Esta primera semanita tras la escapada carnavalera ha sido de lo más agobiante en el curre; el viernes, por fin, pude dejar cerrados los temas pendientes (no todos, pero sí los urgentes) y me dediqué por la tarde a perder gozosamente el tiempo. Botado en el sofá de la sala estuve hojeando revistas y zapeando. Así caí en un concurso de Cuatro llamado Money Money (afortunadamente lo cogí casi acabando). Me pareció de un estilo bastante chabacano y muy alejado del que yo creía que pretendía seguir este canal; tampoco es que lo vea mucho (salvo House) pero suponía que rechazaban esos excesos cutres de las mejores épocas telecinqueras. El presentador me pareció penoso, el concursante que me tocó más todavía, los bailarines un recurso gratuito de mal gusto, la mecánica absurda y trivializadora de la cultura ... Bueno, no sigo.
La anécdota vino cuando al capullo concursante que iba de simpático le toca como última pregunta quién fue la esposa de Luis XIV y responde que María Antonieta. Y ... tachán tachán ... es correcta. El tío se entusiasma y no es para menos porque se va con 9.000 euros en vez de los 1.000 que le habrían correspondido si hubiera fallado. Aclara el chico que no estaba seguro pero que fue lo primero que le vino en mente y lo mejor es responder lo primero que se te ocurre porque, si te pones a pensar, te entran las dudas. Y tiene razón, porque a mí también fue lo primero que me vino a la cabeza, lo que pasa es que cometí el error de pensar un instante y darme cuenta de que María Antonieta fue la esposa de Luis XVI; hay unos cien años de diferencia entre la época grandiosa del rey sol y la convulsa de la revolución francesa que guillotinaría al rey y a la reina.
Es decir que si yo hubiera estado concursando (eventualidad que no soy capaz de imaginarme) habría perdido, porque no habría contestado María Antonieta y, lamentablemente, no me habría acordado de María Teresa de Austria. Aunque imagino que si me hubiera acordado, me habría salido el resultado incorrecto y a ver qué habría hecho. No me veo discutiéndole al sonriente presentador que mi respuesta era correcta mientras los bailarines se meneaban entusiasmados. A fin de cuentas, el que se equivocó no fue el concursante sino los que escribieron la pregunta, porque lo que está claro es que la respuesta que querían era María Antonieta (gracias a Sofía Coppola es tema de actualidad); total, un errorcillo con el palito del ordinal del Luis francés: XIV por XVI.
María Teresa de Austria era la menor de los siete hijos (seis niñas y un niño) que tuvo Isabel de Borbón, la primera esposa de Felipe IV de España y fue la única de todos sus hermanos que llegó a la edad adulta (murió a los casi 44 años). María Teresa y Luis XIV eran doblemente primos hermanos: el padre de una y la madre del otro eran hermanos (hijos de Felipe III de España) y la madre de una y el padre del otro también (hijos de Enrique IV de Francia, el primer Borbón). Ya se sabe que entre las casas reales hay consanguinidad a tope, pero este matrimonio puede que haya sido uno de los de menos biodiversidad genética. Esto me recuerda que quizás (habría que hacer el cálculo de porcentaje de genes compartidos) pudo haber sido superado si, por esos mismos años, Felipe IV hubiera cedido a la pretensión de su hijo ilegítimo Don Juan José de Austria de casarse con la hija mayor de su segundo matrimonio, la infanta Margarita: habrían sido hermanos por parte de padre. Por cierto, este Don Juan José era hijo de la famosa actriz La Calderona y, aunque ahora no me apetece comprobarlo, me da la impresión de que es de la que está enamorado Alatriste en la ficción de Pérez Reverte (papel que en la película encarna Ariadna Gil; me encanta esa mujer). Y más por cierto, la infanta Margarita es la que retrata Velázquez como personaje central de Las Meninas.
Pero ya digo que lo de casarse entre primos (y entre dobleprimos) no era obstáculo en las monarquías absolutas del XVII y más cuando así convenía a las políticas dinásticas. El caso es que la boda de María Teresa con Luis, ambos sin haber cumplido aún los 22 años (Luis era apenas 5 días mayor que la infanta española), es una de las cláusulas del Tratado de los Pirineos, con el que se acordaba la paz entre España y Francia, tras la derrota de la primera en la batalla de las Dunas o de Dunkerke (junio de 1658). Se dice que esta batalla (y el consiguiente Tratado) marcan oficialmente el fin de la hegemonía militar y política de España en Europa. Los famosos Tercios ya no daban más de sí. Por cierto, la de Dunkerke no es la batalla en la que muere Alatriste sino la de Rocroi, acaecida 15 años antes; digamos que la decadencia del poder español ya venía arrastrándose a lo largo de todo el XVII. Pero a lo que iba: además de la boda real, en ese Tratado se estipula el paso a la monarquía francesa, junto a varios territorios en Flandes e Italia, del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y una parte de la Cerdaña, lo que ahora se llama la Catalunya Nord y que en esa época pertenecía a la corona de Aragón (o al estado federal catalano-aragonés, si se quieren usar términos actuales para siglos pasados, como hacen algunos) desde los tiempos, al menos, de Jaime II de Mallorca (siglo XIV). Y resulta irónico porque una de las excusas que llevó a la guerra abierta entre las monarquías hispana y gala fue el apoyo de Luis XIII a la sublevación catalana de 1640 (guerra dels segadors); apoyo pedido, por otra parte, por los líderes catalanes. El resultado final: Francia vencedora "traiciona" a sus ingenuos aliados catalanes que vuelven al redil de la monarquía hispana algo "amputadillos" pero, al menos, sin perder su "autonomía" nacional; eso ya ocurriría medio siglo después con el primer Borbón "español" que aplicaría en España la política centralizadora que tan efectivamente habían iniciado en Francia sus antecesores dinásticos.
Estoy hablando -claro está- de la guerra de sucesión española que marcó el fin de los Habsburgo y la entrada de los Borbones (de los que seguimos disfrutando). ¿Y qué tiene que ver esto con María Teresa de Austria que cuarenta años antes se había casado con el rey Sol? Pues que de su vientre nacieron (o al menos se reforzaron) los derechos franceses a la corona española. De eso ya eran muy conscientes todos cuando se acordó el matrimonio real en el islotito de Los Faisanes en mitad del río Bidasoa; y como las potencias europeas no estaban dispuestas a aceptar que España y Francia estuvieran bajo una misma corona, la boda llevaba consigo la renuncia de María Teresa a sus derechos sucesorios. Pero, a cambio, España había de pagar la dote de la infanta y no lo hizo, lo que sirvió de excusa a Luis XIV para reclamar los derechos en la persona de su bisnieto Felipe (futuro Felipe V de España).
En todo esto, como es natural, María Teresa debió pintar muy poco, salvo el importante detalle de ser la paridora. Porque parir, parió; y eso que Luis tenía amantes por un tubo (y también ellas resultaban fecundadas por los espermatozoides borbónicos). En 11 años (entre sus 23 y 34) María Teresa dio a luz 6 hijos y sólo el mayor, Luis, le sobrevivió (aunque no durara tampoco mucho, pero sí lo suficiente para continuar la línea sucesoria). La pobre no debió ser muy feliz; parece ser que estuvo apartadita en sus habitaciones versallescas y cuentan que lo llevó con "santa resignación". Imagino que no debía ser muy cómodo, ni para ella ni para el Rey, participar en los asuntos de estado cuando el objetivo principal de la política exterior francesa era la hostilidad a la monarquía española de su hermanito menor y los planes para meter mano en sus posesiones. Recuérdese que durante el reinado de Carlos II todos los monarcas europeos tenían bastante claro que a su muerte habría que repartirse el imperio.
Básicamente, quienes protagonizaban la lucha por la hegemonía europea en los finales del XVII eran Francia y Austria (el imperio), pero ya por entonces empezaba a contar Inglaterra. Desde "siempre" los franceses consideraban que el Flandes español debía pasar a su soberanía (había, la verdad, bastantes argumentos para apoyar esta tesis frente al dominio español). Al casarse con María Teresa, Luis XIV justifica las repetidas agresiones a territorios flamencos como reclamación de los derechos de su esposa (supongo que ella no tenía ni voz ni voto respecto a sus "derechos"). Así, durante varios años, se da la paradoja de que los holandeses, acojonados con la posibilidad de tener a la expansionista Francia de vecina, se alían con los odiados españoles para defender Flandes. Pero la cosa cambia cuando en 1689 Guillermo de Orange, el Estatúder de los Países Bajos (el del retrato), recibió la corona británica del Parlamento de Westminster. Como gobernante de Holanda y Gran Bretaña, Guillermo entiende que tiene mucho que decir en cuanto al futuro reparto de las posesiones españolas a la muerte sin descendencia de Carlos II (prevista a esas alturas por casi todos). Y así, acuerda en 1698 con Luis XIV un tratado secreto de Partición, admitiendo el reparto entre Francia y el Imperio de las posesiones europeas españolas a cambio de garantías para la seguridad fronteriza holandesa y del comercio angloholandés; la otra cosa que "consigue" el de Orange es que el futuro rey de España fuera José Fernando de Baviera (o sea: ni un Borbón ni un Habsburgo) que mantendría América y España, salvo la provincia de Guipúzcoa, que pasaría a Francia.
Aunque el acuerdo era secreto se enteró todo el mundo (suele pasar); los españoles se indignaron (traición holandesa), pero en el fondo me da que tampoco habría habido excesiva oposición (lo cual no quiere decir que se hubiese evitado la posterior guerra); tampoco creo que el emperador se hubiera opuesto demasiado. De hecho, Carlos nombró al de Baviera como heredero, aunque tampoco hizo público ese testamento. Pero no valió de nada, porque José Fernando la palmó a principios de 1699 (¡de varicela!) y quedó claro que en cuanto muriera el rey español (lo que ocurriría poco más de un año después) austriacos, franceses e ingleses (toda Europa, en suma) se enzarzarían en una larga guerra por la sucesión que, en el fondo, era para reestructurar el mapa político del continente y los nuevos equilibrios de poder.
El Tratado de Utrecht al finalizar la guerra vino a consolidar el desmembramiento de las posesiones españolas en Europa (aun quedó el sur de Italia). Significó la irrupción clara de Inglaterra como protagonista en las decisiones continentales. Francia no salió tan bien parada como podría haber deseado el rey Sol ya que, como su dinastía se había quedado con España, apenas le dieron territorios. Así que los teóricos derechos de su esposa (la pobre, muerta ya desde hacía bastante tiempo) quedaron en nada y el Flandes español pasó al imperio austríaco. Posteriormente sería francés y finalmente lograría independizarse (1830) conformando (más o menos) la actual Bélgica. Teniendo en cuenta que ya a mediados del siglo XVII cualquiera habría podido ver que era cuestión de poco tiempo que España perdiera ese dominio, más le habría valido al gobierno de Carlos II aceptar la oferta de Luis XIV de devolver la "Cataluña Norte" a cambio de Flandes.
En fin, que la historia es un lío de azares y tiros por la culata, lo que me lleva a dudar sobre los profetas a toro pasado que hablan de la inevitabilidad de los acontecimientos. Por ejemplo, si Luis XIV no se hubiera casado con la sosa de María Teresa es más que probable que hoy en España no reinaran los Borbones, si el José Fernando de Baviera no hubiera cogido la varicela a lo mejor Guipúzcoa sería francesa (¿y qué estarían diciendo los de Batasuna?). Esta última hipótesis me afecta porque nací en San Sebastián, así que yo sería francés (oh la la). Aunque lo más probable es que mi padre nunca habría ido en el 58 a Donostia y por tanto no habría conocido a mi madre; ergo los dos conjuntos de genes que me dieron origen no habrían tenido ocasión de conocerse. Claro, que no hace falta recurrir a los llamados personajes históricos para ser conscientes de la altísima improbabilidad de nuestras propias existencias. Vamos, qué entre todas las posibilidades que pudieron ser y no fueron, es un tremendo milagro que estemos aquí. Y no sigo por ahí porque esa misma improbabilidad es la que lleva a los creyentes a rechazar la existencia por azar de todo, empezando por el universo.
Bajando más a ras del suelo, si el viernes no hubiera estado zapeando y sin ganas de hacer nada productivo, no habría visto el concursillo ese, ni me habrían entrado ganas de ponerme a buscar sobre la pobre María Teresa de Austria, ni habría obviamente escrito este rollazo. Porque lo cierto es que pensaba escribir sobre un asunto bastante más personal y ligado a lo que motivó (y sigue motivando) este blog, pero debe ser que necesito madurar más mis ideas en ese tema y, mientras tanto, me entretengo con otras cosas.
La anécdota vino cuando al capullo concursante que iba de simpático le toca como última pregunta quién fue la esposa de Luis XIV y responde que María Antonieta. Y ... tachán tachán ... es correcta. El tío se entusiasma y no es para menos porque se va con 9.000 euros en vez de los 1.000 que le habrían correspondido si hubiera fallado. Aclara el chico que no estaba seguro pero que fue lo primero que le vino en mente y lo mejor es responder lo primero que se te ocurre porque, si te pones a pensar, te entran las dudas. Y tiene razón, porque a mí también fue lo primero que me vino a la cabeza, lo que pasa es que cometí el error de pensar un instante y darme cuenta de que María Antonieta fue la esposa de Luis XVI; hay unos cien años de diferencia entre la época grandiosa del rey sol y la convulsa de la revolución francesa que guillotinaría al rey y a la reina.
Es decir que si yo hubiera estado concursando (eventualidad que no soy capaz de imaginarme) habría perdido, porque no habría contestado María Antonieta y, lamentablemente, no me habría acordado de María Teresa de Austria. Aunque imagino que si me hubiera acordado, me habría salido el resultado incorrecto y a ver qué habría hecho. No me veo discutiéndole al sonriente presentador que mi respuesta era correcta mientras los bailarines se meneaban entusiasmados. A fin de cuentas, el que se equivocó no fue el concursante sino los que escribieron la pregunta, porque lo que está claro es que la respuesta que querían era María Antonieta (gracias a Sofía Coppola es tema de actualidad); total, un errorcillo con el palito del ordinal del Luis francés: XIV por XVI.
María Teresa de Austria era la menor de los siete hijos (seis niñas y un niño) que tuvo Isabel de Borbón, la primera esposa de Felipe IV de España y fue la única de todos sus hermanos que llegó a la edad adulta (murió a los casi 44 años). María Teresa y Luis XIV eran doblemente primos hermanos: el padre de una y la madre del otro eran hermanos (hijos de Felipe III de España) y la madre de una y el padre del otro también (hijos de Enrique IV de Francia, el primer Borbón). Ya se sabe que entre las casas reales hay consanguinidad a tope, pero este matrimonio puede que haya sido uno de los de menos biodiversidad genética. Esto me recuerda que quizás (habría que hacer el cálculo de porcentaje de genes compartidos) pudo haber sido superado si, por esos mismos años, Felipe IV hubiera cedido a la pretensión de su hijo ilegítimo Don Juan José de Austria de casarse con la hija mayor de su segundo matrimonio, la infanta Margarita: habrían sido hermanos por parte de padre. Por cierto, este Don Juan José era hijo de la famosa actriz La Calderona y, aunque ahora no me apetece comprobarlo, me da la impresión de que es de la que está enamorado Alatriste en la ficción de Pérez Reverte (papel que en la película encarna Ariadna Gil; me encanta esa mujer). Y más por cierto, la infanta Margarita es la que retrata Velázquez como personaje central de Las Meninas.
Pero ya digo que lo de casarse entre primos (y entre dobleprimos) no era obstáculo en las monarquías absolutas del XVII y más cuando así convenía a las políticas dinásticas. El caso es que la boda de María Teresa con Luis, ambos sin haber cumplido aún los 22 años (Luis era apenas 5 días mayor que la infanta española), es una de las cláusulas del Tratado de los Pirineos, con el que se acordaba la paz entre España y Francia, tras la derrota de la primera en la batalla de las Dunas o de Dunkerke (junio de 1658). Se dice que esta batalla (y el consiguiente Tratado) marcan oficialmente el fin de la hegemonía militar y política de España en Europa. Los famosos Tercios ya no daban más de sí. Por cierto, la de Dunkerke no es la batalla en la que muere Alatriste sino la de Rocroi, acaecida 15 años antes; digamos que la decadencia del poder español ya venía arrastrándose a lo largo de todo el XVII. Pero a lo que iba: además de la boda real, en ese Tratado se estipula el paso a la monarquía francesa, junto a varios territorios en Flandes e Italia, del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y una parte de la Cerdaña, lo que ahora se llama la Catalunya Nord y que en esa época pertenecía a la corona de Aragón (o al estado federal catalano-aragonés, si se quieren usar términos actuales para siglos pasados, como hacen algunos) desde los tiempos, al menos, de Jaime II de Mallorca (siglo XIV). Y resulta irónico porque una de las excusas que llevó a la guerra abierta entre las monarquías hispana y gala fue el apoyo de Luis XIII a la sublevación catalana de 1640 (guerra dels segadors); apoyo pedido, por otra parte, por los líderes catalanes. El resultado final: Francia vencedora "traiciona" a sus ingenuos aliados catalanes que vuelven al redil de la monarquía hispana algo "amputadillos" pero, al menos, sin perder su "autonomía" nacional; eso ya ocurriría medio siglo después con el primer Borbón "español" que aplicaría en España la política centralizadora que tan efectivamente habían iniciado en Francia sus antecesores dinásticos.
Estoy hablando -claro está- de la guerra de sucesión española que marcó el fin de los Habsburgo y la entrada de los Borbones (de los que seguimos disfrutando). ¿Y qué tiene que ver esto con María Teresa de Austria que cuarenta años antes se había casado con el rey Sol? Pues que de su vientre nacieron (o al menos se reforzaron) los derechos franceses a la corona española. De eso ya eran muy conscientes todos cuando se acordó el matrimonio real en el islotito de Los Faisanes en mitad del río Bidasoa; y como las potencias europeas no estaban dispuestas a aceptar que España y Francia estuvieran bajo una misma corona, la boda llevaba consigo la renuncia de María Teresa a sus derechos sucesorios. Pero, a cambio, España había de pagar la dote de la infanta y no lo hizo, lo que sirvió de excusa a Luis XIV para reclamar los derechos en la persona de su bisnieto Felipe (futuro Felipe V de España).
En todo esto, como es natural, María Teresa debió pintar muy poco, salvo el importante detalle de ser la paridora. Porque parir, parió; y eso que Luis tenía amantes por un tubo (y también ellas resultaban fecundadas por los espermatozoides borbónicos). En 11 años (entre sus 23 y 34) María Teresa dio a luz 6 hijos y sólo el mayor, Luis, le sobrevivió (aunque no durara tampoco mucho, pero sí lo suficiente para continuar la línea sucesoria). La pobre no debió ser muy feliz; parece ser que estuvo apartadita en sus habitaciones versallescas y cuentan que lo llevó con "santa resignación". Imagino que no debía ser muy cómodo, ni para ella ni para el Rey, participar en los asuntos de estado cuando el objetivo principal de la política exterior francesa era la hostilidad a la monarquía española de su hermanito menor y los planes para meter mano en sus posesiones. Recuérdese que durante el reinado de Carlos II todos los monarcas europeos tenían bastante claro que a su muerte habría que repartirse el imperio.
Básicamente, quienes protagonizaban la lucha por la hegemonía europea en los finales del XVII eran Francia y Austria (el imperio), pero ya por entonces empezaba a contar Inglaterra. Desde "siempre" los franceses consideraban que el Flandes español debía pasar a su soberanía (había, la verdad, bastantes argumentos para apoyar esta tesis frente al dominio español). Al casarse con María Teresa, Luis XIV justifica las repetidas agresiones a territorios flamencos como reclamación de los derechos de su esposa (supongo que ella no tenía ni voz ni voto respecto a sus "derechos"). Así, durante varios años, se da la paradoja de que los holandeses, acojonados con la posibilidad de tener a la expansionista Francia de vecina, se alían con los odiados españoles para defender Flandes. Pero la cosa cambia cuando en 1689 Guillermo de Orange, el Estatúder de los Países Bajos (el del retrato), recibió la corona británica del Parlamento de Westminster. Como gobernante de Holanda y Gran Bretaña, Guillermo entiende que tiene mucho que decir en cuanto al futuro reparto de las posesiones españolas a la muerte sin descendencia de Carlos II (prevista a esas alturas por casi todos). Y así, acuerda en 1698 con Luis XIV un tratado secreto de Partición, admitiendo el reparto entre Francia y el Imperio de las posesiones europeas españolas a cambio de garantías para la seguridad fronteriza holandesa y del comercio angloholandés; la otra cosa que "consigue" el de Orange es que el futuro rey de España fuera José Fernando de Baviera (o sea: ni un Borbón ni un Habsburgo) que mantendría América y España, salvo la provincia de Guipúzcoa, que pasaría a Francia.
Aunque el acuerdo era secreto se enteró todo el mundo (suele pasar); los españoles se indignaron (traición holandesa), pero en el fondo me da que tampoco habría habido excesiva oposición (lo cual no quiere decir que se hubiese evitado la posterior guerra); tampoco creo que el emperador se hubiera opuesto demasiado. De hecho, Carlos nombró al de Baviera como heredero, aunque tampoco hizo público ese testamento. Pero no valió de nada, porque José Fernando la palmó a principios de 1699 (¡de varicela!) y quedó claro que en cuanto muriera el rey español (lo que ocurriría poco más de un año después) austriacos, franceses e ingleses (toda Europa, en suma) se enzarzarían en una larga guerra por la sucesión que, en el fondo, era para reestructurar el mapa político del continente y los nuevos equilibrios de poder.
El Tratado de Utrecht al finalizar la guerra vino a consolidar el desmembramiento de las posesiones españolas en Europa (aun quedó el sur de Italia). Significó la irrupción clara de Inglaterra como protagonista en las decisiones continentales. Francia no salió tan bien parada como podría haber deseado el rey Sol ya que, como su dinastía se había quedado con España, apenas le dieron territorios. Así que los teóricos derechos de su esposa (la pobre, muerta ya desde hacía bastante tiempo) quedaron en nada y el Flandes español pasó al imperio austríaco. Posteriormente sería francés y finalmente lograría independizarse (1830) conformando (más o menos) la actual Bélgica. Teniendo en cuenta que ya a mediados del siglo XVII cualquiera habría podido ver que era cuestión de poco tiempo que España perdiera ese dominio, más le habría valido al gobierno de Carlos II aceptar la oferta de Luis XIV de devolver la "Cataluña Norte" a cambio de Flandes.
En fin, que la historia es un lío de azares y tiros por la culata, lo que me lleva a dudar sobre los profetas a toro pasado que hablan de la inevitabilidad de los acontecimientos. Por ejemplo, si Luis XIV no se hubiera casado con la sosa de María Teresa es más que probable que hoy en España no reinaran los Borbones, si el José Fernando de Baviera no hubiera cogido la varicela a lo mejor Guipúzcoa sería francesa (¿y qué estarían diciendo los de Batasuna?). Esta última hipótesis me afecta porque nací en San Sebastián, así que yo sería francés (oh la la). Aunque lo más probable es que mi padre nunca habría ido en el 58 a Donostia y por tanto no habría conocido a mi madre; ergo los dos conjuntos de genes que me dieron origen no habrían tenido ocasión de conocerse. Claro, que no hace falta recurrir a los llamados personajes históricos para ser conscientes de la altísima improbabilidad de nuestras propias existencias. Vamos, qué entre todas las posibilidades que pudieron ser y no fueron, es un tremendo milagro que estemos aquí. Y no sigo por ahí porque esa misma improbabilidad es la que lleva a los creyentes a rechazar la existencia por azar de todo, empezando por el universo.
Bajando más a ras del suelo, si el viernes no hubiera estado zapeando y sin ganas de hacer nada productivo, no habría visto el concursillo ese, ni me habrían entrado ganas de ponerme a buscar sobre la pobre María Teresa de Austria, ni habría obviamente escrito este rollazo. Porque lo cierto es que pensaba escribir sobre un asunto bastante más personal y ligado a lo que motivó (y sigue motivando) este blog, pero debe ser que necesito madurar más mis ideas en ese tema y, mientras tanto, me entretengo con otras cosas.
CATEGORÍA: Personas y personajes
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Pues el "rollazo" me lo he leído de un tirón, aunque of course , me quedo pendiente de leer tu post sobre los motivos de tu blog.
ResponderEliminarPd: (La ilustración de mi post la saqué del google imágenes, no recuerdo la página)
besos
Comentado originalmente el Domingo, 4 Marzo 2007 18:52 (Web)
interesantisimo post... me encanta la historia asi que lo lei avidamente...
ResponderEliminarpero se me hizo una confusion... aunque ya la aclare... pensaba que te referias a la otra Maria Teresa de Austria, que casualmente fue la madre de Maria Antonieta que como bien dices (y lo ilustra fantasticamente la peli de Sofia Coppola) se caso con Luis XVI y termino perdiendo la cabeza en la Revolucion... pero esa es conocida en realidad como Maria Teresa I de Austria, hija del Emperador Carlos VI, y que para nada se quedo rezagada en su casa, aunque tambien pario cantidad de hijos, no se si no fueron como 16 ... en fin...
que epocas no??
besos...
Comentado originalmente el Lunes, 5 Marzo 2007 02:26 (Correo) (Web)
Tu confusión, Eva, está más que justificada porque, efectivamente, si se dice María Teresa de Austria en todo el mundo, salvo en España, imagino que se piensa en la madre de María Antonieta. No había caído en ello; así que gracias a tu comentario me percato de que el error del concursante no fue tan grande (jajajaja). Por cierto, he buscado ilustraciones de la María Teresa austriaca y era bastante más guapa que la española; debe ser que en la otra rama de los Habsburgo había menos endogamias.
ResponderEliminarA propósito, sabrás que la separación entre las dos ramas de los Habsburgo se produjo a la muerte de Carlos I de España, el nieto de los reyes católicos y del emperador Maximiliano I. La herencia española y borgoñona (entre ésta Flandes) de Carlos pasó a su hijo Felipe II, pero la imperial (Austria) a su hermano menor Fernando. Es curioso que Carlos, nacido en Gante en 1500 y educado a la flamenca acabara su vida muy "españolizado" y en cambio su hermano Fernando, nacido en Alcalá de Henares y educado a la española, acabara como el iniciador de la nueva línea dinástica austríaca, ampliando significativamente los dominos hereditarios de esa rama de los Habsburgo. Besos y gracias por el comentario.
Comentado originalmente el Lunes, 5 Marzo 2007 09:49 (Correo) (Web)
Son tantas las casualidades y los "y si" que nos han traído aquí (comenzando ya por la evolución de nuestra especie) que es como para felicitarnos de existir.
ResponderEliminarBesos
Comentado originalmente el Lunes, 5 Marzo 2007 19:16