Leo hoy un comentario de Topmonster al post que escribí hace dos días (Selección de frases para una ruptura de pareja) que me motiva a volver a ese asunto, a decir cosas que a propósito no dije.
Por cierto, antes de empezar, he de decir que me han alegrado los comentarios que hoy ha escrito Topmonsters. Especialmente uno (no el que motiva este post) en el que dice que leyendo mi blog, a veces, le da un poco de miedo cuánto se identifica con mis reflexiones. Ya sé que mal de muchos, consuelo de tontos, pero es algo muy natural que el ser humano se sienta bien al descubrir que no es un bicho excesivamente raro o que, al menos, hay otros bichos de su especie o que, bajando más el listón, comparten algunos de sus rasgos mentales. Yo había intuido eso hace unos días (y así se lo comenté); había identificado en los escritos de Topmonster varios indicios de rasgos comunes. En fin, no me enrollo; lo que quiero decir (y ya está dicho) es que me ha agradado este guiño de complicidad virtual.
Y paso al tema. Dice Topmonster que a él, a veces, le han dicho cosas muy duras que, sin embargo, le parecen piropos al lado de las frases seleccionadas en mi post. Añade que le daría mucho miedo si se las dijeran y pudieran ser verdad y que ese temor le inmovilizaría y posiblemente le haría llorar. Vayamos por partes.
Todas las frases que escribí fueron efectivamente pronunciadas (casi textualmente) o escritas (textualmente) a lo largo de unos tres meses por la mujer que fue mi pareja durante 16 años. Son duras, sin duda; pero también es verdad que suenan más duras si, como he hecho en el post, las extraes de los diversos discursos en que se insertaban y las colocas desnudas una junto a otra. Con esta primera "descontextualización" genero necesariamente un cierto falseamiento (provocado conscientemente, por otra parte).
Aun así, cada frase individual, incluso acolchada en su contexto original, resulta dura; y así me resultó cuando por primera vez la oí o la leí. Y creo que fueron escogidas con la voluntad expresa de lograr ese efecto. ¿Por qué? Pues pienso que fundamentalmente por dos razones. La primera tiene que ver con el desgaste del lenguaje que inevitablemente se produce entre una pareja de larga duración. Ya nos habíamos dicho muchas cosas, habíamos recorrido muchas intensidades semánticas. A esas alturas, me da la impresión de que mi ex-mujer necesitaba transmitir su mensaje de la forma más rotunda posible, sin equívocos. Y para ello necesitó dar un paso más en la contundencia expresiva. Aquí podría aludir (aunque no sea del todo pertinente) que "cuando hay confianza, da asco".
La segunda razón, muy relacionada, tiene que ver con el estado anímico y el subjetivismo de mi ex-mujer cuando dijo cada una de esas frases. Ella "necesitaba" creer que yo, mi comportamiento, era así como lo decía. Y cuanto más ruín fuera, más se autojustificaban (por supuesto, inconscientemente) sus sentimientos. Ya he hablado de esto en el post "Enemigos", así que no insisto. En esos momentos, ella vivía en un torbellino de emotividad excesiva y confusión. Salía de una grave enfermedad (sentía, me dijo en una ocasión, que le habían dado una segunda oportunidad y quería vivir intensamente) y había aparecido otra persona en su vida. Al mismo tiempo, yo era su compañero, la persona que (incluso entonces) sentía como parte de sí misma; las violentas emociones que la embargaban se mezclaban con un sentimiento de culpa, con gran miedo a hacerme daño, con el dolor de arrancarse algo muy imbricado a ella misma. Para navegar en esas aguas es imprescindible arrojar el lastre; y para que el lastre se hunda ha de cargarse: yo había de ser en su corazón ese lastre que le impedía ser feliz.
Estas cosas las pensé casi desde el principio (a partir, sobre todo, de que obtuve algunos datos de los que inicialmente carecía) porque me costaba asumir la dureza extrema de esas frases y porque mis explicaciones casaban con mi conocimiento de su forma de ser. Y todavía hoy lo sigo pensando, cuando ya esas frases no me hieren como entonces y por tanto no requiero explicaciones analgésicas. De hecho, ella misma, más adelante, hablando de alguna de estas frases, reconoció que no sentía lo que había dicho o que, al menos, no lo sentía tal como lo había dicho. Sin embargo, necesitaba decirlo cuando lo dijo.
Gracias a pensar cómo pensé, esas frases (y el resto de acontecimientos que ella precipitó de golpe sobre mi vida) no despertaron en mí ni un ápice de rencor. Quizás el que percibiera en ella (en esas frases) tanto rencor pudo contribuir a eso: pareciera que no quedaba más disponible para mí. Lo que sí generaron fue mucha tristeza; es más, me hundieron en un estado de pena inmensa y debilitadora. Me sentí apaleado sin saber la causa, con una sensación de injusticia, de ser objeto de una burla cruel sin derecho a apelación. Y a causa de esa tristeza, al igual que habría hecho Topmonster, lloré como hasta entonces no lo había hecho.
Esa tristeza nada tenía que ver con la mayor o menor veracidad de las frases. Pero, ¿era verdad lo que decía mi ex-mujer de mí? De entrada, he de decir que responderme a esta pregunta (o a estas, ya que había varias "acusaciones") se convirtió en el inicio de un proceso en el que todavía sigo. En tal sentido, la dureza de las frases y la dureza de las consecuencias vitales que ellas querían justificar, fue un factor coadyuvante para mi reacción introspectiva. Es decir, y aunque suene cínico, me vino bien contar con unas sentencias tan directamente descarnadas, tan poco compasivas, para provocarme el autoanálisis con idéntico (al menos así lo intento) descarnamiento, con una equivalente falta de miramientos. Por tanto (y aprovecho para aludir al comentario que me hizo Marguerite en referencia a su propia separación), considero que sí fue una "suerte" que haya habido espacio para las razones y las palabras.
Pero no me escaqueo y contesto: para mi ex-mujer sí era verdad lo que decía cuando lo decía. Y luego (y hasta ahora, diría yo) sigue siendo verdad, aunque en grados menores de intensidad. Es decir, ahora a lo mejor diría que tengo tendencias castradoras y tiránicas, en vez de que soy un castrador o un tirano; ahora a lo mejor diría que a veces (no siempre) ha sentido que no podía cobijarse en mí, pero reconocería que otras veces sí se ha sentido cobijada ... Y, al margen de que el retrato que pinta (con mayor o menor recurso al claroscuro) sea objetivamente verdad, lo que asumo como cierto es que para ella lo es, que ella lo ha sentido así. Por lo tanto no puedo engañarme y debo reconocer que he sido (probablemente lo siga siendo) bastante "minusválido emocional", ya que no he sabido expresar a la persona que más amaba (y también de la que más dependía) mis sentimientos ni tampoco he sabido darle lo que había ido necesitando de mí durante todos esos años.
De más está que me pronuncie, desde mi propia subjetividad, sobre la veracidad del retrato. Sólo en un aspecto me rebelo y es en la atribución (inconscientemente malévola) de malas intenciones por mi parte. Por ejemplo, puedo admitir que mi comportamiento en circunstancias concretas (anécdotas sesgadamente seleccionadas por ella para ilustrar su tesis) puede interpretarse como tiránico, pero niego con honestidad que alguna vez haya pretendido tiranizarla (son palabras fuertes, e imagino que, sin conocer los ejemplos concretos es difícil hacerse una idea). Esa voluntad de pintarme como una persona malintencionada fue algo que me dolió mucho. Porque la quise (todavía la quiero) mucho y nunca deseé nada malo para ella, siempre me preocupó muchísimo su bienestar y su felicidad (y tuve demasiadas ocasiones de preocuparme). Cosa distinta es que haya sido un torpe hasta decir basta y que muchos de los enfoques con que me planteé ayudarla a ser feliz resultaran a la postre totalmente equivocados.
En resumen, que a diferencia de lo que quizás le hubiera ocurrido a Topmonster, la veracidad de esas frases no ha sido un factor causal de mi dolor, de mis llantos. Ni siquiera el interrogarme sobre ella me ha generado miedo alguno. Sí, en cambio, ha tenido un efecto muy importante: romperme por dentro al obligarme a verme, hacer que "grifos" que mantenía cerrados se abrieran de golpe, que de pronto y sin avisar, muchas emociones me desbordasen. Y ese efecto también se ha materializado en llantos, pero han sido de otro tipo, vivificantes, si se me permite la cursilería. Y en esas sigo ...
Por cierto, antes de empezar, he de decir que me han alegrado los comentarios que hoy ha escrito Topmonsters. Especialmente uno (no el que motiva este post) en el que dice que leyendo mi blog, a veces, le da un poco de miedo cuánto se identifica con mis reflexiones. Ya sé que mal de muchos, consuelo de tontos, pero es algo muy natural que el ser humano se sienta bien al descubrir que no es un bicho excesivamente raro o que, al menos, hay otros bichos de su especie o que, bajando más el listón, comparten algunos de sus rasgos mentales. Yo había intuido eso hace unos días (y así se lo comenté); había identificado en los escritos de Topmonster varios indicios de rasgos comunes. En fin, no me enrollo; lo que quiero decir (y ya está dicho) es que me ha agradado este guiño de complicidad virtual.
Y paso al tema. Dice Topmonster que a él, a veces, le han dicho cosas muy duras que, sin embargo, le parecen piropos al lado de las frases seleccionadas en mi post. Añade que le daría mucho miedo si se las dijeran y pudieran ser verdad y que ese temor le inmovilizaría y posiblemente le haría llorar. Vayamos por partes.
Todas las frases que escribí fueron efectivamente pronunciadas (casi textualmente) o escritas (textualmente) a lo largo de unos tres meses por la mujer que fue mi pareja durante 16 años. Son duras, sin duda; pero también es verdad que suenan más duras si, como he hecho en el post, las extraes de los diversos discursos en que se insertaban y las colocas desnudas una junto a otra. Con esta primera "descontextualización" genero necesariamente un cierto falseamiento (provocado conscientemente, por otra parte).
Aun así, cada frase individual, incluso acolchada en su contexto original, resulta dura; y así me resultó cuando por primera vez la oí o la leí. Y creo que fueron escogidas con la voluntad expresa de lograr ese efecto. ¿Por qué? Pues pienso que fundamentalmente por dos razones. La primera tiene que ver con el desgaste del lenguaje que inevitablemente se produce entre una pareja de larga duración. Ya nos habíamos dicho muchas cosas, habíamos recorrido muchas intensidades semánticas. A esas alturas, me da la impresión de que mi ex-mujer necesitaba transmitir su mensaje de la forma más rotunda posible, sin equívocos. Y para ello necesitó dar un paso más en la contundencia expresiva. Aquí podría aludir (aunque no sea del todo pertinente) que "cuando hay confianza, da asco".
La segunda razón, muy relacionada, tiene que ver con el estado anímico y el subjetivismo de mi ex-mujer cuando dijo cada una de esas frases. Ella "necesitaba" creer que yo, mi comportamiento, era así como lo decía. Y cuanto más ruín fuera, más se autojustificaban (por supuesto, inconscientemente) sus sentimientos. Ya he hablado de esto en el post "Enemigos", así que no insisto. En esos momentos, ella vivía en un torbellino de emotividad excesiva y confusión. Salía de una grave enfermedad (sentía, me dijo en una ocasión, que le habían dado una segunda oportunidad y quería vivir intensamente) y había aparecido otra persona en su vida. Al mismo tiempo, yo era su compañero, la persona que (incluso entonces) sentía como parte de sí misma; las violentas emociones que la embargaban se mezclaban con un sentimiento de culpa, con gran miedo a hacerme daño, con el dolor de arrancarse algo muy imbricado a ella misma. Para navegar en esas aguas es imprescindible arrojar el lastre; y para que el lastre se hunda ha de cargarse: yo había de ser en su corazón ese lastre que le impedía ser feliz.
Estas cosas las pensé casi desde el principio (a partir, sobre todo, de que obtuve algunos datos de los que inicialmente carecía) porque me costaba asumir la dureza extrema de esas frases y porque mis explicaciones casaban con mi conocimiento de su forma de ser. Y todavía hoy lo sigo pensando, cuando ya esas frases no me hieren como entonces y por tanto no requiero explicaciones analgésicas. De hecho, ella misma, más adelante, hablando de alguna de estas frases, reconoció que no sentía lo que había dicho o que, al menos, no lo sentía tal como lo había dicho. Sin embargo, necesitaba decirlo cuando lo dijo.
Gracias a pensar cómo pensé, esas frases (y el resto de acontecimientos que ella precipitó de golpe sobre mi vida) no despertaron en mí ni un ápice de rencor. Quizás el que percibiera en ella (en esas frases) tanto rencor pudo contribuir a eso: pareciera que no quedaba más disponible para mí. Lo que sí generaron fue mucha tristeza; es más, me hundieron en un estado de pena inmensa y debilitadora. Me sentí apaleado sin saber la causa, con una sensación de injusticia, de ser objeto de una burla cruel sin derecho a apelación. Y a causa de esa tristeza, al igual que habría hecho Topmonster, lloré como hasta entonces no lo había hecho.
Esa tristeza nada tenía que ver con la mayor o menor veracidad de las frases. Pero, ¿era verdad lo que decía mi ex-mujer de mí? De entrada, he de decir que responderme a esta pregunta (o a estas, ya que había varias "acusaciones") se convirtió en el inicio de un proceso en el que todavía sigo. En tal sentido, la dureza de las frases y la dureza de las consecuencias vitales que ellas querían justificar, fue un factor coadyuvante para mi reacción introspectiva. Es decir, y aunque suene cínico, me vino bien contar con unas sentencias tan directamente descarnadas, tan poco compasivas, para provocarme el autoanálisis con idéntico (al menos así lo intento) descarnamiento, con una equivalente falta de miramientos. Por tanto (y aprovecho para aludir al comentario que me hizo Marguerite en referencia a su propia separación), considero que sí fue una "suerte" que haya habido espacio para las razones y las palabras.
Pero no me escaqueo y contesto: para mi ex-mujer sí era verdad lo que decía cuando lo decía. Y luego (y hasta ahora, diría yo) sigue siendo verdad, aunque en grados menores de intensidad. Es decir, ahora a lo mejor diría que tengo tendencias castradoras y tiránicas, en vez de que soy un castrador o un tirano; ahora a lo mejor diría que a veces (no siempre) ha sentido que no podía cobijarse en mí, pero reconocería que otras veces sí se ha sentido cobijada ... Y, al margen de que el retrato que pinta (con mayor o menor recurso al claroscuro) sea objetivamente verdad, lo que asumo como cierto es que para ella lo es, que ella lo ha sentido así. Por lo tanto no puedo engañarme y debo reconocer que he sido (probablemente lo siga siendo) bastante "minusválido emocional", ya que no he sabido expresar a la persona que más amaba (y también de la que más dependía) mis sentimientos ni tampoco he sabido darle lo que había ido necesitando de mí durante todos esos años.
De más está que me pronuncie, desde mi propia subjetividad, sobre la veracidad del retrato. Sólo en un aspecto me rebelo y es en la atribución (inconscientemente malévola) de malas intenciones por mi parte. Por ejemplo, puedo admitir que mi comportamiento en circunstancias concretas (anécdotas sesgadamente seleccionadas por ella para ilustrar su tesis) puede interpretarse como tiránico, pero niego con honestidad que alguna vez haya pretendido tiranizarla (son palabras fuertes, e imagino que, sin conocer los ejemplos concretos es difícil hacerse una idea). Esa voluntad de pintarme como una persona malintencionada fue algo que me dolió mucho. Porque la quise (todavía la quiero) mucho y nunca deseé nada malo para ella, siempre me preocupó muchísimo su bienestar y su felicidad (y tuve demasiadas ocasiones de preocuparme). Cosa distinta es que haya sido un torpe hasta decir basta y que muchos de los enfoques con que me planteé ayudarla a ser feliz resultaran a la postre totalmente equivocados.
En resumen, que a diferencia de lo que quizás le hubiera ocurrido a Topmonster, la veracidad de esas frases no ha sido un factor causal de mi dolor, de mis llantos. Ni siquiera el interrogarme sobre ella me ha generado miedo alguno. Sí, en cambio, ha tenido un efecto muy importante: romperme por dentro al obligarme a verme, hacer que "grifos" que mantenía cerrados se abrieran de golpe, que de pronto y sin avisar, muchas emociones me desbordasen. Y ese efecto también se ha materializado en llantos, pero han sido de otro tipo, vivificantes, si se me permite la cursilería. Y en esas sigo ...
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Cuando escribí el comentario que mencionas, dude sobre su contenido, de hecho, lo cambié varias veces e incluso añadi una disculpa al final por si te molestaba, que al final retiré porque realmente no tenía sentido.
ResponderEliminarMi comentario era una descipción de mis miedos, de mi inseguridad, de mi posible reacción, no intentaba ser una duda sobre la autenticidad de las acusaciones, ni, por supuesto, sobre tus intenciones.
Admiro tu capacidad para irte sobreponiendo a esta crisis que ha surgido en tu vida. Entiendo ahora, despues de este escrito, la situación de tu entonces compañera en esos momentos. Pero me temo, y este es el fondo que quería manifestar con mi comentario, que yo, hoy, no estoy preparado para soportar una ruptura semejante.
También quiero comentarte que tengo la impresión que has elegido el camino adecuado, el de la reflexión, las nuevas emociones y el llanto vivificante.
Comentado el Miércoles, 6 Septiembre 2006 08:43
Querido Miro,
ResponderEliminarSí que fue una suerte tener la posibilidad de verbalizar. Yo cuando lo intenté tropecé con un muro y es a día de hoy que todavía no tengo en mi mano mas explicaciones a las causas de mi separación que las mías. ¡Imagínate! yo con mi necesidad de entender, de conocer los porqués, relegada a la ignorancia. Fue, es frustrante.
besos
Comentado el Miércoles, 6 Septiembre 2006 09:54 (Correo) (Web)
La vida tiene mil callejones, y algunas veces coincidimos en uno de ellos, sólo que no nos vemos, y cada uno entra y sale de él por un sitio distinto. Hay retazos de tu historia donde me parece ver lo que fue mi propio proceso de separación, pero son más las ocasiones en las que mi camino discurre por un callejón distinto. Lo mejor de todo fue que una vez acabada la convivencia también se esfumaron los insultos y los agravios. Y hubo tantos que nunca me quedé, como Margueritte, con las ganas de obtener más explicaciones. Y aún así, lo que más lamento es que aún no me haya llegado la hora en que las emociones rompan el dique. La procesión sigue por dentro, aún ha puesto el pie en la calle.
ResponderEliminarComentado el Miércoles, 6 Septiembre 2006 17:28
La mayoría de las personas tenemos defectos muy similares a la hora de relacionarnos con la persona que se supone que amamos. En mayor o menos medida queremos ser el timón de su vida, perfilar sus esquinas, pulir su superficie, hacer un traje a medida de nuestras necesidades. Y mientras hacemos y deshacemos vamos matando parte de lo que nos atrajo de esa persona. Esto lo hacemos todos y que se salve el que pueda, pero una relación es un tira y afloja donde nos acoplamos para vivir confortablemente. Y no tenemos miedo a hacerlo, a mangonear, a chantajear, a ser fuertes o débiles y sin embargo nos da pavor que alguien pueda dar nombre a todas esas armas que en el amor y en la guerra siempre valen. Pues eso que me encanta ver que alguien se enfrenta a esas frases con la suficiente valentía para aceptar que podemos hacer sentir mal a alguien a quien queremos y que para esa persona su vivencia fue real, sin tener que llear a considerarse el malo de la película.
ResponderEliminarCreo que eres una buena persona, no por no ser aquello que te lanzó tu exmujer, sino por aún en esa situación seguiste pensando en el bienestar de la persona que amabas antes que en ti mismo. Un beso.
Comentado el Miércoles, 6 Septiembre 2006 17:30
Te devuelvo la visita que hiciste a mi blog, agradeciendo el comentario que dejaste. Perdona la tardanza, pero tengo estropeado el ordenador y no he podido conectarme en unos días. Cuando lo recupere, visitaré detenidamente tu blog.
ResponderEliminarComentado el Jueves, 7 Septiembre 2006 19:26
Muy bien lo que dice Amaranta "se supone que amamos"
ResponderEliminarLa mayoría de las personas no sabe amar. Si pensáramos detenidamente nos daríamos cuenta que si amamos a alguien lo que deseamos es su felicidad tanto como la nuestra. Basta con poner como ejemplo una madre y su hijo. ¿Acaso no ama la madre a su hijo desinteresadamente queriendo lo mejor para él? Hace tiempo que descubrir que puedo amar sin ser correspondida. Que el amor es algo más que intentar que el otro esté pendiente de nosotros. Que es llevar a alguien en el corazón independientemente de que ese alguien te lleve a ti en el suyo. Y lo más importante, que el amor no tiene limite de sujetos. Que se puede amar a tantas personas como capacidad tenga tu corazón. Y es aplicable a las parejas.
Comentado el Sábado, 9 Septiembre 2006 01:55
He ido leyendo todos los artículos que has escrito en septiembre, y justamente empecé por el de estas frases. Creo que ya puse mi más sincera opinión al respecto, aunque quisiera añadir que el mundo de las emociones, por individual, es tan complejo, que no deberíamos dudar nunca de la veracidad del que expone el suyo.
ResponderEliminarNo podemos ser objetivos, a lo sumo podremos "creer saber" el por qué reacciona la otra persona así, pero no podemos anular sus sentimientos, ni su qué hacer con ellos. Y, claro está, que si no vemos la versión de la otra persona, no podremos nunca aprender de lo que nos está sucediendo.
Un tema complejo, doloroso, pero creo que has sabido crecer con él.
Un beso
Comentado el Martes, 12 Septiembre 2006 08:12