lunes, 24 de abril de 2006

Fantasía erótica

Has llegado a mi casa. Tocas el timbre y te abro. Sí, habíamos quedado a esta hora, ya me habían advertido desde la inmobiliaria. Disculpa que la casa esté desordenada; pasa, te la enseño.

Eres una mujer atractiva. Expresión simpática, media melena castaña y rizada, ojos grandes, con mirada de asombro y un punto pícaro en el fondo. Me gusta mucho tu cuerpo y la ropa con que lo envuelves. Botas negras, falda gris que se abre lateralmente en ambas piernas y se prolonga en un pero con tirantes, bajo éste una camiseta negra moldeada por dos pechos "muy bien puestos".

En el umbral, me miras un momento que se me hace largo. Tus ojos se hunden en los míos y creo entender frases distintas al saludo anodino de tu voz. El sonido de tu voz, sin embargo, recubre esa mirada breve. Noto una descarga de erotismo, siento por un momento un mareo extraño. Me esfuerzo en volver al presente mientras me aparto para que pases. Cuando lo haces, te miro el culo e intuyo que te estás dando cuenta; intuyo también que sonríes.

Caminamos por el pasillo. Vas delante como si ya conocieras la casa. Ignoras la cocina y sigues hacia el fondo. Tu mano se posa en el picaporte de la puerta del dormitorio principal. Nueva mirada taladra mis ojos, ahora interrogativa. Es el dormitorio; ya, ¿puedo?; claro, adelante. Sonríes y abres; te sigo y noto el desasosiego de la excitación, mi pene presiona la entrepierna. Rodeas despacio la cama, repasas sus bordes con un dedo y luego, despacio, lo llevas a tus labios entreabiertos. Es un instante sólo, pero en ese instante tus ojos vuelven a clavarme y descubro en ellos una profundidad misteriosa.

De golpe te sientas en la cama, casi te dejas caer pero, pese a lo inesperado del movimiento, parece que es a cámara lenta. En un momento congelado veo tu culo rebotar en el colchón, tus botas separándose del suelo y volviendo a apoyarse, tus piernas abriéndose y la falda gris deslizándose hacia arriba, las rodillas temblando. Vaya, dices, es cómoda. ¿Vendes también los muebles?

Pienso que no quiero venderte la casa, pienso que no quieres comprarla. Tus ojos me marean, la erección es casi dolorosa, trato de sobreponerme: sí, los muebles van incluidos; ¿quieres ver la sala? Tiene unas vistas estupendas.

Te levantas despacio y vienes hacia mí, me rozas al cruzarte y sé que estás sonriendo. Te cojo la mano, noto una sacudida, aprieto un instante y enseguida la suelto. Sigues caminando y doblas por el pasillo; llegas a la sala y con absoluta seguridad te sientas en el sofá. La espalda recta y las piernas juntas; me miras desafiante, como esperando.

Me acerco a ti. Estoy de pie junto a ti, casi pegado. Siento en mis piernas el calor de tu cuerpo. Nos miramos callados; son segundos inflados de tiempo. Comienzo a doblar las rodillas para sentarme a tu lado y tú abres la boca; parece que vas a hablar. Me siento; lo hago en silencio, mientras te miro, mientras tú me miras. Tu mirada, como toda tu postura, es serena y profunda, pero a la vez me llama en un silencio estruendoso.

Sin dejar de mirarte coloco las manos en tus hombros; tus ojos se dilatan pero tus labios apuntan una sonrisa. Tu mirada, como toda tu postura, es serena y profunda, pero a la vez me llama en un silencio estruendoso. Oigo tu voz: yo vengo a ver la casa. Desde los hombros empujo tu espalda hasta el respaldo del sofá. Mi cuerpo se inclina hacia el tuyo, mi boca se acerca a la tuya, nuestros alientos se mezclan, nuestros ojos siguen buceándose mutuamente, ajenos y protagonistas a la vez. Calla, te digo.

Te beso. Mi boca se abre sobre la tuya y siento tu aliento que me invade. Es un beso ansioso y profundo. Tus ojos se cierran y tu cabeza cae hacia atrás. Imagino que todo lo que fluía desde tus ojos me está entrando desde tu boca. Cierro yo también mis ojos y concentro mi atención en ese aliento denso y sabroso, tan pleno de sabores, de sensaciones. Ese aliento tuyo (¿o es la mezcla de los dos?) va recorriendo mi cuerpo, insuflando mis células, erizándome desde dentro. Ese aliento tuyo va despertando una a una todas mis terminaciones nerviosas, va cargando de placer cada uno de mis poros, va excitando con mágica electricidad mis conexiones sensoriales.

Tus brazos, que colgaban junto a tu cuerpo, se mueven; tus manos empujan levemente mi pecho, insinuando un rechazo, el amago de apartarme. Pero tu boca sigue absorbiéndome e insuflándome. Mis manos cogen tus muñecas; las aprieto y abro tus brazos, separándolos de mi pecho. Abres los ojos, sorpresa en tu mirada, pero no hay reproche. Llevo tus brazos por encima de tu cabeza y sigo apretando tus muñecas. Con esfuerzo me obligo a separar mi boca de la tuya, alejo mi cara, te miro.

Así que querías ver la casa, te digo, mentirosa, tú lo que quieres es follar. A mis palabras responde una convulsión de tu cuerpo, arqueas de golpe la cadera, intentas desasir tus muñecas. Presiono mis brazos venciendo hacia atrás los tuyos, encajo mi ingle sobre la tuya, te dejo notar mi peso. Entreabres los labios y en los ojos brilla con mayor intensidad aun esa mirada magnética, de profundidad marina. Siento el deseo estallando en mi cabeza, mi boca se precipita a sumergirse en la tuya.

Me muerdes la parte de dentro de mi labio inferior y noto el sabor de mi sangre. Aprieto con furia mi boca y mi lengua empuja hacia el fondo la tuya. Siento la succión de tu garganta que busca aire y encuentra mi aliento cálido y pesado; la nariz se te dilata y tus ojos se agrandan. Tu cuerpo, todo tu cuerpo, vibra electrizado, desde cada uno de tus poros parecieran surgir descargas de deseo transformado en energía. Esa energía va a confluir en tu ingle que presiona la mía. A través de tu ropa noto tu coño colocándose contra el tronco de mi polla y empujando. Es una presión intensa ... y eléctrica.

Junto tus manos y sujeto ambas con la mía izquierda. Mi mano derecha, liberada, baja uno de los tirantes y se posa sobre la teta. La aprieto, la sopeso, la repaso, la moldeo, la acaricio, la estrujo, la pellizco. Cada movimiento de mi mano es respondido con un nuevo impulso de tu ingle, con una nueva aspiración de tu boca. De pronto, sin que yo lo decida, mi mano se cierra sobre el cuello de tu camiseta negra y tira hacia arriba, subiéndotela sobre la cara, pasándotela a lo largo de los brazos, arrancándotela del cuerpo. En un momento te veo desnuda bajo el peto, las tetas al aire, hermosísimas; tu piel enrojecida, brillante, vibrante ...

Arqueas hacia atrás la cabeza y mi boca, separada de la tuya, se lanza sobre tu cuello. Lo saboreo despacio: beso suavemente la zona central y luego voy esparciendo los besos con lengüetazos a cámara lenta (cada lengüetazo es un desperezar la lengua despacio, estirarla hasta que el máximo de su superficie contacte con tu piel, dejarla pegada en cada posición durante un instante eterno y a la vez sin ruptura temporal con el siguiente, que cada papila se adhiera como ventosa a uno de tus poros ...). Ahora la lengua se esconde y los labios pellizcan un lateral de tu cuello, pinzando trocitos de piel y soltándolos para pinzar otro al lado. Y entre le piel encuentro el cartílago, y los labios se entreabren y son los dientes los que muerden, apenas un cachito, apenas un pinchazo. Pero se enrojece ese trocito de piel y tu cuerpo se revuelve de golpe.

Y con ese golpe convulso liberas tus muñecas prisioneras y coges con fuerza mi cabeza para apretarla entre tus tetas. Y yo entonces te sujeto también tu cabeza e inhalo con fuerza el aroma profundo de tus pechos, mientras mi boca encuentra uno de tus pezones. Chupo, succiono, jugueteo con la lengua, lo envuelvo con la boca abierta hasta que me duele, vuelvo a chupar, ya más despacio, de mil maneras. Y mientras atiendo a ese pezón orgulloso obedeciendo la presión de tu mano en mi cabeza, la otra mano tuya comienza distraída a pasear por mi espalda, tus dedos sobrevuelan, apenas acarician, mis vértebras, dan saltos hacia las costillas, esbozan círculos sobre los riñones. Y cada caricia sutil es una descarga de placer que me recorre todo y acaba en la polla, cada vez más dura, cada vez más tensa.

No aguanto más. Vamos a la cama, te digo, pero no contestas. Me separo de ti y te miro, tus ojos están velados por esa expresión enigmática pero siguen siendo mares profundos que me imantan. Te veo la cara y me parece que te cambia, que eres tú y no eres, me cuesta enfocarte. Tus labios entreabiertos, las ventanas de tu nariz dilatadas, tus mejillas enrojecidas; es el rostro bellísimo de una diosa. Tus brazos se cuelgan de mi cuello y quieren atraerme de nuevo; al mismo tiempo, tus piernas se enroscan en torno a mi cadera y tu coño se oprime más aun en torno a mi polla. No me dejo caer de nuevo; lo que hago es enderezar mi espalda y agarrarte por lo hombros. No sé cómo no pierdo el equilibrio, pero en un instante estoy de pie contigo enroscada a mi cuerpo.

Ha sido tan rápido que quizás no te lo esperabas. Abres las piernas y, sujetándote a mis hombros, las dejas caer hasta apoyarte en el suelo. Me miras insultante y te das la vuelta, como si fueras a irte. Te sujeto por el cuello con una mano y noto de nuevo la energía de tu cuerpo. Déjame, dices, me voy. ¿Dónde crees que vas, puta? Te empujo despacio pero firmemente hacia adelante y tus manos se extienden para apoyarse en el respaldo del sofá a la vez que empujas tu culo hacia mi polla. Mis dos manos, rápidas, bajan tu ropa que cae al suelo entre tus piernas, tiran de tus bragas hasta debajo de las rodillas. No sé cómo, al mismo tiempo, mis pantalones y calzoncillo también han caído, mi polla está empujando entre tus nalgas.

Mueves el culo de arriba abajo, enseñando el camino, jugando con mi polla, aprovechándola para que roce los labios de tu coño, para que frote el botón erecto de tu clítoris. Yo apenas me muevo, mi polla se deja llevar por tus movimientos y apenas le aporto breves impulsos. Siento que es tuya, que eres tú quien sabe lo que ha de hacer con ella; mis manos, entre tanto, se cierran sobre tus tetas, mis brazos aprietan tu cuerpo. De pronto, con un golpe de caderas, tu vagina, como si fuera una boca, se cierra sobre mi polla y la succiona suavemente. Empujo sintiendo una ligera resistencia, el frotamiento de unas paredes estrechas que van abriéndose. El placer es inmenso; quiero llegar hasta el fondo, dondequiera que esté.

Y llego; siento que he llegado, que estoy muy adentro tuyo. Que no sólo es mi polla la que está adentro, sino todo yo, como si a través de mi polla se estuviera pasando lo que llevo dentro, como si estuvieras chupándome y robándome, vaciando mi envoltorio. Pero ese vaciarme es placer intensísimo; y me aprieto con todas mis fuerzas a ti, oprimiendo mis caderas, estrechando mi abrazo, hundiendo mi boca en tu cuello.

Desde esa posición de apretada soldadura, inicias un vaiven desde el interior de tu coño. Siento como mi polla es exprimida y expandida, succionada y amasada, bombeada hacia adelante y hacia atrás. Sin pensarlo siquiera, mi cuerpo reacciona moviéndose a tu compás, como si fuésemos una misma máquina, un mismo organismo sincronizado. Los vaivenes son cada vez más intensos, cada vez más rápidos, cada vez más largos. Llevamos ya un rato largo apretados y follando (el tiempo pasa con otra medida); mi polla sale y entra con la seguridad de quien conoce el camino de siempre, tu dedo frota tu clítoris, tu cuello danza despacio bajo mi boca, tu corazón (y el mío) palpita profundo bajo mis manos.

Y hay una explosión, un derramarse ambos dentro, sin que podamos discernir quién es quién. Noto las contracciones de tu coño en mi polla mientras se convulsiona. Oigo mi grito sordo mezclado con un jadeo tuyo y me parecen ajenos. Siento todo mi cuerpo que se disuelve, que piezas de dentro se rompen en añicos, que mis piernas apenas me sostienen. Y el placer, que ha llegado hasta el nivel de lo insoportable, empieza a desparramarse como si fuera agua que se desliza desde la cabeza a los pies, dejándote mojado y limpio, cansado y satisfecho ...

Muy despacio nos separamos. Me dejo caer en el sofá, el culo desnudo, la polla fláccida y goteante. Te miro sin entenderte, si entender lo que ha pasado, sin todavía ser capaz de asumir la intensidad de las sensaciones que he vivido. Tú, en cambio, sigues de pie, apoyada contra el respaldo del sofá. También muy despacio te enderezas y luego te acuclillas. Te subes las bragas y el vestido, te ajustas la camiseta, te alisas el pelo ... Luego me miras; es la misma mirada larga y profunda del primer saludo. Creo que no me interesa tu casa, dices. Y acto seguido caminas hacia la puerta. Yo, sentado, veo como te vas.

CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

1 comentario:

  1. Fantasía errática

    He llegado a tu casa. Toco el timbre y me abres. Me gusta lo que veo, eres alto, rubio y de complexión fuerte; una barba incipiente salpica tu rostro confiriéndote un aire casi bohemio que contrasta notablemente con el entorno. Tus ojos, de un azul clarísimo, me miran con cierto aire de sorpresa mientras yo sigo allí plantada, esperando que me invites a entrar. Sonríes disculpándote por el desorden y te apartas de la entrada para dejarme pasar.

    Pienso que tienes una sonrisa preciosa, te ilumina la cara, la boca dibuja una curva perfecta y los ojos, rasgados, adoptan un gesto casi oriental. Me gusta, vuelvo a pensar, mientras oigo el ruído de la puerta que se cierra detrás de mí.

    Ya estoy dentro, me basta una ojeada para tener la certeza de que no me interesa la casa, no, no la voy a comprar, pero no quiero irme, me gusta esta situación, así que empiezo a caminar y me pregunto, aún sabiéndolo, qué habrá a final del pasillo; lo intuyo por la quietud que desprende el ambiente, el olor a sueño,la penumbra que me envuelve.

    Te noto detrás de mí en silencio, clavados tus ojos transparentes en mi espalda, seguro que me estás mirando el trasero; sonrío y abro la puerta.

    Entro en tu dormitorio y me dirijo a la cama, mi mano roza suavemente las sábanas revueltas recorriendo lentamente el hueco vacío de tu cuerpo y antes de sentarme me llevo un dedo a la boca, como si sólo con el gesto consiguiera, con absoluta impunidad, catar la esencia de tu piel.

    ¿Qué me está pasando? ¿Por qué siento esta atracción tan fuerte por ti? No te conozco, no sé quién eres y sin embargo estoy vibrando por dentro.

    Interrumpes mis pensamientos ¿Quieres ver la sala? Tiene unas vistas muy bonitas... aterrizo de repente e intento recomponer mis ideas, me levanto y rozo tu cuerpo al salir. Me sigues, callado, como guiado por mí en tu propia casa y de repente me coges la mano; es sólo un instante, pero tu contacto produce una fuerte sacudida en todo mi cuerpo, como si de una descarga eléctrica se tratara, respiro hondo y sigo adelante.

    La sala es inmensa, me siento en el sofá en forma de L, allí, donde imagino tu sitio, recta, con las piernas muy juntas, te miro y espero. Estás de pie, rozando casi mis piernas, y yo, desde allí abajo te veo enorme, poderoso, señor absoluto de todo el control y empiezo a sentir mi abandono, te miro fijamente y tus ojos me devuelven mi propio deseo, mil pensamientos incoherentes luchan con mi coherencia mientras noto cómo te sientas a mi lado, rozas mis hombros y tu boca se acerca a la mía. Intento un rechazo, tenue y poco convincente; calla, me dices pero mi boca ya es la tuya y mi cuerpo no responde.

    Estás encima de mí, acariciándome, besándome, descubriendo mi cuerpo con tus manos y veo tus ojos, sólo tus ojos, que me penetran salvajemente y entran en mí hasta lo más profundo. El abandono es ya total, mi cuerpo se mueve rítmicamente a tu compás y mis manos, que sólo te rozan, crean una energía que nos envuelve como crisálida de luz en su capullo de seda. Somos uno, un solo cuerpo, y en cada movimiento se prolonga la energía en un círculo infinito, no hay principio, no hay fin, sólo placer, un placer inmenso que sale de todos los poros de nuestra piel para cruzarse en el aire y seguir girando alrededor de nosotros.

    Veo tu mano entre mis piernas y el calor, que ya creo en el límite, va aumentando hasta quemarme, parece que conozcas mi cuerpo desde siempre y con cada movimiento tuyo, cada caricia, me voy mojando, mojando, derritiéndome entre tus manos y siento mi cuerpo latir, ensancharse y abrirse por dentro, y deseo que me llenes, que entres en mí de una vez.

    Sin dejarme reaccionar me das la vuelta, apoyo las manos en el respaldo del sofá, mis piernas se separan y entras dentro de mí,lentamente, abriéndote camino en mis entrañas como buscando tu sitio, tu cueva, tu casa, y yo te acojo en silencio, mi respiración se acelera por momentos, mi cuerpo se abre, caliente, para alojarte, mientras mi lengua empieza a lamerte la mano, suave, dulcemente, como si lamiera una gata a su propio cachorro.

    Siento tu fuerza, te siento dentro y nuestros cuerpos danzan al unísono en un movimiento líquido, sin peso, ingrávidos, hoja flotando en el agua, dejándonos arrastrar por nuestro propio placer hasta estallar.

    Todavía no me lo explico, no sé qué ha pasado,es mágico; me visto lentamente, nuetros ojos se cruzan en una mirada larga, profunda, creo que no me interesa tu casa, digo. Y acto seguido camino hacia la puerta. Tú, sentado, ves cómo me voy.

    Comentado el 26 abril 2006 a las 20:35

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