Esta tarde, en el libro que estoy leyendo, descubrí que la palabra histeria viene del griego hyster, que significa útero. Parece ser que, desde la edad media (o quizás antes), se denominaba histeria a las crisis nerviosas femeninas, atribuyendo su causa a desarreglos uterinos (por cierto, en el útero radicaban muchos de los espiritus malignos que convertían a la mujer en un ser diabólico). En la actual psiquiatría, la histeria es un trastorno de conversión, llamado así porque el paciente convierte un conflicto psicológico en trastornos físicos (por ejemplo inmovilidades parciales, incapacidades sensoriales). Obviamente, no es algo exclusivo de las mujeres, pero sí es cierto que los síntomas que la caracterizaban se daban muy mayoritariamente en mujeres.
En fin, lo que me llamó la atención es que en el siglo XIX la histeria femenina se convirtió en un trastorno muy frecuente, sobre todo entre las mujeres de cierta posición socioeconómica; más en concreto, en Inglaterra, en plena época victoriana. Hay que tener en cuenta que el XIX británico corresponde al apogeo del puritanismo sexual y también al nacimiento de los ideales románticos (si bien castos) en las relaciones matrimoniales. Es decir, se buscaba una mayor intimidad y confianza entre los cónyuges (fomentada por los primeros balbuceos de las ideas feministas) pero, al mismo tiempo, excluyendo de ese amor romántico que se estaba "inventando" sus componentes sexuales. El amor es sublime y el sexo sucio: cuánto de esta afirmación sigue anclada en muchos de los subconscientes actuales (y en algunos conscientes). También por esos tiempos la sociedad bienpensante se convenció de que, frente a las ideas medievales sobre la mujer, ésta era intrínsecamente pura, carente de deseos sexuales (también esto ha llegado hasta muchos subconscientes actuales). No se crea que estas ideas eran meras excusas hipócritas; ciertamente la mayoría de los hombres y mujeres de las clases pudientes (quienes, al cabo, establecen las ideologías dominantes que poco a poco van filtrándose al conjunto de la sociedad) lo creían honestamente.
Imagino que el conflicto entre un convencimiento "ideológico" y unas pulsiones físicas se traduciría en el incremento de crisis histéricas entre las damas victorianas. Y es que en la última década del XIX llegó a hablarse de epidemia ante la exagerada abundancia de casos. Era, por supuesto, una enfermedad de clase alta, con lo cual cabe suponer (creo recordar una escena alusiva en una novela inglesa de la época) que hasta podía considerarse chic o, cuando menos, perfectamente aceptable. Pero lo fantástico era el tratamiento médico a estas señoras: se les masajeaba el clítoris hasta que se corrían, momento en que alcanzaban un estado de relax desapareciendo los síntomas histéricos ... hasta la próxima, claro. De más está comentar que ese "orgasmo" no se consideraba propio del sexo (ni, por tanto, sucio) y de más también que con sus maridos no debían ni intuirlo. De hecho, en coherencia con la "pureza femenina", parece que a los hombres no les hacía mucha gracia que la mujer gozara más que moderadamente (hay varios testimonios de hombres indignados cuando eso ocurría).
Contemporáneamente los médicos más avanzados (Freud entre ellos) se interesaban por la histeria y planteaban otros tratamientos. Así que supongo que el "masaje erótico" como terapia socialmente admisible iría cayendo en desuso. Lástima. Está claro que si hoy una mujer (o un hombre) fuera a un profesional a que le alivie su tensión sexual con un adecuado masaje, difícilmente puede luego contarlo en una reunión social; y, en el otro lado, el que actualmente hace esa actividad no goza del mismo prestigio que podría tener un médico en su exclusiva consulta de una elegante calle londinense. Pero bueno, también cabe pensar que ese "descubrimiento" del orgasmo terapéutico pudo haber sido un paso en la posterior crisis de la "mujer angélica"; estoy pensando en los felices 20 (y sus desenfrenos sexuales) ... aunque luego vendrían los oscuros 30 y el pacatismo postbélico hasta el despertar de los 60 (pero eso es situarnos ya muy cerca).
Así que volvamos a los masajes terapéuticos. Parece ser que para los ilustres doctores era un trabajo pesado. Hagamos un esfuerzo de imaginación para recrear las correspondientes escenas (procurando situarse en la época y no carcajearnos). Así que en 1869, el médico norteamericano George Taylor inventó el vibrador como herramienta terapéutica para masajear la pelvis de manera fácil e higiénica. Pero era muy aparatoso y además iba a vapor por lo que fue rápidamente sustituido en las consultas por el que a principios de los 80 diseñó el médico inglés Joseph Mortimer Granville, que iba con batería y resulta muy similar a los actuales. Por cierto, parece que este hombre no recomendaba su uso para el masaje genital femenino sino para la musculatura masculina; pero no le hicieron ni caso. El caso es que el invento tuvo un éxito tremendo, tanto es así que se considera que es el quinto utensilio doméstico en electrificarse (antes fueron la máquina de coser, el ventilador, la tetera y la tostadora). Los vibradores, en la última década del XIX y las dos primeras del XX se anunciaban y vendían de forma absolutamente pública y respetable, ya que se trataba de objetos terapéuticos (y lo siguen siendo, qué duda cabe). Luego es sabido que la excusa terapéutica dejó de ser políticamente correcta y los vibradores han pasado a otros ámbitos, con sus épocas de objeto prohibido (como curiosidad: sigue estando prohibida su venta en los estados de Alabama, Georgia y Texas).
Y nada más ... Da qué pensar cómo pensábamos y actuábamos hace poco más de un siglo. Y también cuánto de esa "ideología" sigue perviviendo en nuestros días. ¿O no?
La primera imagen corresponde al vibrador de George Taylor y la otra a publicidad de vibradores de un periódico yanqui de 1918. Por cierto, recomiendo las diapositivas de esta página.
En fin, lo que me llamó la atención es que en el siglo XIX la histeria femenina se convirtió en un trastorno muy frecuente, sobre todo entre las mujeres de cierta posición socioeconómica; más en concreto, en Inglaterra, en plena época victoriana. Hay que tener en cuenta que el XIX británico corresponde al apogeo del puritanismo sexual y también al nacimiento de los ideales románticos (si bien castos) en las relaciones matrimoniales. Es decir, se buscaba una mayor intimidad y confianza entre los cónyuges (fomentada por los primeros balbuceos de las ideas feministas) pero, al mismo tiempo, excluyendo de ese amor romántico que se estaba "inventando" sus componentes sexuales. El amor es sublime y el sexo sucio: cuánto de esta afirmación sigue anclada en muchos de los subconscientes actuales (y en algunos conscientes). También por esos tiempos la sociedad bienpensante se convenció de que, frente a las ideas medievales sobre la mujer, ésta era intrínsecamente pura, carente de deseos sexuales (también esto ha llegado hasta muchos subconscientes actuales). No se crea que estas ideas eran meras excusas hipócritas; ciertamente la mayoría de los hombres y mujeres de las clases pudientes (quienes, al cabo, establecen las ideologías dominantes que poco a poco van filtrándose al conjunto de la sociedad) lo creían honestamente.
Imagino que el conflicto entre un convencimiento "ideológico" y unas pulsiones físicas se traduciría en el incremento de crisis histéricas entre las damas victorianas. Y es que en la última década del XIX llegó a hablarse de epidemia ante la exagerada abundancia de casos. Era, por supuesto, una enfermedad de clase alta, con lo cual cabe suponer (creo recordar una escena alusiva en una novela inglesa de la época) que hasta podía considerarse chic o, cuando menos, perfectamente aceptable. Pero lo fantástico era el tratamiento médico a estas señoras: se les masajeaba el clítoris hasta que se corrían, momento en que alcanzaban un estado de relax desapareciendo los síntomas histéricos ... hasta la próxima, claro. De más está comentar que ese "orgasmo" no se consideraba propio del sexo (ni, por tanto, sucio) y de más también que con sus maridos no debían ni intuirlo. De hecho, en coherencia con la "pureza femenina", parece que a los hombres no les hacía mucha gracia que la mujer gozara más que moderadamente (hay varios testimonios de hombres indignados cuando eso ocurría).
Contemporáneamente los médicos más avanzados (Freud entre ellos) se interesaban por la histeria y planteaban otros tratamientos. Así que supongo que el "masaje erótico" como terapia socialmente admisible iría cayendo en desuso. Lástima. Está claro que si hoy una mujer (o un hombre) fuera a un profesional a que le alivie su tensión sexual con un adecuado masaje, difícilmente puede luego contarlo en una reunión social; y, en el otro lado, el que actualmente hace esa actividad no goza del mismo prestigio que podría tener un médico en su exclusiva consulta de una elegante calle londinense. Pero bueno, también cabe pensar que ese "descubrimiento" del orgasmo terapéutico pudo haber sido un paso en la posterior crisis de la "mujer angélica"; estoy pensando en los felices 20 (y sus desenfrenos sexuales) ... aunque luego vendrían los oscuros 30 y el pacatismo postbélico hasta el despertar de los 60 (pero eso es situarnos ya muy cerca).
Así que volvamos a los masajes terapéuticos. Parece ser que para los ilustres doctores era un trabajo pesado. Hagamos un esfuerzo de imaginación para recrear las correspondientes escenas (procurando situarse en la época y no carcajearnos). Así que en 1869, el médico norteamericano George Taylor inventó el vibrador como herramienta terapéutica para masajear la pelvis de manera fácil e higiénica. Pero era muy aparatoso y además iba a vapor por lo que fue rápidamente sustituido en las consultas por el que a principios de los 80 diseñó el médico inglés Joseph Mortimer Granville, que iba con batería y resulta muy similar a los actuales. Por cierto, parece que este hombre no recomendaba su uso para el masaje genital femenino sino para la musculatura masculina; pero no le hicieron ni caso. El caso es que el invento tuvo un éxito tremendo, tanto es así que se considera que es el quinto utensilio doméstico en electrificarse (antes fueron la máquina de coser, el ventilador, la tetera y la tostadora). Los vibradores, en la última década del XIX y las dos primeras del XX se anunciaban y vendían de forma absolutamente pública y respetable, ya que se trataba de objetos terapéuticos (y lo siguen siendo, qué duda cabe). Luego es sabido que la excusa terapéutica dejó de ser políticamente correcta y los vibradores han pasado a otros ámbitos, con sus épocas de objeto prohibido (como curiosidad: sigue estando prohibida su venta en los estados de Alabama, Georgia y Texas).
Y nada más ... Da qué pensar cómo pensábamos y actuábamos hace poco más de un siglo. Y también cuánto de esa "ideología" sigue perviviendo en nuestros días. ¿O no?
La primera imagen corresponde al vibrador de George Taylor y la otra a publicidad de vibradores de un periódico yanqui de 1918. Por cierto, recomiendo las diapositivas de esta página.
CATEGORÍA: Curiosidades dispersas
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Por un problema personal y familiar estuve mucho tiempo durmiendo en el sofá de mi casa. La verdad es que aquella experiencia me dejó bastante tocada de la espalda y hubo un tiempo que a consecuencia de esto sentía dolores bastantes fuertes que me hicieron acudir a un fisioterapeuta. Una es curiosa de más y el fisio tampoco se cortaba un pelo en contarme sus aventuras con las mujeres y entre que me contaba y me contaba me habló de una chica que con la excusa de que una contractura vaginal o esguince (algo de eso) quería ligar con el muchacho en acto de servicio. El fisio estaba especializado es fisioterapueta deportivo y según me contó hay una serie de masajes vaginales que no solo alivian contracturas sino que favorecen la capacidad para tener orgasmos en aquellas mujeres que tienen problemas de este tipo. Y a mi se me hacía rarísimo que terapeuticamente una persona desconocida alivie tales síntomas.
ResponderEliminarPues sí este tipo de masajes, que según me contó no acaban en orgasmos ya que son completamente asexuales por decirlo de alguna forma, sí que nos benefician en nuestras posteriores relaciones sexuales....jajajaj la verdad nunca me atrevía a que me diera uno, jajajaj y no ponía objeción alguna a dármelo.....jajajaja. Al final dejé de ir porque sus contínuas alusiones al sexo me ponían en una situación incómoda y la verdad no quería entrar en su juego.
Publicado Miércoles, 24 Enero 2007 17:39
Lo que da que pensar es que muchos de los viejos tabús sexuales aún persistan en nuestros días.
ResponderEliminarYo leí hace tiempo un libro en el que contaban que, algunos maridos victorianos, al descubrir que sus mujeres sentían algún tipo de placer y, considerándolo una enfermedad, acudían al médico quienes aconsejaban la extirpación del clítoris como "medida terapéutica". Casi que me quedo con el "masaje antihisteria" :D
Lo que se ha llegado a inventar sólo por no aceptar la sexualidad femenina.
Por cierto, algunos de los cacharros de las diapositivas parecen sacados de alguna revista sadomaso :D
Publicado Miércoles, 24 Enero 2007 17:55
wow me parece que existe una enfermedad parecida al estres o nose bien la cuestion es que afecta la vida sexual del varon dado que en este tipo de casos recetan Viagra Online todo el tiempo sin duda alguna la vida ahora es muy estrezante y uno no tiene tiempo de nada y tampoco hacer nada.
ResponderEliminarPublicado Jueves, 17 Febrero 2011 15:26