Ayer fui al teatro a ver "El Método Grönholm". Ya sé que no es precisamente una novedad (tengo entendido que la versión castellana se estrenó en Madrid en otoño de 2004 y la original catalana anteriormente), pero es lo que pasa por vivir en provincias. De hecho, había visto hacia finales de 2005 la versión cinematográfica, que me gustó, pero más me ha gustado esta teatral. Plena de comicidad que es exprimida por muy buenas actuaciones, pese a lo cual deja el regusto amargo de la reflexión. Un allegro ma non troppo, por remedar el título de uno de mis libros favoritos.
El argumento (imagino que ya muy conocido) se centra en una sesión de selección de personal; hay cuatro candidatos que optan a un puesto directivo en una multinacional sueca (descarada alusión a IKEA). A lo largo de la obra se van enfrentando a extrañas "pruebas" hasta el resultado final al que sigue el post-final, una pirueta narrativa original y sorprendente. Hay una frase en esos últimos momentos que le dice Cristina Marcos a Carlos Hipólito: "Buscamos a un hijoputa que parezca buena persona, no a una buena persona que parezca un hijoputa". Con la exageración propia de la caricatura, expresa certeramente lo que podría ser el criterio principal de la selección de personal de cualquier empresa agresivamente competitiva.
El título de hijoputa, en el contexto de la obra, le correspondería a alguien carente de los sentimientos que solemos llamar "de humanidad" y que ha interiorizado como únicas motivaciones vitales las reglas del capitalismo depredador. Así, sólo le interesarían los signos de esa "carrera por eliminación": el dinero, el prestigio social, el poder, etc. Siempre en el marco de la caricatura, las personas así serían frías, despiadadas, faltas de amigos pero sobradas de relaciones útiles ... Y me restrinjo a la caricatura porque me cuesta creer que haya muchos de estos individuos, aunque sí hay muchos que "parecen" hijoputas.
Porque es verdad que, en según que entornos, es conveniente parecer un hijoputa, al margen de que sea más o menos buena persona. El sistema productivo es, en los términos señalados, claramente hijoputa y, por tanto, los que mejor encajan en él optimizando su eficiencia son los hijoputas. Pero me parece que, salvo bichos raros con algún cortocircuito neuronal, convertirse de verdad en un hijoputa conlleva excesivos costes en la felicidad personal. Tiene que haber un momento en la vida de cualquiera en el que se de cuenta de que está corriendo sin ningún destino (salvo el común a todos), en que la ¿conciencia? le explote en insatisfacción (o en depresión).
O quizás no lo haya. Quizás haya personas que son capaces de progresar toda su vida como hijoputas sin vivir nunca una "crisis existencial". Si es así, mejor para ellos (aunque no sepan lo que dejan de vivir). Los que gustan de la "justicia cósmica" pensaran que la vida (o Dios) ha de cobrarles su actitud; y si no, siempre queda creer en el karma y esperar sucesivas reencarnaciones.
Y si me parece difícil que haya muchos verdaderos hijoputas, también lo es, aunque menos, vivir siendo buena persona y pareciendo un hijoputa. En el fondo, pese a la declaración de Cristina Marcos, ese es el peaje mínimo que piden para ser "ejecutivo agresivo"; es decir, puedes ser un tío estupendo y muy humano pero te disfrazas de hijoputa en el curre. Lo que pasa, me parece, es que mantener el disfraz tantas horas al día exige acallar la conciencia y me da que, poco a poco, se iría acallando de forma permanente. O sea, el que empieza pareciendo hijoputa corre el riesgo cierto de acabar siéndolo. O tiene su crisis liberadora y manda a tomar por culo el disfraz (procurando, eso sí, que lo despidan con una buena indemnización).
El equilibrio entre lo que "somos" y lo que aparentamos es complicado. Desde luego, en la sociedad actual (y no sólo en el entorno laboral) la apariencia (la imagen) es importantísima y eso nos convierte a todos en algo esquizofrénicos. Pero piénsese que cuando aparentamos ante los demás acabamos aparentando ante nosotros mismos, con lo cual creeremos ser lo que aparentamos ... o lo seremos realmente. En fin, por este camino me meto en un sembrao.
En la obra teatral, tras las palabras de Cristina Marcos, hay que suponer que el personaje de Carlos Hipólito es una buena persona que pretende parecer un hijoputa (y a fe que lo logra). Así, el chorreo final que le sueltan exhibiéndole de forma descarnada cómo su vida es una mierda, pareciera que habría de conducir a la crisis catártica a la que me refería. De hecho, el personaje de Hipólito se queda hecho polvo, reflexionando destrozado; sin embargo, inmediatamente después reacciona para retomar su actitud hijoputesca (llama por el móvil para ir a una cena con unos empresarios). Y uno, al levantarse de su asiento, se queda con la duda de si era después de todo un verdadero hijoputa o, aún sin serlo, de tanto aparentarlo había perdido en el viaje cualquier otra alternativa.
El argumento (imagino que ya muy conocido) se centra en una sesión de selección de personal; hay cuatro candidatos que optan a un puesto directivo en una multinacional sueca (descarada alusión a IKEA). A lo largo de la obra se van enfrentando a extrañas "pruebas" hasta el resultado final al que sigue el post-final, una pirueta narrativa original y sorprendente. Hay una frase en esos últimos momentos que le dice Cristina Marcos a Carlos Hipólito: "Buscamos a un hijoputa que parezca buena persona, no a una buena persona que parezca un hijoputa". Con la exageración propia de la caricatura, expresa certeramente lo que podría ser el criterio principal de la selección de personal de cualquier empresa agresivamente competitiva.
El título de hijoputa, en el contexto de la obra, le correspondería a alguien carente de los sentimientos que solemos llamar "de humanidad" y que ha interiorizado como únicas motivaciones vitales las reglas del capitalismo depredador. Así, sólo le interesarían los signos de esa "carrera por eliminación": el dinero, el prestigio social, el poder, etc. Siempre en el marco de la caricatura, las personas así serían frías, despiadadas, faltas de amigos pero sobradas de relaciones útiles ... Y me restrinjo a la caricatura porque me cuesta creer que haya muchos de estos individuos, aunque sí hay muchos que "parecen" hijoputas.
Porque es verdad que, en según que entornos, es conveniente parecer un hijoputa, al margen de que sea más o menos buena persona. El sistema productivo es, en los términos señalados, claramente hijoputa y, por tanto, los que mejor encajan en él optimizando su eficiencia son los hijoputas. Pero me parece que, salvo bichos raros con algún cortocircuito neuronal, convertirse de verdad en un hijoputa conlleva excesivos costes en la felicidad personal. Tiene que haber un momento en la vida de cualquiera en el que se de cuenta de que está corriendo sin ningún destino (salvo el común a todos), en que la ¿conciencia? le explote en insatisfacción (o en depresión).
O quizás no lo haya. Quizás haya personas que son capaces de progresar toda su vida como hijoputas sin vivir nunca una "crisis existencial". Si es así, mejor para ellos (aunque no sepan lo que dejan de vivir). Los que gustan de la "justicia cósmica" pensaran que la vida (o Dios) ha de cobrarles su actitud; y si no, siempre queda creer en el karma y esperar sucesivas reencarnaciones.
Y si me parece difícil que haya muchos verdaderos hijoputas, también lo es, aunque menos, vivir siendo buena persona y pareciendo un hijoputa. En el fondo, pese a la declaración de Cristina Marcos, ese es el peaje mínimo que piden para ser "ejecutivo agresivo"; es decir, puedes ser un tío estupendo y muy humano pero te disfrazas de hijoputa en el curre. Lo que pasa, me parece, es que mantener el disfraz tantas horas al día exige acallar la conciencia y me da que, poco a poco, se iría acallando de forma permanente. O sea, el que empieza pareciendo hijoputa corre el riesgo cierto de acabar siéndolo. O tiene su crisis liberadora y manda a tomar por culo el disfraz (procurando, eso sí, que lo despidan con una buena indemnización).
El equilibrio entre lo que "somos" y lo que aparentamos es complicado. Desde luego, en la sociedad actual (y no sólo en el entorno laboral) la apariencia (la imagen) es importantísima y eso nos convierte a todos en algo esquizofrénicos. Pero piénsese que cuando aparentamos ante los demás acabamos aparentando ante nosotros mismos, con lo cual creeremos ser lo que aparentamos ... o lo seremos realmente. En fin, por este camino me meto en un sembrao.
En la obra teatral, tras las palabras de Cristina Marcos, hay que suponer que el personaje de Carlos Hipólito es una buena persona que pretende parecer un hijoputa (y a fe que lo logra). Así, el chorreo final que le sueltan exhibiéndole de forma descarnada cómo su vida es una mierda, pareciera que habría de conducir a la crisis catártica a la que me refería. De hecho, el personaje de Hipólito se queda hecho polvo, reflexionando destrozado; sin embargo, inmediatamente después reacciona para retomar su actitud hijoputesca (llama por el móvil para ir a una cena con unos empresarios). Y uno, al levantarse de su asiento, se queda con la duda de si era después de todo un verdadero hijoputa o, aún sin serlo, de tanto aparentarlo había perdido en el viaje cualquier otra alternativa.
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Creo que, como bien dices, el que continuamente ejerce un papel es porque asume ese papel al menos en parte y además, como también insinúas, puede irse creciendo en su papel.
ResponderEliminarEn resumen y metafóricamente hablando "para ser puta hay que valer o bien necesitarlo desesperadamente y en ese segundo caso la opción suele marcarte para siempre".
Un beso
(y gracias)
Publicado Lunes, 29 Enero 2007 00:26
Esta sociedad cada vez está empujándonos más al límite, ahora ya no basta con determinadas cualidades para desarrollar un trabajo o simplemente para vivir, sino que la misma sociedad crea en cada paso que damos pruebas de supervivencia para que de dentro de nosotros salga el depredador que llevamos dentro. A la naturaleza le ha salido un duro competidor, la sociedad. Anoche vi un trozo del nuevo programa que se me antoja mucho más cruel que el circo de los romanos. No sé si esto le podrá explotar en la cara a las cadenas televisivas pero ahí dentro, en ese bunquer podría ocurrir cualquier cosa y como cualquier romano esperamos que así suceda para disfrutar del espectáculo.
ResponderEliminarMuchas gracias...a mi me encanta leerte y comentarte.
Publicado Lunes, 29 Enero 2007 12:09
Te había perdido la pista. ¿Has cambiado de blog o era yo la que se había despistado?
ResponderEliminarPublicado Lunes, 29 Enero 2007 20:19
Comento dos anécdotas para polemizar.
ResponderEliminarDos amigas se encuentran y comentan acerca de los problemas que tiene una tercera. Una de ellas sentencia: "Qué habrá hecho fulanita (la tercera) en esta vida para pagarlo como lo está haciendo".
Dos hombres dialogan acerca de por qué a uno de ellos no le van bien las cosas. El pobre hombre (o el hombre pobre) cansado de escuchar al contrario cómo tiene que hacer las cosas, contraataca descubriendo las miserias de este último. El diálogo se torna en discusión acalorada y, el hombre que fue atacado, resuelve: "Tienes lo que te mereces".
Ahí queda eso.
Publicado Martes, 30 Enero 2007 18:32
Si eres capaz de "disfrazarte" de hijo de puta para progresar una de dos: o lo eres o acabarás siéndolo porque, ya de entrada, demuestras estar dispuesto a hacer lo que sea para conseguir tus propósitos materiales. Resumiendo: no existe la buena persona que "parece" un hijoputa, al menos eso creo.
ResponderEliminarPublicado Martes, 30 Enero 2007 20:51