Entonces, .... , tomó conciencia de dos cosas: primero, de que no podría vivir sin ella, y, luego, de que se equivocaba, de que sí, de que sin duda podría vivir sin ella. No supo cuál de estas dos certezas le resultó más dolorosa (Jorge Volpi en la página 69 de “No será la Tierra”).
Dos certezas contradictorias que asaltan frecuentemente a quien finaliza una relación. Sobre todo, si el fin le viene impuesto por la otra persona, si uno no se lo espera porque está asentado en la seguridad abrigadora de una estabilidad cotidiana que, de pronto, te desmoronan.
¿Se trata en ambos casos de certezas? Sí, porque uno siente, a la vez, que ambos enunciados son ciertos y lo siente con una seguridad clara. Y, sin embargo, son proposiciones contradictorias, no pueden ser ambas verdad. De lo cual debe concluirse que nuestra mente (¿nuestra mente emocional?) es capaz de escapar de las reglas de la lógica.
Quizás puedan compadecerse sentimientos y lógica; quizás las dos proposiciones puedan ser ciertas si el yo que es sujeto en ambas se desdobla. Hay un yo, el que en gran medida está construido desde la relación que acaba, que no puede seguir viviendo sin ella; pero hay otro yo, el agazapado y presto a crecer, que sabe que sí puede, que incluso necesita salir de la relación para adquirir su plena naturaleza.
En esta hipótesis explicativa un yo muere para que nazca otro. Y ese yo actual sabe que no podrá vivir sin ella, y por eso ha de morir; pero ese mismo yo actual sabe también que, una vez muerto, habrá otro yo distinto que seguirá viviendo, sin duda.
Ambas certezas resultan dolorosas. Fácil entenderlo respecto a la primera: perderla es que el yo actual muera; el dolor de todo final, de dejar de ser. Pero, ¿y en el caso de la segunda? Sólo se me ocurre que es el dolor del miedo a lo que todavía no es, al nuevo yo que habremos de construir.
Hace varios años, con motivo de una crisis de pareja, le dije a mi ex-mujer que dejándome me mataría. Por supuesto exageraba, pero no tanto en términos metafóricos. Años después me dejó y sentí las dos certezas que ahora descubro en una novela. Quizás, sin embargo, las muerte y nacimiento de los dos yoes sucesivos no sea algo instantáneo, sino un proceso de transición que lleva su tiempo. Pero, en mi caso al menos, es (está siendo) así.
De cualquier modo, hay dolores fecundos; y los dos que he comentado deberían serlo. Quiero decir, vivir esos dolores y encontrar en ellos las fuerzas para el cambio, para la muerte y el nacimiento, para el re-nacimiento. Joder, ¡qué cursi!
Dos certezas contradictorias que asaltan frecuentemente a quien finaliza una relación. Sobre todo, si el fin le viene impuesto por la otra persona, si uno no se lo espera porque está asentado en la seguridad abrigadora de una estabilidad cotidiana que, de pronto, te desmoronan.
¿Se trata en ambos casos de certezas? Sí, porque uno siente, a la vez, que ambos enunciados son ciertos y lo siente con una seguridad clara. Y, sin embargo, son proposiciones contradictorias, no pueden ser ambas verdad. De lo cual debe concluirse que nuestra mente (¿nuestra mente emocional?) es capaz de escapar de las reglas de la lógica.
Quizás puedan compadecerse sentimientos y lógica; quizás las dos proposiciones puedan ser ciertas si el yo que es sujeto en ambas se desdobla. Hay un yo, el que en gran medida está construido desde la relación que acaba, que no puede seguir viviendo sin ella; pero hay otro yo, el agazapado y presto a crecer, que sabe que sí puede, que incluso necesita salir de la relación para adquirir su plena naturaleza.
En esta hipótesis explicativa un yo muere para que nazca otro. Y ese yo actual sabe que no podrá vivir sin ella, y por eso ha de morir; pero ese mismo yo actual sabe también que, una vez muerto, habrá otro yo distinto que seguirá viviendo, sin duda.
Ambas certezas resultan dolorosas. Fácil entenderlo respecto a la primera: perderla es que el yo actual muera; el dolor de todo final, de dejar de ser. Pero, ¿y en el caso de la segunda? Sólo se me ocurre que es el dolor del miedo a lo que todavía no es, al nuevo yo que habremos de construir.
Hace varios años, con motivo de una crisis de pareja, le dije a mi ex-mujer que dejándome me mataría. Por supuesto exageraba, pero no tanto en términos metafóricos. Años después me dejó y sentí las dos certezas que ahora descubro en una novela. Quizás, sin embargo, las muerte y nacimiento de los dos yoes sucesivos no sea algo instantáneo, sino un proceso de transición que lleva su tiempo. Pero, en mi caso al menos, es (está siendo) así.
De cualquier modo, hay dolores fecundos; y los dos que he comentado deberían serlo. Quiero decir, vivir esos dolores y encontrar en ellos las fuerzas para el cambio, para la muerte y el nacimiento, para el re-nacimiento. Joder, ¡qué cursi!
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
¿Y en el caso de la segunda certeza?
ResponderEliminarEl primer yo se abandona al dolor,lo acepta.
El segundo es el rebelde, el que no se rinde, el que se niega, rechaza y sufre al constatar que puede seguir viviendo sin ella; no es lo que quiere, no es lo que estaba previsto.
Besitos
Publicado Martes, 19 Diciembre 2006 19:47
Es más, no sólo que puede, sino que tiene que seguir viviendo sin ella.
ResponderEliminarBye
Publicado Martes, 19 Diciembre 2006 19:55
Vaya, yo llevo pensando eso desde hace tiempo pero no me habia dado cuenta ni habia sido capaz de expresarlo.
ResponderEliminarGracias por tu ayuda.
Publicado Martes, 19 Diciembre 2006 20:04