Parece estar bastante sentado que el momento de mayor placer sexual de un hombre se produce en el instante justamente anterior a la eyaculación, en ese momento en que la excitación alcanza su culmen y la descarga se percibe inminente. Permanecer indefinidamente en ese "punto límite" es, en el sexo tántrico, el arte supremo. Podría pensarse que, en el esquema ya clásico de las cuatro fases de Masters&Johnson (excitación, meseta, orgasmo y resolución), se trataría de prolongar la meseta retardando, por consiguiente, el orgasmo. Esta interpretación, sin embargo, responde a entender la respuesta sexual masculina de forma lineal y, sobre todo, a asumir la coincidencia de orgasmo y eyaculación. Porque si lo que se hace es evitar la eyaculación al mismo tiempo que se sigue incrementando la excitación, el resultado casi inevitable es el orgasmo. Pero un orgasmo diferente del que acompaña a la eyaculación; sigue siendo placer físico intenso (en mi experiencia quizás menos radicado en las convulsiones musculares que en la sensibilidad dérmica) pero además es interno, profundo, mental (me cuesta encontrar adjetivos adecuados). Este orgasmo es más largo que el derramador seminal, pero lo más importante es que te mantiene en el estado de excitación, cargado de energía, con ganas de seguir amando.
No sólo hay que distinguir entre orgasmo y eyaculación, sino también entre excitación y erección. Suele ocurrirme, en una larga sesión de sexo (obviamente no hablo de un "aquí-te-pillo-aquí-te-mato") que todo el cuerpo se va involucrando en un placer progresivamente creciente, tanto que disfruto enormemente y no quiero que acabe. La excitación implica afluencia de sangre al pene y erección. Me da la impresión de que el pene reclama convertirse en la sede de mi placer, buscando que todo yo me concentre en él y desde ahí me derrame. Negarle ese protagonismo por más que se empeñe, no estar pendiente de su arrogancia. Y bajará y subirá (sin derramarse) pero ello no restará un ápice (al contrario) a la intensificación del placer.
En todo caso, no era de la excitación y de los orgasmos de lo que quería escribir, sino de la resolución. Pero de la resolución mágica que culmina una sesión larga de placeres; por eso los párrafos precedentes. A la que me refiero le antecedió una eyaculación con el corazón palpitando intensamente y las pupilas dilatadas. Si hubiera de elegir una palabra para describir ese rato largo (¿media hora quizás?) ésta sería paz. Una sensación de paz absoluta. Me cuesta mucho describir mis sensaciones y, sin embargo, quiero intentarlo.
El diccionario de la RAE define alienación como el estado de ánimo en que el individuo se siente ajeno; bueno, pues por ahí podrían ir los tiros. Era como si me hubieran apagado todos mis sensores perceptivos, como si hubiera salido de mi cuerpo y también de mi mente. Estaba tendido en la cama con una relajación física que rara vez logro cuando la busco. Cada músculo, cada trocito de piel, cada víscera, cada hueso, cada uno de mis componentes orgánicos ... todos en absoluto reposo, en un equilibrio de armonía completa, sin "hablar" para hacer notar su existencia. Y no había pensamientos; al menos, no había pensamiento consciente, sólo una sensación mental de paz, de estar fuera de mí, inundado por una especie de nube onírica. Tenía los ojos cerrados y veía imágenes y colores, no oía apenas el exterior pero me mecían músicas extrañas (por llamarlas de algún modo). En fin, no estaba allí, mi cuerpo y mi mente estaban suspendidos, no había tiempo.
Lo que describo me suena a la descripción que haría de su estado un aparato en stand-by ... y no me parece mala metáfora. A lo mejor es que esa inmensa sensación de paz (y de felicidad, obviamente) requiere la desconexión, salir de uno mismo. Pues, si es así, el sexo es uno de los caminos para alcanzarla.
Claro que todo se acaba y la culpable de estas experiencias hubo de ser quien me conectara de nuevo: había que vestirse y prepararse para almorzar.
No sólo hay que distinguir entre orgasmo y eyaculación, sino también entre excitación y erección. Suele ocurrirme, en una larga sesión de sexo (obviamente no hablo de un "aquí-te-pillo-aquí-te-mato") que todo el cuerpo se va involucrando en un placer progresivamente creciente, tanto que disfruto enormemente y no quiero que acabe. La excitación implica afluencia de sangre al pene y erección. Me da la impresión de que el pene reclama convertirse en la sede de mi placer, buscando que todo yo me concentre en él y desde ahí me derrame. Negarle ese protagonismo por más que se empeñe, no estar pendiente de su arrogancia. Y bajará y subirá (sin derramarse) pero ello no restará un ápice (al contrario) a la intensificación del placer.
En todo caso, no era de la excitación y de los orgasmos de lo que quería escribir, sino de la resolución. Pero de la resolución mágica que culmina una sesión larga de placeres; por eso los párrafos precedentes. A la que me refiero le antecedió una eyaculación con el corazón palpitando intensamente y las pupilas dilatadas. Si hubiera de elegir una palabra para describir ese rato largo (¿media hora quizás?) ésta sería paz. Una sensación de paz absoluta. Me cuesta mucho describir mis sensaciones y, sin embargo, quiero intentarlo.
El diccionario de la RAE define alienación como el estado de ánimo en que el individuo se siente ajeno; bueno, pues por ahí podrían ir los tiros. Era como si me hubieran apagado todos mis sensores perceptivos, como si hubiera salido de mi cuerpo y también de mi mente. Estaba tendido en la cama con una relajación física que rara vez logro cuando la busco. Cada músculo, cada trocito de piel, cada víscera, cada hueso, cada uno de mis componentes orgánicos ... todos en absoluto reposo, en un equilibrio de armonía completa, sin "hablar" para hacer notar su existencia. Y no había pensamientos; al menos, no había pensamiento consciente, sólo una sensación mental de paz, de estar fuera de mí, inundado por una especie de nube onírica. Tenía los ojos cerrados y veía imágenes y colores, no oía apenas el exterior pero me mecían músicas extrañas (por llamarlas de algún modo). En fin, no estaba allí, mi cuerpo y mi mente estaban suspendidos, no había tiempo.
Lo que describo me suena a la descripción que haría de su estado un aparato en stand-by ... y no me parece mala metáfora. A lo mejor es que esa inmensa sensación de paz (y de felicidad, obviamente) requiere la desconexión, salir de uno mismo. Pues, si es así, el sexo es uno de los caminos para alcanzarla.
Claro que todo se acaba y la culpable de estas experiencias hubo de ser quien me conectara de nuevo: había que vestirse y prepararse para almorzar.
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Mmmmmmmmmmmmmmm! Qué envidia!
ResponderEliminarBesos
Publicado Domingo, 21 Enero 2007 23:48
El sexo como via de conocimiento interior.
ResponderEliminarPublicado Lunes, 22 Enero 2007 11:10
No es nueva la idea del sexo unido al misticismo. A fin de cuentas ¿que nos puede acercar más al nirvana? ¿que nos puede "elevar" más? Una sesión de buen sexo, de ese sexo que se disfruta despacio nos puede llevar a una paz interior inconcebible.
ResponderEliminar(Pues sí, cuarentona, 43 añazos ya... ¡quién me lo iba a decir! :D)
Publicado Lunes, 22 Enero 2007 12:14