los de la recepción le confirmaron que no se había equivocado. A raíz de esta anécdota me he preguntado cómo habrían sido las cosas si hubiese sido yo el protagonista. Probablemente, tal como acabo de escribirlas.
Esa noche llegamos bastante tarde al hotel y me metí directamente en mi habitación. Al día siguiente, después de desayunar y como tenía algo de tiempo, di una vuelta por el establecimiento que no está nada mal para ir a pasar unos días de descanso, que no era mi caso en este viaje. Recorriendo las áreas exteriores, me llegué hasta la piscina que han situado en un farallón, a modo de proa hacia el mar; un sitio desde el que se tienen que disfrutar unos atardeceres espectaculares. Pero era por la mañana, demasiado temprano aún, y sólo había un matrimonio mayor, en la setentena, que parecía estar, como yo, curioseando las instalaciones.
Al cruzarnos nos saludamos educadamente. Apenas me fijé en ellos pero me quedé con la incómoda y vaga sensación de no saber si conocía o no al tipo: bastante calvo, con el escaso pelo blanco y un bigotazo del mismo color. Pero tampoco pensé mucho en ello, porque enseguida me volví a mi habitación, recogí mi bolsa y bajé a recepción a pedir un taxi para el aeropuerto. Mientras esperaba, dos de los empleados del mostrador conversaban entre sí y alcancé a oír que uno decía: fíjate, justamente hoy que es 23F. Es verdad, me dije, hoy hace treinta años. ¿A cuento de qué estarán éstos hablando de eso? Pero no oí más; llegó el taxi y me fui.
Eso fue ayer, el trigésimo aniversario del intento de golpe de estado, como se ocuparon de recordarnos machaconamente todos los medios. Hoy ya es el día después y me había olvidado completamente de la pareja del hotel palmero. Mientras almorzaba leo en un periódico local que Tejero, durante estos días, se refugiaba con su esposa en Puerto de Naos para no ser reconocido. ¡Coño! El viejete de la piscina; con razón me sonaba su cara. En el periódico explican que están encerrados en su habitación y que apenas salen, sólo algunos ratillos a dar breves paseos. Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los clientes son extranjeros, algún español lo ha reconocido y se ha corrido la voz de que el ex-teniente coronel de la Guardia Civil está de vacaciones en La Palma. Mira que no reconocerlo, me digo, soy un desastre.
Television - Elevation (Marquee Moon, 1977)
La historieta que acabo de contar es rigurosamente falsa. No fui el pasado martes a La Palma y por tanto no pasé la noche en el hotel Sol de Puerto Naos, de modo que no me crucé en la piscina con Antonio Tejero Molina, quien sí que es verdad que estaba (seguirá estando, imagino) en ese hotel palmero. Me he enterado de que es tal como lo cuento, leyendo al mediodía el periódico. Pero un par de horas después me ha llamado un amigo y me cuenta que viajó el martes a La Palma, se alojó en el hotel Sol y se cruzó con Tejero al día siguiente, todo, casi al detalle, como lo he narrado en este post. La diferencia es que mi amigo, al cruzarse con el golpista en la piscina, se quedó mirándolo fijamente y le preguntó si era quien era, a lo que Tejero, visiblemente molesto, le respondió que no. Dice mi amigo que se quedó dudando, pero más tarde los de la recepción le confirmaron que no se había equivocado. A raíz de esta anécdota me he preguntado cómo habrían sido las cosas si hubiese sido yo el protagonista. Probablemente, tal como acabo de escribirlas.
Esto es un bonito ejercicio literario, pues la literatura es desdoblarse y estar en miles de sitios, también hacerse dueño de las anécdotas de los otros, incorporarlas a tus recuerdos, quedarse tuerto o tener sus mismos sueños. Todo eso me atrae poderosamente, como si se tratara de una fabulosa aventura, tomar posesión del cuerpo del otro y reconstruir sus pasos.
ResponderEliminarGrillo está bien, de hecho está estupendamente, pero al parecer ha decidido dejar de deambular por los blogs ajenos y dedicarse a contemplar la vida de otra manera. No sé si esta molesto, pero algo ha de haberle fastidiado, como una mota invisible en el ojo que no deja a uno tranquilo.
No, no. No estoy molesto y os sigo leyendo a todos encantado. Sólo me he tomado un respiro en lo de escribir.
ResponderEliminarProbablemente el lunes me reincorpore a mi blog con nuevas greguerías.
Saludos a todos y besos para quien los quiera.
¿Por qué me mencionas Emma? La verdad es que te lo agradezco. Me siento halagado.
Vaya giro ! Es lo mejor del relato.
ResponderEliminarPrimero pensé que te pagaba la cadena Meliá. Luego, qué cómo se puede reconocer a alguien que uno vio sólo en la tele hace tantos años.
Debería de estar advertida, no es la primera vez que empleas el truco. Pero caí en la trampa como siempre.
Pues no digo nada si te lo cruzas en el real de la feria malagueña... eso si, aquel día "disfrutaba" que lo reconocieran (estaba con su familia que según cuenta a todos, están orgullosísimos de su padre y de lo que hizo).
ResponderEliminarBesos de una maia.