Leo en El País de ayer sábado un artículo de Juan José Tamayo (Estado laico, ¿misión imposible?) que me remite a una conversación de este puente. Hablábamos de los problemas de integración en Europa occidental de los musulmanes debidos a las características fuertemente totalitarias del Islam. Califico como totalitaria una religión cuando la misma pretende imponer sus preceptos sobre la totalidad de la vida humana, cuando pretende ordenar los comportamientos sociales.
Es bastante evidente (para mí) que una de las grandes conquistas de la civilización ha sido el Estado laico, basado en la separación, lo más radical posible, entre las normas de convivencia civil y los preceptos religiosos. En muchos países de religión islámica, el proceso de las últimas décadas ha sido justamente el contrario: la organización de la sociedad (del Estado) en base a los dictados de la religión (interpretada, cuando es necesario, por los ulemas). El Islam implica un código detallado de conducta impuesto como Ley directamente por Dios (la Sharia); una Ley que abarca casi todo, que es infalible y que, por tanto, no admite el más mínimo cambio. Todos conocemos multitud de ejemplos de la cruel aplicación de la Sharia en las sociedades islámicas (e incluso en las occidentales). Pero, siendo terribles, no son más que las consecuencias radicalmente lógicas (llevadas quizás a sus últimos extremos) de un planteamiento vital que quizás a muchos no les parezca tan rechazable: que los preceptos de la "moral religiosa" deben estar en la base de la sociedad civil.
Lo religioso debería limitarse siempre al ámbito de lo privado, en coherencia con el origen etimológico del término. Nada habría que objetar a la relación que cada uno establezca con su Dios, al "edificio trascendente" que se construya para dar sentido a su vida, para explicarse el mundo y a sí mismo ... Nada, salvo cuando de ese sistema de creencias deriven imposiciones sobre los demás. Lamentablemente, las religiones del Libro han tendido históricamente a enfatizar mucho más en las consecuencias sociales de sus creencias que en la "espiritualidad" personal de los creyentes. Eso inevitablemente va unido a la institucionalización de la religión. Y por eso veo muy improbable que, mientras existan religiones institucionalizadas, pueda alcanzarse de verdad un Estado laico.
Aún así, parece claro que hay diferencias de grado en la compatibilidad entre religiones y sociedad laica y que el Islam se encuentra, hoy por hoy, en el extremo más intolerable. Decía el amigo con quien conversaba el otro día (un hombre que conoce bien las sociedades musulmanas) que ello deriva de la propia radicalidad totalitaria de sus preceptos. Puede ser que la doctrina islámica sea en sí misma mucho más monolítica que la cristiana, pero el argumento no me convence del todo porque, al final, son los hombres quienes establecen la rigidez de sus preceptos. Baste recordar el "literalismo" interpretativo de las escrituras cristianas en otras épocas (con consecuencias criminales) frente a las actitudes mucho más tolerante de las sociedades islámicas contemporáneas. Sin necesidad de retrotraerse varios siglos, las sociedades musulmanas de los años cincuenta eran mucho más "laicas" que las actuales.
Me parece pues que en esta época asistimos a un debilitamiento del laicismo a favor de la exaltación de los fundamentalismos religiosos. Obviamente, el ejemplo más llamativo (y peligroso para la convivencia) es el Islam, pero sería erróneo pensar que es el único. Creo que es muy difícil (tentado estoy de decir que imposible, pero no me atrevo) admitir en Europa occidental valores islámicos, cuando éstos requieren imponer unos comportamientos que chocan frontalmente con derechos que entendemos básicos. Y, por tanto, creo que la integración de los musulmanes sólo puede producirse a medida que se vayan abandonando los componentes más totalitarios de su religión; aunque eso, para muchos de ellos desde su radicalidad, implique dejar de ser musulmanes. No tengo nada claro cuáles han de ser las respuestas que debe dar la sociedad occidental, aunque imagino que, como siempre ocurre con los extremos, no pueden ser muy buenos ni el enfrentamiento tipo cruzada ni una especie de todo vale políticamente correcto.
En todo caso, como provengo de la cultura religiosa católica y no de la islámica, prefiero mirar a mis "correligionarios" y advertir de la filtración entre nosotros de ese fundamentalismo, si bien -justo es reconocerlo- no tan radical y, sobre todo, derivado de los valores de la "religión verdadera". Quiero decir que a muchos españoles (con nutrida representación política, por cierto) les gustaría que los preceptos religiosos condicionaran la vida social, que la Iglesia tuviera más influencia (¿más todavía?) en la dirección comunitaria y, ya puestos, que esta sociedad fuera más homogénea de lo que es y "recuperara" una "cohesión moral", que se respetaran los "principios cristianos", etc, etc.
Tales "apetencias" son síntomas del debilitamiento del laicismo, como también lo son las decisiones (o ausencia de decisiones) políticas que señala Juan José Tamayo en su artículo de El País. Yo creo que el debilitamiento del laicismo responde, en el fondo, al miedo. Al miedo del ser humano a su soledad esencial y, por tanto, a sí mismo; al miedo, en suma, a ser libre, a ser él mismo. Al fin y al cabo, el miedo es la piedra angular sobre la que se fundan las religiones institucionalizadas ; el miedo es lo que nos lleva a reclamar (a acogernos como corderitos) explicaciones trascendentes. Y no hay nada más peligroso que masas miedosas, que hombres y mujeres renunciando a su individualidad; porque siempre quieren "salvar" a otros, siempre pretenden imponer sus verdades ya que no admiten comportamientos contra sus creencias (las que les han inoculado) para evitar que tambaleen sus "seguridades" (y les muestren sus miedos).
La evolución histórica gusta de ser pendular. Y lo que hace que el péndulo cambie de sentido suelen ser batacazos trágicos que conmocionan las conciencias de la gente. Ciertamente, las religiones, como muchas otras ideologías institucionalizadas (entre ellas, los nacionalismos, pero eso no toca hoy), están ahí para ser aprovechadas en los periodos de "reacción" pendular. Pero yo quiero creer (y de hecho así lo creo) que, pese a estas oscilaciones, el ser humano avanza (demasiado lentamente, eso sí) en el sentido de una mayor liberación individual, de una superación progresiva de sus miedos. También creo que ese progreso, fundamental para el futuro de nuestra especie, exige de cada uno de nosotros esfuerzos personales, no abandonarnos en nada a la renuncia de nuestra libertad. En fin ...
Es bastante evidente (para mí) que una de las grandes conquistas de la civilización ha sido el Estado laico, basado en la separación, lo más radical posible, entre las normas de convivencia civil y los preceptos religiosos. En muchos países de religión islámica, el proceso de las últimas décadas ha sido justamente el contrario: la organización de la sociedad (del Estado) en base a los dictados de la religión (interpretada, cuando es necesario, por los ulemas). El Islam implica un código detallado de conducta impuesto como Ley directamente por Dios (la Sharia); una Ley que abarca casi todo, que es infalible y que, por tanto, no admite el más mínimo cambio. Todos conocemos multitud de ejemplos de la cruel aplicación de la Sharia en las sociedades islámicas (e incluso en las occidentales). Pero, siendo terribles, no son más que las consecuencias radicalmente lógicas (llevadas quizás a sus últimos extremos) de un planteamiento vital que quizás a muchos no les parezca tan rechazable: que los preceptos de la "moral religiosa" deben estar en la base de la sociedad civil.
Lo religioso debería limitarse siempre al ámbito de lo privado, en coherencia con el origen etimológico del término. Nada habría que objetar a la relación que cada uno establezca con su Dios, al "edificio trascendente" que se construya para dar sentido a su vida, para explicarse el mundo y a sí mismo ... Nada, salvo cuando de ese sistema de creencias deriven imposiciones sobre los demás. Lamentablemente, las religiones del Libro han tendido históricamente a enfatizar mucho más en las consecuencias sociales de sus creencias que en la "espiritualidad" personal de los creyentes. Eso inevitablemente va unido a la institucionalización de la religión. Y por eso veo muy improbable que, mientras existan religiones institucionalizadas, pueda alcanzarse de verdad un Estado laico.
Aún así, parece claro que hay diferencias de grado en la compatibilidad entre religiones y sociedad laica y que el Islam se encuentra, hoy por hoy, en el extremo más intolerable. Decía el amigo con quien conversaba el otro día (un hombre que conoce bien las sociedades musulmanas) que ello deriva de la propia radicalidad totalitaria de sus preceptos. Puede ser que la doctrina islámica sea en sí misma mucho más monolítica que la cristiana, pero el argumento no me convence del todo porque, al final, son los hombres quienes establecen la rigidez de sus preceptos. Baste recordar el "literalismo" interpretativo de las escrituras cristianas en otras épocas (con consecuencias criminales) frente a las actitudes mucho más tolerante de las sociedades islámicas contemporáneas. Sin necesidad de retrotraerse varios siglos, las sociedades musulmanas de los años cincuenta eran mucho más "laicas" que las actuales.
Me parece pues que en esta época asistimos a un debilitamiento del laicismo a favor de la exaltación de los fundamentalismos religiosos. Obviamente, el ejemplo más llamativo (y peligroso para la convivencia) es el Islam, pero sería erróneo pensar que es el único. Creo que es muy difícil (tentado estoy de decir que imposible, pero no me atrevo) admitir en Europa occidental valores islámicos, cuando éstos requieren imponer unos comportamientos que chocan frontalmente con derechos que entendemos básicos. Y, por tanto, creo que la integración de los musulmanes sólo puede producirse a medida que se vayan abandonando los componentes más totalitarios de su religión; aunque eso, para muchos de ellos desde su radicalidad, implique dejar de ser musulmanes. No tengo nada claro cuáles han de ser las respuestas que debe dar la sociedad occidental, aunque imagino que, como siempre ocurre con los extremos, no pueden ser muy buenos ni el enfrentamiento tipo cruzada ni una especie de todo vale políticamente correcto.
En todo caso, como provengo de la cultura religiosa católica y no de la islámica, prefiero mirar a mis "correligionarios" y advertir de la filtración entre nosotros de ese fundamentalismo, si bien -justo es reconocerlo- no tan radical y, sobre todo, derivado de los valores de la "religión verdadera". Quiero decir que a muchos españoles (con nutrida representación política, por cierto) les gustaría que los preceptos religiosos condicionaran la vida social, que la Iglesia tuviera más influencia (¿más todavía?) en la dirección comunitaria y, ya puestos, que esta sociedad fuera más homogénea de lo que es y "recuperara" una "cohesión moral", que se respetaran los "principios cristianos", etc, etc.
Tales "apetencias" son síntomas del debilitamiento del laicismo, como también lo son las decisiones (o ausencia de decisiones) políticas que señala Juan José Tamayo en su artículo de El País. Yo creo que el debilitamiento del laicismo responde, en el fondo, al miedo. Al miedo del ser humano a su soledad esencial y, por tanto, a sí mismo; al miedo, en suma, a ser libre, a ser él mismo. Al fin y al cabo, el miedo es la piedra angular sobre la que se fundan las religiones institucionalizadas ; el miedo es lo que nos lleva a reclamar (a acogernos como corderitos) explicaciones trascendentes. Y no hay nada más peligroso que masas miedosas, que hombres y mujeres renunciando a su individualidad; porque siempre quieren "salvar" a otros, siempre pretenden imponer sus verdades ya que no admiten comportamientos contra sus creencias (las que les han inoculado) para evitar que tambaleen sus "seguridades" (y les muestren sus miedos).
La evolución histórica gusta de ser pendular. Y lo que hace que el péndulo cambie de sentido suelen ser batacazos trágicos que conmocionan las conciencias de la gente. Ciertamente, las religiones, como muchas otras ideologías institucionalizadas (entre ellas, los nacionalismos, pero eso no toca hoy), están ahí para ser aprovechadas en los periodos de "reacción" pendular. Pero yo quiero creer (y de hecho así lo creo) que, pese a estas oscilaciones, el ser humano avanza (demasiado lentamente, eso sí) en el sentido de una mayor liberación individual, de una superación progresiva de sus miedos. También creo que ese progreso, fundamental para el futuro de nuestra especie, exige de cada uno de nosotros esfuerzos personales, no abandonarnos en nada a la renuncia de nuestra libertad. En fin ...
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Yo también quiero creer, que aunque despacio, esta sociedad humana sigue avanzando en aceptación de esos derechos y deberes como humanos, que tenemos. También quiero creerlo porque soy madre y no me gustaría que dejar un mundo que va marcha atrás a mis hijas.
ResponderEliminarY perfectamente de acuerdo, que la integración en otra sociedad será posible cuando dejemos nuestras creencias religiosas dentro del ámbito familiar... hasta no hace mucho, bueno, hasta hace tan poco que todavía sucede en algunas familias, sigue estando mal visto que la mujer sea la que mantenga esa familia, porque su "puesto" está en casa, tal y como manda nuestra religión católica (al menos en eso me educaron, aunque solo estuviera en el manual católico de buenas costumbres).
Como ser humano, tengo el derecho de regirme por mi religión, dentro de mi familia, pero no tengo el deber de imponerlo a la familia vecina ¿Cuándo seremos capaces de aprender y respetarlo?.
Besos de una maia.
Publicado Domingo, 10 Diciembre 2006 22:17
Creo que el hombre a lo que tiene miedo no es a la soledad en sí, sino a descubrirse solo en su error. Por eso necesita que alguien decida por él, de ahí el éxito de las religiones y de ahí la necesidad de que cuantos más sean "los equivocados" más merecerá la pena de correr el riesgo de la equivocación de otros. El hombre no soportoría que un individuo fuera premiado con la verdad por el hecho de haberse arriesgado a pensar por sí mismo, de ahí las cruzadas para la conversión del infiel.
ResponderEliminarOtra caractaréstica pecualiar del ser humano y por ende de las religiones es que la espiritualidad que debería ser el fin primordial deja de tener relevancia para poner en primer puesto el castigo. La capacidad de castigar a aquel que se desvía de las normas no tiene como fin ni el perdón, en el caso de las religiones, ni la reinserción en el caso de la justicia, sino una demostración de fuerza frente al espectador, aquel que lo contempla para atemorizarlo e infundirle miedo. Ayer veía una película donde una persona mata a tres personas. El quiere asumir su responsabilidad y le insiste a su abogado para que alegue locura temporal. Sin embargo el tribunal lo considera loco por decir la verdad y cuando se dan cuenta de que no es locura sino solo verdad, lo condenan a cadena perpetua. Tenemos un sistema judicial que es capaz de cerrar los ojos y no condenar a un criminal si es capaz de alegar una mentira pero que condena la verdad de aquel que quiere ser responsable con lo que ha hecho. Tenemos un sistema moral sucio, y tenemos la religión que en todo caso nos merecemos.
Publicado Lunes, 11 Diciembre 2006 18:10
Uyss borra uno de los dos que se ha duplicado, ahhh el hombre que mata a las tres personas no quería que el abogado alegara locura temporal, es que en el comentario faltó poner el no.
ResponderEliminarPublicado Lunes, 11 Diciembre 2006 18:17